lunes, 18 de octubre de 2021

Describir Palencia








 

Con mi Tourmalet íntimo en materia de lecturas, me encuentro descubriendo a un magnífico escritor, diferente escritor, como es Santiago Lorenzo. Y de repente me llega el flashback: "Yo a este tío lo conozco de algo". Y me pongo a indagar, y veo que efectivamente había tenido un par de incursiones en esto del cine, y que yo había visto una película suya (la primera de dos) hace muchos años en el cine. Y que, aunque algo olvidada, recordaba que otra cosa no, pero mala baba destilaba a raudales. Y es que a MAMÁ ES BOBA se le podrán achacar cosas, casi todas de índole técnica, pero todas palidecen ante el vitriólico retrato de una sociedad infecta, perfectamente sintetizada en la primera frase de Martín, el pequeño narrador (acaso el Lorenzo niño), que traza un desvalimiento nihilista mientras es sistemáticamente acosado en el colegio: "Me llamo Martín Zamora Perdulí, vivo en la calle Bustamante 25, que está en una ciudad llamada Palencia (con P), España, Europa, la Tierra, el Universo". Uno de los arranques más tristes y bellos del cine español, con la hermosa partitura de ese otro gran olvidado, que es Malcolm Scarpa. Pero la película va mucho más allá, y apenas pasa de puntillas por la circunstancia de ese pequeño tallador de gomas de borrar. Aprovechando que mañana se acaba momentáneamente el monográfico de Solondz, son muchas las similitudes entre éste y Lorenzo, mostrando las pequeñas miserias de unos seres humanos empequeñecidos, desorientados. Y sobre todo, este film es Faustina Camacho, la poderosa presencia que daba vida a Gema, la madre de Martín; una persona inocente de tan buena, incapaz de una sola doblez moral, y que de la noche a la mañana se ve presentando un noticiero en la recién inaugurada televisión local (TeleAquí... que tiene mandanga), aunque por cuestiones más aviesas de lo que cabría suponer, gracias (o por culpa) de Ana Cooper, responsable de dicha cadena. Camacho se adueña de la pantalla con naturalidad de la que ya pocos actores españoles tienen, y que pertenece a otros tiempos. Su epopeya, y la de su hijo Martín, y también la de su marido Toribio (especialista en chistes malos), es un espejo insoportable de mirar, y ahí estamos todos, los vanidosos y los rastreros, los envidiosos y los trepas, los ignorantes inflados de pedantería, mientras se ríen de los que consideran inferiores. Y es que todo comienza en el patio de un colegio, pero es un veneno indeleble, y que se esparce rápido y por mucho tiempo...
Desde luego, si hay un film de culto y a descubrir en este país tan rácano para estas cosas, es éste. Su protagonista, desgraciadamente, ni siquiera pudo verlo  estrenado...
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!