sábado, 24 de agosto de 2013

Ausencias irremplazables



THE BEST YEARS OF OUR LIVES es una película que me encanta, que me zarandea casi sin quererlo y que pertenece a una rara estirpe que se aprovecha de un guion excelentemente escrito, esta vez a cargo del maestro Robert E. Sherwood (por cierto, investigado por supuesto antipatriota), para extraer sorprendentes y novedosos hallazgos de donde habitualmente no hay más que rutina y convenciones. Ya desde su inicio, Wyler, con un trabajo de concisión encomiable, presenta a los tres personajes que sin ser realmente centrales, ya que la historia avanza con varias ramificaciones, sí componen el tronco neurálgico de este manifiesto antibélico en el que las palabras sustituyen a las balas, y donde las heridas (aunque en algunos casos sean dolorosamente visibles) son tan profundas que sólo afloran a golpes de sinceridad. Son tres hombres muy distintos, de diferente extracción social, pero que se sabrán camaradas desde su primer encuentro, y prometerán encontrarse en un local conocido de uno de ellos, que se convertirá en una especie de lugar sagrado donde curar los estragos de la guerra. Fred ha sido piloto de bombarderos, ha visto morir a los hombres en aviones en llamas y cómo desaparecían poblaciones enteras debajo suyo; ahora es incapaz de mantener su modesto empleo como dependiente de unos almacenes. Al ha sido un reconocido oficial, pero las manos le tiemblan en el banco donde ostenta un cargo de prestigio mientras empieza a conceder créditos a los veteranos que a la vuelta sólo han encontrado miseria, algo que choca con la conservadora postura del banco y su director. Homer, en cambio, debería sentirse afortunado, ha obtenido multitud de medallas en la marina y le esperan su madre y su novia de toda la vida, con la que probablemente se casará; pero no se atreverá a pedírselo, porque aunque Homer es un tipo honesto, con sentido del humor y la cabeza en su sitio, sus manos son ahora dos ganchos que debe operar desde los muñones que le han quedado como secuela para toda la vida.
THE BEST YEARS OF OUR LIVES apenas habla de la guerra, sus personajes no evocan pesadas batallitas ni inútiles gorificaciones; en vez de eso, se dedican a una empresa mucho más difícil: ser normales, ser justos, retomar sus vidas y vivirlas. Al mismo tiempo, sus familiares se enfrentan al reto de no juzgar a estos hombres devastados, de darles su apoyo y entenderles, lo que ocurrirá con desigual fortuna para cada uno de ellos. El reparto, irrepetible, estaba formado por Dana Andrews, Fredric March (que ganó la estatuilla de un total de 7), Harold Russell (que efectivamente carecía de ambas manos y que también se llevó el siempre discutido galardón "condicionado"), la maravillosa Myrna Loy, Virginia Mayo y una jovencísima Theresa Wright. Y Wyler, que se llevó su premio, al igual que Sherwood, coronados todos con el de mejor película en un año en el que, por poner un ejemplo, QUÉ BELLO ES VIVIR no ganó nada y había unas peliculillas de nada... ENRIQUE V, BREVE ENCUENTRO, DUELO AL SOL, ENCADENADOS, LOS NIÑOS DEL PARAÍSO, ROMA, CIUDAD ABIERTA... Aquellos años... ¿Los mejores años?...
Saludos.


2 comentarios:

Mister Lombreeze dijo...

Bien, esto son palabras mayores y yo no soy digno.

Otro triunfo del ordinary man...

A mí es que el antibelicismo de los cobardes siempre me ha dado repelús. Esto es otra cosa.

En fin, magistral. Imprescindible. Ya sabe usted que yo la veo todos los años.
Es una lección de cine, de Historia y una lección moral.
Ah, y es entretenida.

dvd dijo...

Es una película con la que yo he llorado. Salen hombres y mujeres dignos... ¡qué falta nos harían hoy en día!...

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!