viernes, 30 de agosto de 2019

Promesas que no valen nada



En 2016, François Ozon retomó la obra original de Maurice Rostand, con la idea de poner al día la versión de Lubitsch e indagar un poco más en las posibilidades de un texto tan potente. Así nace FRANTZ, una película sobria y elegante, de fría hermosura y sintaxis tremendamente respetuosa; posiblemente, una de las mejores películas de su prolífico e irregular director, y un título que quizá hubiese merecido algo más de recorrido, más allá del reconocimiento en festivales, dada su calidad intrínseca. Aún más enigmática que su predecesora, obtiene un plus si no se ha visto el film de Lubitsch, pues Ozon decide mantener oculto el motivo real de la visita del violinista francés (un bello y frágil Pierre Niney) a la familia del soldado alemán al que abatió, prácticamente hasta pasada la hora de duración, momento en el que usa el flashback para explicar el suceso en una escena de una violencia casi estática. Una película que no cae en la copia ni en el halago, sino que busca su propio camino y lo encuentra recordándonos cómo los daños colaterales de las guerras nunca se detienen. Además, nos descubrió a la adorable Paula Beer...
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!