lunes, 19 de febrero de 2018

Manual de lucha y libertad #12



Es complicado el visionado hoy día de LOS PARAÍSOS PERDIDOS, obra de transición (nunca mejor dicho) en la que muchos no han dudado en ver la genuina e inevitable continuación de madurez de las "nueve cartas". Sin embargo, el poso dramático (no digamos ya el estético) difiere por completo, y la deja en un preocupante abismo sensorial, donde es casi imposible detectar una intención legítima, por muy preclaros que sean sus motivos argumentales. Por dentro, Charo López (bellísima, pero como extraída de cincel) regresa desde el extranjero para reivindicar la memoria intelectual de su padre, fallecido en el exilio, y buscar financiación para organizar una fundación. Por dentro, Patino emplea el mismo conductismo de la voz en off, esta vez con el recitado del Hiperión de Hölderlin, que la protagonista lleva tiempo traduciendo, mientras de fondo suena "La Pasión según San Mateo" de Bach. La dificultad estriba en el concilio de lo sublime y lo terreno, en mostrar como naturales las cargas poéticas con unos diálogos a veces forzados por lo verborréico, y finalmente en aunar ambas vertientes en una sola corriente expresiva sin que rechine. El resultado es desigual, con la protagonista extenuantemente omnipresente y el resto de personajes gravitando con no mucho peso, y en algunos casos rozando el cameo.
Curiosa, desigualmente hermosa, hija bastarda de sus predecesoras y, sobre todo, una de esas películas que, en aquel momento de estridencias festivas, reivindicaba una intelectualidad sosegada pero firme.
Saludos.

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