sábado, 12 de febrero de 2011

Dejémonos de pamplinas



... y de mediocridades, añado. CET OBSCUR OBJET DU DÉSIR fue el despampanante epitafio fílmico de don Luis Buñuel, un terrible alegato contra la ñoñería, la estupidez y, claro, la mediocridad. Para entonces, que era 1977, Buñuel hacía mucho tiempo que miraba España con otra mirada, mezcla de desdén y ternura paternal mezclada con comprensión; la historia de Mathieu es la historia de un masoquista, un sufridor, la historia de España ¿qué si no? Mathieu no se enamora de Conchita, esa doble figura femenina imposible (Buñuel utilizó a dos actrices para ese papel, Carole Bouquet y Ángela Molina), sino que decide poseerla, para terminar abducido él mismo. El misterio femenino, que devora poco a poco al incauto masculino, es el desquiciante juego que propone Buñuel según la novela de Pierre Louys; un recorrido que tiene mucho de decadente y poco de agradecido, una especie de cuadratura del círculo que abarca desde las dodecafónicas caricias de UN CHIEN ANDALOU hasta 48 años después, nacimiento y muerte de un artista, pero Buñuel siempre vivo, siempre inspirador asimismo de artistas; ente, referencia, astro, guía. CET OBSCUR OBJET DU DÉSIR no es la típica última película que uno podría esperar de un autor total, se escapa su sentido último, y podría haber sido firmada por un principiante sin apoyos previos. Nota final: no se me escapa la correspondencia entre el genio de Calanda y otro ilustre aún en activo, el centenario Manoel de Oliveira; dos ejemplos de cómo ser juguetón, corrosivo y distante. Pura elegancia en la era de lo intrascendente. Imprescindible.
Saludos oscuramente deseados.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!