jueves, 22 de febrero de 2024

El repelente niño Vicente


 

Christopher Nolan decide hacer una película sobre un fulano que le coge pelusa a otro ¿Por qué? Porque, como decía Albert Pla, "el negro es mejor que tú" (por cierto, no hay negros en esta película, por rigor supongo). Es un tema recurrente en el ideario americano, la envidia con la falsa sonrisa como motor de una sociedad basada en el marketing, que se vende excelentemente hacia fuera pero no tiene manual de instrucciones para asuntos internos. OPPENHEIMER viene a ser eso, que si todos nos miramos chungo en cócteles cul-de-sac, la solución pasa por exterminar a los japoneses, que aún tienen peor mirada. De repente, jerga ininteligible; un poco más tarde, el protagonista follando con su mala conciencia; por matar el gusanillo, algún chiste de los de cassette en gasolinera; para culminar (imposible sustraerse a ello), el inefable juicio, con sus inefables escenas de juicio y sus inefables planos de preguntas y respuestas. Ahí, en el montaje, ya no sé si Nolan tiene tanta culpa, pero me parece inenarrable una escena que dura quince segundos y contiene unos doce cambios de plano... Que sí, que me estoy yendo por las ramas, pero eso a Nolan no se lo dice nadie y mira lo que pasa, que hace películas de Bud Spencer y Terence Hill  pero con gravedad intelectual, porque nada puede mancillar a la madera. Lo dijo Larry David: "respeta a la madera". 
Si a los veinte minutos crees que han pasado tres horas y compruebas que aún quedan dos horas cuarenta, hay algo que hemos detectado antes de comprar la entrada. Si el ticket te lo da el propio director, Hiroshima puede considerarse afortunada. 
No es mala, es desmesurada e innecesariamente hiperventilada ¿Puede ganar? Sí.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!