El trabajo, tal y como lo conocemos, es un debate perdido, inabordable, mortífero para quien se atreva a discutirlo. Es una suerte de la que quejarte conlleva una inmediata invitación a la exclusión, o un regalo que la vida da a quien no posee nada más que, precisamente, ese tiempo regalado. Quien lo defiende no lo practica, y quien lo denosta teme en secreto. Y el año pasado hubo una serie que se atrevió a formular una acusación directa al entramado laboral, aunque desde una postura distópica, en la que el trabajo deviene una esclavitud aceptada, directamente autoconsciente. La premisa de SEVERANCE no es tan original como podría esperarse, pero su falta de prejuicios a la hora de señalar directamente las diversas causas (y a los causantes) la sitúa como un título valiente y crucial, al menos en estos tiempos de "libre encadenamiento". Lumon es una empresa que tiene una política de contratación curiosa: mediante la implantación de un chip, la vida laboral queda radicalmente separada de la personal, por lo que las actividades de "dentro" son anonimizadas "fuera" ¿Pero cuáles podrían ser exactamente esas actividades? Así, la excusa argumental nos interna en ese tiempo que no transcurre, en asépticas oficinas donde un grupo de cuatro empleados se dedica a tareas monótonas e indescifrables. Pero en un momento dado puede surgir la duda, la sospecha de que quien está "dentro" no se corresponda con su equivalente de "fuera". Ideada por Dan Erickson, y con una importante aportación de Ben Stiller, SEVERANCE determina muchísimas preguntas, la mayoría incómodas pero necesarias; y muchos nos veremos reflejados, puede que tan sólo para seguir echándole la culpa a otros, mientras el bucle se mantiene incesante e impasible.
Se espera una segunda temporada de manera inminente.
Saludos.