viernes, 18 de diciembre de 2020

Un corcel refrenado


 

Me extraña que la industria cinematográfica conserve la idea de que debe ser sumamente sencillo adaptar a Roald Dahl, habida cuenta la gran cantidad de películas "basadas" en su fértil imaginario. Adaptar sí, pero trasladar es otra cosa. La prosa del autor galés siempre escondía algo que transcurría en paralelo a la historia contada, que le servía como material conductor, cuando no inductor de profundas reflexiones sobre el paso del tiempo, las trampas de la moral o directamente la inevitable corrupción de la inocencia. Para quien esto escribe, debe ser THE WITCHES una de sus cumbres (mi favorita, de hecho); una especie de aventura generacional que parte de un trago amarguísimo, que no es otro que la orfandad repentina de un niño, que ha de quedarse a vivir con su abuela. Lejos de caer en complacencias dramáticas, Dahl imagina un mundo sombrío de brujas crueles (y también muy divertidas), cuya motivación existencial es la erradicación de los infantes de todo el mundo, superponiendo a estos seres como la amenaza de la adultez, incapaz de soportar su propia decadencia. 
THE WITCHES se ha vuelto a hacer (mañana hablaremos de la otra), y sin ser un absoluto desastre, confirma que el mero entretenimiento se aleja de las cuestiones antes mencionadas, centrándose en la exhibición de efectos e interpretaciones desbocadas. Aquí, sin embargo, lo mejor es precisamente el trabajo de una Anne Hathaway que sigue creciendo exponencialmente, y que ajusta un meritorio homenaje a su antecesora 30 años después. Dirige Robert Zemeckis, que a estas alturas es ya prácticamente un clásico del cine intergeneracional, y sirve para pasar un rato entretenido, recordando de paso las diferencias en cuanto a puesta en escena, y comprobando que tampoco esta vez han logrado bordar un final tan atípico como agridulce, e incluso menos.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!