martes, 23 de junio de 2015

Ligero como una pluma



Ésta es ya la antepenúltima entrada que dedico a Cannes'77 (experimento que me ha dado grandes satisfacciones y que repetiré en un futuro), y pese a que no ha habido rigor alguno en la selección má allá de dejar a la Palma de Oro para el final, he intentado espaciar lo más posible las nacionalidades. En el caso del país anfitrión, me parece que el film fallido fue LE CAMION, experimento plomizo y aletargado(r) de una Marguerite Duras que parece querer violar con la mirada a un joven y delgado Gérard Depardieu, mientras departen en una mesa camilla sobre la soledad de los camioneros, la metamorfosis del paisaje y los Gauloises azules... A quien le sorprenda esta visión, no debería, ya que he expuesto profusamente a lo largo de estos ocho años mi repulsa automática al cine que abusa de estupefacción inmovilista, granando su discurso exclusivamente en la supuesta (y es mucho suponer) superioridad de la palabra hablada y evocadora sobre la imagen recurrente y/o elocuente. Por supuesto que ambas direcciones, aunque opuestas, pueden complementarse, pero se necesitan dos cosas: un buen guionista y un director que trasvase dicho guion a una pantalla para que el texto quede reconvertido en película.
Como experimento radical (y muy muy "cahierista") puede que tenga sentido, pero entre ustedes y yo, son 80 minutos que se hacen eternos. Y eso a mí nunca me ha gustado.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!