viernes, 1 de abril de 2011

Retroacústica invertida



No comparto el entusiasmo por CIDADE DE DEUS, lo he reiterado por activa y por pasiva; me gustan algunas cosas, sí. Por ejemplo que funcione tan bien su engranaje interno, aunque no vaya más allá de un blockbuster de gama alta, bonito de ver aun cuando el trasfondo de lo que se cuenta mantenga una negrura que no puede disfrazarse. Es ahí donde me pierdo, o puede que sea Meirelles el que desaproveche la magnífica oportunidad de hacer una denuncia en toda regla y no el enésimo film de aventuras con excusa de conciencia social. Aquí hay mucho de Tarantino, de Frankenheimer, de Scorsese y del planteamiento técnico de MATRIX; en las favelas pasa todo eso, claro, y mucho más, y puede que sea imposible que un equipo de rodaje pueda internarse en las entrañas de la bestia y describir toda la miseria y el horror convertido en cotidianidad. CIDADE DE DEUS hace un poco más soportable el proceso de desmoralización progresivo de un grupo de personajes desde su infancia hasta una madurez que no es tal, pues queda detenida a los veintitantos años. Entre las sucesivas oleadas de violencia, extorsión, tráfico de drogas y de armas, el personaje conductor de Buscapé resiste con dignidad y logra su sueño de convertirse en fotógrafo haciendo precisamente (y esto es un poco desalmado, ya lo sé) lo que el film no logra en ningún momento: siendo testigo de primera mano. No me malinterpreten, como película de entretenimiento es absolutamente recomendable, todo un descubrimiento de pulso visual que a su director le valió un billete de ida a Hollywood; sin embargo, yo no lanzaría las campanas al vuelo, CIDADE DE DEUS no es JUVENTUDE EM MARCHA, y es ahí donde deben ustedes buscar si pretenden que el cine les devuelva (y esto sólo ocurre muy de vez en cuando) un trozo de realidad en forma de bofetada. Esto es otra cosa, no lo duden.
Saludos deificados.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!