lunes, 17 de septiembre de 2018

Los huesos rojos



Cuando se tiene talento es mejor no tratar de demostrarlo. Desconozco si alguien más inteligente que yo hizo esta afirmación en algún momento, así que me la apropio por si acaso. Pero me sirva perfectamente para el pequeño homenaje que en los próximos tres días haremos al genial Seijun Suzuki, fallecido el año pasado y del que muy pocos parecen acordarse, quizá por el carácter inclasificable e insobornable de su cine, al que tengo un especial cariño y admiración, por lo que no me explico cómo no había aparecido ni una sola película suya por aquí. De momento, me atrevo con la tremebunda trilogía Taisho, un descomunal fresco rodado entre 1980 y 1991, y al que es difícil atribuirle un género en concreto, dado el carácter libérrimo de Suzuki, altamente propenso a hacer las cosas de la manera más exactamente inversa a como cualquiera podría suponer que haría. Despedido y casi desterrado de los grandes estudios japoneses, Suzuki fue saltando por productoras más pequeñas, con menos restricciones y donde le permitían toda clase de experimentaciones. TSIGOINERUWAIZEN es la primera de ellas, partiendo de una novela del escritor Hyakken Uchida, "El disco de Sarasate", en el que un disco que contiene una grabación original del gran violinista navarro alberga una misteriosa voz que obsesiona a un profesor de alemán. A partir de ahí, intentar hilar un conducto que no sea el del subconsciente íntimo puede resultar una gran decepción, pues Suzuki se interna en una especie de laberinto estructural de alegorías y metáforas. El profesor viaja a una pequeña población costera para visitar a un amigo, que es una especie de protopunk desarraigado y salvaje, y cuya afición consiste en matar gente para extraerles los huesos... para ver de qué color son... Me niego a seguir narrando lo que sólo puede ser explicado en la experiencia propia, pero me atrevo a decirles que corren el riesgo de perder pie y equilibrio, de ver sus teorías y convicciones cinéfilas socavadas y hasta violadas. Sólo por eso merece la pena ver este increíble film, que por lo visto fue de cabecera para Quentin Tarantino, aunque yo veo a un director mucho más cercano a Suzuki, que no es otro que el francés Bruno Dumont, especialmente en sus últimos films.
No se la pierdan.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!