martes, 30 de noviembre de 2021

Decisiones extrañas para el paladeo de lo postizo


 

Primera decisión extraña: elegir para tu película el mismo título que otra película, y sin ser remake ni ser del mismo género, ni nada. Otra: mezclar a Tarantino y a Leone, que es no entender nada, porque Tarantino jamás ha copiado a Leone, sino que, como gran rendido admirador, lo ha homenajeado, unas veces mejor y otras no tanto. Tampoco se entiende mucho el argumento, así en general, aunque pellizca partes del citado Leone, con sus referencias lisérgico-vindicativas, tanto como de (¡glups!) el teatrito de Baz Luhrmann... Complicado, pero al ser Netflix es necesario catar la tortilla hasta el final, incluso para destrozarla. THE HARDER THEY FALL es más musical que western, más comedia que drama, pero se nota el interés denodado del director de videoclips por alcanzar una catarsis como japonesa, chillona, estereofónica, de vibrato angustiado, y para el espectador que se atreva con sus dos horas y media, angustioso. No sé, porque he logrado incluso abstraerme del elefante en la habitación, quizá porque ya venía avisado con lo de la serie de Cthulhu vs. el KKK, y molinicé las piernas con las bragas plisadas de almidón. No, en serio, la película tiene cosas muy estimables, como el reparto, las coreografías y algunas fotos fijas; lo que falla está más al fondo, en el rincón semántico, y pertenece a la gratuidad de apropiación, por lo que lo noto menos subversivo que alevoso. No hay aquí "carta de amor al padre", sino un barniz grueso, tan pastoso y satinado, que llega a incrustar una escena en la que salen blancos. Supongo que habrá un cierto silencio tras la última frase, pero lo aumentaré añadiendo que estos blancos viven en un pueblo blanco, con casas blancas, un banco blanco y hasta la arena es blanca. Curioso, porque es esta escena la única que contiene algo de extrañeza genuina, aunque sea a través de subordinar a sus hasta entonces omnipotentes protagonistas a una especie de simulación disimulada, como cuando los muñecos se descomponen en presencia de humanos en la saga de Pixar. No sé, porque deja una sensación rara, de película potente pero absoluta y conscientemente impostada. Y entonces ves al señor productor en los créditos... Ah, ya...
Saludos.

lunes, 29 de noviembre de 2021

Amar la cáscara


 

Uno de los pocos títulos verdaderamente notables de esta edición de Sitges, creo que ha sido la australiana NITRAM, angulosa y esquiva recreación (si es que puede llamarse así) del sangriento tiroteo ocurrido en 1996, en el pequeño pueblo costero de Port Arthur. Justin Kurzel emprende un doble reto francamente meritorio, pero muy difícil de hacer llegar a un público que no esté versado en historias difíciles, o dificultosas. Por un lado, parece imposible no pensar que nos están mostrando el corolario de posibilidades por el que un ser humano llega a convertirse en un monstruo. Es sutil, nada afectado, con un magnífico manejo de los tiempos narrativos, tan sólo para que tengamos ante nosotros a Martin, el niño que se quedó en los 11 años, que disfrutaba encendiendo bengalas y petardos a cualquier hora, que movía el volante a su padre mientras conducía, y jamás aceptaba un no por respuesta a sus lunáticas ocurrencias. Sobre todo porque es el mismo que encuentra el único espacio de paz junto a otra persona "al borde", y eso habla de la desatención en los problemas mentales, o de no saber o no poder escuchar a quien lo necesita. Pero claro, Martin andaba ya casi en los 30, y su improbable pareja moría en un accidente provocado por él mismo, y su padre lo haría al enterarse de que no podría comprar la finca con la que llevaba años soñando. Su precario mundo de ritos establecidos y falsos deseos se iba viniendo abajo, ante la desencantada mirada, vacía como una cáscara, de su madre, la única que podría atisbar al monstruo. Caleb Landry Jones, habitualmente indefendible, hace de su extraña economía de medios una virtud (premio al mejor actor), y compone un inquietante e inabordable retrato del asesino indetectable, hasta que es demasiado tarde. Complementan unas estupendas Essie Davis y, sobre todo, la gran Judy Davis, en un alarde de contención dramática. Una película atípica, sobre una matanza real, pero que prefiere no mostrar la consecuencia, y sí bucear profundamente en las posibles causas. Y aun así seguiremos sin entender del todo, porque no se puede dar una explicación racional al horror...
Sólida y sorpresiva.
Saludos.

domingo, 28 de noviembre de 2021

Rincón del freak #483: El Venudo, el Carneado y todo lo demás


 

Hablemos de VENOM: LET THERE BE CARNAGE, esa oda al horror vacui, al gamberrismo de reojo, al chiste medido, a la flojera del garabato caprichoso. Podría ser todo eso, y ni siquiera llega; es una película de risa, pero muy tonta, muy desmañada, como hecha sin ganas. Y aun así, me ha dado para tener una idea: he sentido pavor al intentar imaginar el posible perfil de algún espectador que haya salido entusiasmado de ver "esto". Ahí uno echa mano de manuales psiquiátricos. Y tiembla...
He tenido hasta que tirar de ingenio ajeno para el título, que al menos tiene su gracia. Guiño a Isaac.
No la vean por nada del mundo.
Saludos.

sábado, 27 de noviembre de 2021

El dios loco


 

De casualidad, me topé hace un tiempo con que la Marvel (vertiente televisiva) había realizado una serie de tres temporadas acerca de uno de los personajes más fascinantes, inabordables y enigmáticos de todo su universo. Creado por dos mentes tan antagónicas, y al tiempo tan complementarias, como las de Chris Claremont y el gran Bill Sienkiewicz, David Haller es una anomalía, casi una brecha incontenible por la que se puede llegar a filtrar prácticamente cualquier cosa que se le pudiera ocurrir a un guionista con pretensiones de subvertir las reglas de un universo creativo, a menudo demasiado constreñido. LEGION presenta a este supermutante, supertelépata y super-cualquier cosa que ustedes puedan imaginar; hijo nada menos que de Charles Xavier (aunque éste es un punto de discusión cartesiana), y perteneciente por tanto al universo de los X-Men, podría decirse de él que es lo más cercano que un humano ha podido estar de ser un superhombre perfecto. Sólo hay un problema: David Haller está loco. O al menos ha sido diagnosticado de esquizofrenia. Y la serie se abre con este hombre internado en una especie de psiquiátrico, donde en realidad la intención es mantener a raya su psicopatía (que podría acabar incluso con el mundo conocido) y potenciar sus ilimitados poderes, hasta que sepa controlarlos. El motivo: la amenaza de otro supertelépata, que ha despertado de un largo letargo. Ahmed Farouk. El Rey Sombra.
Son tres temporadas, de un nivel técnico asombroso, con una trama lo suficientemente compleja como para dar cabida a multitud de barbaridades visuales. Las interpretaciones son perfectas, con un Dan Stevens que se va creciendo al mismo tiempo que su personaje, y termina parafraseándose en un híbrido entre Syd Barrett y el propio Xavier. No es casual, porque el personaje interpretado por Rachel Keller, una mutante que se trasplanta a los cuerpos que toca, se llama como el mítico fundador de Pink Floyd. Y podríamos seguir con las referencias a este grupo, primordialmente en la estética swinging London que predomina la serie, o el emocionante corte, ya en el último capítulo, en que Stevens/Haller interpreta el "Mother", escrito por Roger Waters, explicando muchos de los endiablados tropos de su argumento. Una serie compleja, probablemente un reto personal de Noah Hawley, y que a lo mejor se antoja un pelín larga en sus tres temporadas, pero que termina satisfaciendo tanto a versados como a neófitos, y tocando una de esas esquinas oscuras de Marvel, de las pocas que intentaban salir del mero entretenimiento y abordar los entresijos, por ejemplo, de una mente superpoderosa, pero enferma...
Se puede hacer un poco ardua de seguir, pero tiene algunos momentos genuinamente epatantes y de gran poderío visual.
Saludos.

viernes, 26 de noviembre de 2021

La escopeta de la feria


Aquí, en mi ciudad, tenemos un dicho que alude a la supuestamente cuestionable honradez de los regentes de puestos en la calle del Infierno, sita en el Real de la Feria. Más concretamente en ese callejón, estridente como pocos, donde se arraciman los desafíos de habilidad. Remolques de contrachapado, con un fondo inenarrable de peluches, y un señor que escupe mantras persuasivos para que ganemos el que no cabe en el coche, a base de tirarle a finísimos mondadientes con unas escopetas de aire comprimido, cuyo eje direccional se diría levemente desorbitado. Hecho éste, que unido a las copas de más que uno siempre lleva en dicho lugar y fecha, hace que los jurdeles nunca basten, acaso para un llaverín, que además nos suele tocar del otro equipo de la ciudad, lo que desemboca finalmente en la búsqueda del churro y/o buñuelito con su cacao hirviente esperando a derramarse por los castigados esófagos. Se usa la frase para designar a ese creído de su propia pompita, que no llega a petimetre de tertulia barata, y cuyos parlamentos son tan erráticos y desatinados, que sólo merecen comparación con las carabinas esas. Bien, pues Neill Blomkamp ha ostentado el dudoso honor de presentar el film más desastroso en Sitges; una cosa llamada DEMONIC, que parece hecha con los recortes de varias teleseries, y que en su empanada mental incluye (ojo): posesiones demoníacas, asesinas en serie en coma, treintañeras que con su primer trabajo tienen un palacete, cuarentonas que nos quieren hacer pasar por adolescentes, exorcistas con el síndrome de Mortadelo, ciudades donde no vive nadie (o al menos no salen a la calle), monstruos hechos con lo que sobró del carnaval. Y atención: simulaciones virtuales a lo The Sims, que no logré atisbar para qué servían, pero que pretendían ser la quintaesencia del adelanto tecnológico ¿Que por qué no es un desastre total, e incluso puede y debe tener su público? Porque, en su torpeza, Blomkamp al menos es honesto y no se las quiere dar de autor, sino de admirador de series B que no disimulan su carencia de medios, que aquí son muchos. Esta película es cutre, lo sabemos, pero el año que viene volveremos a intentar tumbar ese palillo, y fallaremos...
Saludos.

jueves, 25 de noviembre de 2021

La mujer del farsante


 

AMOR PROPIO, de 1994, es un título menor, como de transición o encargo, que sin embargo tiene algunos momentos de audacia fílmica, al hibridar Camus su metronómico guion con la deliciosa desfachatez de José Luis Cuerda, a la hora de hacer hablar a los personajes en este curioso artefacto, casi precursor de un cierto tipo de cine negro patrio, pero que por entonces no era ni mucho menos normativo. Hay dos puntales en la historia de un director de banco que desaparece un día, y al otro se descubre que ha perpetrado un enorme desfalco, haciendo desaparecer, entre otras cosas, los ahorros de miles de personas, que ahora piden explicaciones al perder su dinero. Por un lado está esa misteriosa desaparición, que empieza a mover piezas en todas direcciones; pero sobre todo emerge la figura de su mujer, que aparece como una pobre desdichada, acosada por los afectados, pero cuyo personaje va poco a poco virando la situación hacia su lado. Y es extraño, porque inmersos como estamos en esta fiebre del empoderamiento femenino, no tengo constancia de que a principios de los noventa, en este país se pensara en ello como deriva dramática. Más allá de la anécdota, el film remonta por lo que remonta, por el esforzado trabajo de sus responsables, y porque la trama logra mantener en vilo al espectador, justo hasta que llega el tramo final y a alguien se le va la cabeza, y el desenlace parece casi de culebrón venezolano. Está Verónica Forqué haciendo de ella misma, Antonio Resines como un antipático hermano vago y manipulador, Anabel Alonso como la querida analfabetita ("querida" no por lo estimable), Antonio Valero como el desaparecido (así que buena elección), Tito Valverde de señor de provincias un poco rarete y amortiguado de carácter, y Ramón Langa con bigotón dando vueltas por ahí... Yo sigo pensando que si la hubiese dirigido Cuerda lo mismo la hubiese hecho mejor. Menos seria, pero mejor...
Saludos.

miércoles, 24 de noviembre de 2021

Diafragma del colapso


 

En mis, no sé si comprensibles, lagunas cinéfilas, me sorprendo al advertir cómo se me escurren filmografías, directores que yo siempre he considerado notables, o al menos lo suficientemente interesantes para haberles prestado algo más de atención. Es el caso de Andrei Konchalovsky, un director que comenzó su andadura hace ahora sesenta años, y que a sus 84 aún sigue en activo. Con un pie siempre fuera de su país, de un tiempo a esta parte parece haber dejado de lado la actividad con productoras extranjeras, para centrarse en un puñado de títulos de corte intrahistórico. En este sentido, me encuentro con RAI (PARAÍSO), contundente y arriesgado relato a tres bandas de la ocupación nazi en Francia, que erige un inteligente paradigma humanizador, más pendiente de la agudeza del guion que de embargar los sentidos a base de imágenes epatantes, aunque también las hay. Pese a su estética, no tiene nada que ver con la que se imaginan, y su disección de personajes se nos muestra desconcertantemente madura, sin un solo lugar común. Incluso su espiral narrativa consigue la cuadratura del círculo, con inusitada verosimilitud. El personaje central, Olga (una soberbia Yuliya Vysotskaya), aristócrata del antiguo imperio, que hace tiempo se dedica a viajar por Europa, es detenida en Francia e interrogada por Jules, implacable torturador colaboracionista, que ejerce de adorable padre de familia al terminar su repugnante tarea. Tras dictarse sentencia, llega a un campo de concentración, al que también es destinado Helmut, perteneciente a la nobleza alemana, y ahora un importante oficial de las SS, y que ha pasado media vida obsesionado con aquella imperturbable mujer, con la que tuvo un "breve encuentro" italiano más de una década atrás. Impecable en su realización, PARADISE contiene tres o cuatro momentos que, al menos a mí, me parecen antológicos; siempre diálogos en crudo, en los que los personajes se humanizan, se sinceran y abandonan el rol prefabricado que la Historia les ha reservado. Ahí es donde se palpa el deseo de Konchalovsky por no conformarse con el conflicto bélico como excusa, y sí usarlo como herramienta de redención.
Magnífica película, y actores ejemplarmente dirigidos.
Saludos.

martes, 23 de noviembre de 2021

Sal de frutas


 

THE FEAST es un título engañoso, por mucho que la excusa argumental sea precisamente el banquete y, sobre todo, los preparativos del mismo, que una adinerada familia organiza en su lujosa casa de campo. El banquete lo es menos, porque los momentos dedicados a agudizar los sentidos, con olores, sabores, texturas, y más que nada sonidos, van paulatinamente desapareciendo, para dejar paso a lo que va destinado este relato (otro más) de eco-horror, sea eso lo que sea. Perfecta, sin embargo, para cierta audiencia de Sitges, se regodea en un grotesque que se va apuntando un poco groseramente, y que por momentos me ha remitido a un primerizo Ben Wheatley. Sorprende su ritmo cansino, siendo una película razonablemente corta, y lo mucho que le cuesta decidirse a desvelar lo que finalmente es un secreto a voces. Sin ser fallida, tenía potencial para, en otras manos, haber sido un pequeño acontecimiento en el género de terror, y se queda en un film correcto, bien facturado, con algunas interpretaciones remarcables (como la de su lacónica protagonista, Annes Elwy), pero es, si me lo permiten, un entrante poco nutritivo, y que ni siquiera prepara para ningún plato fuerte. El hecho de estar rodada en Gales (y en galés), curiosamente tampoco termina de contextualizar la explicación final, y debería haber sido determinante.
Para amantes del terror rechinante.
Saludos.

lunes, 22 de noviembre de 2021

Tonalidad indeterminada


 

David Bruckner es un director al que siempre le he visto el mismo defecto, repetido una y otra vez; un aspecto que la perspectiva determina como una manía o una mera incapacidad. Me ha vuelto a ocurrir tras ver THE NIGHT HOUSE, su último film. Una historia supuestamente terrorífica, que se apoya en una cantidad ingente de lugares comunes, y acaba desaprovechando el impresionante esfuerzo de Rebecca Hall, claramente varios peldaños por encima de todo lo demás. Y todo lo demás es una trama típica de casas encantadas, presencias sobrenaturales y secretos ocultos en algún rincón perdido. Todo parte de la traumática pérdida de la protagonista, tras el suicidio de su marido; intentando superar un estado cercano a la depresión, una serie de detalles insignificantes le advierten de que quizá su marido no era el hombre ideal al que amaba, sino que llevaba una oscura doble vida. Llegados a este punto, al menos a mí me sobraba el elemento sobrenatural, y por un momento pensaba en un ingenioso mecanismo, capaz de poner a prueba todas las convicciones de su protagonista. No es así, y el film se va deslizando hacia un desenlace perfectamente tipificado, nada que no hayamos visto otras veces, aunque reconozco que hay sobriedad y buen gusto en la realización, y que Hall vuelve a demostrar que es una actriz que puede cargar con el peso de lo que sea, aunque aquí parezca un poco lastrada por las insidiosas reglas del género.
Bien, correcta. Se puede ver.
Saludos.

domingo, 21 de noviembre de 2021

Rincón del freak #482: Todo de balde


 

Como todos los años, Sitges ha ofrecido su ración de rarezas, asunto éste celebrado por los incondicionales, pero de difícil ubicación cuando se trata de competir junto a títulos más canónicos. CRYPTOZOO invoca un tipo de animación que no es ni futura ni retro, un detallaje artesanal para una historia que nos habla de los críptidos, animales fantásticos que encarnan una especie de ideal arcáico y perdido en la memoria de los humanos, aunque en realidad se encuentran en su mayoría cautivos tras una gigantesca valla, y encerrados para el deleite de las élites. Podría haber salido una estupenda película de esta premisa, pero todo el metraje parece conscientemente conforme con hacer rechinar las imágenes, con una animación, insisto, imperfecta, incómoda, y que no ayuda a conciliar lo que vemos con lo que se nos cuenta. Un film del que cabe esperar que sus creadores, curtidos en los videoclips experimentales, puedan cohesionar en un futuro sus inquietudes formales con mayor enjundia narrativa.
Advertencia: no la vean si han tomado según qué cosas...
Saludos.

sábado, 20 de noviembre de 2021

El irredento


 

Con THE CARD COUNTER, Paul Schrader confirma el buen estado de forma de su prosa, y de paso actualiza algunas de sus obsesiones creativas más recurrentes. Schrader crea un Travis Bickle más sereno y equilibrado, pero también con un pasado que por esclarecido queda aún más horrendo. Intencionalmente compleja, oscura y serpenteante, la trama se apoya en un colosal Oscar Isaac, en uno de esos papeles que deberían quedar grabados en nuestra retina durante décadas; un imperturbable jugador, de métodos grises, infalibles, nada ambiciosos, pero al que atormenta un pasado en el ejército del que nunca ha podido desprenderse. Su trayectoria es marcada por tres encuentros, alguno más fortuito que otro, pero con varias razones que los hace interconectarse misteriosamente. Una vieja amiga, que ahora busca a jugadores profesionales para que muevan el dinero de inversionistas; un tipo que da conferencias sobre sistemas de seguridad, y que parece la encarnación de todos los demonios que arrastra; y por último, un joven que le hace una sorprendente propuesta, que amenaza con desestabilizar su mundo por completo. Es una película sobre el juego, pero también sobre la imposibilidad de redención, con la única salida de intentar borrar cada día un trozo de ese infierno. Y Schrader filma en crudo, con esa cosmovisión tan particular, que humaniza a sus personajes y nos los arroja para que les juzguemos, y puede que hasta les podamos perdonar.
Magnífica película.
Saludos.

viernes, 19 de noviembre de 2021

Cuando el dinosaurio ya se ha ido


 

Las primeras películas, las óperas primas, suelen tener un componente del que es difícil desquitarse, sobre todo cuando se está muy seguro de que lo que el director se trae entre manos está totalmente controlado y asumido. Puede llamarse mal de alturas, o presunción injustificada, aunque coloquialmente podríamos dejarlo en simple inexperiencia. Carlson Young, joven intérprete, presentó en Sitges THE BLAZING WORLD, un irregular cuentecito onírico, con un pie en la Alicia de Carroll y otro en el surrealismo de Tarsem Singh (¿alguien se acuerda de este señor?). Colección de estampas más o menos imaginativas en lo visual, termina siendo devorada por la cotidianidad adocenada de su premisa argumental, más que trillada y superada por lo poco desarrollado del guion. Apenas sobresale la inquietante presencia de Udo Kier, o una banda sonora curiosa, aunque con excesivos guiños a Herrmann. Una película menos valiente de lo que parece, y que al final, efectivamente, y como suele ocurrir con jóvenes directores, muestra la red de seguridad, por lo que todo el espectáculo visual resuena como un brillante cascarón vacío.
Con un guion bien hilvanado habría sido un muy buen debut.
Saludos.

jueves, 18 de noviembre de 2021

Pólvora mojada


 

En 1993, Mario Camus realizó un valiente pero insuficiente acercamiento a la problemática, entonces tan vigente, del grupo terrorista ETA. SOMBRAS EN UNA BATALLA acierta como visión original que pueda hacernos entender qué movió a un grupo originalmente creado para luchar contra el fascismo, a convertirse en una manada de carniceros sin un solo objetivo defendible. Sin embargo, como película en sí, Camus no demuestra tino, y por momentos, a poco que no hayamos leído la sinopsis, podríamos creer que nos encontramos ante un romance otoñal, un tratado de ornitología, o las soledades de una veterinaria en la Zamora rural. Le falla la articulación, encajar elementos tan diferentes dentro de un contexto engrasado y dinámico. Sólo muy al final, y sin que podamos tener tan siquiera un poco de elemento sorpresa, Camus remata con una escena llena de nervio y tensión narrativa. Aun así, uno vuelve a ver esta discreta película algunos años después, y se pregunta que hubiera pasado con un casting más acertado, porque a excepción de Tito Valverde (y eso que me parece desaprovechado, en un personaje que daba para un film distinto), tanto Carmen Maura como Joaquim de Almeida parecen estar interpretando con el freno de mano echado. Curiosamente, ha de ser un Ramón Langa bigotudo quien, con una tardía aparición, al menos insufle un poco de intriga a esta película demasiado sosegada para lo que cuenta.
Saludos.

miércoles, 17 de noviembre de 2021

En el coño del mar


 

Hace unos años, el gran Corcobado, el de los chatarreros, el gran olvidado de la poesía española, el arrinconado de los enemas sociales, el último de los dulces oprobios, publicó un disco que rezumaba salitre y brandy, y palabras como bitácora y barlovento, y nadie lo escuchó, y mucho menos lo compró. Ahí resonaba una canción cuyo título encabeza esta entrada, y que igual hablaba de sexo sucio que de lobos de mar borrachos, de resaca en todo caso, porque Corcobado, que nunca entona como es debido pero tiene voz de cazalla fina, lo mismo quería decir que el mar es un coño que todo lo engulle, o que estaba hasta el coño de que todas las canciones sobre el mar fuesen bonitas. A colación de esta introducción, que corre el riesgo de mutar en la entrada misma, en Sitges se vio una película muy mala y muy aburrida, y con el mal presagio de tener dos títulos, que es algo que hacen las distribuidoras y que no logro entender. Uno es THE COLONY, y otro es TIDES. Da igual, porque la película es aburrida como un mar en calma chicha, y la protagonista es remedo de lo de Nolan en el espacio, pero con mocos salados colgándole de la nariz; es decir, más orgánico, pero también más resacoso. Y en fin, que produce Roland Emmerich, que el director ha tardado, no sé por qué, diez años entre su ópera prima, más entretenida que ésta, y esta odisea simulada, en la que los coños aparecen sorprendentemente secos para todo el agua que sale en pantalla. Y que no la vean. Y que sí, que soy capaz de escribir sin paréntesis...
Saludos.

martes, 16 de noviembre de 2021

El día del terror de todos los días


 

No fue en Estados Unidos, sino en Europa, en Cannes, donde sí vieron sin titubear el talento interpretativo de Dean Stockwell, aunque lo de LONG DAY'S JOURNEY INTO NIGHT no parece de este mundo. Los cuatro interpretes de esta monumental película resultaron premiados en aquel certamen de 1962. Katharine Hepburn, que fue la única nominada en los oscar, y un insólito ex-aequo triple, compartido por Stockwell con Jason Robards y Ralph Richardson. Casi tres horas de asfixiante exorcismo vital, para poner al descubierto las abismales miserias de su autor, Eugene O'Neill, que se cobraba una venganza, si no justa, desde luego sí crudelísima, incluso desmedida, en una representación de lo horriblemente imperfecto que nos resulta existir a quienes aún seguimos vivos. Fue la última obra de O'Neill, que se trazó a sí mismo como un atónito joven, incapaz de estirar el buche bajo el apesadumbrado amor de su madre morfinómana, la tacañería de un padre fracasado y borrachín, y la ojerosa envidia de un hermano mayor, alcohólico mayúsculo y vago por toda profesión. La película, que se va desarrollando en interminables parlamentos, ora lúcida pesadilla, ora onírica cotidianidad, contiene ese poso de verdad de fieras que se despedazan, que no saben cómo ser amables si no es sacando cada error, cada certeza oculta. Prácticamente un lúgubre poema representado a cuatro voces, en cada una de las cuales asoma un rencor impasible, que llega como esa noche de niebla, en la que el hijo menor encuentra una inexplicable sensación de paz donde su familia ve una amenaza a su precario estado de tísico, tan sólo porque, como él mismo explica ya al final, mientras su hermano babea junto a una puta obesa, la madre se pincha vestida de novia en el piso de arriba, y el padre afloja las bombillas de su ruina, "a poco que uno se aleja, la casa desaparece, como si nunca hubiese existido"...
Una bestialidad.
Saludos.

lunes, 15 de noviembre de 2021

El medio que justifica el fin


 

También la animación ha tenido este año cabida en Sitges, aunque hablar sólo de animación en el caso de Mamoru Hosoda sería quedarnos muy cortos, y muy especialmente en el fastuoso espectáculo visual desplegado en BELLE, su último film. Normalmente hablamos de cómo una idea puede ser lo suficientemente buena como para que pasemos por alto decisiones más o menos discutibles; aquí nos encontramos con todo lo contrario, porque tras dos horas alucinantes, prácticamente te da igual que te hayan contado una chorradita. Y tampoco seríamos justos. Hosoda no es tan evocador como Miyazaki, ni tan avasallador como Otomo, pero su estilo narrativo implica un gusto reconocible por prestar atención a los dilemas de sus personajes, que siempre parecen buscar un alineamiento con el espectador. Aquí, el tema de las redes sociales, y la trampa emocional que suponen, es el eje principal mediante el que desplegar un detonante visual simplemente impresionante. Por un lado, se nos habla de "U", el gran fenómeno mediante el que uno puede convertirse en un avatar idealizado, para llevar a cabo sus mayores fantasías, y en el que brilla con luz propia Belle, una hipnótica cantante, capaz de congregar a millones de seguidores, que se preguntan quien está realmente tras esa apariencia esquiva y angelical. Por el otro, seguimos a Suzu, una tímida estudiante, incapaz de salir de su anodina vida, excepto cuando ingresa a "U". Puede parecer que la fantasía fagocite por entero el argumento, pero Hosoda enfatiza el guion, introduciendo multitud de elementos novedosos, como la misteriosa bestia que encarna al no sometimiento a unas leyes virtuales que a todos nos suenan, y que desmitifican el concepto de "mundo ideal". En esa dualidad entre el mundo que nos gustaría que fuera, y el que realmente es, se va hilvanando un hermoso relato de compasión, lealtad y firmeza ante las injusticias. Una historia con más chicha de la que podríamos suponer, pero que además se ve acompañada de algunas de las imágenes animadas más demencialmente perfectas de los últimos tiempos. Con cosas así, parece complicado atisbar dónde puede estar el límite de unos señores que ponen a prueba nuestra misma percepción sensorial.
Saludos.

domingo, 14 de noviembre de 2021

Rincón del freak #481: Ponga un chup-chup en su vida


 

A los carcas ahora nos llaman pollaviejas. Prefiero carca, que es como de señor mayor con la voz cascada por el aguardiente, en zapatillas y una bata como la de Don Pantuflo. Y a los carcas, los jovencísimos les suelen preguntar por qué, que qué es esa inquina que le tienen a los influencers, youtubers, traperos y demás fauna micológica de última hornada. La respuesta es invariable: son muy sosos. Yo, cuando tenía edad de adornar carpetas con gente influyente, veía un anuncio muy sonoro, que parecía inundar la salita con vapores de cocido, mientras un ama de casa con aspecto de modelo espolvoreaba una especie de cubito mágico, con lo que el almuerzo se revitalizaba ipso facto. Sonaba falso para quienes usaban esternones de vaca, pero para las nuevas generaciones era limpio y efectivo. Así, hay una como modita de poner gente famosa porque sí haciendo como que actúa, pensando que su carisma publicitador hará el resto, lo que suele desembocar en un desastre insalvable. También ha ocurrido en Sitges, donde viene ocurriendo un curioso fenómeno: en lugar de traer las típicas series B (e incluso Z), se inserta un título que las productoras van endosando como caballo de Troya. Este año ha sido SEANCE, que no tiene nada que ver con esas películas de bajo presupuesto que tanto molaban en el festival, y sí con una estafa del tamaño de Villanueva del Río y Minas. Estrambótico cruce entre el Argento de SUSPIRIA, la saga de SCREAM y la mamarrachada de PARADISE HILLS, lo que a mí me ha parecido es uno de esos tebeos "para señoritas", imbéciles por donde se miren, y un aburrimiento que va engarzando un cliché tras otro. Sí, las protagonistas son muy muy sositas, y habría que darles ración doble de Gallina Blanca, pero es que además, señores, por favor... ¡Que están haciendo de quinceañeras y alguna ya está por los 30 y es madre de un chiquillo!... Nuevos tiempos, sin duda...
Horrible.
Saludos.

sábado, 13 de noviembre de 2021

El gran desapercibido


 

Hace unos días desapareció Dean Stockwell, uno de esos grandes actores, rostro intergeneracional, que nunca llegó a ser una estrella rutilante, pero cuya presencia mejoraba sistemáticamente cada película en la que aparecía. Stockwell comenzó en esto del cine nada menos que en 1948, y fue uno de los actores infantiles más importantes de todos los tiempos; pero lejos de quemarse en las habituales adulaciones, fue cimentando una carrera vasta y longeva, que ha durado hasta hace apenas siete años. Siempre será ese poderoso fantasma que interpretaba a Roy Orbison en BLUE VELVET, porque pocos actores lograban que una intervención tan breve fuese tan definitiva para un film. Hoy lo recordamos porque creo que se lo merece sinceramente, y porque la Academia, tan injusta como siempre, nunca le dio un solo reconocimiento; apenas la nominación que obtuvo en 1988 por una comedieta simpaticota de Jonathan Demme, MARRIED TO THE MOB. Incluso en un film tan avejentado como ese, con un Demme pegando la cámara al rostro de Michelle Pfeiffer para que no se noten las carencias que siempre tuvo, y con un tono general que remite directamente a cualquier teleserie con risas enlatadas. Incluso ahí, Stockwell era capaz de construir un personaje ajustado a su medida, un mafioso que se escurría de este guion inocuo, para manifestarse como un tipo mordaz y amoral, de los que va por la vida exprimiendo la de los demás. No, no es una gran película, pero al menos valió esa única nominación.
Inmortal para siempre.
Saludos.

viernes, 12 de noviembre de 2021

Lema repetido=Mantra


 

No es ni muchísimo menos casual encontrar en los créditos de THE MEDIUM a Na Hong-jin, responsable, entre otras cosas, de aquella absoluta maravilla que es GOKSUNG, y con la que ésta comparte la intención, nada desdeñable, de seguir poniendo al día una forma más dislocada y serpenteante de entender el terror en este nuevo milenio. El director coreano escribe el guion junto al director tailandés Banjong Pisanthanakun, con una carrera que se remonta a 2004, y que por momentos recuerda en su pulso a la obra maestra antes referida. Hasta ahí. Porque hay algunas cuestiones que bajan sensiblemente el nivel de este relato de posesiones y exorcismos en la Tailandia rural. Lo primero es capital, y es el horripilante uso de la cámara en mano, ya que la excusa es que "asistimos" a un documental filmado en tiempo real. No sólo no se consigue el efecto deseado, sino que me parece inexcusable que deban ser los propios actores quienes se dirijan a los documentalistas, sin que éstos se integren como tales, y parezcan tan sólo un mal operador. El otro asunto es la duración, 130 minutos que se hacen eternos, y que no sirven para introducir radicales cambios de tono, como sí ocurría en GOKSUNG, que es aún más larga, pero se pasa en un suspiro. Por salvar algo, salvaría la excelente fotografía, a cargo de dos señores tailandeses cuyo nombre me ahorro, y alguna secuencia más o menos impactante, aunque no son muchas. En definitiva, una oportunidad perdida, o la constatación de que repetir fórmulas no siempre sirve como refinado de la misma, sino como incapacidad para avanzar.
Saludos.

jueves, 11 de noviembre de 2021

En un mundo de hombres


 

Hay todavía quien se empeña en no ver, con su ceguera, la desigual fortuna que las mujeres siempre han padecido, obteniendo confort de espinas apenas al ser sumisas, cabizbajas, anuladas. Lorca lo supo y lo plasmó en esa obra de goznes sellados, enaguas ocultas, luto eterno y aire viciado que es, siempre será, LA CASA DE BERNARDA ALBA. Una obra que sirve para muchas cosas, para recordarnos, para que no olvidemos, para que aprendamos y para que no nos pase lo que es un cuento de horror misterioso y telúrico, pero también una denuncia sorda, desde dentro, en la que todos son culpables, y nadie es culpable. Hay una escena en la brutal película de Mario Camus, que pese a su brevedad consigue azuzar el tiempo de esa casa cerrada a cal y canto, a la que acude Pepe "el romano" (sombra despojada de rostro) a sobar por las rejas a una hermana, y luego a otra, desaparecer en la madrugada de grillos, dejar humedades y latidos. Esa escena es la lapidación literal a garrotazos de la infeliz que tuvo la ocurrencia de tener un hijo sin casarse, fíjate tú el pecado, mientras el embarazador puede que hasta llevase alguno de los garrotes. Terrible dentro como fuera, imposible de contener, por mucho que Bernarda Alba (una Irene Gutiérrez Caba cuya frialdad no parece de este mundo) piense que la dicha sólo necesita paredes para resguardarse. El relato es inmortal, imperecedero, repleto de anuncios que lo hacen pretérito o futuro, para que nos avergoncemos también de nuestro presente. La película de Camus es titánica, y hay pocos directores (aquí asoma Bergman indisimulado) capaces de afrontar lo que pertenece al teatro. dotándolo de un espíritu cinematográfico descomunal. Magnífico en los detalles, desigual en los retratos femeninos, con Florinda Chico demostrando lo gran actriz que era, con ese verano andaluz achicharrante, pero que queda helado, como ese tiempo que Bernarda Alba dictamina con golpes de bastón e interminables réquiems, desde que se adentra, junto a sus pobres hijas, en una penumbra que es muerte en vida.
No se puede adaptar mejor.
Saludos.

miércoles, 10 de noviembre de 2021

El fragmento interesado


 

Si hay una película que ha dividido la opinión este año en Sitges, ha sido VIOLATION, ópera prima de los canadienses Dusty Mancinelli y Madeleine Sims-Fewer, ésta última también protagonista, y probablemente el objeto principal de la polémica. Sea tanto desde su argumento, como por su resolución, y muy concretamente algunas decisiones formales, es complicado alinearse con un film que ejerce una especie de "filosofía a martillazos", más desconcertante cuando se imbrica lo zafio con lo bello. Y es que tendríamos que definir el porqué de ciertas alusiones estéticas, cuando éstas aportan poco a la comprensión de una historia que va triturando a su paso la narrativa misma, en pos de lo único que le interesa: justificar un estado mental discutible en base a un acto indiscernible. Este acto es "reflejado" (por decir algo) en una escena escamoteada en lo visual, por lo que resulta estomagantemente tramposa, cuando no directamente cómplice de lo que me parece puro hooliganismo. Y lo es porque luego hay dos películas más, la que se recrea en planos de la naturaleza, supongo que para enjundiar su raquítico guion; pero también la descaradamente exhibicionista, plasmada en escenas de violencia explícita, tanto que su efecto no es el esperado, y en lugar de escandalizar deja a las claras que cualquier intento de justificación no tiene validez alguna. En los tiempos del #MeToo, es curioso comprobar cómo los balazos a quemarropa de un Scorsese, o incluso los métodos del slasher más infantilista, le hacen menos daño a la lucha feminista que esta incomprensible ceremonia del ojo por ojo, que ni siquiera tiene el valor de exponer un ojo por ojo justo, sino que deja en la conciencia de cada uno que forzosamente exista un posicionamiento. Una lástima, porque hay algunos momentos de cine francamente interesantes, pero que quedan sepultados bajo ese, insisto, indefendible exhibicionismo.
Saludos.

martes, 9 de noviembre de 2021

Métodos rigurosamente reprobables


 

Se nos olvida que todo el mundo tiene un pasado, mediante el que se pueden explicar cosas que se nos escapan vistas desde una perspectiva más cercana. James Wan, que ha ido forjando una reputación como valedor de algunas interesantes franquicias del cine de terror, es a menudo discutido por su estilo, indisimuladamente conductista, y deudor de una estética que los más optimistas creían ya desterrada. El caso es que Wan tiene en ese pasado cosas tan inexplicables como DEATH SENTENCE, o la puesta al día de ese cine de justicieros urbanos que celebraba el fascismo de las armas, sin hacerse una sola pregunta al respecto. Es, afortunadamente, un título que ha quedado muy al fondo de la filmografía de este señor, pero que utilizaba la misma insoportable estética que le dio a conocer en SAW, y anticipaba ese pandillerismo imbecilista de los de FAST AND FURIOUS. Una película tan mal montada, que parece un montón de insertos ensamblados sin ton ni son; y con un Kevin Bacon sobreactuado y directamente imposible de creer, en el papel de un padre de familia corriente y moliente, que se convierte en una especie de Charles Bronson, pero coreografiado. Una tontería como otra cualquiera, y otra oportunidad para seguir desmitificando el cine de este señor, al que cada vez se le ve más el costurón de hilo malo.
Saludos.

lunes, 8 de noviembre de 2021

Haz turismo


 

Sólo un debutante puede cometer torpezas que acaben dando al traste con una propuesta altamente interesante. Le ocurre a James Ashcroft en COMING HOME IN THE DARK, que también se presentó en Sitges para cubrir la cuota de historias truculentas, que de un modo u otro intentan dar explicación a una violencia sin sentido. Es inevitable escindir este film en dos vertientes, porque así lo elige Ashcroft, que no llega a decidirse por un solo tono, por mucho que la película adopte desde el principio el sonido de un mazazo sordo; físico, sí, pero también emocional. Sin querer desvelar mucho, lo cierto es que no hay mucho misterio, y el grueso de la historia queda meridianamente claro desde sus primeros 20 minutos, un tramo desconcertante y que sugiere la pregunta de cómo diablos mantener el interés durante una hora más. Se trata de una familia normal que se dirige hacia un lugar de vacaciones, y que en una parada se encuentra con dos extraños, cuyas siniestras motivaciones parecen claras, pero que en realidad persiguen un objetivo más oscuro e intrincado. No logro imaginar si el film habría sido mejor sin este logos de turbia moralidad, porque entonces estaríamos ante un slasher más, y aquí hay otros desvíos argumentales. Funciona como retrato del horror nihilista, pero se desinfla al caer en una tendencia del cine actual: no dejar cabos sueltos bajo ninguna circunstancia.
En Sitges pasó casi de puntillas, pero habrá que seguir la pista a este cineasta, al que le queda un inmenso margen de maniobra.
Saludos.

domingo, 7 de noviembre de 2021

Rincón del freak #480: Tardes de suelo enmoquetado...


 

Aquellas tardes olían a Nesquik disuelto en leche que se compraba en bolsitas y se quedaban sujetas en unos recipientes de plástico. Aún tendría que llegar el Tetra-Brik, que sonaba como a vehículo lunar, de los que uno intentaba armar con el Tente. En las televisiones de dos cadenas, muchas sin mando a distancia, sonaba un grito inconfundible: "¡Yo tengo el poder!". Y un culturista empuñaba una espada kilométrica al amparo de un rugido de tigre, y la pantalla empezaba a poblarse de otras tantas figuras, extrañas, heterogéneas, con cielos nublados y un castillo con una gran calavera en medio. Era Grayskull, y un tipo con capucha y cara de canina se afanaba en dominar un mundo que era medio medieval, porque también había máquinas y pistolas láser. Muy raro todo, pero muy divertido, porque esos señores ciclados te conminaban a no dejar nada en el plato y hacer caso a mamá. Eran otros tiempos, aquellos tiempos suspendidos en la memoria, y siempre había un primo al que los Reyes le habían traído algún muñeco articulado, bastante de hecho, mientras el más pequeño saciaba su curiosidad arrancando algún brazo, tan sólo para comprobar que aquello rotaba por una bolita sujeta con una banda elástica. Todo en orden, todo correcto en nuestras virginales tardecitas de moqueta de economato... Hasta que a esos terroristas apellidados Golan y Globus se les ocurrió que iban a hacer MASTERS OF THE UNIVERSE, con un protagonista menos expresivo que el He-Man original, Bill Conti plagiando la BSO de SUPERMAN, unos malos vestidos como los malos de STAR WARS, Courteney Cox antes de FRIENDS y un enano asqueroso vociferando. Da un poco de pena ver a Frank Langella tomándose en serio esta cosa, y actuando muy del método bajo una máscara de látex. Ni revisionismo, ni mirada indulgente de fan, ni nada, porque ni siquiera tuvieron la decencia de comprar los derechos de los muñecos, así que salen 5 ó 6, aunque la estrecha taquilla no les dio a estos señores para costear la defensa de la demanda que les cayó. Ustedes, los que no vivieron en los ochenta, la van a adorar sin sospechar que su prestigiosa inteligencia va a quedar seriamente dañada. Gary Goddard no volvió a intentarlo, sino que se hizo productor, y ahora se enfrenta a ocho demandas por abuso sexual a niños... Los maravillosos ochenta, por supuesto...
Saludos.

sábado, 6 de noviembre de 2021

Cuarto y mitad del fin del mundo


 

Hay películas a las que se les nota muchísimo el esfuerzo por aparentar lo que no son, pero que con algo más de ingenio podrían llegar a conquistar esa parcela que iguala a los grandes presupuestos con ínfimas producciones independientes. Efectivamente, hablamos del guion, de saber colocar a los personajes, hacerlos hablar, respirar, que no se superpongan inútilmente, y que consiga crear en el espectador la mágica sensación de que lo que está viendo es mucho mayor de lo que realmente es. Ha habido mucho de esto en Sitges, films que se han adaptado como han podido a unas condiciones de producción escasas, o directamente nulas; algunas han hecho de la necesidad virtud, y otras simplemente perecen en su, por otra parte, aplaudible esfuerzo. WE NEED TO DO SOMETHING parece una guion perdido de Shyamalan sobre una familia que queda atrapada en el cuarto de baño, mientras una cruenta tormenta se desata en el exterior. Sin embargo, lejos de ser simplemente un asunto meteorológico, lo que ocurre fuera de ese exiguo espacio podría ser algo mucho peor. Y les advierto que así contada parece una película interesantísima, pero hay un par de cosas que dejan al descubierto que son mejores las intenciones que los resultados. Una es la idefinición de su propuesta, ya que no sabemos si esto es cine de catástrofes, ciencia ficción, terror claustrofóbico o una alegoría sobre familias desestructuradas; nada de ello cuaja debidamente, y la sensación final es la de una débil premisa, que va improvisando pequeños golpes de efecto, algunos viejos como esos manuales para "construir tu propio guion". Tiene algún momento efectivo (efectista más bien), y aunque Pat Healy esté insoportablemente sobreactuado, es un placer reencontrarse con ese conato de scream queen que es Vinessa Shaw, y la joven Sierra McCormick, que sigue pugnando por desembarazarse del hedor de Disney Channel. 
Para pasar el rato, y siendo muy benévolos.
Saludos.

viernes, 5 de noviembre de 2021

Pop life


 

DC da la vuelta, reitera, amaga con el esfuerzo, se muestra terca, inquebrantable, incluso mercenaria. Todo por dar esa vuelta, enseñarle los dientes al vecino. Aquí estoy yo, y vine para quedarme. Imaginen. THE SUICIDE SQUAD no lo oculta en ningún momento, porque hibrida sin medias tintas GUARDIANES DE LA GALAXIA con LA LIGA DE LA JUSTICIA, y para ello es imposible hablar de que Zack Snyder, por una vez en su vida, tuviera sentido del humor. No, porque es más probable que James Gunn sea capaz de alternar la sátira consciente con algunos momentos de acción a todo trapo, sin concesiones a la galería. Esta vez sí, el disparo da en el centro, y DC puede jactarse de estar muy a la altura, aunque para ello haya tenido que traicionarse a sí misma. La primera en la frente. Gunn evidencia que es un creador de espacios únicos, verdaderos metaversos repletos de referencias e ideas locas; y algo de eso hay implícito en un guion mucho más jodido (por complejo) de lo que parece. Porque parece muy tonta, por entero entregada al chistecito, el gag físico, el montaje alterno. No se equivoquen, porque Gunn se fija en el mismísimo Ostrander, para reevaluar los rodeos ideológicos del escritor de Norwalk, que plasmaba en sus brillantes historias la carga de su frustrada vocación sacerdotal. Gunn (insisto, porque es fundamental) parece dar un tirón de orejas a una Marvel que cada vez adopta (y acepta) las peores premisas de DC, por lo que se marcha sin rubor y de paso enseña que los "Guardianes" sí que iban con el freno de mano echado. El "Escuadrón" es más sucia y salvaje, y también incluso más consciente de su propia circunstancia semántica, como estética; puede que hasta sea más divertida, y más ingeniosa. Es cierto que aquélla es mejor película que ésta en conjunto, pero hay algunas cositas que igualan la contienda. Se me ocurren varias, pero la mejor es cómo se va preparando la historia para que cada personaje (y hay muchos) encuentre su espíritu, haciendo avanzar la historia y dando forma a una de las sorpresas gratas de esta atípica temporada. Qué mejor, pienso yo, que una muy atípica película, y a la que hay que leerle los hallazgos muy muy entre líneas...
Sana diversión, y el malo es uno de los muy míticos.
Saludos.

jueves, 4 de noviembre de 2021

El hombre del bandoneón


 

Es comprensible el gran reto que debió suponer el seguir rodando para Mario Camus, más allá de los tres años que lo encumbraron como uno de los nombres clave de la cinematografía española. Sólo eso puede explicar un film tan incomprensible como LA VIEJA MÚSICA, una amalgama de intenciones incapaces de cuajar en un todo sólido, y ni siquiera coherente. Por un lado, hay una historia de amor tardío, con un Federico Luppi recién llegado de Uruguay a Lugo, donde se obsesiona con encontrar a una mujer que es Charo López, con la que sintió lo único que mantiene su ilusión por vivir. Luego hay un salto mortal en el guion, puesto que Luppi viaja con una niña bilingüe, que constantemente pone conferencias con Estados Unidos para hablar, suponemos, con su madre. El doble salto mortal es el del detective privado interpretado por Agustín González, que ha sido contratado para convencer a la niña de que vuelva con la susodicha. Hay uno triple, que nos habla de cómo Antonio Resines se ve obligado a vivir en un hostal, porque Assumpta Serna, que enseña francés, es una castigadora impenitente. Aún más, le podemos añadir un doble tirabuzón, porque Luppi ha llegado en calidad de entrenador de baloncesto para entrenar al mítico Breogán, precisamente sustituyendo a Resines. Hay tiempo hasta para un inserto que no sabemos a qué viene, con Paco Rabal poniendo discos de tango a un Luppi estupefacto. También sale Charo López un rato solamente, pero nada puede remontar este previsible desastre; que se puede perdonar, claro, pero desastre al fin y al cabo. Apenas son interesantes algunas escenas de archivo de aquel baloncesto de calzonas ceñidas y pelo en pecho, de público fumando y anuncios de Fundador. Es con el que algunos crecimos...
Saludos.

miércoles, 3 de noviembre de 2021

Amor de madre


 

Volviendo a Sitges, también se pudo ver SON, una atípica coproducción entre Irlanda y Estados Unidos, y que dirige el también irlandés Ivan Kavanagh, que ya llamó la atención hace un par de años con NEVER GROW OLD, un western de formas novedosas. SON es lo que parece ser, un relato de terror, solo que embebido de unas formas muy alejadas de cualquier estridencia, y más centrado en el factor psicológico, que aquí cobra dimensiones insoslayables. Tiene un punto muy fuerte, que es la expectativa de que siempre puede ocurrir algo extraordinario, que dé sentido a lo inexplicable o termine por retorcer una realidad cada vez más enrarecida. Pero también un punto flojo, que es la propia dificultad de su moroso guion por hacerse entender, lo que curiosamente entreteje  momentos de alta intensidad con otros directamente anodinos. Con la premisa de las sectas, y las secuelas que suelen dejar en sus antiguos integrantes, se nos presenta la historia de Laura (Andi Matichak, un descubrimiento), que vive sola con su hijo, hasta que éste comienza a manifestar una serie de extraños síntomas, que ningún médico acierta a explicar. Con la amenaza latente de su pasado, Laura se debate entre proteger a su hijo o enfrentarse a su pasado, ciertamente escabroso. Así, el film llega a un punto en el que necesita de toda la colaboración de un espectador que ha de volverse forzosamente crédulo, si pretende dotar de verosimilitud a la segunda y controvertida parte del film. Ahí gana enteros, y sus locos giros al menos son solventes; el problema lo tiene si la intención es lineal, y se quiere abordar como un guion convencional. Entonces, es una película de terror al uso, más o menos entretenida, pero nunca una genialidad. Ah, y el niño da bastante mal rollo, y con razón...
Saludos.

martes, 2 de noviembre de 2021

El sentido de la épica


 

Uno de los problemas más acusados en el terreno de la fantasía, suele ser la épica bien entendida, porque a menudo está muy mal entendida. Se entiende mal porque se mira con fruición al fan, al entendido, y se deja fuera al espectador más virgen, por lo que deja de cumplir su gran función, que debería ser la adhesión a un género que permite, tanto a creadores como aficionados, la expansión de sus expectativas. En la fantasía épica, por ejemplo, se ha vivido un auge tan desmedido, que se empezó a crear una pléyade de títulos a rebufo de los que sí hurgaban con dignidad en un terreno tan resbaladizo. DRAGONSLAYER es una joya escondida, que cuenta ya con nada menos que 40 años, y que descubría a una Disney que intentaba establecer un camino diferencial, no tan dirigida al público infantil, sino a uno más preparado para una historia que rezuma fantasía y épica por los cuatro costados. Una película que incomprensiblemente ha caído en un ostracismo difícil de explicar, y que apenas sobrevive en el imaginario de verdaderos fanáticos del género. Una historia con dragones que devoran princesas, magos y sus correspondientes aprendices, espadas, brujería y todos los ingredientes que hoy día tenemos asimilados, por muchos subproductos que hayan generado. Su director, Matthew Robbins, es más reconocido como guionista, y su carrera posterior fue breve y errática. Pero por allí estaba, por ejemplo, Alex North, descolgándose con una partitura absolutamente majestuosa. Una elegante fotografía a cargo de Derek Vanlint, que puede que no les suene, excepto por ser el director de fotografía, por ejemplo, de ALIEN. O, sin ir más lejos, el diseño del terrible dragón, que fue obra de un señor hoy muy presente, como es el triple ganador de un oscar Phil Tippett. 
Una película a descubrir, con algunos problemas de ritmo, es cierto, pero con ese sentido de la épica maravillosamente intacto.
Saludos.

lunes, 1 de noviembre de 2021

Sombreros en la nieve


 

En Sitges se pudo ver también, por ejemplo, CLIFF WALKERS, último trabajo de ese precursor de tantas y tantas cosas que ya es, por derecho propio, Zhang Yimou. Una película impecablemente realizada, pero algo confusa en su desarrollo, sobre todo por la inclusión de decenas de personajes que finalmente parecen más accesorios que fundamentales, y parecen poco menos que comparsas de un todo mayor, y mejor. La fotografía es deslumbrante, el diseño de producción apabullante, y Yimou maneja los tiempos de la épica con la misma soltura que las escenas íntimas, creando momentos gran belleza y un suspense deudor de los grandes maestros ¿Qué falla entonces, para que no pasemos de indicar que "sólo" es una buena película? En mi opinión, una trama en exceso densa, y que curiosamente disipa la atención del espectador al derivarse en demasiadas subtramas. El film es, al mismo tiempo, una historia de espías a la vieja usanza, que en realidad encubre una desgarradora crítica a la barbarie cometida por la ocupación japonesa, más concretamente en la región de Manchukuo, y en una década, los 30, en la que se gestaba lentamente el ideal de superimperio japonés. Ahora bien, se atraganta ver a un director con tantas tablas como Zhang Yimou, conformándose con una más que sectaria visión social, la de los "intrépidos" agentes comunistas...
Saludos.
... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!