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sábado, 7 de marzo de 2020

Aquí al lado



Quien no conoce no sabe. Quien no ve no conoce. Pero todos podemos dejar de ver, de saber, incluso de existir, aunque no lo sepamos. Lo que realmente pone en imágenes LA TRINCHERA INFINITA no es otra cosa que esto, la toma de conciencia de la existencia misma, cuando ésta carece de todo sentido, ya que no es existencia en sí, sino la renuncia a ser, precisamente por conservar la vida. A lo largo de casi tres intensas, asfixiantes, demoledoras horas, nos encerramos con Higinio (descomunal Antonio de la Torre) en su casa, y después en el zulo que construye para esconderse de sus perseguidores cuando estalla la Guerra Civil. A su lado siempre estará su mujer, Rosa (conmovedora, brutal Belén Cuesta), y entre ellos, tras su amarga complicidad, la sombra de ese pequeño pueblo de algún rincón andaluz (me ha resultado inevitable sentirme identificado), como una amenaza latente para quien no puede simplemente salir a la calle. El gran hallazgo de esta espeluznante crónica de esos años (que ahora parece que nunca se han ido del todo), está en la modulación de ese ínfimo universo, cómo Higinio pasa las horas espiando las calles, cuando él es quien se siente espiado; el hartazgo de Rosa, que se debate entre el amor a su marido, la piedad a su situación y el impulso de marcharse para siempre. Película atenta a los detalles, con un desarmante uso de un idioma que aquí usamos todos los días, ensamblada entre las sombras de esa casa siempre cerrada y el contraste de la blancura del pueblo, estamos ante un punto de vista muy necesario para afrontar muchas de las cuestiones que nos siguen amartillando. Sólo falta saber si esperamos para tender la mano o para echar la soga al cuello...
Debió ganar los Goya, pero también ésa es una batalla perdida.
Saludos.

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!