jueves, 25 de agosto de 2011

El fin, los medios, las consecuencias



Impensable sería ver una película como UNTHINKABLE hace veinte años... o no. Me refiero a que a lo mejor es menos probable mostrar según qué cosas (no por su truculencia, sino por su falta de corrección política) actualmente. En este sentido, UNTHINKABLE, sin ser nada del otro jueves, tiene un par de momentos en los que te ves (oh, noble espectador) azorado por lo que parece ser una promesa de excesos visuales y hasta morales; una especie de "Baba-Yaga" moderna, donde sólo puedes esperar lo peor incluso de parte de los buenos, algo que queda un poco difuminado tras los atracones de excesividad tarantiniana y que podía haber dado un excelente thriller de suspense de haber sido un elemento al menos sopesado.
Sin tiempo para asimilar la premisa inicial (un terrorista islámico detenido afirma tener tres cabezas nucleares programadas para explotar en distintos puntos del país), el tiempo empieza a correr de manea inexorable y parece imposible lograr información, por lo que entrará en escena un turbio personaje encargado de dicha tarea, sólo necesitará carta blanca... Sí, tortura en Yanquilandia, el país de los derechos humanos; y ya sé que se trata de un pirado que va a matar a un montón de gente, no soy yo quien va a enarbolar la bandera de la integridad moral, el problema no es ese. El problema es qué clase de película se nos quiere vender; porque Tarantino introducía clases magistrales de tortura sin ninguna justificación, y ahí está la gracia, el malo y el bueno, o el malo haciéndole pupita a otro malo, da igual. Si hubiésemos tenido una ración de "haga usted lo que tenga que hacer y no se detenga hasta lograr su fin", entonces sí que podríamos hablar de "lo impensable", pero UNTHINKABLE es sorprendentemente tímida justo cuando parece haber traspasado la barrera de arrecifes de los prejuicios norteamericanos. Una lástima. El asunto lo salva un trío protagonista de altura: Carrie-Anne Moss con constante cara de preocupación y el plato fuerte, que son un estupendo Michael Sheen, que salva con nota un papel en el que jamás nos lo hubiésemos imaginado, y un recuperado para la causa Samuel L. Jackson, cuyo personaje resulta curiosamente paradigmático, y si no ¿hasta dónde hubiese llegado este film si solamente hubiesen corrido las cortinas y hubiesen dejado "trabajar a los profesionales? Nunca lo sabremos.
Ni pensar en saludos.





... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!