viernes, 26 de agosto de 2011
Chispazos de dialéctica
Quién lo diría. Si en los pequeños detalles es donde se aprecian las grandes virtudes, esta máxima se amplía en el caso del muy redundante Lars von Trier, cada día que pasa más insoportable e impredecible, a partes iguales. Un tipo con su talento no puede ir enmascarándolo con salidas de tono innecesarias y apologías de causas no ya perdidas, sino directamente absurdas. Y, de vez en cuando, hace cine.
No he visto aún MELANCHOLIA, pero me temo lo peor, no sé por qué; sin embargo, hace unos meses me acordé de que tenía pendiente una película del danés, y me puse manos a la obra. Y mira tú por dónde, resulta que DIREKTøREN FOR DET HELE (El jefe de todo esto) es una comedia estupenda, amarga, triste, punzante, socarrona y, probablemente, y aunque sólo fuese por su extrema lucidez, la mejor película de su director junto a EUROPA. Invocando el teatro del absurdo, von Trier parte de una descabellada premisa para ir transformando progresivamente lo que parece su enésima extravagancia en una inquietante reflexión sobre lobos con piel de cordero que han de sobrevivir a las dentelladas de la vida. Resulta que el dueño de una empresa ha de despedir a algunos empleados, pero como es un tipo sumamente apocado decidió guardarse las espaldas tras un personaje ficticio, haciéndose pasar él mismo por empleado, así que, llegado el momento, contrata a un actor de medio pelo para que interprete dicho papel, quedando el verdadero limpio de responsabilidad. Todo esto se embrolla maravillosamente cuando asistimos a todo un corolario de tiras y aflojas por parte de una plantilla tan heterogénea como desquiciante, lo que da como resultado que el actor dude de su valía para el encargo, para después creerse su propio papel y disfrutar de "los placeres de ser el jefe".
Como digo, una película que pasa en un suspiro, con un guión ingenioso y bien estructurado y unas interpretaciones a la altura del caleidoscopio emocional mostrado. Además, von Trier se permitió la introducción del Automavisión, un debatible instrumento, un computador encargado de decidir, en lugar del director, los enfoques y hasta los encuadres. No estoy muy seguro de su utilidad, pero pensándolo bien no deja de ser paradigmático usarlo en un film que versa sobre todo acerca de la elusión de responsabilidades del hombre moderno. Muy recomendable, en todo caso, para los que habían perdido la fe en este señor.
Saludos del jefazo.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
2 comentarios:
Lo de la Automavisión me pareció una extravagancia del señor Von Trier, pero resultaba gracioso. Y la relación de dicho sistema con el argumento del film que apuntas en el post es plausible. Saludos del currito.
Hombre, ya es que suena a cachondeo lo de que el director ni siquiera decida el movimiento de la cámara. A algunos a lo mejor les salvaba la película la dichosa maquinita...
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