jueves, 18 de junio de 2015

La pelota y la piedra



[Atención: Sentencia]: "No es lo mismo tener la pelota en tu tejado que tirar piedras sobre él, aunque ambas cosas impliquen una responsabilidad".
Primero, mi ánimo a todos aquellos que recién comienzan a descubrir el cine de John Ford, porque de ellos será este mundo un poco más adelante. Luego, tengo que empezar a resarcir algunos huecos imperdonables en este blog, donde queda demostrado que ni una entrada diaria da para abarcarlo todo, porque es imposible y porque, de hacerlo, también tendríamos que cerrar el chiringuito antes de tiempo. Pero el otro día (como me suele ocurrir de vez en cuando) me acordé de que aún no había hablado de THE MAN WHO SHOT LIBERTY VALANCE, en mi opinión uno de los tres mejores westerns rodados por Ford, lo que ya nos pone en cotas simplemente insuperables. Es, para quien no la haya visto todavía, una película fascinante, de una madurez y empaque soberbios, y una irrepetible lección de cine y de principios morales, no sólo por el ejemplar dueto formado por James Stewart/Ransom Stoddard y John Wayne/Tom Doniphon, paradigma de la integridad desde dos puntos de vista diferentes (la ley escrita y la de las armas), sino por ese deseo postrer de un maestro, que lo había rodado todo y que seguía siendo uno de los directores más lúcidos de Hollywood, por ejercer una responsabilidad al tiempo que efectuaba un inimaginable salto al vacío para un tipo a punto de cumplir los setenta años. Lo que Ford pone de manifiesto es la posibilidad de la modernidad sólo si se respetan los códigos del clásico; maravillosa taxonomía que se corresponde inteligentemente con el relato que se cuenta. El progreso es el hombre que hace prevalecer la ley sobre las armas, pero a veces la ley se enfrenta a la sinrazón y la brutalidad de ese viejo mundo que pretende desterrar (Lee Marvin/Liberty Valance), y ahí es donde surge la figura del hombre de una pieza pero incapaz de asumir el cambio, aunque aún necesario desde las sombras, oculto porque los actos que una vez fueron cotidianos empezaban ya a imprimirse con los ornamentos y veleidades de la leyenda. EL HOMBRE QUE MATÓ A LIBERTY VALANCE establece, punto por punto, la metáfora y simbología de un momento y un mundo del que apenas estamos seguros si realmente existió, al menos en la forma que todos hemos llegado a pensar que existió; es un complejo estudio sobre las motivaciones personales, una hermosa historia de amor y amistad a tres bandas y un film trepidante, no precisamente por sus escenas de acción, sino por la agilidad de su ritmo interno y esos actores en estado de gracia. El conjunto es (y no por mucho repetirlo va a ser menos cierto) una obra maestra intemporal y la constatación de que, si bien no hay nada nuevo bajo el sol, siempre habrá esperanza si brilla fuerte desde Shinbone...
Saludos.

8 comentarios:

David dijo...

Creo que "Lennon&McCartney en el Oeste" es mi western favorito de Ford, así que poco más que añadir...Bueno, sí. ¿Cuándo va a ser mi mundo? ¿mucho más adelante?

A todo esto, peliculón, obra maestra y todo lo que quieras, pero el Lee Marvin que sí da miedo y acojona es el de "Código del hampa" ...y ya no te digo el de "A quemarropa". Con ese no hubieran podido.
Un saludito.

dvd dijo...

Tu mundo?

dvd dijo...

Tu mundo es ahora, porque tú ya eres un amante del cine de Ford

David dijo...

jajaja...

Mister Lombreeze dijo...

En el siglo XIX publicaron la Leyenda del Oeste y en el XX la cinematografió John Ford con esta película. En fin, qué se puede añadir sobre este canto a la lucha contra la tiranía del fuerte. Magistral. La mejor de John Ford.

ricard dijo...

La escena en que John Wayne se emborracha y quema la casa que está construyendo es de las más tristemente hermosas de la historia del cine.

Saludos.

ricard dijo...

Añadiré una obviedad (todavía con referencia a dicha escena aunque puede hacerse extensiva a todo el cine de John Ford). En el buen cine y en los mejores westerns los personajes se definen por sus acciones y sin necesidad de grandes diálogos.

dvd dijo...

Las películas de Ford suelen tener unos diálogos acojonantes (mis favoritos están en PASIÓN DE LOS FUERTES), lo que pasa es que están tan naturalizados que a veces nos pasan por delante sin que apreciemos toda su dimensión. Es cierto que Wayne tenía más presencia física que dialéctica, pero creo que lo solventaba bien echándole jeta...

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!