sábado, 21 de junio de 2014

Un eco fuertemente lejano



Ver THE HILLS HAVE EYES hoy día es un ejercicio altamente recomendable para cualquier buen aficionado al cine de género, y más concretamente al de terror. Lo es por las muchas vías que se adivinan, desparramadas, hasta nuestros días, en los que la estilización del horror, a fuerza de tapar grietas de guion con técnicas cada vez más depuradas, nos ha instalado en un conformismo que da cabidaa un terror sin sorpresas y en el que la figura amenazante es deconstruida una y otra vez. Me equivocaría si me quedara tan sólo con su calidad artística, que es escasa, tanto que el icono que ha sobrevivido tras 37 años, el "actor" Michael Berryman, no es más que un infinitesimal secundario sin apenas peso más allá, claro está, de su particular físico. No, lo que me llama la atención son otras cosas, como el largo preámbulo usado por Craven para un film que apenas llega a la hora y media; la reticencia a mostrar al estrambótico grupo de malvados que acechan desde las colinas; y, sobre todo, la fuerza con la que explota la larga secuencia clave, capaz de alternar (gracias a un estimable trabajo de montaje) varias ubicaciones, con el objetivo de organizar una desorientación lo suficientemente creíble. Sí, es cierto que el tiempo no ha sido muy condescendiente con este título de culto, y hay algunos pasajes en verdad sonrojantes, pero haríamos muy mal si no la colocáramos un peldañito al lado de otro slasher por excelencia, LA MATANZA DE TEXAS, porque no podría haber evolución en un género si alguien no hubiese tenido antes la desfachatez de imaginar de qué manera podrían subvertirse las reglas básicas del mismo. Y ese eco reverbera en propuestas recientes, y no precisamente más originales...
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!