domingo, 28 de febrero de 2021

Rincón del freak #445: Psicóticos low cost


 

Nos ha quedado una semana la mar de femenina (y si ha sido feminista lo habrá sido involuntariamente), por lo que no está de más clausurarla con un artefacto de esos que sobrevuelan impúdicamente cada domingo. Nombre normalizado del primer low-budget porn, Roberta Findlay comenzó a ponerse tras las cámaras junto a su marido, Michael, otro pope de lo ultracutre tirando a sórdido. Roberta enviudó, y quiso demostrar que era capaz de dirigir "cositas serias", con la mala fortuna (para nosotros) de llegar a conseguirlo. Así, y bajo el indisimulado seudónimo de Robert W. Norman, le dio por el terror psicológico "a lo Polanski", con el supuesto retrato de una mujer perturbada que se cepilla (de entrambas maneras) cualquier cosa que asome las narices por el bungalow playero por el que merodea, y que pertenece a su hermana, cuyo marido, psiquiatra, la está tratando de su indescifrable dolencia. Así contado, podría ser un thriller más o menos normal, pero A WOMAN'S TORMENT parece un encadenado de descartes de cualquier softporn de la época, con un montaje rozando lo dislatero y unas interpretaciones de papel de lija del duro. Era 1977, las mujeres iban ligeras de indumentaria y cascos, los caballeros le daban duro al scotch y las directoras (o periferias) tenían que tirar de nombre falso, hasta para filmar algo como esto...
Saludos.

sábado, 27 de febrero de 2021

La bailarina y el pintor


 

Hoy sería necesario indicar la célebre anécdota acerca de los tres oscar ganados por Janet Gaynor en un mismo año, por el film que trajimos la semana pasada, AMANECER de Murnau, y STREET ANGEL, en la que volvía a ponerse a las órdenes de Frank Borzage, y de nuevo compartía protagonismo con Charles Farrell. Aquí, Gaynor interpretaba a otra joven desvalida, acusada injustamente de un delito mientras intenta conseguir medicinas para su madre enferma. La historia, que se trasladaba de París a Napoles, giraba en torno a la fascinación de Gino, un joven y bohemio pintor (imposible no pensar en Modigliani) cuando conoce a la joven, que se ha visto obligada a huir, buscando refugio en una troupe ambulante, donde su número es el de una bailarina y equilibrista. De nuevo hay una sublimación de los sentimientos puros, emergiendo desde un entorno hostil, que siempre dificulta la vida a quienes menos poseen. Una película ya al borde del sonoro, con imágenes bellísimas y esa química especial que desprendía su pareja protagonista, por muchos años que pasen...
Saludos.

viernes, 26 de febrero de 2021

¿Aunque hablen mal?


 

La impresión tras ver MULAN, de 2020, es la misma que subyace tras visionar cualquier otro live action de los que Disney se lleva sacando de la manga hace demasiado tiempo, y lo que parece que queda. Se trata de hacer caja, sí, pero también queda cierta sensación de orgullo perdido, de enternecedora frustración, o de reconversión equívoca pero satisfecha. La diferencia aquí es que MULAN es concebida a la inversa, ya que la original animaba personajes humanos, por lo que podría parecer que la experiencia sería menos traumática. En parte es así, pero hay algo que parece definitivamente instalado en este tipo de producciones, una extraña vocación por tomar al espectador por un receptor inamovible e incapaz del más mínimo juicio crítico. Y apenas voy a referirme aquí a la película en sí, que de hecho es correcta sin más, un entretenimiento bien facturado y empaquetado. Prefiero quedarme con esa sensación que alude a algo más amplio, nuestra propia condición de (y viene al pelo la reseña de ayer) "seres ante la pantalla". Es posible que espectadores más trillados y curtidos no tengamos de qué preocuparnos, pero habría que reflexionar sobre en qué momento se empezó a reclutar al "espectador obediente", no inculto, sino falsamente culto. Disney ya no es Disney, no hasta que no sea capaz de, como hizo la bruja en su momento, mirarse en el espejo y ver lo que es... Y si es posible dejar de obsequiarnos con manzanas envenenadas...
El apunte viene sobre la directora, Niki Caro. Olvídense de esta cosa y busquen WHALE RIDER, de 2002.
Saludos.

jueves, 25 de febrero de 2021

Adelantando al hombre enchufado


 

VIDEODROME es una de esas películas que, desde su estreno, provocan reacciones encontradas. Por un lado uno se imagina a David Cronenberg haciendo realidad sus fantasías acerca de la sumisión del hombre ante la máquina, hasta el punto de llegar a filmar la cruenta simbiosis entre carne y aparato. Por el otro, la dificultad de encajar estas imágenes impactantes (algunas realmente icónicas, como el hombre engullido literalmente por la televisión) en una narración inteligible; porque ante todo, intuyo que VIDEODROME, más que un artefacto fantástico, pretendía militar en las distopías apocalípticas, lo que consigue sólo a medias. El argumento, con dos significados opuestos, indaga en la creciente paranoia de un tipo que siempre va un paso más allá, el director de una ínfima cadena de televisión, especializada en ofrecer lo más zafio, desde pornografía hasta imágenes de sufrimiento humano. Por casualidad, se topa con una misteriosa cinta, y lo que ve allí le obsesiona de tal forma que toda su realidad comienza a desmoronarse, hasta el punto de que la realidad le es indistinguible de lo que hoy conocemos como "virtualidad", pero en 1983 aún era una promesa irrealizable. Cronenberg se adelanta bastantes años a la era de internet, a ese "hombre enchufado", incapaz de concebir la vida sin mirar una pantalla, y en perpetua insatisfacción, demandando más dosis, y aún más fuertes. Parece una advertencia, que ahora podemos ver con ojos incrédulos y algo condescendientes, pero no olvidemos que él lo vio antes. Aunque sólo sea por eso, es una obra interesantísima y que merece ser revisada... Ah, y porque salía esa diosa llamada Debbie Harry...
Saludos.

miércoles, 24 de febrero de 2021

La importancia del sentido común


 

El cine del húngaro Kornél Mundruczó, que ya abarca dos décadas, tiene un problema de fondo, que de primeras me parece incomprensible. Cuando parece que tiene al espectador en el punto exacto, con una intensidad y cercanía que sólo responde a una mano maestra, justo ahí, parece empeñado en quemar todos los puentes (aquí hay uno de metáfora evidente) y abandonar la narración en brazos de un subrayado que la envejece, cuando es evidente la pulsión de vanguardia y de libertad creativa. Esto es así en PIECES OF A WOMAN, que filmó fuera de su país, y en la que todo funciona cojonudamente hasta que las ideas se acaban. Y el problema es que la sequía llega demasiado pronto, justo cuando recobramos resuello tras una primera media hora simplemente antológica ¿Cómo defenestrar una barbaridad como esa? Quizá por apostar demasiado fuerte desde el principio, o puede que tan sólo sea un caso más de hipertrofia semántica, pretender remarcar lo que para cualquiera ya estaba claro. Mundruczó emprende la difícil tarea de mostrar un cúmulo de desintegraciones tras la traumática muerte de un bebé recién nacido, empuñando un dilema moral que no me parece tal, cuando se trata de una decisión personal, la del parto en casa. La pareja se disuelve, la familia se disuelve, y el guion con ellos, hasta desembocar en un juicio que simple y llanamente sobraba, y que deja el trauma casi como un McGuffin, que es el colmo de la amoralidad. Aun así, merece la pena por el descomunal trabajo de Vanessa Kirby, muy por encima del resto de un reparto como poco discutible, y una escena francamente emocionante a cargo de la inolvidable Ellen Burstyn.
Con un poco más de sentido común, no bordearía tan peligrosamente el melodrama de sobremesa.
Saludos.

martes, 23 de febrero de 2021

La vida de los parásitos


 

Como si de un reverso tenebroso de la película de Bong Jong-hoo se tratara, la directora Miranda July retrata el día a día de una familia que quizá sobrepase los límites de lo disfuncional. Padre, madre e hija se dedican literalmente a rapiñar cualquier cosa a su alcance, desde el acceso a giros postales o la falsificación de productos que nunca compraron. Más que personas parecen insectos carentes de emociones, con los cinco sentidos ocupados las 24 horas en la subsistencia mediante cualquier cosa que no implique un trabajo estándar. Incluso es sorprendente el sitio donde viven, aún más descacharrante que en el film coreano, ya que se trata de las oficinas abandonadas tras una fábrica, por cuyas paredes se filtra el sobrante del producto químico manipulado, por lo que puntualmente han de estar allí para limpiar la sustancia invasora. El resultado es KAJILLIONAIRE, un marciano pero muy emocionante acercamiento a esos límites que jamás vemos, pese a tenerlos frente a nuestras narices. No hay ninguna explicación sobre la forma de actuar de esta familia (si no estuviesen siempre juntos ni los llamaríamos así), pero July va dejando inteligentes pistas entre sus quejas y disputas, sus rituales diarios o su incapacidad para mostrar emociones ordinarias. A lo largo del film, que transcurre en Los Angeles, hay varios terremotos, ante los que actúan como si fuera el fin del mundo; pero lo que realmente sacude su precaria existencia es la repentina integración de una joven que parece estar en su extremo emocional.
Las interpretaciones de Richard Jenkins, Evan Rachel Wood, Gina Rodriguez y una irreconocible Debra Winger, se quedan durante mucho tiempo en la retina, y moldean con maestría esta fábula desencajada sobre el callejón de atrás que para muchos es la única vida que llegan a conocer, mientras el mundo sigue girando con indiferencia recíproca. 
Su parte final merece ser revisada con atención, por elocuente y hermosa.
Saludos.

lunes, 22 de febrero de 2021

El corazón partío


 

Decía George Orwell que se puede obligar a alguien a que diga algo, pero no a que lo piense. La frase es irrefutable, redonda, como una venganza perfecta, una venganza contra quienes han sido capaces de mantenerse inocentes en sus cabezas, incluso llegando a creerse totalmente inocentes. Sobre esto versa PROMISING YOUNG WOMAN, el retorcidísimo debut en largo de la actriz y guionista Emerald Fennell. Y es que estamos ante una película desconcertante, que igual salta de la comedia romántica al thriller, del sarcasmo a la congoja más hiriente. Parte de ello proviene de su milimétrico guion, que no da puntada sin hilo, y que cuando crees que se amontonan los clichés, en realidad te está llevando al lugar justo donde debes estar para que su truculento final entronque con cada escena anterior. La otra parte hay que anotársela al desgarrador trabajo de Carey Mulligan, que aquí parece haber alcanzado un nuevo estadio de madurez interpretativa. Ella soporta todo el peso de un personaje difícil de ubicar, por muy justificado que esté su camaleonismo. Igual aparece como una devoradora de hombres, una chica retraída, una mujer buscando justicia o golpeada por los desengaños. Y toda su extraña epopeya es narrada fuera de campo, evocando a otro personaje que ya no está, pero que se ha convertido en el único motor y obsesión de esta mujer. Sin caer en las trampas "de cristal" del #Metoo, el film se sirve de cualquier asidero posible para acabar en un punto de no retorno, que lo emparenta significativamente con un subgénero que parecería imposible, el del cine coreano de venganzas. E insisto, la tarea de guion de Fennell me parece titánica, al sortear cada trampa y salir indemne, por mucho que deba resistirme a desvelar demasiado de su sorprendente trama. Sólo añadiré que tiene un final demoledor, a contrapelo, incómodo y al mismo tiempo liberador.
Si no tardase tanto tiempo en descargar toda su intensidad dramática, estaríamos ante uno de los títulos más importantes del año.
Saludos.

domingo, 21 de febrero de 2021

Rincón del freak #444: Cabalgando hacia un bello delirio


 

La depuración del cine de los belgas Hélène Cattet y Bruno Forzani llegó a su máxima expresión en LAISSEZ BRONZER LES CADAVRES!, de 2017. Una especie de cohabitación indescifrable entre el cine de Dario Argento, Sergio Leone o Alejandro Jodorowsky, o puede que sea un acercamiento entre los mismos, buscando en el relato absurdo la única forma posible de relato de género posible. En realidad no se trata de una narración críptica, sino que lo es su forma, el vericueto adoptado para mostrar lo que en otras manos sería un thriller más. De todas formas, los que hemos seguido el cine de esta pareja sabemos, ya desde sus primeros cortos, que su cine es devoto a la susodicha depuración, y que no habría que esperar más que sus sacudidas visuales, esa especie de "violación consentida" de la retina del espectador. En esta ocasión, todo transcurre (y no es baladí indicar que el guion está extraído de una novelita pulp de principios de los setenta) en un idílico y abrasador caserón de la Côte d'Azur, donde se reúne un extravagante grupo de ¿artistas? ¿delincuentes?, que mata el tiempo bebiendo y disparando a lienzos coloreados. Es mucho más fácil describir el guion, que tampoco es tan enrevesado, tras asistir a la experiencia visual, repleta de colores saturados, ángulos imposibles y disonancias respecto a una banda sonora compuesta por el "reciclado" de Ennio Morricone, Stelvio Cipriani o el score de Nico Fidenco para la olvidada ZOMBIE HOLOCAUST. Yo de ustedes no esperaría una gran película, y sí una experiencia arriesgada, personalísima para los tiempos de serialización que corren, que no es poco para la era de Netflix...
Saludos.

sábado, 20 de febrero de 2021

Amor en ascenso


 

El primer Frank Borzage, el primero verdaderamente reconocido al menos, nos va a acompañar durante algunas jornadas sabatinas. Se trata de los siete largos que filmó entre 1927 y 1933, y que contribuyeron decisivamente a forjar su nombre entre los más importantes del cine de aquella época, justo cuando se dilucidaba el establecimiento definitivo del sonoro. La primera, titulada SEVENTH HEAVEN, es una auténtica maravilla; una historia de amor que se eleva desde las alcantarillas de París hasta culminar en la lucha de la resistencia francesa en la WWI. El film se abre presentando a Chico, un joven entusiasta y bonachón, que se gana la vida limpiando los subsuelos. Paralelamente, conocemos a Diane, una desdichada joven, maltratada por una hermana alcohólica, y sumida en una pobreza sin fin, sobre todo tras la negativa de un tío millonario a hacerse cargo de ellas. Este hecho desencadena la furia de la hermana, que golpea a Diane brutalmente, pero la intervención de Chico logra salvarla momentáneamente, aunque se le ocurre decir que ambos están casados, para evitar el encarcelamiento de Diane, denunciada por su propia hermana. A partir de ahí, Borzage filma, con sensibilidad exquisita, esos mecanismos ocultos que hacen que nos enamoremos de una persona, y no de otra. Lo que a otros les lleva eternas parrafadas, es visibilizado mediante unas metáforas tan sencillas como insoslayables. Chico vive en el último piso, una miserable buhardilla, pero su ingenua altanería le hace decir que cada día se eleva desde lo más bajo hasta lo más alto. Y ella lo mira como un animal asustado, que no sabe cómo agradecerle lo que ha llegado a hacer por ella; y la primera noche él se envuelve en una manta y duerme al raso, y a la mañana siguiente ella le tiene preparado el desayuno. Y no puedes dejar de mirar una película que debería ser empalagosa, pero que aún guarda algunas sorpresas, como el ateísmo declarado de Chico, que no cree en monsergas religiosas, y que Borzage inserta (hablamos de 1927) en una secuencia que he tenido que ver dos veces para creerla: el cura del barrio encuentra un niño, no sabemos qué le dice, le toma la mano y se marchan juntos; mientras, el barrendero asiste atónito, se rasca la cabeza y suelta un chorro de agua sobre el lugar que ha pisado el cura... 
1927. Y, no, no es sólo un relatito romántico con Janet Gaynor y Charles Farrell.
Saludos.

viernes, 19 de febrero de 2021

La rutina inesperada


 

¿Puede una película abandonar su premisa inicial hasta desprenderse por completo de su identidad y ser otra cosa? Esto daría para horas de discusión si habláramos de otros directores con más talento, pero en una película tan normalita como MIDNIGHTERS podríamos concluir diciendo que a lo mejor empezaron a improvisar. En 90 minutos, este modesto film pasa de ser un buen ejercicio de suspense a otra cosa, una intriga criminal muy traída por los pelos, con las vanas pretensiones de embarullarlo todo con sólo un puñado de personajes. Una pareja vuelve a casa tras celebrar la Nochevieja, y en un descuido atropellan a un tipo, que "muere" antes de que lo puedan llevaral hospital, por lo que deciden esperar un par de horas, para que no tengan rastro de alcohol en la sangre, y entonces llevarlo. Pero las cosas suceden de muy distinta manera cuando la hermana pequeña de la mujer, que vive con ellos, vuelve a casa. No sé, porque hay un par de giros de guion que no están mal, pero la rutina se apodera de ese guion, tornándolo cada vez más inverosímil. Es una especie de telefilm, un poco más cuidado, pero a los hermanos Ramsay les falta una barbaridad para ni siquiera aprobar.
Se puede ver con el listón muy bajo.
Saludos.

jueves, 18 de febrero de 2021

De buena voluntad


 

WAGON MASTER es de esas películas a las que se les puede adjetivar como "injustamente olvidadas" dentro de la filmografía de John Ford. Sea por su total falta de pretensiones, tono ligero o ausencia de grandes nombres (aunque esto sea relativo), se trata de un western atípico, que contiene toda la esencia del maestro, sus claves bien intactas, pero prefiere bajar un poco la intensidad y ofrecer un espectáculo disfrutable y más cercano a una especie de comedia que a un duelo de pistoleros. Los únicos que hay aquí irrumpen en la abrupta escena inicial, después de atracar un banco, y no los volveremos a ver hasta bien avanzado un metraje, por otra parte, enjuto y bien exprimido. Los protagonistas son los integrantes de esta "caravana de paz" (como se tradujo aquí el film), un nutrido grupo de mormones que viaja de Utah a California, con la intención de asentarse en tierras fértiles. Los guía un tipo malhablado (para ser mormón), que se fija en un par de jóvenes tratantes de caballos, que conocen bien la ruta, y a los que prometen una generosa recompensa. Así discurre el fin, entre espectaculares secuencias de la penosa travesía de la caravana, bajo un majestuoso Monument Valley, algún bailecito y el fortuito encuentro con la troupe de un charlatán de los de los elixires mágicos, aunque todo se tuerce cuando los atracadores se topan com ellos. Lo que Ford consigue aquí es un excepcional retrato coral, como si de un gran homenaje a sus secundarios habituales se tratara; y, casi sin que nos enteremos, asistimos a todo un retablo de emociones. Amistad, amor, odio, desprecio. Todo ello cabe en menos de hora y media, con magníficas interpretaciones de Ward Bond y Ben Johnson, y con la sensación de que el Oeste también podía ser emocionante sin truculencias.
Perfecta para un Domingo por la tarde.
Saludos.

miércoles, 17 de febrero de 2021

El discreto encanto de la polilla


 

Hay dos problemas fundamentales a la hora de enfrentarse a la reciente versión de REBECCA, y ninguno hace referencia a la idoneidad de ser arrogante, pensando que se puede ni siquiera rozar la obra maestra de Hitchcock. No, porque el problema proviene de su director, Ben Wheatley, cuyo marcado carácter cinematográfico, caótico, corrosivo y muy destroyer, no parece el más indicado para dotar de ritmo y sentido el enmohecido y siniestro texto de Daphne du Maurier. Le vuelve a pasar a Wheatley, que se quita del cartel para dar paso a un obediente y funcionarial artesano; que demuestra conocer muy bien su oficio (baste el interesante arranque en Mónaco), pero sabe que está aquí para otra cosa. Y me pregunto qué hubiese pasado si el director de la fabulosa KILL LIST hubiese mantenido el trasfondo, tan sólo para moldearlo hacia su terreno. Podría haber salido una magnífica anomalía, como esa deliciosa barrabasada que era SIGHTSEERS, y no una (mala) copia en colorines de una historia que (ahora lo sabemos) sólo se podía contar en Blanco y Negro. 
Del casting no digo nada, excepto que parece una afrenta o una broma de pésimo gusto. Excepto Kristin Scott Thomas, no se salva ni uno.
Lo mejor, la estupenda banda sonora del gran Clint Mansell.
Saludos.

martes, 16 de febrero de 2021

Un homicidio accidentado


 

En la exitosa línea de un formato que se creía desterrado, el de los seriales documentales de corte criminológico, parece haberse encontrado un filón que de momento no se ha desplomado. Uno de los últimos, auspiciado por Netflix, llega desde Argentina con el elocuente título de CARMEL: ¿QUIÉN MATÓ A MARÍA MARTA? Y nuevamente parece que la fórmula funciona, al universalizar un hecho acotado a un lugar concreto, hacer partícipes, de golpe y porrazo, a muchísima gente de diversos ámbitos y localizaciones, sin que éstos hubieran tenido noticia alguna, como es lógico por otra parte. El caso en sí no es tan apasionante como el trasfondo, social, político, económico, de una Argentina derrumbada y asfixiada por la crisis del "Corralito". Esto es un murmullo constante, y que retumba por entre las entrevistas, las pesquisas o las reconstrucciones. El caso de María Marta García Belsunce, perteneciente a la clase acomodada, asesinada en su propia casa situada en un lujoso resort, no habría dado para cuatro intensos episodios, por mucho que el caso, con multitud de idas y venidas, puntos oscuros y falsas apariencias, sea más que curioso. En cada entrevista y declaración hay un pulso a nuestra conciencia, la que por un lado clama justicia, mientras alude a ese mantra tan peligroso de "la justicia no es igual para todos". Casi 20 años después de los hechos, aún casi no se sabe nada, o se sabe sólo lo que se quiere saber; ha habido acusados, después absueltos, y absueltos que luego son acusados. Y, lográndolo sólo a medias, el documental parece implorarnos por nuestro propio juicio, preguntarnos acerca de qué diablos era ese ruido de fondo, o si tenemos la respuesta definitiva para saber cuándo se está haciendo verdadera justicia.
Se ve de un tirón, pese a sus muchas trampas "climatológicas". Netflix en estado puro, para ver, disfrutar y seguir a otra cosa.
Saludos.

lunes, 15 de febrero de 2021

In praeterito


 

Tengo varios sentimientos encontrados respecto a la T4 de FARGO. Por un lado, la historia, no por mil veces repetida, es capaz de encontrar admirablemente su propio camino, e incluso ir siempre un pasito más allá de los lugares comunes, y aquí hay muchos. En cambio, me pregunto dónde están los puntos de unión con el universo al que teóricamente debemos remitirnos. Porque, digámoslo ya, esta temporada, curiosamente, no se parece a FARGO sino a otro film de los hermanos Coen. Esta temporada se parece, y mucho, a MILLER'S CROSSING. Y es que Noah Hawley nos lleva al mundo de las mafias, al de esas "familias" enfrentadas durante generaciones, ávidas por tener el mando absoluto de la ciudad en cuestión, que en este caso es Kansas City. Así, el primer episodio queda consagrado a una extraña liturgia, en la que los jefes de los dos clanes intercambian a sus hijos, para asegurar que ninguno romperá el pacto de no agresión. Primero son los judíos y los irlandeses, y más tarde los desbancan negros e italianos. Sobre esa base gira el argumento entero de la temporada, con multitud de traiciones e inesperadas alianzas; con una policía corrupta y una ciudad a merced de la impunidad de estas mafias, operando bajo "negocios respetables". Luego están, es cierto, el habitual baile de secundarios, que suelen ser los enclaves del espíritu de FARGO, y reconozco que Hawley despliega un alarde de imaginación, pues la mayoría, aunque cumple su misión, parecen añadidos, extensiones de "lo que de verdad importa", que son los diálogos lacerantes, las miradas chungas y los tiroteos. Puro cine de mafiosos, y no tanto de la marciana psicopatía que es el verdadero sello de la serie y de la película original. Por otro lado, el reparto es complicado de asimilar, porque es complicado ubicar a Chris Rock o Jason Schwartzman tan alejados de sus roles más característicos. Y sí que brillan, por ejemplo, los veteranos Glynn Turman y Francesco Acquaroli; la subtrama interpretada por Jack Huston y Timothy Olyphant; o la verdadera revelación (ligeramente desaprovechada), que es la desconcertante enfermera a la que da vida la cantante irlandesa Jessie Buckley.
Una temporada, en fin, extraña, aunque con entidad propia. Que, contraviniendo todas las leyes no escritas de las series, acaba en un pequeño anticlímax de poco más de media hora (el episodio más corto de todos), y deja un epílogo sin palabras que conecta esta temporada con la segunda, en una decisión que como poco es ambigua.
Puede verse.
Saludos.

domingo, 14 de febrero de 2021

Rincón del freak #443: Los cazalienígenas


 

Así es como debería haberse llamado EVOLUTION... ¿Se acuerdan de EVOLUTION? Porque han pasado nada menos que 20 años de aquella supuesta revolución en los efectos digitales que se quedó en casi nada. Apenas un extraño cruce entre LOS CAZAFANTASMAS, MIB y un PARQUE JURÁSICO trotón; con una vis cómica tan chirriante como un tenedor en una pizarra, y uno de los repartos más desafortunados de todos los tiempos (¿qué diablos hacía ahí Julianne Moore?). Claro y cristalino, el siempre oportunista Ivan Reitman, que atravesaba un largo periodo de carestía en taquilla, fue a lo obvio y se agarró a la fórmula que él mismo había creado: reparto en alza de popularidad, chistes gruesos y la incorrección justa para abarcar el mayor ratio de edad. El problema, aparte de que ya se había hecho antes, es que David Duchovny no es Bill Murray, Orlando Jones es insufrible mal dirigido, y el resto son comparsas de un desarrollo más propio del cartoon... (en serio... ¿Julianne Moore?)... Por salvar, poca cosa. Apenas algunos bichos bien diseñados para la época, el cameo de la maravillosa Morgan Nagler y la fantástica banda sonora de John Powell, que si cierras los ojos puedes imaginar un estupendo western... 
En fin, uno de esos títulos que la gente vio sobre todo en DVD, y que hoy día no pasa de mera excentricidad o hasta placer culpable... Pero a mí no me miren.
Saludos.

sábado, 13 de febrero de 2021

Las horas que no pasan


 

Las horas que no pasan son las que no pertenecen al tiempo. Y creemos que las vivimos, cuando no son nuestras, ni de nadie, tan sólo una ilusión que enmascara una verdad que sale fuera del tiempo. Así ocurre en LE SILENCE DE LA MER, con ese tiempo estancado, no vivido, que se establece en la palabra del hombre que se presenta como amigo, pero es tratado como enemigo. Así queda reflejado en el silencio compartido por el anciano, que apenas hace otra cosa que fumar en pipa, y su sobrina, que apenas hace otra cosa que coser infinitamente. Y ese hombre habla, habla sin parar, y en sus palabras no hay odio, ni rencor, ni amenaza, pero nunca podrá encontrar perdón ni consuelo, y mucho menos amor. Ni siquiera explicando su amor por el país al que acaba de invadir, ni suavizando su vestimenta; apenas obtendrá el calor de una chimenea, un silencio fúnebre, sin palabras ni intenciones. Jean-Pierre Melville filmó esta película sin género, sin protagonistas ni antagonistas, una ópera prima filmada pese a todo, incluso si hacía falta ser director, productor, guionista y montador. Una película antes poética que bélica, pero con una batalla que se libra feroz, la del silencio contra la palabra.
Saludos.

viernes, 12 de febrero de 2021

Sacramento


 

Se pueden contar historias desde perspectivas muy diferentes; ángulos, líneas temporales o motivos puramente estilísticos. Todo con tal de rozar siquiera ese destello de genio, una esquirla de lucidez que bien podría haber estado latente desde un punto muy atrás, tanto que casi parece un sueño. Esto se agudiza en una ópera prima, y aún más cuando el creador es tardío, o ha llegado desde una cosmovisión diferente. Pero esto no ocurre con Greta Gerwig y su primera película como directora, aunque su desconcertante arranque así nos lo haga suponer. Sería un craso error, y nos perderíamos un notable film, porque LADY BIRD es honesta y emocionante, pero sin caer en trampas propias de la autocomplacencia autobiográfica. Gerwig habla sobre ella misma desde un punto francamente complicado, pero que se intuye decisivo en su propia construcción artística, por mucho que todo vaya en la dirección opuesta. La protagonista (Saoirse Ronan en la mejor interpretación que le he visto hasta ahora) está en su último año de secundaria, justo ese momento de incertidumbre total donde nos creemos mayores de lo que somos, mientras ya nadie nos va a seguir tratando con condescendencia. Usa un alias para evadirse de una realidad que no le gusta, pero no es una simple soñadora; está harta de que las estrecheces económicas coarten sus aspiraciones, por lo que anhela la vida de los que sí tienen grandes casas con piscina. No es una estudiante absolutamente brillante, lo que alivia en parte a su madre (maravillosa Laurie Metcalf), que lo aprovechará para disuadirla de irse a Nueva York y quedarse en una universidad más modesta de california. Así, entre amistades puestas a prueba, titubeos amorosos y grandes golpes de realidad, Christine, "Lady Bird", ingresa a un mundo completamente nuevo y desconcertante, y a Gerwig le bastan un par de brochazos ligeramente impresionistas para hacernos partícipes de esta pequeña gran película. Y no creo que sea nada fácil hacer una historia así, ni de esta manera.
Necesaria se la mire desde donde se la mire.
Saludos.

jueves, 11 de febrero de 2021

Adoquines


 

La cultura como arma arrojadiza, los sindicatos protestando junto a los poetas y los cineastas. Las fuerzas retroalimentándose contra el enemigo común, el que siempre ha estado ahí, invisible, viejo, la carcoma de todo lo bello y todo lo que no responde ante sus intereses. 1968. Mayo. París. Aquellas preguntas deberían haber sido nuestras certezas, pero vuelven a ganar con el tiempo como aliado. Simplemente esperan a que todo se derrumbe, a que todos se cansen, a que disputen entre ellos. Entonces asoman sus sarmientos y se proclaman como los únicos salvadores, otra vez. Y así será siempre. CINÉTRACTS daba buena cuenta de ello a lo largo de 41 fragmentos, imágenes congeladas, instantáneas recogidas en el momento, y que componen una advertencia alejada del palimpsesto. Ganan, perdemos; deberíamos saber esperar.
Saludos.

miércoles, 10 de febrero de 2021

El compromisario


 

Hay que hacer una advertencia necesaria a quien decida ver NEWS OF THE WORLD: dependerá de con qué ánimo lo haga, y así saldrá de su visionado. Si espera un western clásico, no olvide que dirige Paul Greengrass, que mueve mucho la cámara y sostiene poco los planos. Si espera un neo-western plagado de truculencias y contemporaneidades, el protagonista es Tom Hanks, y Tom Hanks es Tom Hanks, que hasta ahí podíamos llegar. Si espera una historia original, olvídese también; aquí está Ford (hay un plano obscenamente literal, con encuadre desde el interior), y Walsh, y Hawks, y cualquier gran maestro en su versión western, pero ellos lo hicieron antes. Y así las cosas ¿qué esperar entonces de esta película? Pues apenas una narración fluida, unos estallidos de acción que nunca traspasan lo tolerable y a Hanks destilando dignidad mientras lee el periódico. Precisamente, en las sesiones de lectura del capitán Kidd (¿de verdad no había otro apellido?) es donde más brilla un guion, por otra parte, más que predecible, pero está visto que se lleva dar cabida a muchas cosas, aunque el ritmo general se resienta. Es la historia de un capitán sureño retirado (ese personaje daba para ser exprimido mucho más), que se gana la vida leyendo el periódico por aquellos pueblos repletos de vencidos, despechados y de mala gana resignados, mientras son vigilados de cerca por los "azules". La habilidad de Kidd para alterar unos entornos generalmente anestesiados, y la creciente empatía por esa niña rubicunda criada por los Kiowa, son los dos grandes motores de este buen ejercicio de profesionalidad impecable si se le buscan errores, pero insuficiente si se le rastrean unos hallazgos, insisto, siempre prestados, cuando no directamente comprometidos.
Saludos.

martes, 9 de febrero de 2021

El cristal y la sangre


 

Poco reivindicada, la obra de Werner Herzog contiene la cualidad de traspasarnos (y trasvasarnos) a un momento pretérito, sin que tengamos la noción de asistir a ningún relato histórico. Verdadero valedor de tantos y tantos cineastas posteriores a él, el director alemán es poseedor de esa mirada insobornable, recia, única, que da a sus películas un grano y marchamo únicos. Y uno de sus títulos más enterrados (entre otros de mayor reconocimiento) es HERZ AUS GLAS (CORAZÓN DE CRISTAL), tenebrosa puesta en escena de la transición de un mundo en descomposición, el feudal, al tiempo que se van desvelando, lenta pero implacablemente, las claves del nuevo mundo industrializado. Herzog nos coloca justo ahí, en ese tiempo de nadie, a principios del XVIII, parabolizando un hecho menor para ilustrar un mapa general. Una pequeña villa bávara entra en decadencia, puesto que el maestro cristalero ha muerto sin desvelar el secreto para la confección del "cristal de rubí", que compone el único sostén económico, lo que desata una serie de actos a cual más funesto. El "señor" de la fábrica de vidrio se desespera, mientras busca la fórmula, llegando a confiar en las dotes de un profeta ermitaño. Sin embargo, éste no sólo le reconviene en su empeño, sino que le augura la destrucción de la aldea de continuarlo. Así, Herzog construye esta extraña fábula, a medio camino de la fatalidad y la esperanza de los nuevos tiempos, poniendo el punto sobre la inutilidad de los métodos arcanos para resolver problemas en realidad mundanos. Críptica y de ritmo complicado, se disfruta más en algunos largos momentos contemplativos de gran belleza, fotografiados por Jörg Schmidt-Reitwein y envueltos en la soberbia música de Popol Vuh.
Saludos.

lunes, 8 de febrero de 2021

Peripatéticas


 

He visto THE MIDNIGHT SKY y no he entendido nada. No sé qué hacen sus personajes, qué quiere decir el guion, ni dónde están, ni por qué. Nada. Y aún podría haber celebrado algo si esta confusión fuera deliberada, con autonomía delineada desde la obra original, porque no es necesario disponer de una caligrafía clara para entender una intención. A medio camino de todo, George Clooney se luce y hace lucir cada escena, la remarca, satina y rubrica, con la convicción del "relato importante", a lo mejor tan sólo circunspecto y artificialmente emocional. Ya la premisa inicial es indefendible, con un planeta Tierra que se hace inhabitable, la gente yéndose a otro que ha descubierto (miren ustedes por donde) el único hombre que se queda atrás ¿por qué? Pues porque es un santo, un tipo buenísimo que va a sacrificarse para ayudar desde su mastodóntica base ártica a las naves que pululan por el espacio. Que tenga una enfermedad terminal es lo de menos, incluso para marcarse un viaje por ese espacio hostil, y que le queden fuerzas para sobrevivir a las gélidas aguas y borrascas infernales. Todo cabe en este superrefrito, también esas escenas cansinas, milveces repetidas, en las que se crea un ambiente distendido (esta vez escuchando a Neil Diamond en el espacio), se presenta y enfatiza a un personaje, y sabes que efectivamente va a morir a continuación. Demasiados lugares comunes para una historia tan dispersa y fría. Y aun así, fíjense si la he visto con indulgencia, porque le podría haber perdonado todo esto y no juzgarla tan duramente. Nada de esto me es posible cuando me doy cuenta de que el engaño al que el guion nos somete durante todo el metraje no tiene la menor sutileza.
Intrascendente.
Saludos.

domingo, 7 de febrero de 2021

Rincón del freak #442: Distroma vs Sabarner


 

Lo primero, no se aflijan por el título, que ahora paso a explicarlo. El artefacto de hoy tiene absolutamente todo el sentido, pues es el ejemplo perfecto de película loca e incomprensible, sin pies ni cabeza, que uno se pone a ver un domingo laxo y engordado, con palomitas o sin ellas, para olvidarse de lo jodida que ha sido la semana, lo jodida que va a ser la siguiente, y el no haber podido desquitarnos con un sábado destroyer. Así las cosas, PSYCHO GOREMAN es una de esas cosas raras, que uno no sabe si tomarse en broma o examinarla con atención, pues bien podría estar ante un título de culto instantáneo, y ser el primero en descubrir estas cosas da como prestigio. Yo creo que ni una cosa ni la otra, y en el título viene la explicación. Su director, Steven Kostanski, me sorprendió gratamente hace algunos años con un curioso film de terror, THE VOID, que aunaba al Carpenter de LA COSA y ASALTO..., bajo el agradecido manto del horror cósmico lovecraftiano. Sea como sea, ha vuelto con una disparatada comedia de ciencia ficción, que se nota hecha con cuatro duros pero un entusiasmo infinito. Hay aquí trajes de látex, prótesis del chino, sangre de ketchup y una irreductible vocación por no tomarse en serio en ningún momento. De ahí, la impresión de estar viendo una batalla de híbridos, la que resultaría si Disney hubiese absorbido a Troma para derrocar a otra loquísima alianza, entre Warner y Saban... ¿Lo van pillando? Aquí está todo ello, pasado por la minipimer y dispuesto para el consumo dominical. Los Power Rangers, el Vengador Tóxico, un villano parecido a Thanos y una trama que pasa del fin del universo conocido a cualquier telecomedia familiar disneyana...
No se la pierdan.
Saludos.

sábado, 6 de febrero de 2021

Los nombres extraños


 

26 años tenía Noah Baumbach cuando dirigió su ópera prima, KICKING AND SCREAMING, un collage sorprendentemente maduro sobre una generación (o al menos una parte de ella) con la que algunos nos sentimos especialmente identificados. Bajo la excusa del año de graduación universitario, el director neoyorquino indaga en las personalidades de un grupo de amigos, justo antes de decidir qué diablos van a hacer con sus vidas. Recordemos que estamos en 1995, y aquí no hay móviles, y de hecho la tecnología ni siquiera tiene un papel relevante, y sí las continuas conversaciones en bares, humo y alcohol (porque aún se fumaba en los bares), dudas existenciales, rupturas de parejas, rupturas de amistad, y una inacabable colección de sentencias más o menos pretenciosas, pero que no dejan de tener su gracia. Se trata de una película hecha a trompicones, con multitud de defectos y un evidente ansia por meter cada referencia, cada golpe de inspiración. Por allí nadaban Rohmer y Allen, y uno cree estar viendo una especie de refrito cultureta de "Friends", por poner un ejemplo; pero Baumbach es un tipo con talento, siempre lo ha sido, y, incluso en una obra tan temprana, ya surgían esos golpes de genio tan característicos de su cine. Tras los diálogos absurdos, pisados, pedantes como un niño con bigote, hay tiempo para bajarla al suelo y soltar un par de bombas emocionales, no tan intensas como en obras posteriores, pero con el mismo poder evocador de ese tiempo que, cuando queremos darnos cuenta, se ha escapado para siempre.
Muy disfrutable si uno fue joven en los noventa, si no no se entiende nada.
Saludos.

viernes, 5 de febrero de 2021

En un semitono diatónico


 

HOSTILES, de 2017, supuso una nueva variación, en clave de western, de las posibilidades del relato empujado hacia sus límites. O mejor dicho, una mirada hacia el género más clásico desde un lugar muy posterior, que no puede conquistar lo ya hecho. Así, subyace un problema de fondo y muy generalizado en los últimos tiempos; Cooper tiene todos los elementos para construir ese gran relato, pero prefiere maximizar cada franja estructural en una odisea que va perdiendo importancia mientras añade componentes. Podría haberse quedado en el desolador arranque, con una mujer devastada tras perder a toda su familia en un salvaje ataque comanche. O en el duro carácter del capitán Blocker, obligado a traicionar sus convicciones al encomendársele la misión de trasladar a un moribundo jefe cheyenne hasta su tierra sagrada de Montana, sólo para ser enterrado allí por su familia. Pero en un incomprensible arrebato de suficiencia, Cooper va suavizando las imponentes interpretaciones de Rosamund Pike, Christian Bale y Wes Studi, y sus personajes sufren una transformación difícil de creer. Ni vemos el sufrimiento, ni el rigor, ni la dignidad, sino su utilitarismo para ir de una emboscada a un tiroteo, o de una muerte a un reencuentro, con algunos personajes secundarios que pasan sin ningún peso específico (que alguien me explique qué significa el insustancial personaje de Thimotée Chalamet, o el desperdicio de Peter Mullan y Ben Foster). En definitiva, una película demasiado larga, demasiado grave (para lo poco que cuenta), y también demasiado confusa, por lo que no me extraña que pasara desapercibida en su momento, aunque este director aún conserve arranques de muy buen cine cuando no se pone trascendente.
Saludos.

jueves, 4 de febrero de 2021

Z-men


 

Hay que tener una seguridad pasmosa en uno mismo para abrir una película reventándole la cabeza a un personaje; y no es una metáfora, porque así empieza SCANNERS, con una cabeza literalmente saltando por los aires. 40 años han pasado, y he de decir que no todo es loa y alabanza en la revisión de este film de culto, con su etiqueta bien ganada, sí, pero con también con algunas obsolescencias que difícilmente son traducibles en recientes visionados. Vista ahora, parece una especie de gamberrada o venganza contra los comics de mutantes (los X-men, por supuesto), que por entonces estaban cobrando gran auge, y que solían tener como personajes centrales a siniestros dominadores mentales, unos seres capaces de manipular la psique ajena a voluntad. Lo que hace Cronenberg es más o menos esto, pero con sus habituales sacadas de chorra en lo visual, y con un argumento que en esencia no llega a diferir de sus obsesiones habituales (la anomalía científica, el sometimiento extrasensorial, el terror ante lo que se desconoce). Así, SCANNERS es como una larga película de espías, en la que las armas más mortíferas son invisibles; y en esa larga travesía argumental el film pierde, con un afán explicativo que ralentiza lo que de verdad importa. Lo que de verdad importa, porque es lo único que se ha mantenido fresco durante 40 años, es el arranque y el cierre, y no hay palabras ahí, tan sólo gente convulsionando mientras las cosas estallan...
Saludos.

miércoles, 3 de febrero de 2021

Premio a la amargura


 

¿Por qué MANK? ¿Por qué Herman Mankiewicz? ¿Por qué filmar como un scent que ya no se va de la ropa? ¿Por qué nos gusta este tipo de cine? Son demasiadas preguntas para un solo visionado de MANK, el último film de David Fincher, lo que nos daría para otra interminable hilera de preguntas para intentar definir por qué lo que queda es una sensación de "obra impecable", al mismo tiempo que sus más de dos horas se nos quedan cortas, o apresuradas, entre una mezcla de sobreentendidos en "modo bonito" (es Netflix) y algunos momentos de altura cinematográfica soberbia (es Fincher). Más allá del doble homenaje, de la imposible figura de Herman Mankiewicz como ese genio que fue el verdadero motor de CITIZEN KANE, y al guion que dejó escrito Jack Fincher, padre del director. Más allá, digo, de la quijotesca circunstancia de ese guionista repudiado y temido, ese outsider que mordía las manos más poderosas de Hollywood, debería estar su crónica fidedigna, la del lento pero inexorable desmantelamiento de la omnipotencia de los grandes estudios. Fincher acierta en otorgar todo el peso a un Gary Oldman que ha nacido para este tipo de papeles, y que sobresale por encima de un reparto desigual, o mejor dicho, mal aprovechado. MANK intenta desdoblarse todo lo que puede, pero le falta más espacio y más perspectiva, pues la empresa es ambiciosa, y queda en un brillante biopic si lo vemos desde fuera. Desde dentro, y con algún visionado más, se recompone como el borracho que lanza su discurso definitivo, en analogía imposible, para que no se nos escape un solo detalle, puesto que su guion copula con el de la obra maestra de Orson Welles, y nos advierte de que a lo mejor, en el colmo del retorcimiento argumental, no era Hearst, sino él mismo...
Saludos.

martes, 2 de febrero de 2021

Majestuoso, el orondo Buck Mulligan llegó por el hueco de la escalera...


 

Me preguntan si sería posible trasladar al cine el ULYSSES de James Joyce. Supongo que por la proliferación de películas falsamente ininteligibles, que de un tiempo a esta parte, nos bombardean sin piedad; artefactos que pretenden pasar por graves, complicados, cuando no son más que un puñado de guiones mal escritos, bajo una dirección falsaria, sin nada nuevo que ofrecer. Pero la respuesta es otra, porque ULYSSES conoció una adaptación en 1967, y no un acercamiento, sino el más que estimable intento de trasladar la mastodóntica, intrincada y críptica novela al lenguaje cinematográfico. Y curiosamente, este ULYSSES consigue (al menos en parte) apresar el corpus de la novela, lo mollar y sustancial, sin desdeñar el uso de la palabra interior, y con el único pero de tener, por fuerza, que deshojar parte de lo que, por otra parte, creo honestamente que es intrasladable. Yo he leído dos veces el libro, y la primera fue una proeza vanidosa, porque me enteré de algo de lo menos importante; la segunda fue un placer, una experiencia inigualable, capaz de enriquecerte mientras eres consciente de que tras el amasijo de volteretas lingüísticas, lo que subyace es un paseo por la hipocresía, la fealdad y la desubicación de todo lo sensible en un mundo brutal por definición. Joseph Strick, norteamericano, entendió bien el desafío joyceano, y moduló su propia responsabilidad por no traicionar esa médula "apofenística", condensado en dos horas que incluyen una ajustada introducción al primer capítulo, la lúgubre expiación del cornudo Leopold Bloom (y su mil veces copiado autojuicio), y la supuesta adopción de Stephen Dedalus como único consuelo por no haber tenido hijos. Aunque el momento verdaderamente emocionante se hace esperar hasta el final, con el largo monólogo de Molly Bloom recitado enteramente por la actriz Barbara Jefford (que por cierto nos dejó recientemente); yo no he encontrado en ninguna parte una definición más estremecedora, tierna e intemporal de eso tan misterioso e inaccesible que es la feminidad, sin más...
Sí, puede parecer un milagro, pero el ULYSSES se llevó al cine, y muy bien, por cierto.
Saludos.

lunes, 1 de febrero de 2021

No me quieras tanto



 Películas sobre familias problemáticas hay muchas. Las relaciones de parentesco dan para un amplio abanico de posibilidades, y las más estimulantes suelen ser las más retorcidas. En este sentido, nos llega RUN, un pequeño film de suspense, erigido sobre una elipsis de 17 años que, a fuerza de ser imprescindible, termina siendo la mayor rémora de una historia siempre al borde del ridículo. Aun así, en su segundo largometraje tras aquel recomendable SEARCHING, Aneesh Chaganty consigue, al menos, un puñado de momentos de alta tensión, gracias a dos interpretaciones estupendas, la de Sarah Paulson, siempre solvente en personalidades limítrofes, y la joven Kiera Allen. El film se abre con el parto de una mujer y una cadena de complicaciones, que dejan al bebé con un cuadro nada halagüeño. Y como decíamos, nada menos que 17 años después, vemos a esta mujer viviendo junto a su hija, cuyas secuelas, además de tener que usar una silla de ruedas, son patologías cardíacas y una diabetes que debe controlarse regularmente. Aquí es necesario detener la narración, puesto que el spoiler asoma desde muy pronto sobre un relato que descubre demasiado pronto sus cartas, sufriendo por ello que sus excepcionalidades vayan hacia una rutina de telefilm, eso sí, con una calidad de realización superior. Es, como dije, suspense de la vieja escuela, con dos interpretaciones potentes, que acaban rescatando unos agujeros de guion demasiado evidentes para una película tan corta. 
No cambiará la historia del cine, pero es medianamente entretenida.
Saludos.

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!