martes, 31 de diciembre de 2019

Os queremos



Y qué mejor que acabar el año y el curso con Ben Wheatley, uno de nuestros autores favoritos, y al que vimos en horas algo bajas tras su último (en nuestra opinión) batacazo. Y qué mejor que hacerlo si su último film trata, sin más, de una reunión familiar de Nochevieja. Wheatley ha regresado en plena forma, pero ni aun así le da para que en nuestro país se estrene una película suya, si no es casi dos años después y en una plataforma de televisión. HAPPY NEW YEAR, COLIN BURSTEAD contiene todos y cada uno de los elementos más reconocibles de su autor, pero esta vez no hay desparrame, ni desfases orgiásticos, espídicos o micológicos, y sí un ramalazo de madurez que le sienta de maravilla, y que ni siquiera puede emborronar un montaje tan cortante y brusco que puede llegar a desorientar. Por momentos parece que Wheatley va a despegar, acompañado de un elenco bestial (memorables Sam Riley, Neil Maskell y, sobre todo, Charles Dance), pero cada acometida es inmediatamente atemperada, puesta en su justa medida, en un difícil ejercicio de contención en mitad de una historia que pide caos y acaba casi como una indefinible carta de amor entre enemigos. Más cerca del Villeneuve de ENEMY que de barrabasadas como HIGH RISE, es muy probable que más de uno se vea dibujado en alguno de los numerosos personajes de esta epopeya familiar, tan típica como atípica, con situaciones que hemos visto muchas veces, pero cuyo poso sentimental le sienta de maravilla al director británico. Igual que la fantástica banda sonora de Clint Mansell, pero eso ya es más normal...
Saludos y feliz año.

lunes, 30 de diciembre de 2019

Una rabia que resuena a lo lejos



JIA NIAN HUA (LOS ÁNGELES VISTEN DE BLANCO)  demuestra la sensibilidad y talento de Vivian Qu, rara avis del cine chino actual, una directora que antes fue productora (de Diao Yinan, nada menos), y antes se marchó una larga temporada a Estados Unidos, donde se formó en cine y publicidad. Y cuesta decir que estemos ante una cinta proveniente del país asiático, dada la sorprendente versatilidad con la que la directora moldea esta terrible terrible historia, sin caer en obviedades ni sensiblerías. Ésta es una historia muy dura, y por eso parece necesario incitar más que narrar, y veo muchísimo del cine, por ejemplo, de Clint Eastwood, su crudeza atemperada, su rechinante sentido del humor y, más que nada, la cualidad de pasar de un estado de ánimo a otro sin que el montante se resienta. Es la historia de un hombre influyente, con poder, pero apenas le veremos unos segundos. Un hombre que se lleva a dos niñas a un motel en una zona costera. Pero en un acto de justicia, este hombre es irrelevante, y Qu se centra en la complicada figura de Mia, la joven que atendía el motel esa noche. Y parecería que Mia sólo pueda existir por y para el esclarecimiento de un asunto tan terrible, pero ella tiene sus propios problemas; y aquí el film se acerca, por ejemplo, a Farhadi, su versatilidad para mostrar lo cotidiano en lo extraordinario, lo que se traduce en un descorazonador retrato (uno más) de esta China implacable con sus víctimas. Lo es hasta el liberador y apabullante plano final, más que bello, necesario.
Necesaria película.
Saludos.

domingo, 29 de diciembre de 2019

Rincón del freak #386: Los bastardos de la constitución



Se me hace cuesta arriba disponerme a esa tendencia tan arrabalera de fiarlo todo a una constitución, la nuestra, tan necesaria como mejorable hoy día. Todo se ha metido y todo se mete, y cualquier cosa se blanquea por la sacrosanta indiscutibilidad de un texto que, como mínimo, necesita de una revisión urgente, para que no se la sigan apropiando los de siempre. 42 años cumple en este que empieza en breve, y de ese mismo es LA VISITA DEL VICIO, blandiporno de José Ramón Larraz, un señor de esos que hizo muchas películas aquí cuando le dejaron, pero que sólo tuvo oportunidad de demostrar que era un realizador cuanto menos interesante al irse al exilio, donde logró estar incluso nominado en Cannes. Ésta no es nada que merezca la pena reseñar, pero como el año expira, qué menos que languidecer en costas ignotas, al menos en subproductos como éste, en el que se mezclaba un lesbianismo de tercera con despelotes de segunda y algún taconeo flamenco de primera. Todo al servicio de ese infame "destape", donde tanto se confundió la libertad con lo meramente retrógrado, y donde apenas lucían palmito dos trasuntos de actrices que atendían al nombre de Lidia Zuazo y Patricia Granada, que no les suenan a nadie que no viese algún Interviú de la época, claro.
Viva la constitución y el anatómico forense...
Saludos.

sábado, 28 de diciembre de 2019

Deja que acabe de una vez #y 5?



Tan sólo por el ariño que le tengo a un personaje como John McClane, me resisto a no clausurar esta saga ayer, y sí hacerlo hoy con lo que considero, simple y llanamente, una bazofia de película. Debe ser el espíritu navideño, o que me hago mayor, o no sé. Aunque se me ocurre que A GOOD DAY TO DIE HARD es una soplapollez pistonuda, pero también la oportunidad perdida de haber dado un buen final a un personaje que está acabado hace mucho. No voy a contar nada de ella, excepto que los productores se fueron a Hungría para hacerla pasar por Chernobyl, tan sólo por abaratamiento de costes, porque allí es más barato hacer explotar un helicóptero... Ah no, que es CGI del malo. Entonces no entiendo nada, excepto que yo habría imaginado a un Bruce Willis sin dar puñetazos sexagenarios, sino más bien a un tipo de métodos obsoletos arrastrando sus miserias por un par de tabernas. O: cómo echan a patadas de un bar a alguien que una vez pateó a un grupo terrorista de un rascacielos. Ésa sí me hubiese gustado, qué se le va a hacer...
Saludos.

viernes, 27 de diciembre de 2019

Deja que... estalle #4



Ya da igual la Navidad, y los tiros y las patadas. En 2007, ese adalid del CGI llamado Len Wiseman se hizo con los controles de un revival que levantó suspicacias poco infundadas. LIVE FREE OR DIE HARD era un escuchimizado intento de enclavar a McClane en mitad de la era digital, como un mono en una feria, divirtiéndose con cara de malas pulgas. El problema fundamental de esta cuarta parte, además de haber dejado pasar nada menos que doce años, es que a McClane no le hace falta que le llamen viejo, porque siempre lo fue. Por si fuera poco, el malo es un hacker, y el que tiene que salvar es otro; y además, aunque ya Holly es historia, aparece la hija, con la que es inevitable la redención paterna. Es decir: un tipo puede manejar a su antojo todo lo que esté informatizado, pero no puede hacer nada contra un cincuentón con una pistola, que además de salvar el mundo le encuentra novio a la niña (por cierto, una jovencísima Mary Elizabeth Winstead), y todo bañado por la crema fondant de la fotografía de Simon Duggan, y todo sin fumarse un solo pitillo, que son tiempos de vida sana... ¿o no?
Si no la hubieran hecho no hubiese pasado nada.
Saludos.

jueves, 26 de diciembre de 2019

Deja que...¿nieve? #3



Habrá a quien le parezca que no, pero a mí me mola DIE HARD WITH A VENGEANCE, tercera película de la saga, que volvía a poner a John McClane en órbita un lustro después, aunque con un par de ases en la manga. Volvía a la dirección McTiernan, y se nota en sus característicos chispazos de humor, aunque su fuerte nunca haya sido mantener un tono coherente. Aunque ¿a quién le importa? Este antihéroe de la magulladura y el oprobio, de la camiseta de tirantas y el pitillazo, empieza fuerte, con una resaca que parece de verdad (a juzgar por su careto) y una escena que parece sacada del mismísimo Tarantino, con Bruce Willis portando un cartel contra los negros en mitad de Harlem. Y de ahí parece provenir la ocurrencia de incluir a un Samuel L. Jackson que resulta ser todo un acierto dándole réplica a Willis, como si de unos improbables Quijote y Sancho Panza se tratara. Luego, el malo es Jeremy Irons, y su papel (sorpresa incluida), como toda la película, gana enteros en la primera mitad, mientras no vemos su rostro, sino que es una voz al teléfono desquiciando a los protagonistas con unas pruebas cada vez más complicadas, al estilo "Simon says". En definitiva, una peli de acción por todo lo alto, con las constantes en plena forma, pero sin nieve... y sin Holly esperando ser rescatada... Pero en fin, un film más que digno para cerrar una serie, aunque no lo hizo, claro...
Saludos.

miércoles, 25 de diciembre de 2019

Contra la fe



JUSTE AVANT LA NUIT, de 1971, partía de un hecho escabroso (nada menos que un asesinato) para escarbar en los entresijos de la culpa, la mentira, y cómo éstas se interrelacionan hasta confeccionar un traje a medida capaz de tapar cualquier monstruosidad, excepto cuando la conciencia se adueña del individuo. Durante todo el metraje, Chabrol, que no nos ha escatimado la identidad del asesino, lo presenta como un hombre hastiado, casi aburrido de sí mismo, pero que busca algún asidero para descargar su culpa, aunque le horroriza la idea de ir a la cárcel. Por un lado está el hecho de la infidelidad hacia su mejor amigo, desembocando en un crimen que la mujer casi rogaba en un juego sadomasoquista; por el otro, su matrimonio perfecto, su progresiva confesión y la insólita comprensión de ella, absolviéndole de todo pecado y, en un acto deliberadamente burgués, anteponiendo el bienestar de su familia a cualquier cosa que la desestabilice, incluso un crimen. Una película agria, áspera, taciturna como su protagonista (un excepcional Michel Bouquet), y que reconcentra al mejor Chabrol, despojándolo de cualquier artificio y elaborando un retrato a disposición del miserable como un ser de nuestros días, incluso al que nos hemos acostumbrado tanto que ni juzgarlo queremos.
Saludos.

martes, 24 de diciembre de 2019

Deja que nieve #2



Hay un problema insalvable en DIE HARD 2 (maravilloso título), y que los productores ni siquiera se preocuparon de exigir a los guionistas, que se limitaron a seguir el manual, cambiándole apenas el escenario (donde había un rascacielos, ahora hay un avión). Y hasta ahí lo malo... bueno, eso y que al pobre John McLane se le crucen los terroristas asesinos una y otra vez, y que tenga que acabar con ellos para quedar bien con la señora, que era algo que molaba en los 90, como que el prota fume o que se pegue un lingotazo de cuando en vez. Dirigía el ínclito Renny Harlin, un tipo al que nunca se le han caído los anillos a la hora de reconocer que lo suyo es el escozor adrenalínico y el encadenamiento de guasa y golpiza. A mí me gusta, qué quieren que les diga, pero la cosa iba desbarrando hacia la autoparodia peligrosamente... ¿o no?...
Saludos.

lunes, 23 de diciembre de 2019

Deja que nieve #1



Es Navidad, los sentimientos afloran, y me he dado cuenta, más de 11 años después, de que no había puesto ni una sola película de John McTiernan... Dadas las debidas disculpas, entenderán que la combinación terroristas-héroe descalzo-fechas entrañables no se encuentre entre mis preferidas. De cualquier forma, nunca es tarde para recuperar el visionado de DIE HARD, sobre todo porque no son pocos quienes la han tildado de "película navideña", antes que de cúspide de la acción ochentera. Lo mismo puede ser una cosa que la otra, pero no hay duda de que a nadie se le había ocurrido hacerla antes, y quizá por eso lleva más de treinta años siendo elegida como una cinta eminentemente entretenida, o que en ningún momento se cree más lista de lo que es. Se saben el argumento perfectamente, Bruce Willis se convirtió en icono con una camiseta de tirantas mientras todos sufríamos con esos pies, y Alan Rickman apuntó alto con un villano que puede ser muchas cosas menos tonto. Luego se hicieron unas cuantas más, y las iremos comentando, ya puestos... Pero ésta es la mejor. Ustedes lo saben, yo lo sé...
Saludos.

domingo, 22 de diciembre de 2019

Rincón del freak #385: Los millenials en su laberinto



Se pueden cometer muchos pecados en una primera película, pero nunca el de ser soso. Alice Waddington (nada que ver con Andrucha) es molona, o va de ello, o tiene vocación de funcionaria y modales de indie, lo que no casa nada bien. Así las cosas, PARADISE HILLS nace de una historieta de la propia directora, que han adaptado nada menos que Nacho Vigalondo y Brian DeLeeuw, aunque cuesta rastrear en esta ñoñísima imbecilidad a los creadores de maravillas como COLOSAL o THE DISMANTLING... excepto que el primero es su pareja... Para variar, la autora colapsa toda credibilidad con un efecto "mundo cerrado sobre sí mismo" que no le favorece, sino que la deja con un desarrollo tan pesado como rutinario. Con una estética que coquetea con el steampunk, la historia sigue a una chica que es internada en una especie de ¿sanatorio? en el que se la va a moldear a medida del papel de perfecta mujer y mejor esposa, cuando en realidad quiere ser una muchacha libre y sin imposiciones. El desastre toma forma cuando se tira por el lado guay y se marca un amago de amor lésbico, aunque todo lo que pasa lo hace tan deprisa que no da tiempo a sutilezas, por lo que el trazo grueso es lo que predomina.
Una tontería con vestidos raros, actrices con pinta de influencers y Milla Jovovich como la mala malísima, que también da ganas de bostezar.
No la vean, a menos que quieran referencias para un baile de disfraces.
Saludos.

sábado, 21 de diciembre de 2019

De pies y manos



Vamos a tener que empezar a pensar que efectivamente hay una fiebre de adaptaciones de Stephen King. Porque, o es eso, o a lo mejor no es más que la constatación de que hay una crisis galopante de ideas en el cine actual. Sea como sea, me enteré de que existía una versión recientísima de GERALD'S GAME, una novela que leí no hace mucho, atraído por lo insólito de su planteamiento. Transcurre casi enteramente en la apartada cabaña a la que va un matrimonio en busca de reencontrarse con una chispa ya olvidada. El problema sobreviene cuando a él se le ocurre esposar a la mujer a la cama y, en plena excitación, sufre un ataque al corazón, quedándose ella sin poder moverse. Hay significativas diferencias entre el libro y el film, fundamentalmente en la dificultad de centrarse en el punto de vista de la mujer, que en el libro deviene una interesante palabra interior, me atrevería a afirmar que alguno de los mejores pasajes escritos por King, usando para ello un recurso no tan florido, como es la visión del marido muerto y de ella misma, probablemente como consecuencia de un agotamiento progresivo. No es de lo mejor que ha rodado el tan en boga Mike Flanagan, y casi parece más un episodio televisivo (aquí canta Netflix), aunque las buenas interpretaciones de Bruce Greenwood y, sobre todo, una conmovedora Carla Gugino, elevan el tono general de una historia que extrae el elemento terrorífico de la desesperación, en un juego de resistencia mental, y no tanto de las imágenes truculentas, aunque alguna que otra hay.
Saludos.

viernes, 20 de diciembre de 2019

Una brutal caricia



Uno de los mejores debuts del año pasado fue el de Camille Vidal-Naquet, que sorprendió al cine francés con SAUVAGE, una necesaria mirada a esos rincones olvidados, donde normalmene no solemos ni queremos mirar, aunque sepamos que están ahí. A través de la frágil figura de Léo (un excepcional y evanescente Félix Maritaud), un joven cuya vida transcurre prostituyéndose, mientras arrastra una enfermedad que se va agravando por su mala vida, el director nos hace partícipes de un mundo lleno de brutalidad, pero también de inesperada solidaridad. Sin entrar en maniqueismos ni lugares comunes, SAUVAGE se pega al rostro de Léo, a su frustración al ser rechazado por todo el mundo, especialmente por el hombre al que ama, que sólo piensa en marcharse lo más pronto posible. Las escenas de sexo son explícitas, pero nunca gratuitas, y hay un extraño halo de ternura incluso en los sórdidos lugares que frecuenta el protagonista, o en las consultas donde es atendido y donde encuentra una cercanía que parece escapársele constantemente. Una película que no habla tanto de sexo como de afecto, y que concluye tan enigmáticamente como empieza, preguntándonos si realmente podemos ser plenamente felices. Y sobre todo ¿dónde reside exactamente la realidad?
Magnífica.
Saludos.

jueves, 19 de diciembre de 2019

La isla misteriosa



Hoy me apetecía algo ligerito, como cuando uno tira hacia la ensalada en lugar del chuletón, o decide darse un paseo en vez de irse de fiesta. Sea como sea, el caso es que deberían abundar las películas como SWEETHEART, al menos en lo que a cine de género se refiere. Se trata de una pequeñísima producción de la Blumhouse, más orientada a la serie B, y evitando cualquier tentación de vana grandilocuencia. En apenas 80 minutos, J.D. Dillard empaca el petate y nos lleva hasta una isla desierta en mitad del océano, hasta donde llega una joven tras sufrir un naufragio. En el reducido espacio de la playa y un trocito del interior de la isla, esta joven se queda sola tras asistir a la muerte del que parece el otro superviviente. Pero no está exactamente sola, sobre todo de noche...
Sí, una de terror, de monstruos, de supervivencia. La hemos visto mil veces, y mejores, pero la mayoría son peores por creerse mejores de lo que son. No es el caso. SWEETHEART, dejando aparte la trama principal (que se hace algo indigesta, por repetitiva), contiene un par de ideas bastante bien resueltas, como el aprovechamiento del espacio único como elemento para construir un creciente clima de terror, o la angustiosa sensación de tiempo circular, que hace estremecerse a la protagonista cuando cae la noche. Por cierto, atención a la joven Kiersey Clemons, que ya viene apuntando maneras y puede ser uno de los nombres importantes de los próximos años.
Para una tarde aburridilla es perfecta.
Saludos.

miércoles, 18 de diciembre de 2019

La vida en una opereta



A Chabrol, lo que siempre le ha costado es el tono, atemperarlo para no irse por las ramas, intensificarlo para no caer en el sopor. Sus mejores películas son las que con más acierto han acompasado estos dos extremos, pero LA RUPTURE no está entre ellas. Se trata de otro thriller doméstico, abierto con una brusquedad casi de índole expresionista, y que luego se hunde en una rutinaria placidez que sólo salva una superlativa Stéphane Audran, en uno de sus mejores papeles. Ella es una madre coraje que huye del hogar conyugal tras la brutal agresión que sufre a manos de su marido, y tras el que su hijo queda internado en un hospital en estado grave. Sin decidirse muy bien por dónde tirar, Chabrol propone la odisea vital de esta mujer, que se ve obligada a rehacer su vida, sin sospechar que sus suegros, unos millonarios sin escrúpulos, están decididos a dejarla en la miseria y arrebatarle al niño. De repente, el marido ya no existe, el niño es una figura invisible en un hospital que no vemos, y todo se centra alrededor de los zarandeos de esta mujer, acechada por un tipo sin escrúpulos que ha contratado el suegro, y rodeada de una caterva de incompetentes, que van desde la casera y su cohorte de "viejas del visillo", un abogado que la adula sin ayudarla, o un doctor que le tira los tejos sin darle noticias relevantes de su hijo. En fin, una película que ve sin agobios, aunque se hace algo larga, y que a la excepcional Audran suma la siempre estimulante presencia de Jean-Pierre Cassel, en un registro alejado de sus seductores galanes.
Normalita.
Saludos.

martes, 17 de diciembre de 2019

Hasta luego, Lucas #10



Antes de que me apedreen los puristas, los fans, o como se llamen, repetiré por enésima vez que no soy ni un purista, ni un fan, ni como se llame de Star Wars. Espero que así se entienda mejor que, sin esperar ni lo más mínimo, la conclusión tras ver (de rebote) SOLO: A STAR WARS STORY, es que me parece una película entretenida, sin pretensiones, y que hace algo muy complicado, que es levantar una historia decente prescindiendo de la mayoría de ases en la manga que una saga como ésta te da e antemano. Y añado: me rechina el cine de Ron Howard. Lo encuentro relamido y poco franco, como un chiste fuera de contexto, pero como tampoco esperaba nada mejor, quizá por eso me haya gustado, aunque sea con moderación. Y para no dármelas decsubidito, ni nada de eso, concluyo con que se trata de un "origins" de toda la vida, con los trucos de guion de Lawrence Kasdan de toda la vida y con el mismo desarrollo que George Lucas ha imprimido a "su saga", también de toda la vida. Correcta para ver un día de asueto, sin dilemas existenciales y con la única condición de agarrar las palomitas y reencontrarse con los mismos viejos colegas de toda la vida. Incluso es posible que Howard haya filmado el final más redondo de todos los que ha filmado, aunque sigue siendo como un eterno aprendiz, claro...
Saludos.

lunes, 16 de diciembre de 2019

Terremotos del alma



No es ninguna tontería afirmar que Pema Tseden se encuentra entre los nombres más relevantes del cino chino reciente. Su cine es de una depuración extrema, pero lo es aún más la simplicidad y compromiso con cada historia que quiere contar, aunque todos sus films giran en torno a un tema común: la progresiva decadencia de la sociedad tibetana. En este sentido, THARLO es una obra maestra indiscutible, y un exponente deslumbrante de inducción sin subterfugios narrativos. Este demoledor film se abre con el largo recitado de un casposo panfleto maoísta a cargo de Tharlo, un humilde pastor de ovejas. Se lo recita al jefe de policía a petición suya, ya que admira la prodigiosa memoria del pastor, justo antes de proceder a hacerle su primer carnet de identidad, lo que ya es una declaración de intenciones. Sin embargo, Tharlo no tiene foto, por lo que debe acudir a un fotógrafo. Pero el fotógrafo, ante el aspecto desaliñado del pastor, le pide que vaya a una peluquería a lavarse su largo pelo. Y en la peluquería, la joven que le atiende lo invita esa noche a ir a un karaoke. Sin saberlo, Tharlo está ante lo que es, sin paños calientes, su paso a la autodestrucción. Pema Tseden filma con calma y rigurosidad esta pequeña pero importantísima odisea, devenida caída en desgracia, con la extraordinaria interpretación de Shide Nyima, que borda su papel, cuando en realidad es un famoso presentador en la televisión tibetana. Una especie de alegoría sin género, con la que puedes reír, llorar o temblar de pavor; con la que puedes rastrear a Murnau y a Rossellini, a Dostoievski y a Kafka. Una película tan diferente a la norma, que cuesta creer que ese trozo de un lugar tan remoto como el Tibet sea tan cercano a todo lo que conocemos.
Obra maestra absoluta.
Saludos.

domingo, 15 de diciembre de 2019

Rincón del freak #384: La diferencia entre ingenuidad y retraso



La película de hoy podría, por sí sola, sustentar sin problema alguno esta sección entera. Me crean o no, la vi con unos diez años, y desde entonces la he buscado infructuosamente, con la carátula del VHS rondando mi mente, junto a un puñado de imágenes que se han mantenido casi indelebles desde entonces... y ha llovido algo ¿Imaginan una peli de ciencia ficción coproducida por dos países que actualmente no existen? Pues eso no es nada, porque GOSTI IZ GALAKSIJE (LOS VISITANTES DE LA GALAXIA), que así se llamaba el artefacto, es una bizarrada hiperbólica, y por momentos inenarrable. Coproducida, como decía, entre Checoslovaquia y Yugoslavia, estaba dirigida por Dusan Vukotic, pionero de la animación yugoslava allá por los años cincuenta, y contaba la historia de un señor con cara de yugoslavo que quería ser escritor de novelas de ciencia ficción, aunque apenas las imagina grabando su voz con un estrambótico casco puesto. Sin embargo, los personajes que ha imaginado cobran vida porque... ¡lo amamantó su padre!... Luego el asunto es una locura, con los turistas de Dubrovnik despelotándose para recibir a los alienígenas, la novia del escritor reducida a un dado de parchís o la esférica nave colándose en cualquier casa. Pero lo mejor se reserva para el final, con una larga escena digna del mejor Kusturica, un banquete de boda anárquicamente invadido por un inenarrable monstruo alienígena creado por el genial Jan Svankmajer, y donde se suceden decapitaciones y mutilaciones de todo tipo, mientras el ciego sigue tocando el acordeón...
Es mala, sí, tanto que es buenísima; y la he visto recientemente y la recuerdo igual de impactante que entonces... y eso sí que no tiene precio.
Un saludo.

sábado, 14 de diciembre de 2019

Sabor y semántica



Hay un problema de fondo en una película tan descompensada como THE KING, la penúltima propuesta de Netflix para intentar convencernos de que son unos tíos seriotes. Y qué mejor forma de hacerlo que con Shakespeare, pregunto. El problema, el problema de fondo, es que es muy difícil adaptar bien a Shakespeare; o se cae en la anestesia, o en la ingenuidad didáctica o en la pomposidad innecesaria. David Michôd es un realizador interesante, mucho, desde que lo descubrimos con su imponente ópera prima, pero su guion, escrito a medias con Joel Edgerton, no es un guion, sino un corolario de sensaciones. Y me da la impresión de asistir a un refrito de CAMPANADAS A MEDIANOCHE, el ENRIQUE V de Branagh (nunca el de Olivier) y unas gotas de BRAVEHEART en lo de las batallas. Demasiado refrito para dotar de entidad a una representación que se pretende rompedora y renovadora, pero que peca de la urgencia televisiva (dos horas y media), aunque a su favor habla un heterodoxo ramillete de interpretaciones, unas más interesantes que otras. Edgerton comienza su Falstaff deliberadamente wellesiano, pero acaba engullido por una solemnidad que no le pertenece; Timothée Chalamet hace lo que puede por "jovializar" (sea esto lo que sea) a un Enrique en exceso apesadumbrado; lo de Pattinson no sé cómo tomarlo, porque roza la genialidad y el ridículo a partes iguales, pero demuestra que es un muy buen actor. Por contra, dos actores con pocos minutos lo bordan, como es el caso de Ben Mendelsohn al principio y, sobre todo, un finísimo Sean Harris al final, uno de esos actores por los que merece la pena esperar dos horas y pico de... en fin, lo que sea...
Saludos.

viernes, 13 de diciembre de 2019

Uf



Uf, sí. U y Efe. Porque llevo mucho tiempo defendiendo con uñas y dientes el cine de Jim Jarmusch, la honestidad con la que reclama una salida al exterior de los cineastas no visibles, sin temor ni vergüenza, sin complejo de inferioridad. Y resulta que THE DEAD DON´T DIE es una canallada, simpática pero muy lejos del cine que Jarmusch venía haciendo. Y aún más canalla me parece que abrieran Cannes con esta película, aunque de Cannes ya no me sorprende nada. Lo que sí me sorprende es la dejadez con la que Jarmusch va desentendiéndose de la película, cuando el preámbulo es interesante (la primera escena de Iggy Pop es para descojonarte vivo). Sí, claro que es una comedia, de ahí el tono general; y claro que siguen estando ahí las metarreferencias, esta vez poniendo el acento en una sociedad literalmente zombificada, que ya no reviven para comer cerebros, sino para seguir atiborrándose de sus antiguas adicciones. Incluso Jarmusch roza la genialidad durante un par de minutos, cuando tira abruptamente la cuarta pared en un diálogo entre unos apáticos Bill Murray y Adam Driver. Ni lo sueñen, sin querer destriparles nada (nunca mejor dicho), lo que sigue es una ida de olla pero por la cara, y a la que es imposible encontrar una explicación. En fin, que es Jarmusch, y siempre puedes esperar algún chispazo de su genio, pero es seguro que no se trata de su mejor film ni de lejos.
¿Autohomenaje? ¿Hartazgo existencial?...
Uf...
Saludos.

jueves, 12 de diciembre de 2019

Corran, vayan y díganle



Filmada como un viaje circular, más que como un típico western crepuscular, a base de redenciones y rendiciones, es verdad que THE SISTERS BROTHERS contiene mucho de todo ello, tanto del clasicismo más reconocible como de los títulos que han hecho del género toda una tabla insospechada de renovación del mismo. Es ahí, en la mezcla, de brutalidad y ternura, de humor y momentos desgarradores, donde Jacques Audiard consigue atrapar el misterio de la extraordinaria novela de Patrick deWitt, y erigir uno de los mejores y más inesperados westerns de los últimos tiempos. Concebida como una búsqueda (la que los mencionados hermanos inician para atrapar a un químico que ha inventado una fórmula para visibilizar el oro en el agua, por orden de un misterioso "Comodoro"), finalmente queda como un regreso, o un extraño viaje iniciático y revelador, donde nadie es ya el mismo. Mención aparte merece el contundente reparto, responsable de que el ritmo no dacaiga en ningún momento. Espléndidas son las interpretaciones de John C. Reilly y Joaquin Phoenix, y no les van a la zaga un conmovedor Jake Gyllenhaal y Riz Ahmed, gran revelación de la película. Como curiosidad, el plano final, que involuntariamente previsualizaba a Rutger Hauer, fallecido el pasado mes de Julio, casi despidiéndose de todos los que lo hemos disfrutado
 en pantalla.
Para verla más de una vez.
Saludos.

miércoles, 11 de diciembre de 2019

La justicia del tenaz



QUE LA BÊTE MEURE es un thriller de los que hay que degustar con calma, y que redimensiona a sus personajes siempre en torno a un suceso crucial, en este caso la trágica muerte de un niño por culpa de un tipo despreciable, que iba demasiado rápido en su coche y ni siquiera se tomó la molestia de socorrerlo. Basada en la novela de Nicholas Blake (para quien no lo sepa, seudónimo utilizado por Cecil Day-Lewis, padre de Daniel), pone en marcha un dispositivo infalible, el desatado por la implacable venganza que el padre del chico va construyendo en su cabeza, al mismo tiempo que inicia una búsqueda, la del culpable, que tiene más de disparo al aire que de certeza. La película es arrítmica, con bruscas subidas y bajadas, y con un guion deliberadamente pausado, pero que funciona como un reloj, a cargo de Paul Gégauff y el propio Chabrol. Y es necesario señalar las dos grandes interpretaciones de un Michel Duchaussoy, ejemplo de contención, y el gran Jean Yanne, que aparece muy avanzada la película, y que llena la pantalla de un estupor insoslayable. Además, contiene una escena en barco que a muchos les traerá a la mente nada menos que a Patricia Highsmith.
Excelente.
Saludos.

martes, 10 de diciembre de 2019

Qué lejos ha quedado aquella amistad



Lo he dicho tantas veces que me da ya hasta un poco de reparo. La constancia con la que se están revisitando asuntos del pasado nos deja, fundamentalmente, dos hechos incontrovertibles: se puede mejorar lo que era cutre, pero se corre el peligro de que el truco quede al descubierto. No tengo ninguna duda de que Mike Flanagan es un buen director y un tipo honesto, pero Stanley Kubrick efectuaba revoluciones a 24 fps. No he leído DOCTOR SLEEP, y sí THE SHINING, pero no han sido pocos los que me habían advertido de que la continuación corregía y aumentaba a la primera. El resultado en cine, sin embargo, no nos dice lo mismo, y sí que este film puede estar más cerca de la escritura de Stephen King que del cine de Kubrick, y que, por tanto, cada acercamiento al genial cineasta no hace más que restarle una verosimilitud que sí alcanza mientras se agarra a la prosa, arañada y minuciosa, del escritor. No estoy, por tanto, de acuerdo con quienes han quedado deslumbrados con el ejercicio de mímesis del arrebato final, y me gusta mucho más cómo todo lo que viene antes desenreda mucho de lo críptico (que fue mucho) del film de Kubrick, que era, insisto, genial, pero que prefería tirar por la calle de enmedio y dejar a más de uno con un palmo de narices. Pero bueno, lo cierto es que estamos ante una cinta sumamente entretenida, con un buen pulso por parte de Flanagan y unas interpretaciones que dejan momentos de altura de Ewan McGregor, pero sobre todo de una sorprendente (y no lo digo nunca, pero vaya mujer [perdónenme]) Rebecca Ferguson...
Correcta, un poco demasiado larga y abusona de sus propios hallazgos.
Saludos.

lunes, 9 de diciembre de 2019

La vida en un cuarto 2



Cuatro años después, Liu Jiayin filmaba la que continúa siendo su última película. NIUPI ER radicalizaba aún más la visión de la joven directora, distribuyendo en nueve únicos planos fijos sus más de dos horas de duración. Centrándose en la preparación de unos dumplings, el film sigue todo el proceso, desde el relleno hasta la masa, mientras los tres integrantes de la familia discuten sobre todo lo que nos es negado visualmente. El trabajo, la economía, el disgusto por una hija a la que creen (y así tratan) como una inútil, ya que es incapaz de ningún trabajo manual. Todo lo que, en fin, solemos tener delante de nuestras narices, pero tan pocas veces nos es mostrado en una pantalla más ocupada de nimiedades y absurdos a los que hace pasar por importantísimos. Diez años han pasado desde entonces, y no parece que volvamos a tener un nuevo trabajo de Liu Jiayin, que en diversas entrevistas en el Festival de Cannes, donde obtuvo un premio en la "Quincena de realizadores", declaró que dejaría el cine y se dedicaría a impartir clases de literatura. Una lástima.
Saludos.

domingo, 8 de diciembre de 2019

Rincón del freak #383: Fracasar mejor



Poco o nada se sabe de qué diablos le pasó por la mente al bueno de Mike Figgis para perpetrar un engendro tan indescriptible como THE LOSS OF SEXUAL INNOCENCE. Como si de una mezcla aleatoria de Monty Python, Terrence Malick (o Iñárritu, lo mismo da) y Tinto Brass se tratara, podría parecer que estamos ante una especie de memoria sentimental del autor, finalmente luciendo como una baratija abandonada que nos quieren hacer pasar por trascendente. Es imposible filmar un guion peor, porque Figgis se lo toma en serio y quiere hacer cine de autor; ni tener un montaje tan terriblemente caótico; o que los actores estén tan perdidos que parecen improvisar constantemente (y por allí estaban Saffron Burrows, Julian Sands, Kelly MacDonald o una Rossy de Palma terrible); o que hasta el habitualmente gran fotógrafo Benoit Delhomme parezca usar filtros de noche americana... No sé, es todo muy bizarro y muy inexplicable. Perdida en los sótanos del fondo de armario de Sony Classics, se trata de personajes recordando la primera pajilla, los remordimientos y esas cosas... Y de golpe y porrazo... ¡Adán y Eva! Blanca ella y negro él, miccionando en un lago y provocando alguna carcajada de incredulidad. Una cosa extraña, en serio, y que hace que la frase de Beckett cobre más sentido si cabe, porque yo a Figgis lo respetaba un poco, pero no sabía que hace veinte años le dio por hacer esto... En fin.
Saludos.

sábado, 7 de diciembre de 2019

Ríos de tinta #4



Cerramos este cuadrado perfecto de la única manera posible, volviendo a Tennessee Williams y la que puede que sea su obra más oscura y perturbadora. SUDDENLY, LAST SUMMER es una cumbre de lo que significa escribir para cine, como si las cuatro manos de Gore Vidal y el propio Williams se alternasen con maestría para invitar al espectador a adentrarse en el ponzoñoso revoltijo de nauseabundas e interesadas intenciones de una familia simplemente despreciable. Esa es la historia tras el internamiento de la joven Catherine (una explosiva Elizabeth Taylor) en el hospital psiquiátrico que su tía está financiando de forma sospechosamente generosa. Toda la familia concluye que Catherine está trastornada, obsesionada tras la extraña muerte de su primo Sebastian (figura invisible pero crucial), aunque lo que se va desgranando es una turbia madeja de intereses cruzados y el terrible secreto que sólo ella conoce, y que inculpa a toda la familia. Con un excelente reparto, que completaban Montgomery Clift (el joven doctor que es el único que cree a la infortunada), Katharine Hepburn y la estupenda Mercedes McCambridge, Joseph L. Mankiewicz compone una sinfonía de pequeños horrores, los que las familias "honorables" tienden a sepultar bajo mentiras aceptadas y falsas apariencias. Un grito de desesperación hecho cine, con mucho de exorcismo autobiográfico y un desenlace tan rompedor como el bañador transparente de la Taylor, que quizá fue lo que dejó inexplicablemente a esta obra maestra sin una sola estatuilla.
Saludos.

viernes, 6 de diciembre de 2019

Ríos de tinta #3



Y cerraremos con Tennessee Williams, no hoy, sino mañana, en una sesión doble que hoy representa una extraordinaria película titulada SWEET BIRD OF YOUTH. Y de nuevo Paul Newman... ¿qué quieren que les diga? Deben ser casuales las similitudes con el film que inició este minirrepaso, pero el tema es recurrente, aunque con diversos matices. Él es un tipo que se marchó de su pueblo para probar fortuna, y ahora vuelve con una antigua estrella, alcoholizada en el asiento de atrás de un polvoriento Cadillac descapotable. Allí le esperan todos y cada uno de los fantasmas que, por mucho que lo intentase, nunca pudo dejar atrás. Tras la imponente figura del cínico y destructivo gobernador (por llamarlo de alguna manera), queda la frágil muchacha con la que soñó casarse, y a la que ahora recuerda con una mezcla de desaire y condescendencia. Sin embargo, el odio que le profesa el gobernador y padre de la joven (un demoníaco Ed Begley) le lleva a descubrir el terrible secreto por el que su familia estaría dispuesta a acabar con él. La elaboradísima dicotomía entre ese pueblo, hostil y hospitalario a partes iguales, y la habitación del hotel, en la que la estrella de cine (soberbia Geraldine Page) despierta de un sueño etílico entre pesadillas y alucinaciones, es una maravilla de composición narrativa y uno de los máximos exponentes del dominio del stage de un Richard Brooks al que siempre intento reivindicar desde estas páginas.
Un título inolvidable, de los que hacen época, y por supuesto una de las mejores adaptaciones literarias de todos los tiempos, con uno de los finales más orgiásticos que yo recuerdo.
Saludos.

jueves, 5 de diciembre de 2019

Ríos de tinta #2



La literatura de Francis Scott Fitzgerald suele tener la cualidad de la cocción a fuego lento, de la urdimbre que aún sosiego y pasión, de un sentido de la justicia que tiende a poner a sus personajes en su sitio, sea éste más o menos agradable. De este sentido trágico dio buena cuenta Henry King, en el que a la postre sería su testamento fílmico. TENDER IS THE NIGHT es una película ridículamente maravillosa, o maravillosamente ridícula; una elegía del pijerío extremo, o de cómo un señor normal, por ayudar a una niña bien, de las de problemas inventados, a tener una vida real, se verá arrastrado por esa sociedad de apariencias y traiciones a su propia auto destrucción. Hay un 99% de la vida del propio Scott Fitzgerald aquí, sus obsesiones y cadáveres bajo llave, y el trabajo de Ivan Moffat no fue sencillo, pero es absolutamente necesario imbuirse (o inmolarse) en sus dos horas y media, para terminar constatando de la dificultad de este guion para no caer en la cursilería y, al mismo tiempo, construir con paciencia de orfebre este febril descenso a la insatisfacción y el desengaño. Hay mansiones en la Riviera, sanatorios en Zurich, batas con escudos y fastuosos vestidos de Balmain. Pero también están unos espléndidos Jason Robards y Jennifer Jones diciéndose lo mucho que se quieren y lo poco que tienen que ver entre ellos. Y una partitura de Bernard Herrmann inolvidable.
Porque como decía Keats...
Saludos.

miércoles, 4 de diciembre de 2019

Cuernos



LA FEMME INFIDÈLE confirma, e incluso amplía, uno de los mejores momentos creativos de un Claude Chabrol más sobrio en las formas y atento en los contenidos, con gran inspiración en Hitchcock, pero sin perder de vista su habitual crítica a las clases sociales acomodadas. Puede que se trate de su film más introspectivo y opaco, sin un solo amaneramiento y con dos o tres escenas memorables, apoyadas siempre en la muy inquietante pareja formada por Stéphane Audran y Michel Bouquet (de quien me entero que está en plena forma a sus 94 años). Ellos son un matrimonio de clase media-alta, que tiene una apacible vida junto a su pequeño hijo, hasta que él empieza a sospechar que su esposa le oculta algo. De carácter tranquilo y educado, el marido medita qué hacer, cuando tras contratar a un detective privado, éste le confirma que se está viendo periódicamente con un ignoto escritor. Es imposible seguir contando nada más a partir de aquí, pues nos cargaríamos la gran sorpresa final, llevada por Chabrol con tanta contención y sutileza, que termina siendo sorprendente y esperada a partes iguales. Y, pese a sus referencias hichcockianas, que son muchas, más que un ejercicio de suspense, termina siendo una implacable disección del alma y carácter humanos, cuando son sometidos a una traición que consideran imperdonable.
No llego a considerarla una obra maestra, pero sí una de las mejores películas de la incipiente etapa chabroliana, y tiene un final tan hermoso como terrible, y en último término conmovedor.
Saludos.

martes, 3 de diciembre de 2019

Ríos de tinta #1



Con un poco más de espacio, esta semana va a estar copada por cuatro títulos a los que mi imaginario suele relacionar por motivos que ni siquiera a mí mismo me quedan del todo claros. Son cuatro adaptaciones literarias, muy cercanas en el tiempo y de algunos autores que precisamente yo suelo citar como los que mejor han quedado en una pantalla. Uno de ellos es William Faulkner, uno de mis dioses indiscutibles tal y como yo entiendo la construcción literaria, y que obtiene una de sus más certeras adaptaciones en THE LONG, HOT SUMMER, de 1958. Posiblemente la mejor película de Martin Ritt, y la que dio el verdadero pistoletazo a dos acontecimientos: la temprana consagración de ese mito inmortal que luego sería Paul Newman y el inicio de su inquebrantable historia de amor con Joanne Woodward, con la que permanecería hasta el fin de sus días. Pero no seríamos en absoluto justos si no mencionáramos qué hace tan especial a esta película, comenzando por la insólita y genial adaptación que Irving Ravetch y Harriet Frank Jr. hicieron de nada menos que tres trabajos del Nobel de Misisipi, algo que me parece una maravilla de inventiva. Dos relatos breves ("Spotted horses" y "Barn burning") y la novela "The Hamlet", para introducirnos en ese verano que cambió para siempre las vidas de un grupo de personas en el pequeño pueblo que prácticamente es propiedad del potentado Will Varner. Él, Ben Quick (Newman), se ha visto obligado a marcharse, acusado de incendiar un granero, y encuentra acomodo en Frenchman´s Bed, paradigma de ese viejo Sur, tan sugestivo como a vecs adormilado, siempre pagado de sí mismo. Varner (un colosal Orson Welles) ve en Quick la única posibilidad de dejar su fortuna en manos más diestras que las de su inoperante hijo (Tony Franciosa), por lo que intenta por todos los medios forzar que éste se case con su hija (Woodward), maestra de escuela y refractaria al casamiento, y menos con un hombre que se revela excesivamente "echado para delante". Es ese verano acelerado pero pastoso, de chicharras incesantes y secretos que no pueden quedar más tiempo sepultados, y es ese sabor a literatura de la de verdad, con personajes rotundos pero de múltiples facetas. Y es esa sensación de plenitud, de ver una película que, quizá sin pretenderlo, es una gran película que permanece así hasta nuestros días.
Imperdible.
Saludos.

lunes, 2 de diciembre de 2019

La vida en un cuarto



¿Qué puedes filmar si eres una estudiante de cine de apenas 23 años en China? Probablemente, lo que más cerca tengas. Eso debió pensar Liu Jiayin cuando rodó NIU PI (CUERO DE BUEY), radicalísimo film, hecho con una cámara de baja calidad, con la propia cineasta y sus padres como únicos protagonistas, y con una única localización: el pequeño y opresivo apartamento donde malviven los tres. Lo que Liu Jiayin consigue es lo que a tantos y tantos cineastas profesionales se les escapa, una inmersión hasta la asfixia emocional en la realidad, sin dejar claro si es un documental ni "contar" nada frontalmente. Hay algo de lo que el padre se avergüenza de su hija, aparentemente su altura, pero intuimos algo menos ordinario. El padre, que no cesa de discutir, con la madre, con la hija, con el mundo allá fuera, que se nos obliga a imaginar. Discusiones por todo, por el dinero, sin tregua en las comidas, filmadas íntegramente a lo largo de 23 planos estáticos, muy conscientes de sí mismos. Más que una película, una experiencia; e insisto: la maravillosa sensación de asomarnos al vértigo de lo real.
Liu Jiayin volvió a rodar, 4 años después, la segunda parte, pero se lo contaremos la semana que viene, por supuesto.
Saludos.

domingo, 1 de diciembre de 2019

Rincón del freak #382: ¡Patoaventuras!



¿Tienen ustedes la edad suficiente para acordarse de HOWARD THE DUCK? Lo digo porque ahora es muy modernito ponerse de los ochenta, pero entonces había cosas como ésta en cartelera. Aunque la cosa acabó como acabó, claro, con George Lucas echando chispas con una taquilla que quedaba muy por debajo de los treintaytantos kilos que costó esta locura acerca de un pato que se ve súbitamente transportado desde... ¿Patolandia?... hasta la Tierra. El problema no es ése, el problema es que el pato Howard provenía del cómic, y fue uno de los primeros exponentes de que Marvel también podía atreverse a hacer tebeos en una línea más satírica e irónica, lejos de la pompa superheroica. Así, Spielberg recomendó al binomio Huyck/Gloria Katz a Lucas, ya que venían de guionizar el segundo capítulo de las aventuras de Indy. Pero desgraciadamente Howard no tiene nada que ver con la épica aventurera, sino más bien con el espíritu transgresor de Guardianes de la Galaxia (en cuya segunda parte aparece, por ejemplo). El resultado es una bobada de aquéllas, con cardados, diálogos insustanciales y unos FX que aún nos preguntamos cómo costaron tanto. Por otra parte, al pobre Howard al menos le dan unos minutos, los iniciales, en los que lo vemos llegar con unas copas de más a su apartamento y encenderse un puro, acompañado por la música de John Barry... ¡Sale hasta una patita en bolas!... En fin, un desastre, entrañable pero desastre. De hecho fue nominada a peor película de los años ochenta, honor que ostenta (y no sé muy bien por qué) MOMMIE DEAREST, el biopic sobre Joan Crawford... ¿?...
Ah, y si le preguntan a Tim Robbins, él nunca estuvo allí...
Saludos.

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!