jueves, 19 de mayo de 2022

Nunca por siempre


 

Hay que aclarar, sobre todo, que LA ABUELA no es una película de terror, sino que sólo lo parece, porque así lo quiere Carlos Vermut, así le sirve para construir este cuento sobre la prevalencia del deseo sobre la decrepitud, y por ello estamos ante un rarísimo ejemplo (en este país) sobre cómo un gran guion es capaz de valerse de los tópicos del género para crear algo mucho más complejo y ambiguo. Incluso parece que Paco Plaza refina su estilo, acercándolo a modos menos acomodados, con un pie en el primer Bigas Luna y otro en una especie de giallo de tonos mate. Lo que creemos estar presenciando es un cuento de fantasmas, otro más, pero siempre hay una razón, poderosamente asentada, para que no abandonemos el extrañamiento, puesto que cada eslabón sobrenatural es refrenado por ese "realismo fantástico" del autor murciano. A toda velocidad, se van sucediendo los porqués, con mínimos chispazos que nos advierten de que ésta es una historia dislocada, desencajada, pero en la que todo termina por encajar como un puzzle perfecto, como su soberbio final nos dice, no sin dejarnos con un palmo de narices. Mención aparte merece el acierto de las dos protagonistas, la joven Almudena Amor, que es la perfecta encarnación de esa juventud extrañamente truncada, cuando debe abandonar su idílico ascenso como modelo en París, tras ser avisada de que su abuela ha sufrido un accidente cardiovascular, al ser ella el único pariente que tiene. La abuela (una inquietante e impenetrable Vera Valdez, de la que les invito a que ahonden en su fascinante biografía) es ese organismo, frágil y dependiente, que despierta ternura, pero también una repulsión indefinible, la de la belleza ya apagada, contrastada con la juventud de su nieta. Vermut sabe cuando desbocar los caballos, soltar el hachazo del caos (aquí más físico que verbal), y por ello ese largo desenlace esquiva con elegancia cada tópico al que se asoma, para ofrecer un final elevado y ambicioso, que por un lado da pavor, y por otro ternura, envidia o incluso pudor. No hay muchos films de terror que acaben como éste, pero ya hemos avisado que el género en manos de un superdotado ha de derivar en otra cosa, y por ello me parece una gran película, y que merece más de un visionado.
No es una genialidad por los pelos.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!