miércoles, 18 de mayo de 2022

¿Por qué no me gustan los videojuegos?


 

No me entiendan mal, yo he jugado videojuegos, sobre todo de aquellos viejunos, hechos con cuatro píxeles y unos rayajos, pero con la misión de mantenerte pegado a la pantalla como idea fija y fundamental. Lo de los gamers me pilla muy a contramano, como una tipografía alienígena que no entiendo, una especie de religión basada en el manoseo de entramados que se van haciendo más y más complejos. Una película es una obra a la que accedes una vez, la ves, la disfrutas (o no), y luego decides si vuelves a verla. Al videojuego (y corríjanme los expertos) has de volver periódicamente, avanzar semejando una virtualidad extrañamente inmersiva, pudiendo llegar a un paroxismo protagónico inusitado. Sea como sea, UNCHARTED es un peñazo insufrible, con actores manejados como muñecos virtuales, y no al contrario. Ni siquiera la trama es ingeniosa, ni siquiera hay un sentido del humor aceptable, ni sorna, ni sorpresas, ni golpes de efecto. Tan sólo un gigantesco lugar común, que se arrastra como una especie extinta, y resuella ronquidos del bicho que ya ha sido cazado. UNCHARTED, en mi opinión de cinéfilo devorador, es vieja, resabiada, con la polilla asomándole por sus truquitos de prestidigitador barato de crucero para pensionistas. Pero, fíjense, porque UNCHARTED se presenta allá donde va como el no va más de última generación (si fuese la última, estaríamos extinguidos), solamente porque adapta un videojuego... Ayayay...
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!