sábado, 8 de abril de 2017

La ley del cassette



Los radiocassettes eran instrumentos extraños, aparatosos, donde cada movimiento, cada acto, iban acompañados de ruidos adicionales, como la manipulación de un robot arcaico. Ni que decir tiene que la experiencia misma de la reproducción de un cassette es algo más cercano a la psicofonía que a la melomanía; no ya por los inacabables ruidos de fondo, sino por las distorsiones en cromo y ferro, e incluso la imanencia infinita del disco original por sobre el fondo de las sucesivas regrabaciones.
MOONLIGHT es una película que resuena exactamente como eso: una canción de Rihanna que contiene ecos de Billie Holiday, pero únicamente porque la cinta ya estaba grabada mucho antes. Ahora, claro, todo sonido es asquerosamente limpio, despojado de imperfecciones, lo que desautoriza al oyente a reivindicar según qué originalidad, ya que ésta no existe si no se está dispuesto a experimentar la ley del cassette. MOONLIGHT contiene trazas groserísimas de Tsai Ming-liang, Wong Kar-wai o, en menor medida, Hou Hsiao Hsien, lo que me lleva a pensar que tras su aparente riesgo apenas hay fervor de alumno aplicado, mucho, y una juntiña de ideas visuales que abarcan sistemas cognitivos tan dispares como el baneo a traición de la serie "The wire", el vaciado estilista de Michael Mann o los estallidos verbales de un Elia Kazan muy menor. Sí, MOONLIGHT pretende contarnos los interiores de un niño que se hace adolescente y luego adulto, su homosexualidad y la incomprensión de un mundo que no hace nada por comprenderlo. Y por debajo de la claridad de manual del director influenciable, nada mejor que acentuar un viaje en coche con el "Currucucú" de Caetano, como si hubiésemos grabado esta película en VHS encima de aquella otra... Sí, hombre... HAPPY TOGETHER...
Así que éste es el oscar a mejor película de este año.
Saludos.

2 comentarios:

Mister Lombreeze dijo...

Pues eso, que yo esta película ya la había visto muchas veces...

dvd dijo...

Yo es que no entiendo a los críticos. La película es entretenida (moderadamente), más o menos valiente, intenta sortear el ridículo (a duras penas), pero no sé qué tiene de original, ni como retrato marginal, ni como alegato antihomófobo ni como narración en sí, que me parece simplemente convencional. No es para machacarla ni para encumbrarla, pero que este señor se humedece con HAPPY TOGETHER es incuestionable, vaya...

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!