domingo, 31 de mayo de 2020

Rincón del freak #408: Narraterror



"Narraterror". Sí, me lo he inventado, pero sirve. Sirve para identificar el enorme, insoslayable bulto de una serie de producciones a las que no se les encuentra el sentido de la existencia por ninguna parte, pero que comparten un denominador común que paso a explicar brevemente. Se trata del terror a narrar, a contar algo, a tener que estrujarnos la sesera más allá de lo que llegaría hasta la lógica de un jardín de infancia ¿Qué impulsa a estas productoras a seguir financiando películas que ya se han hecho y que ya no aportan nada? THE TURNING, por ejemplo, es lo mismo que hacerle un favor a Amenábar y elevar a LOS OTROS a la categoría de obra maestra. Así es la cosa en este fétido e inmoral puntapié al clásico inmortal de Henry James. Sin color, sin ingenio, sin chispa, sin ni siquiera terror. Ni un susto decente, con interpretaciones que dejan en muy mal lugar a un puñado de actores y actrices solventes. De los niños no hablo (repelentes se les queda corto, la pobre Joely Richardson al menos sale muy poco tiempo. Pero lo peor se lo lleva Mackenzie Davis, desquiciada y desquiciante como la peor institutriz posible, la más inadecuada y la menos creíble. Y todo en hora y media aburrida, miserabilista, sin un gramo de interés; una bazofia sin siquiera el salvavidas del humor o la sorna, y sí con una preocupante falta de perspectiva, como si las cosas se pudieran hacer maquinalmente, sin repensarlas.
Probablemente una de las peores películas de lo que llevamos de siglo.
Saludos.

sábado, 30 de mayo de 2020

Los posibilistas



Debo estar perdiéndome algo con Alexandre Aja, no sé. Veo su determinación técnica, el dominio de la atmósfera y la tensión, la seriedad y profesionalidad con la que encara cada proyecto. Pero no me llega, no me hace temblar de emoción, no hay un gramo de poesía en su cine de vendedor de tractores, cine cazurro, gomoso en el discurso, que sospechosamente no se hace una sola pregunta, quizá por no disponer de respuestas. CRAWL es así, una hora y media frenética, sólida, armada con la intención de no esquilmar información, sino dejar claro desde el principio qué compone el menú. Es honesto, supongo, pero también carente, como el cine de un principiante, solo que Aja no lo es, y parece confortable en esa tierra de "grandes artesanos", no tan poblada como podría parecer. Aquí, una chica pasa de la piscina a una Florida anegada por un huracán, en la que busca a su padre, que era su gran valedor como nadadora de élite. Luego salen cocodrilos, por lo que el banquete de agua y sangre está servido; todo encaja, pasa rápido y es disfrutable. Luego, a la hora y media, la pregunta es insistente ¿consumo o consumismo?... Pues eso.
Saludos.

viernes, 29 de mayo de 2020

Una balanza sin contrapeso



Me lancé a ver la segunda parte de una serie cuya primera me gustó mucho. El resultado, sin ser desalentador, confirma el gran problema de tantas y tantas producciones actuales. THE TERROR: INFAMY tiene un error ocultado por otro mayor, lo que no deja de ser curioso, aunque francamente, todo es curioso en esta producción de la AMC. El error oculto es que no tiene nada que ver con la anterior, ni en fondo, ni en forma, ni en nada; no es algo terrible, pero se agradecería que pudiésemos identificar algo entre ambas. El problema no reside ahí, sino en que nunca estamos seguros de qué se nos está contando exactamente. Partiendo de las vivencias de muchos de los refugiados japoneses, que fueron internados en campos de concentración en Estados Unidos y Canadá en mitad de la WWII, se nota que hay un gran interés en subrayar la anómala situación de familias enteras, obligadas a esperar un destino incierto en un lugar deshumanizado. Ahora bien, el cliffhanger principal no es éste, sino la introducción de un elemento sobrenatural (los yurei: especie de espíritus malignos, de naturaleza bastante insidiosa), que en lugar de acaparar la explicación total, lo que hace es trivializar el hecho histórico, con una amalgama de dimes y diretes dinásticos que son francamente cansinos, y que dejan esta segunda temporada como una extraña anomalía (si me permiten la expresión). Por un lado, los actores, la ambientación, la fotografía, el ritmo, todo encaja y es más que notable. Pero, entre ustedes y yo... ¿De qué carajo nos estaban hablando?...
Saludos.

jueves, 28 de mayo de 2020

Rápido y efectivo



Otro de los títulos que me habían pasado desapercibido era HAUNT, un curioso slasher que, sin inventar nada, tampoco se cree más listo de lo que es, y ofrece ni más ni menos que un cóctel justo de sobresaltos, casquería y algo que no suele abundar en estos productos: coherencia. La historia la hemos visto cientos de veces, con los típicos jovenzuelos incautos cayendo en una trampa mortífera y siendo eliminados poco a poco. El interés radica fundamentalmente en que todo es ofrecido en su justa medida, sin ser autoparódica, ni muy retorcida, ni repetitiva. Y puede que hasta sepamos cómo va a terminar todo, pero no es menos cierto que hasta su desenlace (lo cierto es que el epílogo lo podían haber matizado), los directores evitan caer en la tentación de especular con el clima, ya que éste lo es todo en la narración. Los personajes tienen reacciones lógicas, los malos no se regodean inútilmente, y el misterio que rodea el "qué" y el "por qué".
Muy interesante y entretenida. Recomendable.
Saludos.

miércoles, 27 de mayo de 2020

El que roba a un ladrón...



RIEN NE VA PLUS, de 1997, ha quedado algo olvidada, diluida en la mastodóntica filmografía de Claude Chabrol, pero es de justicia reivindicarla como uno de los guiones, de los firmados por el propio Chabrol, más ingeniosos, coherentes, y finalmente originales. Apoyado en la espléndida interpretación de dos gigantes como Michel Serrault e Isabelle Huppert, comienza con un planteamiento típicamente hitchcockiano, manteniendo la ambigüedad sobre lo que se está viendo, en este caso una joven a la que intuimos aviesas intenciones respecto a un pobre asistente a una anodina reunión-congreso de productos agrícolas, mientras ambos son discretamente espiados por un señor mayor. Luego sabemos que ambos son compinches, una pareja que despluma a incautos, aunque no del todo, como una especie de comportamiento particularmente ético. Luego, ella conoce en un viaje a un hombre que viaja con una maleta esposada, creyendo que debe contener una importante suma; ahí cobra nuevo interés el film, disparándose un inacabable juego de engaños y apariencias, sin saberse nunca quién está engañando a quién, y desembocando en un desenlace magnífico, algo surrealista y en el que Chabrol destapa el tarro de las esencias de su dialéctica de la manipulación al espectador, cuando ésta sirve al propósito de elaborar un relato jugoso y sorprendente.
Merece la pena revisarla.
Saludos.

martes, 26 de mayo de 2020

Ley marcial



Parecía inevitable que a alguien se le ocurriese la feliz idea de retomar al Juez Dredd y dignificar, aunque sólo sea un poco, el estropicio que ha sufrido el emblema de 2000 AD. Al menos, DREDD, de 2012, se centra en el carácter, amoral e hiperviolento, del cómic original, dejando las zarandajas especulativas para otros menos avisados. Con una estructura sencilla, emulando a algunos títulos emblemáticos del western, el televisivo Pete Travis elabora una película sólida, que va a lo que va, y con unos personajes tan cabrones que la falta de (sentido del) humor parece totalmente justificada en este caso. Karl Urban (actor neozelandés, al que pudimos ver en TLOTR) cumple con el reto de dar vida a un Juez Dredd imperturbable, y sin quitarse una sola vez el casco, cosa que no ocurría (lógicamente) con su discutible predecesor. El el lado contrario, la gran Lena Headey retomaba su rol de mala malísima, como la abeja reina de la inmensa colmena a la que llega Dredd junto a una novata con poderes extrasensoriales. Una vez encerrados en la superestructura, se pondrá precio a la cabeza de los dos jueces, lo que eleva el nivel de tensión, a la vieja usanza, sí, pero tampoco hay mayores pretensiones aquí más que entretener. Y los que se escandalicen con la violencia, están en el sitio equivocado.
Saludos.

lunes, 25 de mayo de 2020

El placer es suyo



En 1981, la activista feminista Bonnie Sherr Klein realizó un documental, de apenas una hora, que a día de hoy sigue siendo adelantado a su tiempo, por el tema que trata y cómo lo trata. NOT A LOVE STORY: A FILM ABOUT PORNOGRAPHY se descolgaba por los entresijos de una industria que, pese a haber cambiado sustancialmente desde entonces, mantiene esa inevitabilidad a la hora de priorizar la mirada masculina, por lo que el papel de la mujer suele ser sumiso, cuando no directamente vejado. Klein entrevista a actores y actrices, directores y productores, propietarios de clubs; pero también somete a juicio crítico a psicólogos, escritores y feministas, que ya por entonces reclamaban cómo la pornografía se había convertido el el "nuevo" instrumento de control machista.
Un documental que fue revolucionario en su momento, nominado a multitud de premios, pero que ha ido olvidándose poco a poco, y que contiene testimonios tan interesantes como el de Lindalee Tracey, que por entonces trabajaba como bailarina exótica y luego fue una escritora activista en la defensa de las trabajadoras sexuales.
Saludos.

domingo, 24 de mayo de 2020

Rincón del freak #407: Nina Hagen es mejor



Zas... Catacroc... Pum... Brillibrilli... Malotes & Malotas... Pimpampum... Pifostio del copón... Fucsia y lima... Los tíos no distinguimos colores... Flip, flap y flop... Margot Robbie se ha puesto culona... Me importa un carajo lo que pasa... Te pego y me pegas... Kárate y emancipación... Exploitation y feminismo... Los tíos son malos... Las tías son buenas, y si son chinas mejor... Mary Elizabeth Winstead no pega... Rosie Perez no pega... La verdad es que da exactamente igual... ¿Una de las peores películas del año?... Yo ya aviso por aquí...
Saludos.

sábado, 23 de mayo de 2020

Salimos y entramos



Pongamos por caso, en ese juego de referencias extremas tan apasionante para el que escribe, que, usando la excusa de lo de la realidad alternativa esa que siempre tiene un espejo como tema central, sea cierto lo de que las monedas tienen dos caras, y que no valen lo mismo. En EL SÉPTIMO CONTINENTE, Michael Haneke conseguía elaborar una cinta de terror extremo a partir de una premisa muy simple: constatar concienzudamente el estado de depresión y autodestrucción en el que cae una familia, que simplemente "se deja morir". Haneke logra muy a menudo rozar eso tan esquivo llamado "arte", y en el otro extremo está (y me temo que ahí va a seguir) Mike Flanagan, un director interesante, con recursos y seriedad para facturar productos sólidos, pero que es incapaz de dar el salto que diferencia al artista del artesano. OCULUS ilustra esto que digo, ya que fue el título con el que Flanagan comenzó a destacar, allá por 2013, convirtiéndose en la enésima "gran esperanza" del género. Vista hoy, es todo lo dicho, un film correcto, con algunos puntos argumentales interesantes, pero que no es más que "otro film de terror" que vemos y luego se nos va olvidando. Lo de menos es el argumento, en este caso en torno a un espejo supuestamente maldito, que obliga, somete y finalmente destruye a quien lo tiene en su casa; uno se olvidaría inmediatamente del espejo como artefacto protagónico, y se centraría en las similitudes con el film de Haneke. El punto de partida es tremendo, pero acaba deglutido por lo que importa (los efectos, el suspense, el terror), y puede que a Flanagan le diese algo de vértigo ampliar qué podría haber pasado para que un niño matase a sus padres, incluso con razón. Yo, sinceramente, no veo otro motivo para alargar a los 100 minutos lo que funcionaba mucho mejor en apenas 30. Sí, el mediometraje es mejor.
Saludos.

viernes, 22 de mayo de 2020

De la risa congelada



La trayectoria de la directora italiana Lina Wertmuller es, en mi opinión, de las más reivindicables hoy día. Con una carrera que abarca más de 50 años (aún sigue viva con 91), a la dificultad de tener que rodar en un mundo dominado por hombres, se sumaba lo complicado de su procedencia aristocrática, de la que renegó por sus ideas progresistas. Wertmuller fue la primera directora nominada a un oscar, y fue en 1975, por una película hoy injustamente olvidada, pero que no ha perdido nada de vigencia desde entonces. PASQUALINO SETTEBELLEZZE es todo un reto, sobre todo para esa cohorte de "mitad críticos/mitad cinéfilos", que todo parecen saberlo con seguridad insana, y que sobre cada cosa parecen tener una opinión irrefutable. No se entiende, de otro modo, de qué forma afrontar una historia sobre un típico pícaro, de los que abundaban en el período de entreguerras (espectacular, Giancarlo Giannini), con reconocibles ínfulas de todo aquel que se las daba de mafioso o pistolerillo en aquella Italia de Mussolini. Ahí, Wertmuller se acerca sin disimulo al cine de Monicelli o Risi, pero muy significativamente al de Fellini; y aun así, algo sigue sin cuadrar, descolocados ante continuos saltos temporales. Pasqualino es un vividor mediocre, mantenido por sus siete hermanas y su madre, pero que no soporta ver que una de ellas se dedique al mundo del espectáculo; de repente, Pasqualino está en el frente, en algún lugar de la frontera con Suiza, y, apresado por los alemanes, vivirá el horror de la represión nazi, sin saber muy bien a qué bando pertenece exactamente. Una película, insisto, de profunda carga moral, literaria sin ser cargante, y con la maestría de las narraciones de arco amplio, con un sobresaliente uso de una tragicomedia que no me atrevo a descifrar como elegante o zafia, ya que contiene tanta hipérbole cómica como contención dramática.
Es, en definitiva, una de esas películas que uno debería ver, aunque sólo fuera para constatar lo necesaria y refrescante que hubiese sido una mirada cinematográfica femenina. Y aún lo sigue siendo.
Saludos.

jueves, 21 de mayo de 2020

Víctimas del sistema



Deberíamos tener más en cuenta a una película como DARK WATERS, pero quizá no sea precisamente éste su momento. "Su momento", y no es baladí entroncar esta nueva muestra de cine de denuncia social con dicha aseveración, porque me da que tras la timidez formal del siempre exuberante Todd Haynes algo de eso hay. Parece la enésima enmienda a la totalidad de un cine, el norteamericano, que lleva repitiendo esta fórmula desde no se sabe cuándo, pero la recubre un misterioso halo de melancolía, de callada resignación, la del anodino abogado interpretado, con tablas de grande, por Mark Ruffalo. Es un caso enorme, real, que fue creciendo como una bola de nieve a lo largo de las dos décadas que llevó su descomunal trabajo de investigación, para llevar a los tribunales a una multinacional, acusada de usar un material nocivo para la salud, conscientemente y tras una probada destrucción de pruebas. Es encomiable lo bien que maneja Haynes el paso del tiempo, una constante en su cine, pero también lo certeramente que otorga su lugar exacto a cada personaje, teniendo en cuenta que éste es un film casi coral, aunque el protagonismo de Ruffalo es indiscutible. Cabe reprocharle lo que parece inevitable por sus características, que es una menos poética y tensión estilística, buscando en cada fotograma una verosimilitud que refuerce esa honestidad que abunda en unos y falta completamente en otros. Es un paso arriesgado, porque hay quien ya la ha tachado de encargo alimenticio (es sabido que los cineastas no comen), puede que los mismos que vieron cine de autor en la Kelly Reichardt de NIGHT MOVES o siguen postrados ante el último Eastwood.
A lo mejor es que, simple y llanamente, no la esperábamos.
Saludos.

miércoles, 20 de mayo de 2020

Creer en la mentira



Se puede repetir una mentira cien veces, y creerla. Pero la mentira también tiene las patas muy cortas, y es ingrata para quien la practica, máxime si dispone de un mínimo de conciencia. Es curioso que uno de los mejores films de Claude Chabrol sea un "documental" compuesto de imágenes, efectivamente documentales, pero no las que esperaríamos, ni con el uso que creeríamos, sino su absoluto contrario. L'OEIL DE VICHY es una verdadera joya, y que data lo que un material termina siendo en las manos de un artista cuyo único empeño es el desenmascaramiento de una historia a menudo no tan conocida, y peculiarmente aceptada como coyuntural, cuando no consustancial, a los "desastres de la guerra". El general Pétain es la figura central del documento, y al mismo tiempo víctima de su propio aparato de propaganda colaboracionista, que le llevó a ser condenado a muerte, aunque luego le fuese conmutado. Es decir, Chabrol no usa el conductismo panfletario de, por ejemplo, Michael Moore, sino que se apoya en las imágenes que aquel infame "gobierno de Vichy" usó para ilustrar las supuestas bondades de los invasores nazis, mientras demonizaban a los sanguinarios aliados.
Una obra maestra tan sorprendente como reveladora.
Saludos.

martes, 19 de mayo de 2020

Flores en la basura



Una cosa es el respeto, la admiración, incluso la idolatría; otra cosa muy distinta es no saber qué hacer cuando partes de un material tan jugoso, tan apetecible, que sabes que vas a quedarte a mitad de casi todo. Quizá por exceso de reverencia hacia el mito, o puede que por mera incapacidad, la misma a la que Morrissey ha aludido constantemente para referirse a ese "vulgo", rastrero y miserable, que tanto lo atormentó en su juventud, pero sin el cuál muy probablemente nunca hubiese podido forjar su propia imagen de anti-star, más cercano a un profesor de literatura que a un cantante pop. Es, cómo no, justo reconocer lo arriesgado de la propuesta de ENGLAND IS MINE, nada menos que bucear en aquellos años pre-Smiths, en los que el joven Steven Patrick luchaba diariamente por encontrar la manera de largarse de un Manchester, gris e industrial, de trabajos rutinarios, pero sobre todo de una sociedad que sólo veía en él a un holgazán melancólico y distraido, en lugar del genio autoproclamado que pasaba días enteros encerrado entre libros y viejos discos, cuando su generación se emborrachaba, bailaba y follaba. Insisto, no debe ser tarea fácil erigir un discurso decente sobre todo esto, cuando se notan las carencias de presupuesto y de guion, y más aún la decisión de abordar a Morrissey con la misma amable arrogancia que él dispuso para crear su propia personalidad. Quedándonos en el retrato, quizá sea un film con un mínimo de interés, pero no nos engañemos: es francamente aburrida, puede que sin pretenderlo siquiera.
Saludos.

lunes, 18 de mayo de 2020

Hartos de todo



Me viene al pelo una olvidada película de Ken Russell (concretamente de 1971) para ilustrar (aproximadamente, porque es bastante chocante) la surrealista "protesta", a base de palos de golf y paseos en descapotable, del barrio de Salamanca, que ahora pretenden imitar en otras partes de España, pero con peor suerte, porque el caché es algo que "se tiene o no se tiene"... Anyway, porque más allá de lo mal que están llevando algunos que el dinero público se emplee para rescatar a gente que de verdad lo necesita, hay un tufo como a diabólico en todo esto, una especie de malsana improcedencia por parte de los defensores de "lo privado", como si este virus se parara a pensar si hay "merecedores" de su fatal consecuencia vírica. Buñuel lo habría puesto en imágenes con mayor elocuencia y acidez, pero también es verdad que esta ridícula "revuelta de los Pocholos" me trajo a la mente la famosa novela de Aldus Huxley "Los Demonios de Loudun", que posteriormente fue llevada al teatro por John Whiting, y que Russell recreó en una explosiva y desquiciada película, protagonizada por Oliver Reed y Vanessa Redgrave, que daban vida al libertino clérigo Grandier y la atormentada y ultraortodoxa Madre Juana, que regenta una orden con mano dura, mientras se restriega en soledad con la imagen mental de Grandier. Russell nunca ha sido de medias tintas, o se le ama o se le odia, pero nunca te dejará indiferente; y tras su carnaval de atrocidades, uno siempre vislumbra varias ideas poderosas y fundamentales, como la defensa de la libertad o el fustigamiento hacia las instituciones castradoras. Más que sobre un exorcismo (que es de lo que se supone que va la historia), esta irreverente película nos habla de la mala praxis en el imposible equilibrio entre virtud y placer, o de cómo sólo la perfección es la más imperfecta de las abyecciones. La película fue vapuleada, cortada, prohibida, y ahora se ve con una mezcla de anacrónico estupor y hasta una extraña ternura. Yo sólo espero que lo del señor golpeando señales de tráfico con un Hierro 3 sea una especie de broma de mal gusto, si no creo que me he perdido algo por el camino...
Saludos.

domingo, 17 de mayo de 2020

Rincón del freak #406: Bollyspotting



Al cine indio hay que ir o con un manual de instrucciones, o con muy pocos prejuicios; de allí se sale sin haber entendido una palabra, o bien con la sensación de haber visto un entretenimiento sin una sola pretensión. Yo, sintiéndolo mucho, no suelo identificarme demasiado con este tipo de producciones, aunque de vez en cuando hay alguna película que merece algo la pena. Aunque sólo sea por la curiosidad, un film como GANDU se ve con esa mezcla de estupor y asombro, pues no se trata del típico melodrama con bailes y piruetas imposibles, sino que parece mirar hacia un cine jovial y contestatario, muy en la línea de aquella conmoción ideada por Danny Boyle. Es la historia de un tipo bastante inútil, que vive con su madre, que se acuesta regularmente con un tipo al que él le sisa algo de efectivo cuando están en el punto álgido; aparte de eso, se dedica a rapear (ojo, que la banda sonora corre a cargo de Asian Dub Foundation), fumar heroína y haraganear con un bicicletero fanático de Bruce Lee. Y no, no es para nada original, pero sí sorprendente, más que nada por la tremenda diferencia y naturalidad a la hora de tratar ciertos temas, como el sexo, incluyendo escenas explícitas sin exaltarlas tanto como aquí en Europa. Podría pasar por un Renton hindú, pero no es más que una excentricidad más, de las muchas que uno se topa cuando navega por esas aguas procelosas...
Saludos.

sábado, 16 de mayo de 2020

Amalgama maratoniana



THE LODGE es una película que se descalifica ella sola. Tras la estupenda e inquietante ICH SEH, ICH SEH, las cineastas austríacas Fiala y Franz vuelven a los ambientes apartados y claustrofóbicos, para poner en pie un relato no tan original como se presume, y que remite a multitud de títulos universalmente conocidos (por citar alguno, EL RESPLANDOR, LA MANO QUE MECE LA CUNA o LOS OTROS), pero con un problema fundamental y que no le permite respirar su propio aire. Todo lo apuntado en el demoledor arranque (lo mejor del film, sin ninguna duda), empieza a tambalearse cuando llega el momento de las explicaciones y los personajes deben interactuar con un mínimo de coherencia. Además, me basta con dar una pequeña sinopsis para que sean ustedes quienes juzguen: Te vas a divorciar de la mujer con la que tienes dos hijos, para casarte con una mujer más joven, pero a la que (fíjate tú qué cosas) has estado investigando, porque es la única superviviente del suicidio masivo de una secta, que dirigía su propio padre. Hasta ahí, hay que confiar mucho en la propia narrativa para no caer en lo meramente extravagante; la habilidad de las directoras para crear una atmósfera francamente malsana, es lo que mantiene el interés, pero hay otro salto mortal sin red, al llevar al extraño matrimonio y los reticentes hijos de él hasta una casa en el culo del mundo, rodeados de nieve. Y para colmo, el remate, que es el padre yéndose a no sé qué cosa y dejando solo a los niños con una mujer a la que apenas conocen. No sé, podría haber sido una bomba si el galimatías se hubiese resuelto con originalidad e ingenio, pero hay muchos lugares comunes y muchas referencias, lo que la deja en un aceptable artefacto, que asoma la cabecita por un par de escenas, pero que son a todas luces insuficientes.
Saludos.

viernes, 15 de mayo de 2020

Escrito con sangre



La diferencia fundamental entre CONTROL, de Anton Corbijn, y 24 HOUR PARTY PEOPLE, es que la primera idolatra, y la segunda constata. Lo que Michael Winterbottom hace es tirarse de cabeza en las profundidades, no de un tiempo, no de un lugar, no de aquella locura suicida que supuso Factory Records o The Hacienda, sino directamente al subconsciente de un grupo de personas que funcionó como ente independiente, precisamente porque no tenían casi nada que ver entre ellos. Corbijn quedaba atrapado en las redes de la misteriosa figura de Ian Curtis, Winterbottom se agarra al bolsillo de Tony Wilson, posiblemente la figura central de todo aquello que derivó en la escena de Madchester, sin quitarle un ápice de asombro a toda su peripecia. Wilson era un diletante, un tipo encantador, que no tenía ni idea de negocios pero quería ser millonario; y en lugar de construir un Studio 54 para los Stones o Bowie, prefirió dar libertad absoluta a jovenzuelos que se las daban de ponerlo todo patas arriba. Y todo por un concierto (o algo parecido), cuando en 1976 los Pistols actuaron (o algo parecido) en una sala con 40 personas que ni siquiera sabían cómo diablos se bailaba esa amalgama de ruido. Allí estaba Wilson, que presentaba un programita en Granada TV, y que sabía que algo se estaba cociendo, pero que no había cocinero. En algún momento, uno pierde la noción de estar viendo un film de ficción, pero también sabe que no es estrictamente un documental, sino más bien un ramalazo de inspiración, con mucho cariño hacia aquella pléyade de personajes fundamentales, aunque no hay un gramo de azúcar mientras se cuenta la leyenda de un contrato firmado (y es verídico) con la propia sangre de Wilson, donde se aclaraba que los artistas de Factory tenían libertad absoluta sobre sus obras. Ahora les conocemos, y son casi de la familia, pero hace 40 años se atrevieron a desafiar todo un estado de las cosas, y eso ocurre muy de vez en cuando.
Un film irrepetible y el mejor trabajo de su autor, sin ninguna duda.
Saludos.

jueves, 14 de mayo de 2020

En manos de la técnica



Mientras no se preocupa de explicar nada, UNDERWATER es una estupenda película de aventuras, inmersiva, intensa, aprovechando cuantos recursos se le pongan por delante para explayarse en el placer de contar ruido, contar movimiento, extasiar la retina con la imagen por la imagen, sin más. Esta película es eso, debiéndole mucho al ALIENS de James Cameron, que era una gozada del sinsentido espectacular, poniendo una sorpresa visual en cada fotograma, pero con menos talento narrativo del que había expuesto Ridley Scott. Para ser lo que es, y sobre todo en el momento que es, mantiene el tipo y, a su modo, incluso se permite el lujo de mantener la incertidumbre sin regodearse en un metraje innecesario, que aquí llega apenas a la hora y media. Luego es verdad que llega el desbarre habitual, y una vez más nos tenemos que conformar con el enésimo producto de consumo para olvidar sin reparos. Si no la ven, no pasa nada; si la ven, igual se entretienen. Ustedes mismos... Ah, sale Kristen Stewart...
Saludos.

miércoles, 13 de mayo de 2020

El pez ahogado



Con dos partes tan diferenciadas como descompensadas, Claude Chabrol volvía a adaptar a Georges Simenon, esta vez con la historia de una personalidad tan irresistible como detestable, por momentos transparente y seguidamente opaca. BETTY gana enteros en su primera mitad, mientras intentamos descifrar el enigma tras la joven que va de bar en bar, dejándose invitar por el primer hombre que se le acerque, y llegando hasta la inconsciencia etílica. Su llegada a un recóndito bar despierta la compasión de una mujer madura, que la lleva hasta el hotel donde se aloja, mientras su agradecida "nueva amiga" le desgrana poco a poco su retorcida vida, en la que pasó de ser una ingenua estudiante a casarse con un joven ricachón, y acabar divorciada y desposeída de sus propios hijos, tras ser sorprendida con un "simple" saxofonista. Hasta ahí es puro Simenon, con una trama apasionante a medida que más turbia se va tornando, pero que se banaliza en exceso una vez ya lo sabemos todo de esta "Betty", y ya sólo queda esperar un giro definitivo que curiosamente nunca termina de llegar. El punto fuerte, sin duda, está en sus dos protagonistas femeninas, Stéphane Audran, enternecedora y contenida como la mujer que se compadece de una Marie Trintignant que borda a la protagonista, en un registro rico en matices, capaz de pasar de la sumisión a la dominación, de la ingenuidad a la perfidia. Trintignant, hija del mítico actor, que tuvo una vida corta y trágica, está perfecta dando vida a esta mujer que parece estar solamente cómoda en el zarandeo constante, e inquieta en una seguridad burguesa que no la representa ni conforta.
Una película muy interesante, pero demasiado irregular para ser una cúspide de su autor.
Saludos.

martes, 12 de mayo de 2020

Entonces, como ahora...



Mike Leigh abre su último film con un soldado desorientado, en mitad de un campo de batalla, tocando a duras penas la trompeta. Toda una declaración de intenciones, de Waterloo a la Plaza de Saint Peter, que histórica (e irónicamente) adoptaría el nombre de "Peterloo". Está todo dicho, pero Leigh no se conforma con el peso de la Historia, sino que necesita mostrar el detalle, la consecuencia tanto como la inevitabilidad de un proceso de hartazgo de la clase obrera, enfrascada en años y años de miseria y guerras, mientras las clases acomodadas engordaban, mirando con recelo y algo de náusea lo que acababa de ocurrir en la vecina Francia. Con 76 años, el director británico amplía el campo de visión ya apuntado en Mr. TURNER, para crear un impresionante fresco absolutamente intemporal, una obra magna que bebe tanto de la pulcritud de Kubrick como de la fiereza e instantaneidad de Ken Loach; siempre manteniendo la tensión, con la vocación de no dejar a nadie fuera del foco. PETERLOO es más que una crónica, es una constatación, pregnante, misericordiosa, despiadada, vencedora en su exposición de razones, perdedora al tener que ceñirse a aquellos infames minutos de la historia británica, donde murieron hombres, mujeres y niños, por cometer el terrible crimen de querer luchar por sus derechos, hartos de morir de hambre y agradecer por ello. Y advierto: desesperará a quien no hable inglés (si alguien comete la osadía de verla doblada, no va a enterarse de nada), por su descomunal uso del lenguaje, sucio y adornado, atropellado o arrollador, retórico o mundano, todo ese espacio de tiempo se encuentra comprimido en esas imágenes claras y sucias (Dick Pope, que estás en los cielos), en los telares abandonados, en los mendrugos de pan compartido y en la enfermedad de los rostros, tanto del famélico como del abotargado. También hubo revoluciones en la "pérfida Albión", también cobraba sentido la pregunta "¿Está usted familiarizado con el Norte de Inglaterra?", y también había tiempo para que los charlatanes abonaran el campo, llamando a las armas, desapareciendo en mazmorras, con un público de hombres cansados y mujeres atónitas. En ese tiempo, se gestaron muchas cosas que hoy nos parecen derechos de nacimiento, y por eso somos tan vulnerables ante los herederos de los que siempre han empuñado el látigo, incluso dispuestos a comer de su mano, incluso después de tanto tiempo y tantos muertos.
Necesaria, apabullante, clarividente... Obra maestra absoluta.
Saludos.

lunes, 11 de mayo de 2020

Un amor imposible



THE SOUVENIR es, hasta el momento, la última película de Joanna Hogg; una especie de carta de amor/odio hacia la época en la que estudiaba cine, a principios de los ochenta, entendiéndose el papel principal (Julie, interpretado por la joven Honor Swinton Byrne) como un claro autorretrato, si no es que cada personaje femenino de Hogg no lo es de facto. La película, trufada de temas de dicho periodo, arranca con desgana, sin atender demasiado a la narrativa, pero fijándose con detalle en el deseo de Julie por convertirse en cineasta, su pasión preñada de ingenuo arrojo. Entonces aparece Anthony (un gran Tom Burke, para el que es el mejor personaje masculino de su autora), sofisticado, misterioso, elegante, completamente alejado de los jóvenes de la Escuela de Arte, ante el que Julie cae simplemente rendida. Él dice trabajar en algún Ministerio, con asuntos referentes al terrorismo, lo que no le permite ser totalmente franco; y pese a tener gustos caros, y, presumiblemente, viajar al extranjero con regularidad, nunca parece tener un céntimo, y vive prácticamente como mantenido de la joven, a la que obliga a pedir préstamos a sus padres. Con suma elegancia, Hogg desvela el secreto de Anthony sin alardes ni trucos, en mitad de una conversación banal, y a partir de ahí la película se transforma, derivando hacia el amargo proceso de enamoramiento/sumisión, como muchas de las adicciones descritas, y que supone tanto un piadoso viaje emocional como un minucioso relato acerca de la esclavitud que supone toda creación artística. La mejor y más completa película de su autora, que comenzó tarde a dirigir, puede que tras una larga búsqueda de una voz propia. En los títulos de crédito, por cierto, se anuncia una sorprendente segunda parte, aunque desconozco si se trata de metatexto o podemos contar con ello. Esperaremos.
Saludos.

domingo, 10 de mayo de 2020

Rincón del freak #405: Trasplante de pelo natural



El tipo llega al mejor sitio, cargado de dinero. Quiere un trasplante de pelo, el mejor que haya. El otro tipo le atiende, es oriental, le indica toda suerte de detalles. El tipo está entusiasmado, después de 20 años va a poder peinarse, otra vez. Nada puede fallar, porque hay medios y pasta, y los tipos que van a hacerlo son unos profesionales. Hay un problema, pero tampoco es para tanto. Total, el tipo pesa 140 kilos y es feo como un lagarto, pero "donde hay pelo hay alegría".
Y es que a mí ya me aburría THE GRUDGE cuando era japonesa y la gente se pirraba con lo del niño que maullaba embadurnado de polvos de talco. No ha sido lo mío jamás, pero aún menos cuando encima le quieren dar a este insulso remake la apariencia de un film de autor, y para ello se contrata a un prometedor joven talento, Nicolas Pesce, que ya me dejaba algunas dudas con su debut, aunque es cierto que se podían ver algunas cosillas. Nada de eso, esta película no hay por dónde cogerla, y ni se parece al original, aunque tampoco es que importe mucho. Se trata de los mismos sustos una y otra vez, las mismas interpretaciones repetidas, y lo peor de todo, un montaje que es lo único terrorífico, porque, en el colmo de lo modernillo, no es que los flashbacks se repitan sin ningún sentido... ¡es que son escenas calcadas de varios minutos!...
Pero bueno, salen actores japoneses, supongo que para no perder la perspectiva de dónde estamos.
Terrible, terrible...
Saludos

sábado, 9 de mayo de 2020

Los novatos



En TRAINING DAY (Antoine Fuqua), Ethan Hawke apenas tenía tiempo para digerir su primer día como agente de narcotráficos, al ser arrastrado por el veterano, corrupto hasta la médula, interpretado por un arrollador Denzel Washington. Es un recurso más habitual de lo que parece, confrontar la ingenuidad e idealismo de quien empieza con la socarronería y "malas prácticas" de quien lleva tantos años haciendo algo, que acaba por ser consumido por lo que teóricamente debe enfrentar. También podríamos hablar de corrupción en LES MISÉRABLES, el contundente debut en el largo de Ladj Ly, que se abre con el júbilo en las calles de París, después de que "Les Bleus" ganasen el campeonato mundial de 2018, y acompaña a sus jóvenes protagonistas hasta el descomunal suburbio donde realmente pertenecen, trastocando de un plumazo la alegría en triste cotidianidad de droga y miseria. Sin embargo, la atención vuelve a virar, esta vez hacia Ruiz, el recién llegado a la BAC (Brigada Anti Delincuencia), un tranquilo policía de provincias que ha pedido el traslado a la capital para estar más cerca de su hijo. Allí, patrullará ese primer día junto a Chris y Gwada, que llevan una década en Montfermeil, uno de los sitios más peligrosos de París. Es difícil atribuir una sola naturaleza a este film imperfecto e indomable, que juguetea con el thriller policíaco, tanto como con la denuncia social o el drama psicológico, y que gana muchísimo en la tensión basada en las distancias cortas, los enfrentamientos entre las etnias del suburbio o la relación, casi de dependencia, de los agentes con este entorno, que se vuelve hostil a las primeras de cambio. El problema (yo diría que el único), es que Ly entorna su discurso, en un intento de radicalización súbita, y cuando parece que está todo dicho, gira una vuelta más sobre un asunto que ya parecía zanjado, y que se erige como un cierre que aspira a dejar al espectador a vueltas con su conciencia biempensante, convirtiendo a las víctimas en verdugos.
Buena película, mejor cuanto menos lista se cree de lo que realmente es. Multipremiada en toda Europa (Goya a la mejor película europea), y que también sufrió el extraño palmarés en los oscar.
Saludos.

viernes, 8 de mayo de 2020

Buen apetito



Imperdonable por mi parte, caí en la cuenta de que no había hablado de HANNIBAL, la estupenda serie creada por Bryan Fuller hará ahora unos siete años, aunque los motivos son mucho más imbéciles de lo que parecen. Sí, aún más. La vi entonces, cuando se estrenó la tercera temporada, de un tirón; y hace unos días reparé en ello, y en que mi estupor por la repentina cancelación, sin que hubiese un desenlace más o menos coherente, me enfadó tanto que decidí darle de lado, como un tipo sin paladar ante un banquete gourmet. Para "desentumecerme", o mejor "volver a paladear", decidí centrarme en la última temporada, a fin de intentar comprender el motivo de dicho cese de actividades. HANNIBAL es una serie refinada, con gusto, que se toma su tiempo y se deleita, como su personaje principal, al que da vida un magistral Mads Mikkelsen, que redimensiona el personaje sin deberle casi nada al antológico Anthony Hopkins. Esto suele suponer un arma de doble filo, si no se tiene un bagaje curtido, no creo que tanto en series, sino en narraciones de ritmo lento, más asociadas al cine que a la televisión. El resto de intérpretes está a la altura, con el sorprendente Hugh Dancy dando réplica como un agente con un don muy especial, el gran Larry Fishburne, o una remozada e inquietante Gillian Anderson. Es cierto que se abusa un poco de las subtramas, llegando a conformar un conglomerado de sensaciones yuxtapuestas, que llegan a hacerse... indigestas, aunque siempre hay alguna sorpresa para salvar los muebles. La fotografía de Karim Hussain es excepcional; la música de Brian Reitzell es una de las mejores de la televisión reciente; y en la extensa nómina de directores, sobresalen nombres como Vincenzo Natali, David Slade, Peter Medak o Neil Marshall.
Sigue siendo ambiguo encontrar el motivo principal de la cancelación, pero es cierto que la tercera temporada (en mi opinión, la más floja, sin ser en absoluto un desastre) se regodea en demasía, zarandeando primero a Hannibal Lecter desde Florencia hasta de nuevo los Estados Unidos, pasando por su más que extraña detención (que es lo más cerca que está del film de Jonathan Demme), y rematando con la introducción, algo forzada, del "Gran Dragón Rojo", que efectivamente parece cogido por los pelos de unos guionistas que parecen agotados de exprimir el intrincado imaginario de Thomas Harris. Y todo, para llegar a un clímax final que podría haber dado mucho de sí de haber continuado la serie, pero que nos ha dejado con cara de tonto y ganas de más, aunque creo que no va a poder ser...
Saludos.

jueves, 7 de mayo de 2020

Una buena gonorrea



Sí, claro que hubo otro "Miller" en 1970, y mejor, por ser más fiel sin tener que supeditarse a ningún contexto histórico. STILLE DAGE I CLICHY ha quedado como un curioso (diría que casi entrañable) puente entre la cohorte de "falsificadores" de Godard y (esto lo sabemos ahora) una especie de proto-Dogma95. En cualquier caso, queda el intento de apresar el espíritu de la obra original, su desarraigo y suciedad, plasmados en un puñado de imágenes que a veces quieren ser postales, incluso viñetas. Thorsen, artista plástico antes que director, se echó la cámara al hombro y se fue con un par de actores a París; los hizo beber vino, acostarse con mujeres hambrientas, untar el pan en latas de la basura y viajar a Luxemburgo sin mucha convicción. Estaba la noche parisina y su eterna promesa de una felicidad atificial y perpetua, pero también el París diurno, con corazón de locomotora humeante, donde los legañosos de la noche anterior despiertan mirando los tiradores de cerveza y las servilletas con círculos de café. Dentro de alguno caerá algún poema...
Saludos.

miércoles, 6 de mayo de 2020

Una magdalena seca



Debió ser divertido, querer apresar al viejo cerdo, caer en su eterna trampa, hacerte creer que está chupado adaptarlo, ver por sus ojos, y eso es imposible. Henry Miller siempre ha sido un escritor endiablado, aparentemente mundano, hasta zafio, pero imbuido de los grandes sacramentales; y hay que dejarlo tranquilo, observarlo pero sin menearlo, y por eso hay tan pocas adaptaciones suyas que de verdad merezcan la pena. No es una excepción JOURS TRANQUILLES À CLICHY, que ya conoció otra, algo mejor (por sucia y menos rebuscada), 20 años antes, en el 70. Aquí, Chabrol vuelve a filmar a hipidos, como por encargo, y se distrae en el cartón piedra, se queda como enganchado en la apariencia inicial del sueño, y no se da cuenta de que Miller trascendía lo real, o lo ensuciaba para embellecerlo, porque no es lo mismo alardear desde la experiencia que pintar o escribir, que es puro alardeo. La película se vendió como erótica, un pequeño escándalo, cuando todo ello era perfectamente consciente y cotidiano en aquel París de aquel tiempo, entre las dos guerras.
Debió ser divertido. Ya no lo será nunca más.
Saludos.

martes, 5 de mayo de 2020

Jazz a las cinco



Ahora lo llamarían "noir pluscuamperfecto", "romanticismo decadente" o "rareza intemporal", pero en su momento, en 1987, STORMY MONDAY estuvo a punto de tirar por tierra lo que luego ha sido un recorrido como director, en mi opinión, más que aceptable. Mike Figgis debutó con este pequeño homenaje al cine negro más clásico, con un reparto demasiado bueno para un novato, y con un trasfondo jazzístico que se entremezclaba con la impenitente lluvia de Newcastle, para alumbrar un relatito de desencuentros y casualidades, un poco a lo G. Ulmer, con esos típicos hijos del desamparo, zarandeados mientras intentan buscar un hueco en algún sitio. Por allí estaba un joven Sean Bean, que ya apuntaba maneras de "buen chico malo", cayendo en las redes de Melanie Griffith, que trabaja como camarera y espera un "gesto de empatía" por parte de un mafioso americano (un tibio Tommy Lee Jones), que ha llegado para hacer negocios en tierras británicas, entre ellos comprar el mítico club de jazz que regenta Sting, ante la esquiva negativa de éste. Asuntos turbios, pasados que aparecen sólo a medias, y jazz, mucho jazz; un cóctel que debería funcionar maravillosamente si el guion está bien engrasado, pero que presenta multitud de lagunas argumentales, en un film que funciona más cuanto más artificioso e iconoclasta luce, pero que pierde empaque a la hora de narrar convencionalmente. Un título algo olvidado, puede que merecidamente, pero que habría que juzgar en el contexto de una ópera prima de cierta ambición, que no es poco para las naderías que se suelen ensalzar actualmente.
Saludos.

lunes, 4 de mayo de 2020

Casa



En EXHIBITION, de 2013, Joanna Hogg se atrevió a radicalizar aún más su discurso, centrando su guion en una pareja, D y H, respectivamente una artista visual y un arquitecto, que, desde el interior de su casa, que están a punto de poner en venta, realizan una especie de "exhibición íntima", por chocante que pueda parecer el término, pero que termina por ofrecer un elocuente trazado por la desgastada geografía de un matrimonio al que le empiezan a pesar las rutinas. Hay algo de intencionado en la frialdad con la que Hogg hace interactuar los cuerpos, las mentes y los corazones con los espacios habitacionales, sus normas que la hacen semejar un ente vivo, y cómo afecta a sus dueños cuando están dentro tanto como cuando salen de ella. Una película extraña, capaz de aunar hostilidad y calidez, y sin un solo ornamento vehicular para elaborar su discurso, dejando en apenas dos o tres esbozos casi imperceptibles toda la carga emocional de un proyecto de vida tan frágil, como las paredes que su dueños se encargan de que permanezcan intactas una vez se hayan ido.
Como curiosidad (puede que no tan casual, tampoco), sus dos protagonistas: Liam Gillick, artista visual, y Viv Albertine, mítica componente del grupo punk The Slits.
Saludos.

domingo, 3 de mayo de 2020

Rincón del freak #404: Perder la identidad es perderlo todo



THE TAKING OF DEBORAH LOGAN es una pequeña película, producida por Bryan Singer, que pasó más o menos desapercibida, hará ahora unos seis años. "Otra de cámara en mano, o falso documental", diríamos, exasperados, los que nos encontramos constantemente con este tipo de propuestas, que hace unos años eran el novamás de la innovación, pero ahora han quedado como objetos de curiosa obsolescencia, en la que cada vez resulta más difícil excusar la presencia de la cámara, siendo este recurso un problema más que un añadido. Sin embargo, este humilde film intenta explorar un sendero que, a priori, puede parecer descabellado, pero que le da un aire de extraña curiosidad. Sin esconder nada en el título, es preciso ir al grano, aunque explicándolo desde el principio: la señora del título es una septuagenaria con un Alzheimer cada vez más avanzado, que desde hace un tiempo vive con su hija, que, desesperada, ha accedido a que se ruede un documental acerca de la vida de su madre y los estragos de su cruenta enfermedad, puesto que necesitan una importante suma para no perder la casa. Sin embargo, ante la presencia de las cámaras, Deborah Logan empieza a comportarse de forma incomprensible, mucho más de lo que la enfermedad pudiese indicar. Hasta ahí, la interacción entre enfermedad, locura y posesión funciona de maravilla, creando algunas imágenes francamente perturbadoras, y sin abusar de los sustos fáciles. Desgraciadamente, todo desemboca en una resolución de lo más tópica, echando por tierra la premisa argumental y tirando de "la típica historia que se ha mantenido oculta hasta ahora".
En fin, entretenida para lo que es, que no es poco.
Saludos.

sábado, 2 de mayo de 2020

Romper el equilibrio



Hay una sabia y contundente reflexión tras las imágenes de HONEYLAND, un extraordinario documental que los académicos, poco sabios ellos, deslizaron a la categoría de "habla no inglesa", dejándola sin un galardón que era suyo. No se aplicaron esa reflexión a sí mismos, pues hablaba de cómo la colaboración tranquila entre las gentes, sin que importe su procedencia, es el único bálsamo para curar este planeta enfermo. Apoyada en una fotografía maravillosa, se nos introduce en el fascinante día a día de Hatidze, única habitante, junto a su madre enferma, de un valle perdido en el norte de Macedonia, donde diariamente recoge unos panales situados en un peligroso desfiladero, con la que elabora una miel purísima, que posteriormente intenta vender a precios ridículos en el mercado de la ciudad. Hatidze es feliz así, recogiendo la mitad de la miel y dejando la otra mitad, con absoluta veneración por las abejas, que al fin y al cabo son las creadoras de su sustento. Sin embargo, ese idilio es trastornado por la llegada de una familia itinerante, un matrimonio turco con siete niños y un considerable número de terneras, que se aposentan en el valle para intentar prosperar. Ella, reticente al principio, se comporta después como buena vecina, e incluso enseña el arte de la apicultura manual a uno de los niños; pero el padre, llevado por la miseria, desoye sus consejos y empieza a recolectar indiscriminadamente, provocando que las abejas se maten entre ellas.
Dicen los directores que la intrusión de los recién llegados fue espontánea, y que viró el documental hacia una deriva imprevisible, ya que la intención era filmar simplemente la actividad de la que es la última recolectora de abejas de Europa. Creámoslo o no, lo cierto es que HONEYLAND, casi sin esfuerzo, se erige como un poderoso susurro de advertencia, avisándonos, como Hatidze, de que agradezcamos y tomemos sólo la mitad...
Maravillosa.
Saludos.

viernes, 1 de mayo de 2020

Ninguna parte para morir



Tenía ganas de hincarle el diente a WARLOCK, prácticamente desde que leí la magnífica novela de Oakley Hall, además de servirme para reparar una incomprensible injusticia con el gran Edward Dmytryk, que aún no había aparecido por estas páginas ¡en 12 años de vida! Como más vale tarde que nunca, creo que es una buena oportunidad para recuperar uno de los primeros westerns crepusculares, entendiendo dicho término como la total subversión de las reglas del género para rubricar un camino que termina, e indicar por dónde hay que continuar. Aquí, ni los malos son tan malos, ni los buenos tan buenos, ni las chicas tan ingenuas. Ni tampoco hay héroes, o al menos los típicos tontos dispuestos a arriesgar el pellejo por causas vanas; apenas por bolsas inconcretas, o puede que por un hastío que se va acrecentando a medida que absolutamente todos los personajes parecen embotados, como si miraran al autor de reojo para que termine la función. Hay muchos tópicos, pero ninguno va por donde debería: el malo son muchos, y apenas se ve un jefe, y tampoco son tan malos, casi un grupo de paletos que va de vez en cuando a esa ciudad fantasma a pasarlo bien; el "Warlock" del título, que merecería ser introducido con mayor detalle, dado el carácter especulador y cobarde de sus habitantes. El bueno es peor que los malos (granítico Henry Fonda), pero a lo mejor le viene bien asentar el culo fuera del polvo y buscar una mujer que le haga el desayuno; un hombre "con pistolas de oro", pero que tampoco es uno de esos solitarios recalcitrantes, sino que se hace acompañar de un cojo (Anthony Quinn pletórico), con sus mismas intenciones, pero con más secretos arrastrados. Y ese hombre es contratado como comisario, aun siendo un pistolero "fuera de la ley", porque hay que echar a "los malos", porque es intolerable que la gente "de bien" no pueda hacer "sus negocios" con tranquilidad. Y ya van demasiadas comillas, porque a lo mejor de eso va esta obra maestra, de señalar a los acusadores, sin héroes, pero aceptando las trampas...
Saludos.

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!