viernes, 24 de enero de 2014

La voluntad del mal #9



Si me hubiesen preguntado por un director de cine alejado del universo sofisticado y cosmopolita del Dr, Mabuse, pero al mismo tiempo perfectamente conectado con el altivo y corrosivo engranaje motivacional de Fritz Lang, no hubiese dudado en señalar a Claude Chabrol. Sin embargo se me hace difícil encontrarle el "gusto" a un film que consigue explicarse a muy duras penas; tal es el batiburrillo implícito en Dr. M, una locura a ratos deudora de BLADE RUNNER, otras de 1984, pero en la que se nota que a Chabrol lo que le va es un Lavardin que aquí brilla por su ausencia. Aun así, hay algunos aciertos, como la insistencia en la teoría del caos imperando sobre el orden, la regencia de los "medios" (las calles de Berlín están infestadas de pantallas que emiten mensajes subliminales) o la feroz crítica contra las vacaciones programadas como aborregamiento subvencionado o consciente descenso a la memez más flagrante. Chabrol tiene varios guiños al Mabuse "langiano", el verdadero, como la gigantesca ruleta en la que se apuestan más cosas que dinero y, en un nivel más sutil, logra conectar los sonidos industriales de fin de siglo con los que ya utilizaba el director alemán al principio del mismo en una terrorífica discoteca, desde cuya atalaya este último M(abuse) disfruta observando trazas de autodestrucción. Otra discusión sería un reparto extraño y con cierto tufillo a imposición de la productora, al ser ésta otra coproducción, con lo que ello conlleva. Alan Bates, aunque laborioso, dista mucho del hipnótico primer Mabuse; Jan Niklas carece del carácter compositivo para ofrecer un investigador más allá de la moral; y el colmo es la elección de la ya venida a menos Jennifer Beals, actriz tan discreta como sobrevalorada y cuyos limitados registros quedan patentes en que lo mejor que sabe hacer es de busto parlante. Ni siquiera el cameo de un octogenario Wofgang Preiss o el parpadeo que dura la intervención de un efímero Andrew McCarthy logran elevar el tono de una cinta olvidada, muy menor en una filmografía tan notable como la de Chabrol. Curiosidad, sin más.
Saludos.

No hay comentarios:

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!