Cuesta creer que se haya ido Verónica Echegui. Esa actriz arrebatada, princesa del extrarradio que le tiraba los tacones al lelo de Dani Martín, esa fuerza de la naturaleza mitad dignísima mitad descarada. La que se marcó una carrera en un Escort tuneado y miraba el Nokia a todas horas. La misma que se fue en autobús para ser actriz, sin saber lo que eso era, y se montó en un tren para no volver jamás, y sin saberlo tampoco, con la mirada de actriz despidiéndose. Se ha ido demasiado pronto, y su mejor película también era una de las más indefendibles de Bigas Luna, que también iba muy a su aire, pero que aquí se le pilló, ya entonces, el tufillo a pollavieja. Todo para contarnos esta historia mínima, de cajeras que quieren figurar y manicuras que apenas aspiran a ponerse tetas falsas. Y de esos paraísos inconclusos pero repetitivos, como aquellos politonos a un euro, quedan unos ojos de verdad. Ella fue y siempre será La Juani...
Saludos.
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