jueves, 3 de diciembre de 2020

La intención también cuenta


 

Me imagino de qué hubiese sido capaz David Cronenberg, allá por 1977, de haber tenido un presupuesto más holgado, pues lo único que se puede achacar a RABID es su chapucera resolución de efectos especiales. Por contra, RABID es una de esas películas que definen a la perfección el universo e imaginario del realizador canadiense: el hombre superado por un agente externo e incontrolable; la adicción como némesis de una sociedad adormilada y aséptica; la redención, sólo posible mediante la esterilización; la vida, en fin, vista como una infección que se expande con la indiferencia de un virus. La premisa de esta joyita de culto no puede ser más gratuita: una pareja tiene un accidente de moto "casualmente" al lado de una clínica estética, y al doctor de turno no se le ocurre otra cosa que ensayar un tratamiento aún experimental en la moribunda chica, que se despierta varios días con un hambre... "difícil de saciar". La elección de la mítica actriz porno Marilyn Chambers aún resuena con toda su polémica, y aunque no se puede decir que fuese un dechado de virtudes, hay momentos de extraña elocuencia, como si respondiese a un plan predeterminado. Escenas como la del cine porno, o la seducción de una chica en un jacuzzi, bien podrían haber salido de cualquier producción "X", pero cobran un nuevo significado en manos de David Cronenberg, que inunda de claroscuros esta inquietante odisea pseudoapocalíptica; más una nueva crítica a la asexuada sociedad canadiense, que una cinta de terror al uso. Que las tiene mucho mejores es algo que no se nos escapa a nadie, pero ésta tiene un nosequé que le da un encanto especial...
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!