jueves, 21 de marzo de 2024

Perdidos y encontrados


 

Hay un período realmente interesante en la cinematografía australiana, y que podríamos comprender entre principios de los setenta y mediados de los ochenta, y que vendría a trazar un libérrimo itinerario de la deriva del país oceánico en clave de un fantaterror tan renovador como estimulante, y que ha dado un puñado de títulos fundamentales para comprender y disfrutar un cine, sí, de género, pero poseedor de un carácter único y, en ocasiones, inclasificable. Y se me ocurre, como piedra angular de todo esto, WALKABOUT, de 1971, en la que el británico Nicolas Roeg elevaba una denuncia tan sutil como poderosa, basando ésta en la deriva de dos hermanos perdidos en el desierto australiano, y que logran sobrevivir gracias a un joven aborigen, que casualmente vaga solo para "ganarse" su mayoría de edad. Roeg, aquí más aplacado que contenido, no puede evitar expandirse en un puñado de postales de compleja sintonía entre humanidad y naturaleza, en uno de sus más inspirados trabajos como responsable de fotografía, repleto de una crudeza que llega a lo insoportable, poniendo a prueba la resistencia del "ojo acomodado". Nada aquí es evidente, desde el surrealista desencadenante del destino de los hermanos, pasando por la impasible y hermosa intervención de un salvaje finalmente más civilizado que quienes supuestamente llegaron con ese fin. WALKABOUT es un film bello, confortante incluso, pero para nada acomodado en el buenismo de un ecologismo que peca tanto de falso como de ingenuo, y se erige como una fábula de aprendizaje, para lo que es necesario "desaprender" muchas de las convenciones que tomamos como inamovibles. 
Magnífica película y magnífica banda sonora del gran John Barry. Imprescindible.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!