domingo, 26 de mayo de 2024

Rincón del freak #600: La cátedra de los cuatro peniques


 

La muerte de Roger Corman, más que cerrar un capítulo en la historia del cine, abre todo un abanico de posibilidades para indagar en una manera y filosofía de entender el séptimo arte como la tabla de pruebas para la imaginación y el desparpajo, despreciando la esclavitud de los presupuestos y las cuotas, sobre todo en esta época trufada de mediocridades barnizadas de falso oropel. No voy a abarcar su apabullante filmografía, pero sí vamos a dar un repaso por sus títulos más emblemáticos, los que dotaron de entidad a la serie B (incluso Z) para crear un sinfín de películas que economizaban hasta lo impensable una carencia de medios perfectamente asumida. Y el primero en el que Corman ofició como realizador, por mucho que no estuviese así acreditado, fue THE BEAST WITH A MILLION EYES, tras cuyo sugerente título encontrábamos un primigenio relato de ciencia ficción, en el que un artefacto extraterrestre se instalaba en una apartada granja, dominando la voluntad de los animales y amenazando la integridad de una familia, que tendrá que hacer frente a lo desconocido. Ese marco es como una piedra Rosetta, a partir del cual se han desarrollado miles de títulos similares, al menos en sus expectativas. El film, que rebasa apenas la hora de duración, se basa en un puñado de intérpretes de segunda fila mostrando su preocupación por unos extraños acontecimientos, que básicamente son animalillos inquietos, zumbidos nocturnos y mujeres a las que se les quema el típico pastel en el horno. Si lo que buscan son efectos especiales grandilocuentes, no los encontrarán, excepto al final, donde una especie de dinamo parlantes emite luces estroboscópicas mientras suelta una perorata sobre sus malévolas intenciones ¿El arma para derrotarlo?: que esta familia deja de tirarse los trastos y decide usar su amor tradicionalista para abochornar al pobre extraterrestre, al que no le queda otra que coger las de Villadiego, ir a un gimnasio intererstelar y esperar la llamada de John Carpenter... o algo así.
Verla a casi setenta años de su estreno es una experiencia que oscila entre el estupor y la sonrisa cómplice, pero Corman siempre tuvo las cosas claras desde el principio.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!