jueves, 6 de febrero de 2020

Morir con la espada en la mano



No recuerdo quién, pero muy acertadamente alguien no ha dudado en señalar que con Kirk Douglas se ha ido el último vestigio viviente del Hollywood dorado, el más clásico y reivindicado. Douglas encarnaba a ese tipo de una pieza, superviviente nato y nunca demasiado malo para aborrecerlo, ni tan bueno como para idolatrarlo. Con más de un centenar de títulos en su impresionante bagaje, Kirk Douglas era una estrella, uno de los más grandes e incontestables de todos los tiempos; con un físico privilegiado para las escenas de acción, pero con la contención suficiente cuando había que pararse e interpretar. Aquí vamos a iniciar hoy un pequeño homenaje con tres títulos que me parecen fundamentales (son tantos), como THE VIKINGS, un extraordinario film del gran Richard Fleischer, en el que vemos a un Douglas pletórico, obteniendo equivalente réplica de un Tony Curtis que pocas veces estuvo tan intenso como en este épico relato de aventuras a través de los fiordos. Una historia de amor y odio, el odio que se profesan dos hermanos que no saben que lo son, y el amor de ambos hacia una esquiva princesa que interpretaba gélidamente Janet Leigh. Maravillosas las interpretaciones, y maravillosa la fotografía de Jack Cardiff (otro maestro), o la brutal partitura ideada por Mario Nascimbene.
Si no la han visto, véanla.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

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