Hacía tiempo que quería traer uno de los casos más inclasificables del western, y qué mejor momento que en el retorno a la actividad bloguera. Y quizá no debería haber incluido THE OUTLAW en el repaso que estamos dando a la filmografía de Howard Hawks, porque ni siquiera podría considerarse un film suyo, cuando en realidad se sabe que es el segundo largometraje dirigido por el magnate Howard Hughes, empecinado en demostrar que él también podía meterse a esas labores. El resultado es un desastre interminable (dos injustificadas horas), que apenas merece la pena por alguna escena de acción (la única, de hecho) y por descubrir a una jovencísima Jane Russell, igual de mal dirigida, y convertida en un evidentísimo objeto sexual. La historia nos cuenta que Hawks estuvo un par de semanas por el rodaje (de hecho, es el autor del guion junto a Jules Furthman), pero acabó hastiado de las caprichosas decisiones de Hughes, su incapacidad para dinamizar una puesta en escena teatral y vodevilesca, en un burdo intento por "volver" a un western primigenio, como si Griffith no hubiese indicado el camino, tres décadas antes, que luego siguieron los grandes del género. Duele ver a actores de la talla de Thomas Mitchell o Walter Huston reducidos a caricatos de tres al cuarto, emborronando a dos personajes tan potentes como Pat Garrett y Doc Holliday, pero aún más delegar la responsabilidad de dar vida (es un decir) a Billy the Kid a un actor terrible, como Jack Buetel. Increíble desaprovechar la fotografía de Gregg Toland, maniatado por ese histerismo del "momento suspendido", que no es más que la incapacidad de encontrar una imagen que perdure. De igual modo, parece una broma la partitura del gran Victor Young, reducido a nimias puntualizaciones a la avalancha de escenas cómicas, porque no hay aquí nada de ese sentido del humor, por ejemplo, de Ford, sino un subrayado mecánico y anticuado, incluso para 1943. Una película rarísima, sin orden en sus extraños preceptos, y que además es aburrida y hasta ridícula. Como ejemplo de esto último, el surrealista tiroteo en el que Holliday agujerea las orejas de Buetel, sin que este pestañee... aunque tampoco lo hace el resto de la película.
Hughes no volvería a dirigir, por suerte para la industria, y este terrible bodrio, de servir para algo, lo hace para colocar su figura, a menudo agrandada sin motivo, a su justa medida. También para corroborar que Hawks podría haber hecho un film bastante más digno.
Saludos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario