domingo, 25 de septiembre de 2011

Así no era como me dijeron



A ver, veamos la premisa y continuemos por ahí; desbrocemos el nudo, relajémonos y esperemos el desenlace, sea cual sea. Y el desenlace no puede ser malo por una cuestión bien sencilla: en vez del sobado lugar común de "la película como ente en sí", a veces es saludable intentar contar una historia tal y como nos podría pasar a nosotros mismos ¿De qué está todo lleno cuando un día salta el tema de las adopciones? Está claro: de un montón de mentiras piadosas y un buenrrollismo que tira para atrás de lo poco racional que es. Y lo lógico, lo normal, es que las trastiendas del "si le echo una mano al mundo seguro que el mundo me la echará a mí" sean no más que hervideros de frustraciones, egoísmos y personalidades a medio camino del solipsismo en pareja (sí, existe) y el deseo no ya de matar de una vez al padre, sino de atomizarlo como si nunca hubiese existido. Parrafada, sí; una estupenda parrafada para hablar (explicar en la medida de lo posible) de LA VERGÜENZA, el debut en la dirección del guionista David Planell. Y LA VERGÜENZA, que ha pasado desapercibida para casi todo el mundo, es uno de los escasos ejemplos que hemos visto recientemente en el cine español de incorrección política a ultranza. No se la voy a contar a ustedes, porque tiene algunos giros de guión que merecen la pena ser degustados con ese punto de sorpresa; simplemente les pongo en situación: Una parejita de las de ahora (ustedes me entienden) han adoptado un niño, pasará un año y al niño no hay quien lo aguante, así que la parejita empezará a plantearse si a lo mejor el asunto no era ese y, como si de un artículo defectuoso se tratara, pudiera contemplarse la posibilidad de cierta... devolución. La gracia está en que el estupendo guión disecciona al milímetro las cochambrosas personalidades que desfilan por este cuento contemporáneo que es un verdadero lobo con piel de cordero. Básicamente porque más de uno se verá reflejado en mitad de toda esa podredumbre moral; o así espero que sea.
Muy recomendable en todo caso.
Saludos vergonzosos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!