jueves, 9 de diciembre de 2021

Gigantismo sin carcasa


 

Probablemente, uno de los momentos más desoladores en la larga trayectoria de Mario Camus, se produjo en 1999, con la imposible adaptación de LA CIUDAD DE LOS PRODIGIOS, título capital en la obra de Eduardo Mendoza, que hubiese necesitado otro formato para entenderse en su magnitud, pero también algunas decisiones menos encorsetadas y, finalmente, incomprensibles, incluso ridículas. Quien haya leído la novela, su inteligente discurso, imponiendo y erigiendo la disputada hegemonía de la ciudad de Barcelona, simétricamente al ascenso de su protagonista, Onofre Bouvila, nacido en los montes, rodeado de miseria, con un padre emigrado a Cuba, y que utiliza toda su adversidad para medrar donde los señoritos lo ostentaban todo y los pobres se organizaban en precario. La novela habla de los sangrientos encuentros entre los anarquistas, la policía untada, o los negocios oscuros en torno a las dos exposiciones universales, la del 98 y la del 29. El film, incapaz de condensar en sus dos horas y media una trama tan intrincada e intencionada, se queda muy en la superficie, asfixiada entre unos diálogos que no hacen avanzar la historia, y unas escenas que se pretenden espectaculares, pero que apenas sirven para mostrar el supuesto músculo de lo que jamás ha funcionado en este país, la tentación de hacer una superproducción. Dejando el horroroso casting aparte (Olivier Martinez, dios mío de mi vida), lo que más pena da de esta gran oportunidad perdida, es el desinflado continuo, la incapacidad para apresar el verdadero espíritu del original, para lo que me parece esencial tener una sabiduría extrema acerca de todo lo que se cuenta, y no es el caso; nos hubiese dado lo mismo estar en Barcelona que en el New York de Scorsese o el Birmingham de "Peaky Blinders". No hay nada de ello, y sí un incómodo tedio, como de que sabes que no está sucediendo nada importante en pantalla.
Un fiasco en toda regla.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!