jueves, 23 de marzo de 2017

Postulados para la violación de la realidad #24



A lo largo del monográfico que hoy acaba, reconozco que el motivo más importante que me movió a hacerlo, más que la admiración que yo pudiera sentir por Abbas Kiarostami, ha sido la necesidad de recorrer un camino (y nada más paradigmático en su cine) para ver si era capaz de conectar al cineasta que comenzó prologando la terrible deriva de su país mediante la filmación de sus niños, sus calles, sus contradicciones, y la constatación de que sus historias, con la lentitud y paciencia de quien sabe que todo ha de llegar, pese a desbordarse al mundo entero, no habían cambiado ni un ápice su intención fundamental, dignificar al hombre moderno y denunciar a los culpables que, camuflados en la virtud de la realidad, hacen que este mundo sea tan indigno como es. En ese sentido, LIKE SOMEONE IN LOVE parece un elocuente final de camino, pero el director iraní no rubrica ni escorza, sino que mantiene la pausa en el instante y nos deja a nosotros que seamos quienes imaginemos qué clase de relato hemos visto o cuál nos gustaría que fuese. En puridad, puede ser tan perverso como tierno: un anciano contrata a una joven prostituta a domicilio. Prepara una cena romántica, charlan, pero la chica se queda dormida. Al día siguiente se ofrece a llevarla a la universidad donde intenta conseguir un título, y allí se cruza con el irascible prometido de ella, que no sabe su doble vida, aunque sospecha que le oculta algo. El viejo profesor se hace pasar por el abuelo que ha ido a visitar a su nieta y escucha al joven, que le habla de sus intenciones matrimoniales. Es en este juego de apariencias donde Kiarostami interpela al espectador, y le obliga a tomar partido, porque curiosamente son los personajes más dignos los que mienten, por lo que el inesperado y abrupto final nos deja aún más confundidos e indefensos ante nuestra moral prefabricada. Y evidentemente habrá a quien le parezca que este último film no esté a la altura de una filmografía tan rotunda, pero es que ni siquiera el propio Kiarostami sabía muy bien cómo terminar sus películas...
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!