martes, 25 de febrero de 2020

De cerdos y hombres



En 1992, en plena fiebre de "los descubrimientos", cuando aquí se nos hacía el culo agua con la Expo y se celebraban por todo lo alto los JJOO, a José Luis Cuerda se le ocurrió fijarse en lo que es la verdadera disección de éste nuestro país desde la perspectiva de un pícaro venido de una larga reclusión en África, cuyo cometido no es otro que comerse la cerda que un pobre gañán lleva a Portugal, adonde va para buscarse una vida imposible en un reino creado desde las expulsiones, el fanatismo y la represión beata. De no ser por su carácter cómico, LA MARRANA ocuparía un lugar más glorioso del que el tiempo le ha reservado, lo que no es óbice para disfrutar con un guion menos alocado que otros de su autor, pero sobre todo con una interpretación antológica de un Alfredo Landa en pleno éxtasis verborreico, embaucando a un pedestre Antonio Resines, pero descubriendo por el camino una humanidad mucho mayor a la de esa sociedad capaz de fiar todo su patrimonio a los designios de la divina providencia. Es por ello un film que se ha revalorizado con el tiempo, no tanto porque sea un prodigio cinematográfico, sino por la elocuencia con la que se desgranan unos males endémicos, que se han mantenido como una infección dentro de nuestro ADN.
La película está bien, sin fisuras, como un relatito cervantino que hace pensar casi sin pretenderlo, pero lo de don Alfredo es un escándalo...
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!