martes, 19 de mayo de 2020

Flores en la basura



Una cosa es el respeto, la admiración, incluso la idolatría; otra cosa muy distinta es no saber qué hacer cuando partes de un material tan jugoso, tan apetecible, que sabes que vas a quedarte a mitad de casi todo. Quizá por exceso de reverencia hacia el mito, o puede que por mera incapacidad, la misma a la que Morrissey ha aludido constantemente para referirse a ese "vulgo", rastrero y miserable, que tanto lo atormentó en su juventud, pero sin el cuál muy probablemente nunca hubiese podido forjar su propia imagen de anti-star, más cercano a un profesor de literatura que a un cantante pop. Es, cómo no, justo reconocer lo arriesgado de la propuesta de ENGLAND IS MINE, nada menos que bucear en aquellos años pre-Smiths, en los que el joven Steven Patrick luchaba diariamente por encontrar la manera de largarse de un Manchester, gris e industrial, de trabajos rutinarios, pero sobre todo de una sociedad que sólo veía en él a un holgazán melancólico y distraido, en lugar del genio autoproclamado que pasaba días enteros encerrado entre libros y viejos discos, cuando su generación se emborrachaba, bailaba y follaba. Insisto, no debe ser tarea fácil erigir un discurso decente sobre todo esto, cuando se notan las carencias de presupuesto y de guion, y más aún la decisión de abordar a Morrissey con la misma amable arrogancia que él dispuso para crear su propia personalidad. Quedándonos en el retrato, quizá sea un film con un mínimo de interés, pero no nos engañemos: es francamente aburrida, puede que sin pretenderlo siquiera.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!