martes, 27 de octubre de 2020

Una revisitación clásica


 

DRACULA, de 1979, es una de esas películas que, a priori, uno pensaría que tendrían pocas posibilidades de existir, para convertirse en una grata e inesperada sorpresa. Dirigida por el irregular John Badham, puede que sea éste su punto más alto como director, basándose en el guion escrito por W.D. Richter, que fondeaba la novela de Bram Stoker, pueden rastrearse trazas de otros "Dráculas" anteriores, como el de Bela Lugosi o Christopher Lee, aunque Frank Langella es capaz de construir un personaje a la altura de los mismos y aportarle una personalidad arrolladora. La historia es universalmente conocida, aunque hay aquí algunas licencias que quizá sean de lo poco cuestionable, como algunos parentescos forzados o el poco peso de algunos personajes fundamentales, sobre todo un Van Helsing muy descafeinado, al que interpreta sin convicción Laurence Olivier. Aun así, hay espléndidas interpretaciones, además de un soberbio Langella, como un desquiciado (y desquiciante) Donald Pleasance, o la canadiense Kate Nelligan, que da vida a una inquietante Lucy. Contiene unos efectos especiales francamente logrados, muy artesanales, en la línea de la Hammer; una fotografía a cargo de Gilbert Taylor, que coquetea incluso con la psicodelia; y una estupenda partitura del maestro John Williams, que ha quedado injustamente relegada al ostracismo de su extensa obra, pero que tiene toda su esencia como compositor. En suma, una película tremendamente entretenida y que me permito recomendarles si no la han visto aún, y si la habían visto pues también...
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

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