martes, 14 de octubre de 2014

Películas para desengancharse #4



La película de hoy supuso un enganche considerable y un eslabón fundamental para entender el patrocinio de la corriente mesmerizadora de la iglesia católica en España, país acostumbrado al "dame pan y... si es con vino, mejor". Y es una lástima, porque MARCELINO, PAN Y VINO contiene algunas virtudes difíciles de rastrear en producciones similares. No me hace ninguna falta volver a alabar a Ladislao Vajda, cineasta poseedor de un instinto incomparable para el subtexto y los detalles infinitesimales que interpelan directamente al espectador inteligente. Sí, hay mucho de propagandilla beata en el exhibicionismo de aquel inquietante niño, Pablito Calvo, pero no es menos cierto que después la historia se ha encargado de confirmar que éste es un país lastimeramente dado al escaparate de carne infantil (por entonces, Marisol, Rocío Dúrcal y Joselito), y ya casi sin que los angelitos posean cualidad alguna más que la caradura, de sus padres sobre todo (en el engendro de Canal Sur, reina en la parrilla el infame Juan y Medio con ello). Sí, el chiquillo era muy dulce y muy guapo y todo lo demás, pero habría que ensayar un ejercicio de abstracción zen para no reírse en sus "confidencias con mi amigo Jesús", que una cosa es Dreyer y otra esto... Aun así, MARCELINO... tiene algunos momentos francamente bien dirigidos, con un muy buen trabajo del elenco que da vida al chispeante grupo de franciscanos, sobresaliendo los siempre estupendos Rafael Rivelles y Antonio Vico, y donde estaban unos "irreconocibles" Juanjo Menéndez y Antonio Ferrandis. En el otro extremo, se antoja pasado de vueltas el personaje del "mal alcalde", interpretado por Rafael Calvo, lo que queda atenuado por la estimulante presencia de la gran Isabel de Pomés, lo más parecido a Lauren Bacall que este país ha tenido nunca... Una película para desengancharse, sin duda, y sobre todo si han tenido la dudosa experiencia de estudiar en un colegio religioso y también les obligaban a cultivar su cinefilia con los parlamentos, soliloquios y ditirambos del rapaz más ingobernable de la parroquia...
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!