miércoles, 1 de agosto de 2012
Postales desde el filo
Debe haber algo más en ponerle una cámara delante a una niña de cuatro años para que interprete a una niña de cuatro años que ha perdido a su madre. Eso fue lo que intentó Jacques Doillon en PONETTE, polémica cinta a la que uno no sabe muy bien cómo enfrentarse, si con la mezcla de escepticismo y curiosidad del principio o la progresiva rutina en la que se va convirtiendo lo que (y no puede ser de otra manera) finalmente queda como un batiburrillo arrinconado por la imposibilidad de esclarecer un discurso mínimamente articulado en torno, no ya de la tragedia, sino de sus devastadoras consecuencias. Lo normal, porque lo hemos visto muchas veces, hubiese sido un acto de presencia, una infiltración a lo sumo, aprovechar una cierta indagación detrás de los diálogos "conscientes", con o sin divagación. Así, el mérito es reconocerle a Doillon ensayar el salto mortal sin red, desplazar a los adultos, en este caso casi meros figurantes, y dejar que por un momento pueda ocurrir el milagro, que aparezca ese momento de naturalidad insultante y que la cámara no ruede, sino que registre. Desgraciadamente, PONETTE no ensarta el filete cuando ya lo tiene hecho, y de una posible experiencia extrasensorial (la insólita no-interpretación de la pequeña Victoire Thivisol, que la llevó a ganar nada menos que la Copa Volpi), es poco menos que curioso que los niños se preocupen de cualquier cosa que de la premisa inicial de la desaparición; y esto no debería extrañarnos... ¡así creo que sucede en realidad!...
Saludos inocentes.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
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