martes, 3 de junio de 2014

Las realidades imposibles



Si yo defiendo como real la imposible utopía descrita en LOST HORIZON, no puedo sino rendirme ante la imposibilidad de algo que, increíblemente, es perfectamente posible y que constituye la apasionante odisea de Jefferson Smith en Mr. SMITH GOES TO WASHINGTON (por una vez, y sin que sirva de precedente, la traducción del título al español supera al original). De una actualidad más que rabiosa (que no es que no lo fuese antes, pero ¡éste es nuestro tiempo!), pese a iniciarse con los habituales barullos de aquel cine que tanta gamba le dio al american way of life ultrapatriotero, el guion de Sidney Buchman toma un cariz inesperado y francamente osado. Ésta es la historia, ni más ni menos, de un senado, el de los Estados Unidos, tan aburrido e intrascendente como cualquier buen senado de cualquier país democrático, pero bajo cuyo océano de burocracia y problemas de eterna resolución está esa política invisible de tramas empresariales e intereses generados por el tráfico de influencias y la malversación de fondos... ¿Les suena?... Jefferson Smith es un ignoto politiquillo de pueblo que pasa su apacible vida rodeado de sus vecinos y que no sabe nada de corrupción más allá de un desfalco de 25 centavos en su fondo de ayudas a los jóvenes exploradores. Sin embargo, en Washington se prepara al sucesor de un importante senador que acaba de morir, y debe ser alguien sin ningún peso para que una oscura ley termine de aprobarse sin oposición alguna. Smith es campechano e ingenuo, y no imagina el mundo de mentiras y corrupción al que ha llegado de la mano del veterano senador Joseph Paine, que era amigo de su padre. Un poco exagerada en las formas una vez llegado el momento de la revelación y rebeldía de Smith, lo cierto es que la trama se desliza con una suavidad que cuesta encontrar en films de calado político; y es lo insólito de su resolución lo que le da un extravagante aire de involuntaria fábula pesimista, porque CABALERO SIN ESPADA es una película que nos anticipa la imposibilidad de hacer valer la verdad absoluta en la política, aunque supiésemos (igualmente ingenuos) que no se trata más que de decir la verdad.
Del trabajo de los actores podría escribir cientos de líneas elogiosas, pero me quedo indudablemente con un irrepetible duelo de titanes. James Stewart y Claude Rains elevan tanto la intensidad de sus atuaciones que la pantalla se ve desbordada de oficio y talento. Un lujo, y pese a su final, el punto más oscuro del siempre luminoso Capra.
Saludos.



4 comentarios:

David dijo...

Peliculón. Coincido en lo de las interpretaciones, claro. Y bueno, la coña es que la peli tuvo presiones para no hacerse por plantear que pudiera haber corrupción política en los Estados Unidos. Habráse visto. Sí, más allá de lo increíble de la peli, el personaje de Claude Rains se descojonaría de James y dejaría que se lo comiesen con patatas. Al menos, antes había conciencia y esas cosas (al menos en la peli).

dvd dijo...

En ese sentido (y estando muy de acuerdo contigo) me parece fundamental la inclusión, muy al principio, de ese guiño tan de Capra, cuando Rains cruza una pícara mirada con Beulah Bondi, la madre de James Stewart. En dos segundos, Capra nos acaba de contar la historia secreta de una mujer y un hombre, por lo que luego la reacción de Rains tiene mucho sentido, porque... ¿y si resulta que es su hijo?... ¿eh?...¿eh?... Culebronero que es uno...

David dijo...

Jaja... Jo! Me parece que eso es ver "demasiado". Que lo del capote de Martha en Centauros no se aplica a todo

dvd dijo...

Jeje... Bien traído, sí señor...

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!