sábado, 20 de abril de 2024

Dulzaina de chamusca


 

NAPOLEON es la última película hasta el momento de Ridley Scott. Y creo que bastaría esta frase para ponernos en contexto, tener claro a qué artefacto nos enfrentamos, y sobre todo qué y qué no podemos pedirle. Podemos pedirle intensidad, oficio, espectáculo, perspectiva, y todo nos lo da, incluso en una medida en la que veo muy pocos directores actuales capaces de hacerlo. Por contra, no deberíamos pedirle coherencia, don de la oportunidad o humildad, porque este destartalado biopic no lo da. Con formas puramente clásicas, Scott se pone las zapatillas y el chándal y esparce brochazos de jovialidad, cuando no directamente un humor forzado en situaciones incómodas. Los actores están bien, pero como el ejército napoleónico, dan la impresión de esperar instrucciones mientras ya se está rodando. Las batallas son espectaculares, claro, pero nada que no hayamos visto en alguna otra parte. El tono general, insisto, es un extraño cruce entre apesadumbrado y bufonesco, y tiene alguna escena de las que uno no quiere ver junto a una madre o una hija, básicamente por inoportuna. Por último, del rigor histórico ya hablamos otro día, porque si directamente te la pela no entiendo el emperre en hacer una película con una carga histórica tan fuerte, no sé. Ridley Scott retratando a un megalómano... 
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!