lunes, 23 de diciembre de 2013

Cine en crisis #9



El único error que le reconozco a William Friedkin al rodar SORCERER, título maldito donde los haya, es su falta de perspectiva al adaptar el film que ya hizo Clouzot veinticinco años antes. Era imposible mejorar EL SALARIO DEL MIEDO, pero la idea era otra, quizá utilizar el inflamable material de partida para demostrar que el no-relato, la tensión vehicular, podían convertirse en el gran motivo por el que atomizar el guion convencional. Esto ya lo hemos visto muchas veces, pero recientemente; en 1977, con esta historia sólo podía fabricarse un thriller de los a menudo mal llamados "serios", pero, obviando la significativa mutilación del material original, que dejó el film en "sólo" dos horas, SORCERER es una película que sólo puede molestar o fascinar en la misma medida que resiste el paso del tiempo con abnegada obstinación.
Hablaríamos aquí de ese lugar en ninguna parte a donde van a parar los que desean no ser encontrados, cómo todos saben que es una especie de purgatorio donde, a cambio del anonimato, sólo hay que aceptar la pérdida de la propia personalidad. Nadie encontrará allí a estos parias, pero pronto comprenderán que es imposible huir, y es entonces cuando la película comienza su segunda y bestial ponencia. Desesperados, aceptarán conducir a través de la selva dos monstruosos camiones cargados de unos explosivos ultra sensibles; una misión suicida a la que sólo quienes desean salir del agujero donde están confinados podrían atreverse. SORCERER fue una apuesta a todo o nada, cine hecho con las tripas, imperfecto y de fisicidad rayana en la penitencia; la elección de los actores, por ejemplo, no podía ser más heterodoxa, a Roy Scheider había que sumar el estupendo Bruno Cremer, el exótico Amidou o un inquietante Paco Rabal haciendo de un tipo muy malo. Además, la mítica banda sonora compuesta por Tangerine Dream supone otro punto de extrañeza ambiental. Si se deciden a verla les recomiendo que entiendan las condiciones extremas de su rodaje y que ello les sirva para comprender cómo su estrepitoso fracaso en taquilla no debe empañar su, desde luego, inconsciente osadía. Un clásico involuntario, y muy poco clásico.
Saludos.

2 comentarios:

Rosa Ortega Díaz dijo...

Sin embargo, este tío la reivindica y, con obstinación, la ha peleado y la rescata del ostracismo, la actualiza y relanza. No para la taquilla, sino para que se reconozca, al menos, sus tripas. Eso ya tiene un gran valor.

Aprovecho para felicitarte estos días.

dvd dijo...

Igualmente. No soy yo de Navidades, pero ahí va una felicitación con las tripas...

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!