sábado, 28 de noviembre de 2020

Solo contra todos


 

En estos tiempos de mangoneo continuo, donde la palabra vale menos que una corbata y los héroes son ratas asustadas, es necesario rescatar películas como SERPICO. Integridad contra honor, o estúpida cabezonería contra lealtad a uno mismo; Frank Serpico ha sido mi referente durante muchos años, y no por ser intachable, sino por no tener miedo de mostrarse tal y como es, sabiendo que podría haberle costado la vida. Y Sidney Lumet, con su estilo áspero y pragmático, lo reflejó maravillosamente en este film que discurre entre el desmoronamiento vital de un hombre cada vez más solo y su inquebrantable carácter, alimentado por una especie de furia interior que Al Pacino transmite de forma impecable. Pacino es Serpico, en todos los sentidos que un actor puede introducirse bajo la epidermis de su personaje, abordarlo, respetarlo, comprenderlo para interpretarlo, e incluso, por qué no, reinterpretarlo. Serpico no era un santo, ni un héroe, sólo un descreído patológico, incluso bordeando la neurosis, aunque tenía sus razones. Asistió a la profunda corrupción del cuerpo de policía neoyorquino, que llegaban a cobrar a los delincuentes para hacer la vista gorda; fue amenazado de muerte por ello, aunque el balazo que recibió en la cara viniese de un traficante, lo que le hizo renunciar definitivamente, no sin antes destapar toneladas de basura en una comisión de investigación que aún hace retumbar los cimientos del City Hall. Esto es SERPICO, un film vigente y en constante renovación, que es mucho más de lo que se puede decir de muchos "grandes clásicos"; un vistazo a esas "cloacas del sistema", tan familiares por un lado y tan desconocidas por otro. Pero por encima de todo, siempre será un riguroso retrato del grito, sordo y solitario, del incomprendido.
Magnífica.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!