domingo, 31 de octubre de 2021

Rincón del freak #479: Nazis, palurdos, ermitaños y travestis de la tercera edad


 

Lo de hoy es muy raro, maldita sea. Tengo la sensación de haber alcanzado una cúspide (o una sima, más bien), un non plus ultra de lo roñoso por inexplicable. Uno de esos ejemplos de que el cine (o lo que sea esto) nunca acabará de sorprendernos, sobrepasando nuestras expectativas más locas. Esta película (siendo muy muy condescendiente) es uno de esos mitos, casi leyenda urbana, que se transmitía por algunos mentideros de los muy oscuros y bizarros. Todo el mundo hablaba de una película hecha por un tipo de Huelva, que se presentaba a sí mismo como Rodjara (acrónimo formado por sus dos apellidos), y que tenía un guion tan delirante que el término freak se le quedaba corto. Con una realización que roza la indigencia, unos actores que probablemente pasaban por ahí, y unas escenas sexuales (obtuvo una meritoria "S") que parecen hechas por un numerario del Opus, todo lo que queda es una especie de opereta a mitad de camino entre Paulo Coelho y John Waters, o como si a Todd Solondz le quitamos la mala leche y lo investimos de una filosofía capuchina. DIMORFO, que así se llama esta cosa, comienza con una especie de ermitaño descalzo y con peluca yeyé, y unos nazis de casco acharolado y trabuco bandoleril, que persiguen a dos tipos completamente desnudos (debe ser el film con más fijación por el integral masculino de la historia). Los perseguidos mueren y el monje intenta huir, porque por lo visto es judío, pero el nazi se lo piensa antes de matarlo porque es su cumpleaños (lo juro)... el del nazi, claro. Con una herida de bala, llega a un caserío que pareciera galáico, aunque no termino de ubicarme, y los ropajes remiten como a los Cárpatos... yo qué sé. Allí vive una vieja, que desde el primer minuto se sabe que es un viejo, porque tiene barba (la escena del afeitado es de descojone), su hijo, que es un cazurro salido que ha estado en un psiquiátrico, y su insatisfecha mujer, que es rubia teñida y se lo monta con el monje a las primeras de cambio. A partir de ahí, imaginen lo que sea porque Rodjara lo hará posible como si nada. Hay interpretaciones de grupo teatral de residencia de ancianos, música puesta a destiempo, un doblaje de los de cobrar y huir, y una ambientación, un vestuario, unas pelucas... Aun así, este tipo se permite reflexionar sobre la conveniencia de un camino justo y libre de mentiras, justo antes de que lleguen los nazis y nos hagan un favor dando matarile a esta cuerda de imbéciles, a los que nunca nadie debió convencerlos de que podían coger una cámara y perpetrar esta barbaridad...
Por suerte, es casi inencontrable.
Saludos.

sábado, 30 de octubre de 2021

Una noble empresa


 

Una de las curiosidades este año en Sitges ha sido la última propuesta de los franceses Maury/Bustillo, adeptos al NFE, y con las miras puestas en un cine capaz de aunar lo truculento con lo reflexivo. Con menos de lo primero que otras veces, aunque tampoco con tanto de lo segundo, THE DEEP HOUSE se queda en un alarde técnico con un par de sustos bien coreografiados, pero que no son suficientes para justificar los "eternos" 80 minutos de este multihomenaje. Por un lado, al cine de casas encantadas, por otro al de zombies, pero también a esa nueva moda de la exploración urbana, en la que gente que grita mucho camina susurrando por pasillos en los que no hay nada ni nadie (primero susurran y luego gritan). La gracia aquí es que la casa en cuestión está sumergida en un lago, y todo lo que ocurre lo hace bajo las leyes de la inmersión, que dotan al film de una especial fantasmagoría, no siempre bien aprovechada. Los protagonistas, correctos, aunque en puridad sólo actúan el primer cuarto de hora, y ya luego sólo escuchamos sus voces, son la modelo Camille Rowe y el incipiente James Jagger, hijo de Mick, que poco a poco va logrando abrirse hueco en la industria. Una película que tiene un lastre paradójico, el de su ingenioso rodaje subacuático, que es finalmente mucho más interesante que una trama, para qué engañarnos, muy muy trilladita.
Se puede ver dentro de su inevitable intrascendencia.
Saludos.

viernes, 29 de octubre de 2021

Ricochet


 

COPSHOP es una película que demuestra fundamentalmente un par de cosas. Que por fin Joe Carnahan (y ya tiene una carrera dilatada) ha decidido anteponer un guion bien construido a una amalgama de golpes de efecto, sepultados casi todos por el peso del lugar común. Eso primero, pero luego pasa que Carnahan no es Tarantino, aunque esta película tenga un 80% de su cine. Es decir, que el guion está efectivamente bien construido, pero la mayoría de lo que se dice y se hace son chorradas. Chorradas efectistas, entretenidas, que incluso pueden engañarte por un segundo, haciéndote creer que estás viendo algo mucho mejor de lo que finalmente es. COPSHOP finge ser enrevesada, ingeniosa, incluso osada en la psicología de algunos personajes; esto, hasta más o menos tres cuartos de film (que no está mal), y aunque el descosido se vea, funciona en su alocada mezcla de thriller, comedia negra y locura al borde de ser consciente de sí misma. Lo bueno, la mayoría de actores, con un muy buen Gerard Butler a la cabeza y un no menos solvente Frank Grillo dándole réplica; lástima que la elección de la joven Alexis Louder, pretendidamente explosiva, personalmente me termine resultando cargante. E insisto, con paciencia y laboriosidad, Carnahan y Kurt McLeod van encajando las muchas piezas de este cruce entre LOS ODIOSOS OCHO y ASALTO A LA COMISARÍA DEL DISTRITO 13, pero apenas pueden resistirse a abrocharlo con un desenlace que, lastimosamente, nos remite a un título suyo. Efectivamente, hablamos de EL EQUIPO A...
Saludos.

jueves, 28 de octubre de 2021

El norte


 

Casi oficiando de preámbulo al film de Erice, LOS DÍAS DEL PASADO también indaga en la soledad de una mujer (una estupenda Pepa Flores), trasplantada de su Málaga natal a un norte inhóspito de posguerra, aunque los motivos no son casuales, y ni siquiera responden a su recién estrenado puesto de maestra local. Juana busca a Antonio, que desapareció tras la guerra, que él sigue librando desde las montañas, con los maquis. Ángel, un chaval que nunca ha ido a la escuela, sabe el paradero de los maquis, y entabla una amistad de ayuda recíproca con Juana. 
De carácter más prosáico que el referido, Camus sí parece adelantar lo que ofrecería más tarde en LOS SANTOS INOCENTES, sirviéndose de la peripecia sentimental de esta mujer para trazar un retrato implacable de esa España oscura, fría, desalmada, perfectamente enclavada en esos montes inaccesibles, paradójicamente el único cobijo para quienes están sentenciados. Así, Juana simula ser una más entre unos lugareños que no sospechan sus intenciones, y que incluso podrían ser amigables mientras se mantenga la farsa. A destacar también una fantasmagórica fotografía a cargo de Hans Burmann, y algunas intervenciones secundarias, que sin embargo se antojan demasiado breves y anecdóticas, como la de Manuel Alexandre, que tiene una pequeña pero memorable aparición. Una película que ha quedado inexplicablemente olvidada (qué grande ha sido la sombra del Camus posterior), pero que ofrece una mirada francamente interesante a una época que nunca querríamos reconocer como nuestra, y lo es.
Saludos.

miércoles, 27 de octubre de 2021

Generación espontánea 2


 

A vueltas con esta HALLOWEEN KILLS, hay dos motivos por lo que la presuntamente última secuela (y esperemos que cierre definitivo) se hace imprescindible. Una es zanjar la agotada y agotadora franquicia; la otra es comprobar si aún se puede confiar en que exista un personaje que no sea completamente estúpido. Esto es aún más desquiciante en esta nueva entrega, y llega el momento en que uno espera impaciente que Michael Myers se quite la máscara y le explique a la cohorte de palurdos que lo persigue, cómo se le descerrajan seis tiros en la cabeza a alguien que yace inconsciente en el suelo. Sí, ya sé que guiarse por las leyes de la coherencia no es recomendable si lo que se quiere es transitar por un slasher, pero entonces hubiera sido mejor tirar por la calle de enmedio y valorar un giro muy loco, un poco a lo Drew Goddard. Como esto no ocurre, me queda claro que entre la constante genuflexión de Gordon Green, y sus infinitesimales aportaciones vía comedia destroyer, lo que queda es lo esperable, un afán recaudatorio para la Blumhouse, que estira el chicle con los mismos trillados argumentos que aquellas otras vergonzosas continuaciones. Mejor hecha, sí; más respetuosa, también; pero no por ello más necesaria.
Tiene dos o tres momentos que sólo pueden tacharse de ridículos. O el supuesto cierre del año que viene es la bomba, o podemos estar ante un bluff ciertamente importante.
Saludos.

martes, 26 de octubre de 2021

Generación espontánea


 

La presentación en Sitges de la última puesta al día del clásico de John Carpenter, es el motivo por el que me he decidido a retomar una franquicia que en mi opinión ya había dado de sí más de lo que debiera. Aun así, hay algún punto de interés para comentar sobre HALLOWEEN, de 2018, y evidentemente de su actual continuación. Lo primero que llama la atención es la elección de David Gordon Green para hacerse cargo de un universo que aparentemente está muy alejado de su trayectoria como cineasta. Un reto difícil de defender si solamente se lo compara con la creación de Carpenter, pero que cobra sentido cuanto más se aleja de él. Desgraciadamente, esto sólo ocurre en contadas ocasiones, y este HALLOWEEN termina cayendo presa de su propia incapacidad para generar nuevos conceptos. Todo parece girar sobre el respeto reverencial, no ya al original, sino a su propia idiosincrasia fílmica; algo ridículo, porque "aquélla" era una película rodada en 1978, y ésta, 40 años después, no muestra un solo signo de pertenecer a a su año de rodaje. Gordon Green oficia aquí de admirador rendido, discípulo noqueado por el honor de devolver la gloria a su maestro, por las bazofias que se han visto sucesivamente. Esto sólo ocurre cuando el guion se atreve a explorar lo que Carpenter dejaba deliberadamente en el aire: las motivaciones de este asesino implacable e imperturbable, llamado "la forma" porque el cuerpo de Michael Myers quizá no sea más que un recipiente para ese mal que no se detiene ante nada. Esto ocurre muy poco, apenas cuando se nos permite atisbar a un Myers visiblemente envejecido (aunque su rostro se nos sigue escamoteando), reverenciado asimismo (de ahí la metarreferencia) por el doctor que lo ha investigado durante su larga reclusión. Es un espejismo, y curiosamente la película se torna previsible con su protagonista en pantalla, y sólo cobra algo de interés cuando Gordon Green hace lo que sabe, que son esos retratos incómodos sobre gente que se resiste a ser encasillada. Pero claro, eso hubiese sido otra película, me parece a mí...
Saludos.

lunes, 25 de octubre de 2021

Establecimiento de victimarios


 

Con SPIRIT UNTAMED, Dreamworks vuelve a errar el tiro. Es lo mejor que se puede comentar de una revisión sosa, acaramelada y sin una sola idea original que, al menos, nos explique qué hacemos viendo una película que sólo puede tener acomodo en un fondo de catálogo, y muy al fondo. La animación, bien, pero sin fondo narrativo; la historia, más que trillada, cansina; los personajes, nos harían falta críticos de cinco años de edad para que nos explicaran sus motivaciones. Se supone que estamos en plena época y situación de un western, pero todo es indiscernible, y podríamos estar en 2021 sin problema. En definitiva, un bostezante producto prefabricado, bien pulido y abrillantado, pero sin nada original que nos pueda hacer dudar sobre el verdadero lugar que su productora ostenta a día de hoy.
Aburrida y poco más.
Saludos.

domingo, 24 de octubre de 2021

Rincón del freak #478: El relleno del aguacate


 

Lo que debería ser una ventaja, se convierte a menudo, por simple y llana inexperiencia, en una losa capaz de obturar cualquier atisbo de mérito o talento. Ocurre sobre todo en las óperas primas, que pierden en capacidad narrativa lo que casi siempre ganan en frescura y desparpajo. HOSTS, por ejemplo, es una película encomiable, por ser el fruto colaborativo de un grupo de entusiastas, en mitad de la pandemia, por sacar adelante un proyecto con escasos medios, pero un gran entusiasmo. Luego está, claro, la película, con multitud de problemas intrínsecos, con los que deberíamos ser indulgentes, pero que la dejan como una producción tibia y nimia, con muchísimas e indisimuladas referencias (no siempre bien elegidas o resueltas) y una historia que siempre parece querer ir por el lado equivocado. Para ser un film corto, el arranque es largo y meritorio, lo mejor sin duda, y ofrece un extenso preámbulo de normalidad alterada, con una pareja que de repente se ve "poseída" por algo que (otro error) nunca vemos qué es. Esrto encadena con la cena de navidad a la que son invitados por sus vecinos, donde también hay un par de momentos ingeniosos, y que casi recuerdan al mejor y más juguetón Ben Wheatley, con esas escenas de costumbrismo retorcido. Una lástima, porque luego el film se desparrama por un pseudogore de andar por casa, y no podría reconocer casi ninguna idea de verdad sorprendente. Es un film modesto, y eso lo salva del desastre absoluto, pero queda en una de esas curiosidades intrascendentes que cada año copan el cartel de Sitges... Lo que me recuerda que debería iniciar un repaso a dicho festival, que este año ha sido especialmente interesante...
Saludos.

sábado, 23 de octubre de 2021

¿Asno o maestro?


 

Qué película más desaprovechada es THE VOYEURS, sobre todo después de sobreponerse al complicado reto de adueñarse del motivo hitchcockiano (imposible apartar la mirada de ahí), hacerlo suyo y, a partir de ahí, convertirse en otra cosa, que juguetonamente pretende jugar en la liga de un Atom Egoyan. Demasiada presunción para lo que finalmente se revela, que es a un director que enjuga su inexperiencia tirando de manual televisivo. Y es que el juego de ventanas, exhibicionismos y aspiraciones/envidias, se abre tímido, presentando a una pareja que al fin logra un buen sitio para vivir juntos, y que se encuentra con la anécdota de unos vecinos de enfrente que, manteniendo sus amplios ventanales siempre abiertos, revelan una agitada vida sexual, socialmente sofisticados, e incluso con amagos de lo que podría ser una promiscuidad galopante. Ellos, normalitos, se medio excitan y los medio envidian, y convierten esa conexión visual prácticamente en una especie de espectáculo online. Pero deciden dar un paso más allá, tan sólo para descubrir que la vida de sus vecinos no es tan luminosa, y que incluso podría poner en peligro su propia relación. Hasta ahí más o menos bien, pero los bandazos narrativos (de tono, básicamente) son tan acusados, que llega a parecer que hay tres o cuatro películas diferentes (y no siempre corresponsales entre sí), a lo que contribuye un metraje excesivo para lo poco que se cuenta, que me parece de una mojigatería insoportable, especialmente cuando llega el momento de dar giros imposibles, la mayoría gratuitamente ufanos de sí mismos. Una película, insisto, incomprensiblemente desaprovechada, y cuyo conservador espíritu queda explicado en una escena igualmente ininteligible, en la que se cita la célebre fábula de Esopo sobre el asno inconformista...
Se puede ver, pero terminarán mosqueándose. Lo mejor, la versión (muy bien traída) de Billy Idol.
Saludos.

viernes, 22 de octubre de 2021

Little Torino


 

Hay dos pulsiones exageradamente contrapuestas en una película como STILLWATER, quizá más. Pugnan por salir, yuxtaponerse, abarcar la totalidad de la historia, anular la una a la otra, hacerse visible como un destructivo vampiro lo haría, aun a riesgo de arrasar con toda credibilidad. Tom McCarthy es un excepcional director de actores, lo lleva demostrando desde aquella maravillosa y algo lejana THE STATION AGENT, que sirvió, entre otras cosas, para que el mundo supiera de la existencia de Peter Dinklage, un gran actor. La proeza de McCarthy en su última película es, asimismo, convertir a Matt Damon en una especie de "gran descubrimiento", como si fuese la primera vez que vemos en pantalla a esta superestrella, y eso habla muy bien de ambos, actor y director. Pero hay más. STILLWATER parece un drama carcelario, una historia de superación personal o el retrato desajustado de toda una sociedad encarnada en la muy eastwoodiana interpretación de Damon, summum de los cuerpos extraños trasplantados a la fuerza a un entorno en el que se mueven pesadamente, pero con la determinación de sus convicciones. Si elegimos el drama de este padre coraje, hay una sensación latente de vergüenza ajena, pero son casi dos horas y media en las que cabe otra película muy diferente, bastante mejor, la que narra la estadía de ese hombre directamente incrustado desde Oklahoma a Marsella. Esa es la la historia que debería haber prevalecido, y que me juego algo a que es aportación de un estupendo guionista como es Thomas Bidegain, y donde reconozco deslumbrantes destellos de la soberbia LES COWBOYS, con la que este film comparte muchos lazos afectivos. Es, en definitiva, una especie de cruce improbable entre MISSING, UN PROFETA y GRAN TORINO, y esa es una proeza que pocos directores pueden solventar sin que se note la impostura. Pero ojo, porque si nos olvidamos de esta maraña de referencias, STILLWATER es, al fin y al cabo, una película bastante entretenida, y que apenas pierde rumbo cuando se quiere poner solemne, mientras que se eleva poderosamente a través de algunos diálogos hermosamente hieráticos.
Se puede ver, e incluso se debe ver.
Saludos.

jueves, 21 de octubre de 2021

Los amores tardíos


 

En una escena especialmente significativa, Elisa, muchacha bien, ya no tan joven, asustada de posibles bandazos sentimentales, roza el libro abierto que supone está leyendo Pablo, hombre maduro e inmaduro, marinero de timón suelto, probable suicida de los lentos, y luego entra en una librería a comprar la misma edición, de Austral, que siempre le fue tan bién a Baroja. Ahí se resume todo lo que cabe en LOS PÁJAROS DE BADEN-BADEN, liberrísima adaptación de la novela de Aldecoa, a cargo de Manolo Marinero y Mario Camus, y que, casi 50 años después, no ha perdido nada de su modernidad, al contrario, adelanta a una gran cohorte de cineastas españoles, algunos "afrancesados", pero no es el caso. La historia es clara, contundente, aun asiéndose de esas poesías desesperadas que parecen impregnarlo todo, el fracaso, la culpa, lo estéril y lo nimio, todo para incluirnos también a nosotros en esta historia de amor que no puede funcionar de ninguna manera, y que por ello es más verdadera y triste. Un amor que habla de soledades más que de felicidades, y un amor que se intuye en la seriedad de ella cuando descubre lo frágiles que son esas caricias de lobo de mar. No se puede ayudar a los orgullosos, no se debe, y por eso hay una fractura como chasquido de hueso cuando él accede a acompañarla a su mundo de junlais de camisita y chaletazo, donde casi unos puñetazos sean más dignos que ese falsísimo afecto familiarizante. Y cobran más sentido aún las tardes de plena libertad, con el torso siempre desnudo de él y la comprensión entregada de ella; queda todo para un verso insuperable de Claudio Rodríguez, tan amargo como un vinazo en un jarrillo de lata desconchada. 
Estupenda e increíblemente olvidada película de un director tan seguro de sí mismo, que era capaz de despistar al más avisado con un arranque que invoca un desarrollismo indignante. Nada más lejos, como la estremecedora partitura del maestro García Abril, otra maravilla...
Absolutamente contemporánea.
Saludos.

miércoles, 20 de octubre de 2021

Print the legend


 

He llegado casi un año tarde a THE MANDALORIAN, la gran sensación en formato serie de dos marcas tan universales como Disney y Lucasfilm, y a las que ha revigorizado de una forma que no sé si sus responsables esperaban tan contundentemente. Y en mi caso, curiosamente, son sus dos hándicaps los que me han hecho reencontrarme con un disfrute genuino, y que ya creía definitivamente desterrado. Como ustedes ya saben, ni soy un devorador de series, ni el universo "Star Wars" me conmueve más allá de sus valores cinematográficos, los cuales el propio Lucas se ha ido encargando de socavar a base de exprimir la gallina. Y créanme, no es el caso que nos ocupa. THE MANDALORIAN parece un western de Raoul Walsh, apegado a códigos inmarcesibles, obsesionado con un afán casi termodinámico de la imagen en movimiento, y con una historia de fondo tan simple y sobada, que hilvana la complicidad del espectador sin pedirle adhesiones inúties, como sí ocurre con el fenómeno fan. No le hace falta, porque todo está narrado con seguridad, desparpajo y un loable sentido de la responsabilidad; y todo compartimentado en pequeñas cápsulas de poco más de media hora, que invocan aquellos antiguos seriales en cine, tanto como el cómic de grapa, que en su máxima expresión coleccionista siempre era quincenal. Lo que nos ha regalado Jon Favreau es algo que me encanta sobremanera, y que a él lo encumbra como uno de esos fantásticos artesanos, siempre al servicio del cariño que él sabe que se le puede llegar a tener a un puñado de personajes, aunque no hagan más cosas de las que hacían Wayne, Fonda o Eastwood, que son esos rostros tras la enigmática máscara que porta este nuevo icono de la cultura popular, y que Pedro Pascal interpreta memorablemente, con un uso de la voz magistral. Es este héroe, que al principio (como en casi todos los westerns) nos va a resultar antipático, el único que puede salvar el día, y esto queda encarnado en un adorable bebé de 50 años, de grandes orejas y tiernas facciones, pero que es objeto de cazarrecompensas de todo el universo. Porque hay mucha acción en THE MANDALORIAN, y muy buena, pero son esos gozosos momentos de complicidad entre un tipo al que no le vemos la cara, y ese pequeño objeto del deseo, los que marcan la diferencia en esta maravillosa serie, que nadie debería perderse y que aporta una visión muy interesante a un universo que daba síntomas de fatiga a poco que se lo observara con lupa desapasionada.
Si algo te hace sonreír, llorar y saltar de tu asiento, saber que estás en el lugar adecuado...
Saludos.

martes, 19 de octubre de 2021

El abismo siempre devuelve la mirada #8


 

WIENER-DOG, que cuenta ya con cinco años, es el último trabajo hasta la fecha de Todd Solondz, aunque se está ultimando su nueva y esperada película, muy probablemente para finales de este mismo año. Se trata de una especie de "fin de ciclo" (aunque sea ésta casi una constante), o un compendio-homenaje- explicación a prácticamente toda su filmografía anterior. Un simpático perro salchicha oficia de nexo inesperado entre un grupo de personajes (algunos ya conocidos), mientras pasa de mano en mano, de un niño que ha superado un cáncer a una crecida Dawn, que trabaja como veterinaria; la novia de un estrafalario artista conceptual llamado Fantasy, o un director de cine frustrado y amargado, que se gana la vida dando clases, mientras espera eternamente que le acepten un guion. Probablemente sea su película más compleja, y no es fácil entender sus claves "en seco", por lo que me parece imprescindible una revisión a la obra anterior antes de ponerse con ésta. Fragmentada en una serie de episodios, sin mayor conexión que este perro, protagonista mudo e impasible, pero nuevamente muestra la faceta más amarga y desencantada de su autor. Solondz comprende lo destructivo que es el campo de minas de las emociones, y ofrece un ramillete de personajes sombríos, derrotados, incapaces de dotar de un sentido sus heladas vidas. Desembocando en una de sus mejores reflexiones, una estupenda Ellen Burstyn descubre sus ojos mientras mira, no el final de su vida, sino algo mucho peor: todas las posibles vidas que podría haber tenido, y que han venido tan sólo para decirle adiós para siempre...
No la vean si han tenido un mal día.
Saludos.

lunes, 18 de octubre de 2021

Describir Palencia








 

Con mi Tourmalet íntimo en materia de lecturas, me encuentro descubriendo a un magnífico escritor, diferente escritor, como es Santiago Lorenzo. Y de repente me llega el flashback: "Yo a este tío lo conozco de algo". Y me pongo a indagar, y veo que efectivamente había tenido un par de incursiones en esto del cine, y que yo había visto una película suya (la primera de dos) hace muchos años en el cine. Y que, aunque algo olvidada, recordaba que otra cosa no, pero mala baba destilaba a raudales. Y es que a MAMÁ ES BOBA se le podrán achacar cosas, casi todas de índole técnica, pero todas palidecen ante el vitriólico retrato de una sociedad infecta, perfectamente sintetizada en la primera frase de Martín, el pequeño narrador (acaso el Lorenzo niño), que traza un desvalimiento nihilista mientras es sistemáticamente acosado en el colegio: "Me llamo Martín Zamora Perdulí, vivo en la calle Bustamante 25, que está en una ciudad llamada Palencia (con P), España, Europa, la Tierra, el Universo". Uno de los arranques más tristes y bellos del cine español, con la hermosa partitura de ese otro gran olvidado, que es Malcolm Scarpa. Pero la película va mucho más allá, y apenas pasa de puntillas por la circunstancia de ese pequeño tallador de gomas de borrar. Aprovechando que mañana se acaba momentáneamente el monográfico de Solondz, son muchas las similitudes entre éste y Lorenzo, mostrando las pequeñas miserias de unos seres humanos empequeñecidos, desorientados. Y sobre todo, este film es Faustina Camacho, la poderosa presencia que daba vida a Gema, la madre de Martín; una persona inocente de tan buena, incapaz de una sola doblez moral, y que de la noche a la mañana se ve presentando un noticiero en la recién inaugurada televisión local (TeleAquí... que tiene mandanga), aunque por cuestiones más aviesas de lo que cabría suponer, gracias (o por culpa) de Ana Cooper, responsable de dicha cadena. Camacho se adueña de la pantalla con naturalidad de la que ya pocos actores españoles tienen, y que pertenece a otros tiempos. Su epopeya, y la de su hijo Martín, y también la de su marido Toribio (especialista en chistes malos), es un espejo insoportable de mirar, y ahí estamos todos, los vanidosos y los rastreros, los envidiosos y los trepas, los ignorantes inflados de pedantería, mientras se ríen de los que consideran inferiores. Y es que todo comienza en el patio de un colegio, pero es un veneno indeleble, y que se esparce rápido y por mucho tiempo...
Desde luego, si hay un film de culto y a descubrir en este país tan rácano para estas cosas, es éste. Su protagonista, desgraciadamente, ni siquiera pudo verlo  estrenado...
Saludos.

domingo, 17 de octubre de 2021

Rincón del freak #477: A 10 pársecs del telescopio Keck


 

Oye, que dice David Card que no, que ganar más dinero no es malo... incluso para los que menos tienen. 
Puede que se trate de un bolivariano disfrazado de liberal. Este mundo ya no es lo que era...
Con lo chulo que era ver al calvo de Amazon ir al espacio. Y volver ya ni te digo.
En Canarias hay telescopios capaces de quincar un quasar, y hasta un pulsar, fíjate.
Sí, pero todos se perderán como chalecitos bajo la lava...
Entonces nada tiene sentido, podemos dar rienda suelta a nuestro infame deseo psicópata.
Aun a minutos del apocalipsis, me juego la pescueza a que te meterían en el trullo. Uno canario, a ser posible...
Entonces lo de la pandemia era un rollo todo.
Sí, para despistar con lo del calvo y el volcán y el Nobel y eso...
Podía ponerse un injerto, que los astronautas calvos no venden. 
Nadie se hace millonario despilfarrando el dinero en champús, suavizantes, mascarillas ni peines...
Sabias palabras. Siempre dije que lo de ver películas te hacía un Sócrates. Pero dime, muchacho ¿qué maravillosa obra maestra del séptimo arte acabas de pimplarte como quien un bollito de leche se come?
Cómo no. SPORTKILL...
Yo le pedí un autógrafo una vez a Dona Wood.
¿Y te lo dio?
¿No le han dado el Nobel de economía a David Card?... pues eso.
Saludos.

sábado, 16 de octubre de 2021

La fascinación del encoñamiento


 

El capricho más indefendible, siempre es aquél que proviene de las posturas irreflexivas, tanto como de un proceso de insatisfacción permanente, y nunca sometido a la autocrítica. Así dicho, es un encabezado demasiado frío para un asunto tan candente como el "amor loco", que suele ser el mejor y el más breve. Lubitsch lo entendió a la perfección, y de ahí que sus comedias tuvieran una apariencia frívola, pero escondieran esa "sorprendente redención" para sus zarandeados personajes, casi siempre superados por sus propios deseos. El más evidente homenaje a esa manera de entender el cine, las historias, lo hizo Billy Wilder en 1957, y aún se permitía un volteo más a estas historias de enredos amorosos, en los que merece la pena hurgar para encontrar una mirada más honda, retorcida y, en último término, aguda de las pasiones humanas, sus porqués y sinsentidos. LOVE IN THE AFTERNOON podría durar apenas una hora, que es lo que necesita Wilder para presentarnos el colapso entre dos mundos contrapuestos: el de la dulce, adorable y virginal Ariane (Audrey Hepburn más frágil que nunca), y el socarrón, imperturbable y un poco ajado playboy, Frank Flanngan (Gary Cooper esforzándose por encajar donde nunca lo hizo). La película es larga, porque hay una progresión constante del guion, muy sutil y agazapada tras la apariencia de comedia romántica, pero que fuerza a sus protagonistas a metamorfosearse en lo contrario de lo que suponemos que son. Ella, que estudia chelo y no sabe nada de la vida, entra en shock ante ese hombre maduro (aunque moral y emocionalmente inmaduro), que posee toda una lista de conquistas y no permanece demasiado tiempo en una misma ciudad. El personaje interpretado por Maurice Chevalier (que hubiese bordado el de Cooper) es quien provee la excusa por la que ambos se encuentran. Se trata de un detective especializado en infidelidades, y resulta que Flannagan es su más frecuente objetivo (por motivos obvios); hasta que un marido despechado resuelve acabar con el playboy, y Ariane, que en realidad es la hija del detective, siente el impulso de salvar la vida a un hombre que no conoce, dando pie de manera absolutamente ingeniosa al juego de equívocos y malentendidos. 
Ni de lejos es una obra maestra, y tiene un problema evidente de ritmo, sobre todo para engarzar la comedia delirante con lo que de verdad subyace en su interior, que es una reflexión sobre la futilidad y ligereza con la que a menudo juzgamos, miopes, a quien se nos pone delante. Eso por parte de él, pero ella tiene aún menos justificación, y de no ser ese ser adorable y luminoso, la tildaríamos poco menos que de "loca del coño"...
Buena y reivindicable película, en todo caso.
Saludos.

viernes, 15 de octubre de 2021

Héroes anónimos


 

Siempre es de agradecer que de entre las interminables oleadas de "grandes héroes de ficción", surja una mirada más humana, que se pose en algunos de esos desconocidos, gracias a cuya labor nuestra vida es un poco más segura. ONLY THE BRAVE, de 2017, es un más que digno retrato de los bomberos de Granite Mountain, que sucumbieron casi por completo en un cruento incendio forestal en Arizona, en el verano de 2013. Joseph Kosinski filma su mejor película totalmente a contrapelo, echándose en brazos del cliché doctrinario y lacrimógeno durante dos horas y cuarto que se hacen un poco largas. Pero sí, nadie hubiese apostado por ello, pero esta historia de héroes de los de verdad es capaz de remontarse a sí misma, fiada por completo a un puñado de momentos de alta intensidad dramática, y unos actores increíblemente verosímiles. Es una película que tiene el grado justo de espectacularidad, alternada con los pacientes retratos íntimos de este grupo de hombres y la dificultad de conciliar una vida familiar con una labor en la que siempre estás en riesgo. Posiblemente, una miniserie le hubiese hecho más justicia, pues por momentos son más interesantes las conexiones de camaradería que se van formando, que las escenas de los incendios, que, todo hay que decirlo, están maravillosamente rodadas. Nombres como Josh Brolin, Jeff Bridges, Miles Teller o Jennifer Connelly, dan empaque y sustancia a lo que, con otros mimbres y en otras manos, habría sido un telefilm de catástrofes más. Y no, no lo es...
Saludos.

jueves, 14 de octubre de 2021

La ley a los infames


 

En 1972, Mario Camus emprendió un ambicioso proyecto para RTVE, nada menos que un señor largometraje (me chivan que en televisión se pasó en dos partes) sobre la inmortal obra de Calderón de la Barca. LA LEYENDA DEL ALCALDE DE ZALAMEA es una película muy canónica, pero no lo parece; o a lo mejor es al revés, no sé. Pero verla hoy día es un placer culpable, al tiempo que una gozosa zambullida en aquellos desempeños y quehaceres, que eran los de aquel tiempo, tan sobreabundantes para lo televisivo. Intérpretes de primera magnitud, una localización real (que aunque no era Zalamea, sí estaba en Extremadura), y una realización impecable, con, por ejemplo, fotografía de Hans Burmann y una extraordinaria música del gran Antón García Abril. El texto, revisado aunque bien respetado, es intemporal por el tema tan universal que toca, el de las injusticias y excesos provenientes del poder mal entendido; aunque también da cuenta de lo contrario, de cómo lo justo y honorable ha de prevalecer por dificultoso que parezca. En un reparto extenso, sobresalían unos excelsos Fernando Fernán Gómez (el capitán general, Don Lope de Figueroa) y Paco Rabal (el labrador, y posterior alcalde, Pedro Crespo). En mi opinión, y de momento, la menos acartonada de las versiones del original, pese a que no abandona el declamado, y la extensión del elenco cojea por alguna pata. Y no le vendría nada mal un poco de restauración digital, ya que estamos, que Don Pedro Calderón bien se merece que su infalible humanismo se haga de ver bien en condiciones en estos tiempos tan inciertos faltos de la inquebrantable moral de otro Pedro, Crespo, que no dudaba en dar su merecido a quien osare tocarle una ceja a una de sus desvalidas hijas... algunas más que otras, ya se sabe...
Sin más, una de esas obras a las que no es que haya que llegar, sino de la que nunca debiéramos marchar...
Saludos.

miércoles, 13 de octubre de 2021

Una rubia y una morena...


 

El dato es sintomático. Hablé de TRON en 2009, justo un año antes de que se estrenara TRON: LEGACY, y de hecho ya por entonces mencionaba lo que la Disney se traía entre manos, desempolvando los 8 bits (siendo generosos) de una película que nunca ha encontrado su propio acomodo en la historia del cine palomitero. Han pasado 11 años más, y si soy sincero, había borrado de mi "disco duro" todo rastro de esta tardía secuela, supuestamente destinada a ser un acontecimiento, y terminando en un sitio terrible para cualquier film: el ostracismo merecido. Ha tenido que ser por revisar la corta filmografía de su director (y no me pregunten por qué), que dije "diablos, pensaba que la había visto". La sensación, más que tibia, es de incredulidad, de producto con piloto automático, y de un enganchón de nostalgia muy mal entendida. No basta con sacarte la chorra con los efectos digitales, porque el ojo de hoy día (incluso el de 2010) está ya anestesiado a estas cuestiones, y sólo hubiese bastado algún giro ingenioso, al menos para haber ganado a los incondicionales retronostálgicos. Ni siquiera eso, y sí un montón de escenas que dan vergüencilla (pobre Jeff Bridges), o dolor de cabeza, porque los momentos de lucha parecen una familia de luciérnagas en una Termomix... No sé, es muy raro todo, porque si la enclavamos en su propia época, a mí me parece incluso más anticuada que la de 1982. Y no es un desastre absoluto porque al menos tuvieron una idea original, metiendo a Daft Punk pinchando por allí... En fin...
Saludos.

martes, 12 de octubre de 2021

El abismo siempre devuelve la mirada #7


 

Al contrario de la negativa recepción que obtuvo por gran parte de la crítica, DARK HORSE no me parece tan terrible. De hecho, hay un interesante giro a la hora de confrontar los problemas derivados de esa querencia por aposentar una obra en base a sus "variaciones". En esta ocasión, Todd Solondz se centra casi exclusivamente en la figura de Abe, cercano a los cuarenta, que aún vive con sus padres, trabaja en el negocio familiar, conduce un Hummer amarillo, viste de Ralph Lauren y colecciona muñequitos del Toys'r'us. Lo que denominaríamos un cruce entre hijo de papá, nerd ignorante y, aquí en España, cateto de ciudad. Abe conoce a una chica en una fiesta judía, pero ella no comparte su entusiasmo y padece una depresión crónica agravada por una hepatitis. Aun así, las ensoñaciones sobre esa posible vida futura junto a la mujer de sus sueños van apoderándose del relato, y llevándolo a un desenlace realmente nihilista. Los personajes en el cine de Solondz nunca son sólo personajes, sino que sirven como instrumentos para datar un estado de las cosas, o realizar un diagnóstico de sociedades enfermas; sin juzgar necesariamente, pero sin evitar tocar la herida donde más duele. Y es posible que DARK HORSE no haya sido bien entendida, precisamente por suponer un cambio sustancial en la narrativa de su autor, más preocupado aquí de alambicar deseos y frustraciones del hombre sin atributos, que de provocar al espectador de mente ordenada. Para ese desempeño, no es casual la elección de Jordan Gelber para el papel principal, un conocido actor de musicales, al que le va como anillo al dedo la difícil tarea de hacernos accesible un personaje tan ingrato como, a veces, incluso desagradable e indefendible.
Muy interesante giro en una cinematografía compleja de adscribirse a posibles experimentos formales.
Saludos.

lunes, 11 de octubre de 2021

Despilfarro de recursos


 

Parecen ser multitud los directores que, de un tiempo a esta parte, comparten un mismo patrón estilístico, dentro del género de la ciencia ficción. Curioso, porque hablamos de películas que utilizan un despliegue de medios técnicos apabullantes, pero no les sirve para realzar y/o defender unos argumentos que se caen de puro viejo. Es el caso, por ejemplo, de OBLIVION, cinta de 2013 que en su momento me pasó inadvertida por esto mismo que expongo. Supongo que yo vería un cartel con la cara de Tom Cruise vestido en plan futurista y mi subconsciente actuó como un ad-block de la vida. "Otro MINORITY REPORT de todo a cien", me diría. Y es curioso, porque OBLIVION, una vez vista, me parece que tiene una historia tremendamente interesante (aunque trillada, cierto es), pero que va cediendo paso al despliegue de efectos digitales (lo que antes se llamaba diseño de producción), relegando la idea principal a una anécdota que se podría resumir en un episodio cortito, pero nunca necesitaría dos horas. Basada en una novela gráfica escrita por el propio Kosinski, nos cuenta la enésima extinción de la humanidad, cuyos pocos supervivientes se ven obligados a huir a Titán, dejando atrás un planeta arrasado por unas entidades extraterrestres. Sin embargo, el eficiente Jack Harper y su mujer, se han quedado para intentar "reconstruir" la habitabilidad de la Tierra, mediante excursiones diarias a bordo de unos aparatos que se convierten en los verdaderos protagonistas del film. Al principio la cosa funciona, Tom Cruise hace lo suyo y los cacharros molan, que es de lo que se trata; pero llega el momento de las explicaciones, y lo que es peor, de narrar. La excusa argumental (que por supuesto no voy a desvelar) se desvela a todo trapo, cuando precisamente nos han dado la impresión de décadas de placentera ruina. Los personajes van apareciendo sin solución de continuidad, y reparamos en que el subconsciente (y el cartel) no miente: por muy repipis que se quieran poner, esto es un blockbuster de los normalitos.
Sólo para gente con tiempo de sobra.
Saludos.

domingo, 10 de octubre de 2021

Rincón del freak #476: Caprichos de potentado o plegarias no atendidas


 

Ocurrió hace apenas seis años. Andrew Getty era un heredero con la vida resuelta desde la cuna, nieto de un magnate petrolero, y con una biografía digna de cualquier papel couché. Murió en 2015, con 47 años, y cada rastro que se ha ido encontrando no es el de un tipo precisamente feliz, sino más bien un hombre aplastado por la magnitud de su posicion social, y que por ello, paradójicamente, lo tendría más complicado para ser tomado en serio. Getty quería demostrar que era capaz de salirse de un mundo por definición frívolo, y plasmarlo en una historia que, vista con atención, y más allá de ser un relato de terror, podría ser un encriptado sobre su propia infancia. Y todo esto está muy bien, pero luego nos toca hablar de THE EVIL WITHIN, que es la "película" que Getty logró levantar a duras penas, y cuyo carácter caótico se entiende mejor desde su inverosímil naturaleza. Ni que habláramos de Coppola o Cimino, la producción de este film se remonta a 2004, y no fue hasta 2014 que estuvo... digamos más o menos terminada. Con un mecanismo interior atrofiado, un montaje epiléptico y unos actores que, más allá de sus limitados recursos, imagino que no sabrían en qué punto estaban, se trata de una típica historia de fantasmas, que gira en torno a un discapacitado que vive con su hermano, y que tras recibir un extraño espejo comienza a tener alucinaciones. Insisto, si la van a ver, ni se preocupen por la trama en sí, que es una mezcla de "terror cutre de SyFy" y cualquier drama de sobremesa en A3; en lugar de ello, intenten hacer un divertido (aunque arduo) ejercicio de proyección astral, y transpórtense a ustedes mismos a esas llamadas de año en año, en las que un actor o un operador se tiene que poner a retomar el trabajo del año anterior... Prácticamente un acto de fe, THE EVIL WITHIN sólo pudo ver la luz en 2017, y gracias al esfuerzo de los amigos de Andrew Getty, como último gesto a su memoria. Su obra quizá no sea gran cosa, pero su extraña vida nos recuerda que no deberíamos ejercitar tan a menudo nuestra envidia...
Saludos.

sábado, 9 de octubre de 2021

La mosca en la pared


 

No se puede filmar una película como TITICUT FOLLIES normalmente, ni siquiera con los condicionantes del documental. De hecho, ni siquiera estoy seguro de que a día de hoy se pudiera hacer algo similar, e intentaré explicar por qué. Frederick Wiseman, hoy probablemente el documentalista vivo más importante del mundo, era un desconocido estudiante en la Universidad de Boston, pero su verdadera pasión era coger una cámara y filmar ¿Qué? La vida, ni más ni menos. Pero eso es fácil, e ingrato. Lo que Wiseman se propuso en 1966 era mostrar lo que ocurría en los sitios donde nunca mira nadie, esos "centros de reclusión" creados ex profeso para mantener "dentro" lo que la sociedad no quiere "fuera". Wiseman dio un paso más allá y diariamente rodaba varios minutos en la institución psiquiátrica de Bridgewater para criminales dementes. Su estrategia fue increíble, ganándose la confianza de los trabajadores para acceder a los internos, sin grabar nada durante días, y convirtiendo lo esperado (una alabanza a los funcionarios de prisiones) en lo insólito, registrando con toda crudeza las condiciones sobrehumanas de la institución, el trato vejatorio a los reclusos, y la incapacidad de los "expertos" para llegar a diagnósticos mínimamente coherentes. Él era esa "mosca en la pared", el testigo mudo en quien nadie repara, y dejó para la historia este estremecedor documento, en mi opinión no superado en su naturaleza de interpelador, sagaz y crudo, al espectador, que se ve zarandeado y sin saber muy bien qué opinar en base a sus preceptos morales. Wiseman, en algunas de sus entrevistas, concedía tanta importancia a la edición como al rodaje en sí, y sentenciaba que su cine se confundía con el documental, pero que su intención era genuinamente narrativa; emanado de la experiencia directa, sí, pero sólo posible mediante la reflexión que guiaba, en último término, su mano a la hora de montar.
Más de medio siglo después, sigue siendo una una cumbre, y también un faro para cineastas de raigambre.
Magistral e insoportable a partes iguales.
Saludos.

viernes, 8 de octubre de 2021

Sangre y arena


 

La versión de DUNE, a cargo de Denis Villeneuve, se antoja necesaria por varios motivos, y no siempre bien comprendidos. Lo primero que me llama la atención es la cohesión del relato, sólo posible por la secuenciación constante, que no duda en sajar sin miramientos todo lo que ralentice el programa principal, a sabiendas de que la monumental obra de Frank Herbert es imposible de despachar en un formato normal de largometraje. Después, se entiende todo muy bien, y es sorprendente, porque las intrigas y personajes se cruzan sin cesar, y se podría correr el riesgo de perderse de no conocer de antemano, al menos lo básico del original. Tampoco hay traiciones, ni a Lynch (como si le importara), ni a la "imposible" de Jodorowsky, ni al sentido del espectáculo, ni a esa aplastante atmósfera de tragedia constante, que Villeneuve consigue que prácticamente mastiquemos. Pero sobre todo se es respetuoso con el libro del que bebe, el primero, del que calculo que ha llegado más o menos hasta la mitad. El director canadiense hace suya la epopeya de Herbert y filma una de sus mejores películas; la mejor, desde luego, de todas las que reconocemos como superproducciones. Y ésta lo es, pero hay algo que la coloca en un lugar particular, porque ese presupuesto no parece despilfarrado, sino puesto al servicio de un argumento desbordante, nunca desbordado. Y por supuesto los actores, constantemente sobreponiéndose a la compleja labor de elaborar, insisto, desde una fidelidad que intuyo agotadora. Es uno de los castings más acertados de los últimos tiempos, y no me sobra absolutamente nadie, aunque ya veremos si no echamos en falta a alguien para la segunda parte... porque va a haber segunda parte, y quién sabe si tercera.
En mi opinión, una de las mejores y más gratificantes experiencias visuales a los que uno puede asistir hoy día en pantalla grande.
Espectacular.
Saludos.

jueves, 7 de octubre de 2021

Dos hombres y un biberón


 

Incluso en una película tan costumbrista como LA VISITA QUE NO TOCÓ EL TIMBRE, una comedia típica de enredos escrita para teatro por Joaquín Calvo Sotelo, llega a notarse el pulso dramático de Mario Camus, que encuentra en el reducido espacio de un piso del centro de Madrid todo un microcosmos en el que se puede explicar gran parte de la idiosicrasia de un lugar y una época. Todo parte de la mañana de Navidad en la que amanecen Juan y Santiago, hermanos, solteros, funcionarios de aduanas y de luto por la mamá muerta, que ha dejado a dos desastres muy diferentes. Juan es organizado, pero un poco mojigato, mientras que Santiago es un picaflor empedernido, al que le cuesta despertarse tras sus "largas noches". Y ese día, sin que se sepa por qué, una mujer anónima deja un cestito con un bebé en la puerta de estos hombres, que probablemente habrían reaccionado más naturalmente ante un marciano o una jirafa, pero cuyo mundo se vuelve del revés ante esa criatura, de la que podemos intuir su triste circunstancia. Es cierto que gran parte del film orbita entre el sainete y la españolada pura y dura, aprovechando la gran química de la "extraña pareja" formada por Alberto Closas y José Luis López Vázquez, que bordan sus roles, pero Camus introduce varios elementos ajenos, y que oscurecen notablemente la comedia. Desesperados, Santiago decide buscar a quien alimente al bebé, y, claro, va al mísero burdel que frecuenta, donde encuentra la complicidad de una prostituta que es madre. La vecina de enfrente (la inefable Rafaela Aparicio) ejerce de "ojo de Sauron" que todo lo ve y todo lo controla, y a la que hay que engañar para escapar de su vigilancia extrema. Finalmente, y pese a ser fiel a las costumbres patrias de 1965, el personaje de Laura Valenzuela es poco menos que el de una casamentera indisimulada, capaz de dejar a un lado melindres y exigencias, y que se ofrece solícita a oficiar de nodriza, si eso la lleva a pescar a uno de los dos solteros. Porque eso era España entonces, un lugar falsamente acogedor, trituradora de espíritus pusilánimes, y cargada de códigos inverosímiles, sin los cuales era imposible dar el siguiente paso.
Hay una versión, rodada diez años antes en México, pero esa ya es harina de otro costal...
Saludos.

miércoles, 6 de octubre de 2021

Cuando calienta el sol


 

Es necesario iniciar cualquier reseña sobre OLD, última y esperada propuesta de M. Night Shyamalan, indicando la gran irregularidad que recorre este ultraacotado relato sobre la fugacidad y circunstancia de un grupo de personas. Así dicho, parece más sugerente de lo que finalmente es; el director norteamericano, hábil en la construcción de paisajes humanos únicos, es incapaz de cohesionar lo que subyace en la novela gráfica original, y que la hacía más reflexiva que inquietante. Aun así, tiene sus momentos, incluso dentro del caótico ritmo, con personajes yendo de un lado a otro, desapareciendo en un espacio único o directamente luchando contra el cliché que atenaza sus líneas de diálogo. No es una película de terror, aunque tiene momentos de sobresalto, y el típico y esperado giro argumental, hablando de quien hablamos, queda resonando casi como un ínfimo capítulo de Miss Marple, ya muy al final ¿Qué es, por tanto, lo que funciona, y evita que todo sea un (otro) desastre? No tengo ninguna duda: un halo de romanticismo, algo extraviado y fugaz, pero que cuando aparece eleva notablemente el nivel de una historia que, intuyo, Shyamalan ya llevaba tiempo queriendo hacer, y que de hecho ya ha realizado anteriormente, y con mejores resultados.
Se puede ver, y ya es bastante para lo que llevamos arrastrado, pero hay momentos en los que el film parece empeñado en flirtear con el ridículo más cursi.
Saludos.

martes, 5 de octubre de 2021

El abismo siempre devuelve la mirada #6


 

La premisa de LIFE DURING WARTIME es clara. En esta ocasión, Todd Solondz se limita a observar cómo ha pasado el tiempo sobre los personajes de HAPPINESS, y el resultado no puede ser más desolador. Lejos ya de sus puntos de vista sarcásticos, la amargura se impone, mostrando a unas personas en búsqueda constante de la felicidad, pero con todas sus convicciones y asideros seriamente dañados. No hay un solo vencedor, únicamente gente recogiendo escombros, como esa constante alusión a los ataques terroristas, y de la imposibilidad de perdonar a quien nos ha destrozado la vida. Una película circunspecta, llena de fantasmas, con diálogos que queman de tan corrosivos, y con el único defecto de una falta de homogeneidad en el relato, que a mí me suscita la reflexión de un Solondz más preocupado en captar la expresión justa, la que nos revela esa retahíla de conciencias castigadas, más que de realizar una narrativa congruente. Quizá no se pueda ir más allá, y ni siquiera se deba.
Saludos.

lunes, 4 de octubre de 2021

Construir la metáfora


 

La metáfora en cine se vende cara. Es dífícil de construir en condiciones. Y más aún en el cine comercial, más dado a la estructura de guion más convencional. Y en el cine comercial actual, aún más. Y en el que se fabrica a toda prisa en las plataformas, ni te digo. Por eso, me parece justo darle un voto de confianza a una película como NO ONE GETS OUT ALIVE, que es una serie B hecha para el fondo de catálogo de Netflix, pero que aun así tiene un par de aspectos interesantes y reseñables. Uno es el estupendo trabajo de los actores, con la desconocida Cristina Rodlo (proveniente del culebrón mexicano) al frente. El otro proviene precisamente de este trabajo actoral, y es la escurridiza atmósfera que Santiago Menghini capta, y que casi no necesita el elemento sobrenatural para sobrecoger. Sí, se trata de una historia de fantasmas, o de espíritus, o de otras cosas más indefinibles, pero hay minutos de calidad cuando Menghini persigue el rostro angustiado de Rodlo en su desesperada peripecia vital en un Cleveland inhóspito, tras llegar ilegalmente para buscarse la vida. Ahí comienza a fraguarse la metáfora, de la misma forma que Jordan Peele retuerce el género para entroncar con la denuncia racial, y que cuaja en el opresivo ambiente de la casona en la que se hospeda, y donde todo es extraño, desde el hosco dueño hasta las esquivas inquilinas. El desenlace, aunque bien rodado (hay que satisfacer la cuota), no deja de ser el esperado, y por ello menos sorpresivo. Antes, la falta de dinero, la posibilidad de entregar la dignidad para sobrevivir, o la imposibilidad de encontrar a alguien en quien confiar plenamente, ahí sí había una historia tremenda para haber desarrollado, pero lo advierto en la primera frase...
Interesante.
Saludos.

domingo, 3 de octubre de 2021

Rincón del freak #475: Los palmeros de Zarzaquemada vs. la alianza de pijoprogres despreocupados


 

Más vidas que un gato.
Sion Sono, maldita sea. Nicolas Cage, maldita sea.
Garamendi tarifa por la dignidad de los suyos, pero personalmente jamás se verá afectado.
En esta película pasa más o menos lo mismo.
Lo único chungo es que a Cage le explota un huevo.
Pero tiene otro que le suda. Se la suda.
A los japoneses no les cae bien vestirse de cowboys. Manos a la obra.
Si no tienes ideas, al menos pon muchas luces. Hasta que sea el "Duelo en la feria de Abril".
Si no tienes guion, pon lo que sea. Sofia Boutella muy seria, por ejemplo.
Sion Sono ha inventado un nuevo género, la "película twitter". Mandan las líneas...
... o las rayas...
PRISONERS OF THE GHOSTLAND. O cómo empezar una película a lo loco, a lo mejor porque has visto MANDY, y cuando la acabas no se puede distinguir de un episodio de Doraemon.
Sion Sono, ese hombre...
Pero si él tiene financiación ¿quién va a negarse a pagarle las facturas a Cage?...
Terrible es poco. Y como dice un gusano encantador, "mejor pásense a Twitter"...
Saludos.

sábado, 2 de octubre de 2021

Sobre el jodido irreverente


 

Bueno, también se murió Antonio Gasset, porque todo el mundo se muere, que si no seguiría vivo y escupiendo su dominado desprecio sobre los que él consideraba "espectadores de saloncito". Gasset era un cinéfilo raro, que no quería hablar de películas, y prefería tomarse una copa de miradas furtivas. Y era un extraño cruce entre Pedro Erquicia y Harpo Marx. Y durante muchos años fue un referente de culto, marciano, en horario de máxima audiencia, mientras decía un par de frases más o menos ingeniosas y luego soltaba un escupitajo verbal, que quedaba resonando en aquellos hogares españoles de finales de los ochenta como un disparo en una película de Boetticher. Y Gasset también salió en alguna película de algún amigo, como ya sabemos que hizo con Zulueta, con el que coincidió haciendo una cosa muy rara en Super8 de Jaime Chávarri, que por entonces, a finales de los sesenta, andaba obsesionado con la posibilidad de rodar como Godard, solo que con más caspa y menos bagaje. Aquello se llamaba GINEBRA EN LOS INFIERNOS, y pretendía ser un triángulo amoroso, pero se quedaba en una chuchería entre estrafalaria y cuqui, aunque Gasset hacía de tímido innoble, y Zulueta se quitaba de encima a Mercedes Juste, que es la única que aún vive. Yo la vi hace un tiempo en "Márgenes", y la tenía olvidada; hoy me viene que ni pintada para hablar del penúltimo irreverente, que parece resonar aún un poco en nuestras conciencias, y en nuestros salones...
Saludos.

viernes, 1 de octubre de 2021

Inevitable y sugerente


 

El cine de David Lowery es como es. Cultureta, detallista, metafísico, distante. Como tantos otros, diríamos, pero luchando por encontrar un sitio reconocible dentro de la industria, porque Lowery se resiste a ser marginal, algo de lo que hablan unos nada desdeñables presupuestos, incluso más suculentos de lo que cualquiera pueda imaginar en estos inciertos tiempos de penuria. Así las cosas, se estrena THE GREEN KNIGHT, que podría ser la película más a contracorriente para este curso. Basada en algunas improbables leyendas artúricas, con el caballero Sir Gawain como protagonista, ha conocido alguna que otra versión anterior, con discutibles resultados que hemos despachado en estas mismas páginas. Esta versión, no sólo es la mejor, sino que además aporta un arriesgado punto de vista, desmarcándose del típico relato caballeresco, e ingresando en una fantasía de épica callada, introspectiva, pero con un concepto visual gozosamente exuberante. El ritmo, claro, puede tirar para atrás, pero ya conocemos a Lowery, un señor que se toma su tiempo para que seamos nosotros quienes paladeemos sus exquisitas imágenes. Es, también, una magnífica versión, porque no elude el motivo principal, que tiene como protagonista al misterioso caballero verde y su no menos curioso reto navideño; pero la intrigante deriva de Gawain (estupendo Dev Patel) apunta hacia ese destino vital, trágico e insoslayable, que también estaba presente en A GHOST STORY o EN UN LUGAR SIN LEY, con las que comparte similitudes aparentemente insospechadas. Una película que necesita gran colaboración del espectador, pero que ofrece una gran recompensa final, y que es el mejor trabajo de su director hasta la fecha. Lowery ya prepara para el próximo año su personal visión de Peter Pan, habrá que ver su aportación...
Saludos.
... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!