domingo, 21 de julio de 2019

Rincón del freak #365: ¿Qué se llevaba en los 80?



La de hoy es la última entrada antes de largarme a unas vacaciones que, además de merecidas, son necesarias. Así que aprovecho la coyuntura dominical para dejar aquí una perlita digna de dicho día, una de esas películas que, pese a sus risibles formas (o quizá precisamente por ello), cada vez que aparece en boca de un mitómano revivalista lo hace bajo la etiqueta "de culto". Yo no lo entiendo, pero una vez les ponga en situación quizá vayamos hilvanando entre todos qué está pasando hoy día con los cuestionables años 80. Estamos en 1985, y la Motown hace tiempo que dejó de ser una simple productora musical, y mucho menos una productora de música negra; así que el pope Berry Gordy, siempre atento a todo lo que huela a pasta, ideó un género que era una macedonia de géneros. THE LAST DRAGON tiene tantas cosas, y todas tan ochenteras, y todas tan horteras, y todas tan gratuitas, que uno sufre la posibilidad de morir por una subida de azúcar, tanto como por inhalación de laca, que todo es posible. El protagonista es Bruce Leroy, un negro que se viste de chino y que profesa las artes marciales también enfundado en un mono amarillo, pero en realidad era Taimak, del que poco o nada se supo después. La chica es una especie de disc jockey cardada, a la que daba vida Vanity, aquella aspirante a superestrella que "descubrió" Prince, pero cuya luz se desvaneció pronto entre todos los excesos que ustedes imaginen. El malo es Sho'nuff (genial el nombre), que se peina como un caniche y es como un Snoop Dog con hombreras de fútbol americano que vocifera mucho y abre mucho los ojos. Dirigía Michael Schultz, un clásico del blaixploitaion, al que Gordy le dijo: "Tienes que hacer una película con chinos y negros que dan patadas de kárate, van a discotecas los sábados y tienen problemas que a nadie le importan. El resultado es un videoclip con música de DeBarge, luces fluorescentes e interpretaciones de sainete, pero que triplicó en taquilla su coste inicial, por lo que puede decirse que todos fueron felices, y mucho más sabiendo que 34 años después esta horterada es hasta reivindicada.
Cosas veredes...
Saludos, y nos vemos a la vuelta...

sábado, 20 de julio de 2019

En busca de la humedad perdida



El título de la reseña puede parecer directamente ridículo, y puede que algunos nuevos e intachables ortodoxos de la moral y la rectitud lo tilden de misógino, yo qué sé. No se me ha ocurrido, empero, nada mejor para encabezar la peripecia de una cantante adicta al sexo, que pierde la libido y la voz tras una ruptura amorosa. No sé, debe haber un título mejor, pero a mí no se me ocurre, y menos teniendo en cuenta que el título del film ya es alusivo per se. DRY MARTINA ejemplifica un tipo de mujer estupenda, libre, empoderada (que se dice mucho ahora) y dispuesta a codearse con los hombres, básicamente porque le encantan. Hasta ahí muy bien, porque además la actriz Antonella Costa le pilla el pulso a su personaje con naturalidad y gran intuición. Costa, que ya trabajó anteriormente con Sandoval, y que acumula una carrera de dos décadas, es el centro gravitatorio de esta insulsa pequeñez con muchas ganas de ser trascendente, pero que se va volviendo más pequeña e insulsa a medida que descubrimos que esta historia toma la deriva equivocada. Sí, exactamente del mismo modo que la Martina del título, por mucho que se le moje el sexo con un tipo directamente gilipollesco, no logra explicarse qué carajo hace en Chile, con una supuesta medio hermana y cepillándose todo lo que se menea, ya que es consciente de que es la forma más rápida y ergonómica de moverse por un país ajeno. Yo no lo critico, y sería estupendo que los hombres tuviésemos esa envidiable capacidad, tan sólo lo indico porque la señora empoderada es lo que hace constantemente. Y entre polvos y lodos y un guion vacío, vemos una bonita fotografía, una música que no está mal y una actriz principal estupenda, y todo para contar una soberana chorrada. Pero en fin, qué sabré yo que sólo soy un hombre y dudo que empoderado...
Saludos.

viernes, 19 de julio de 2019

El abrazo del niño



Quizá, ya en 2019, nos importe un pito la biografía de Elton John, quizá nos importe menos la fiebre de biopics que amenaza con enterrar la cartelera en nostalgias y reivindicaciones blanqueadoras. Aunque, reconozcámoslo, ROCKETMAN habría sido un acontecimiento de no haberse estrenado unos meses después de BOHEMIAN RHAPSODY. Ahora la película, que es mil veces mejor que la descafeinada, despeinada y mineralizadora revisión del señor Mercury. Lo digo para que no se olvide, porque si a Rami Malek le dieron un oscar por un par de prótesis, es poco menos que sorprendente cómo Taron Egerton mimetiza a Elton John sin parecerse físicamente en lo más mínimo. Egerton hace lo que deben hacer los buenos actores, estudiar los detalles y explotarlos con sus propios recursos, que es lo mejor para no robotizarse y ser creíble. Pero es que encima canta, y demuestra lo que todos los que amamos profundamente la música de este genio: cualquiera puede cantar como Elton John, pero siempre será único e inimitable. No, ROCKETMAN no es una película perfecta, pero indica la forma más correcta de encarar este tipo de propuestas; sin demasiado azúcar, con la dosis justa de rigor y aportando originalidad a unas postales que ya nos conocemos de memoria.
Francamente, si los biopics van a ser así me quedo más tranquilo.
Saludos.

jueves, 18 de julio de 2019

Mirar en la dirección adecuada



Personalmente, Lenny Abrahamson me parece un buen director; no un visionario, ni nadie que vaya a establecer las bases del cine de los próximos años, pero sí un tipo con los suficientes mimbres como para ir forjando una filmografía sólida y personal, que no es poco hoy día. Como los buenos clásicos, el director irlandés imprime una entidad reconocible a cada trabajo suyo, comenzando por una fantástica dirección de actores y una cuidada ambientación, y buscando ese pasito más allá en la resolución de tramas que a veces parecen casi dilemas existenciales. Había mucho de eso en GARAJE y en LA HABITACIÓN, los dos trabajos suyos que he podido ver, y que me dejaron fascinado y con ganas de más. THE LITTLE STRANGER intenta desmarcarse de dos películas que tampoco tienen mucho que ver entre sí, y el resultado es, cuanto menos, extraño. En sus casi dos horas, Abrahamson parece tener en sus manos un modulador de ritmos y emociones, alcanzando momentos arrebatadores, de gran cine, en los más calmos, y perdiendo levemente el norte cuando se imprime algo de acción, que no es mucha tampoco. Durante el tiempo que dura este relato pausado y detallista, tenía la sensación de haber recuperado algo de la esencia de ese cineasta irrepetible que fue James Ivory, sentenciando cínicamente toda una escala de valores sociales, basados en las apariencias y el pensamiento endogámico. Lo que yo siempre he llamado "el trastero de los pijos". Ahí, en la imposibilidad de acceder a un estatus social más elevado, se encuentra Faraday (inmenso, inmenso Domhnall Gleeson), que desde niño ha deseado formar parte de la familia Ayres y vivir en la mansión de Hundred Halls. Ya adulto, y ejerciendo como médico, es llamado a atender a la doncella de dicha casa, donde experimenta de nuevo el placer de estar en un lugar al que cree pertenecer, y del que no se quiere ir tras caer rendido ante Caroline, la hija, aunque no contará con la aprobación de su hermano, desfigurado en la guerra, ni de la madre, que cree sentir la presencia del fantasma de su hija Susi, fallecida siendo una niña. Y contando este preámbulo es mejor detenerse, no porque se cuente mucho más, sino porque se trata de una típica historia de intriga, en la que los sucesos van determinando unas explicaciones que al final devienen desesperadamente retorcidas. El problema es que al tratarse de una adaptación, Abrahamson no puede o no quiere tocar dicho desenlace, que no es que esté mal ni mucho menos, pero hubiese sido una delicia seguir asistiendo a ese tira y afloja emocional entre el enamorado de clase baja y la ingenua pijilla, que aun arruinada es capaz de rechazar a alguien que no tolera náuticos sin calcetines... Ustedes saben.
Saludos.

miércoles, 17 de julio de 2019

Sopas con tenedor



Que yo ya ponga una película de Robert Rodriguez en un día que no sea Domingo es de mérito; ahora, que yo vaya a cambiar mi opinión de su cine, a estas alturas, me parece de todo punto imposible. Así las cosas, añadamos que ALITA, BATTLE ANGEL es en realida el último capricho de James Cameron, que llevaba ya tiempo queriendo adaptar el manga de Yukito Kishiro, que ya conoció una adaptación en forma de anime, a cargo de Hiroshi Fukutomi. Por cierto, se cuenta más en aquélla que en ésta, y en apenas 50 minutos, y es que la incontinencia de Rodriguez/Cameron es sólo relativa a lo visual, pero es rácana y faltona en lo argumental, con un guion que elude falazmente los aspectos más crudos de la obra original. Sí, técnicamente es una virguería, aunque no sé si soy el único al que le da dentera la cara de la protagonista... Cosas mías... Como sea: horror vacui, alergia al fuera de campo y elogios constantemente pepitorios al intervencionismo militar como única respuesta a los problemas de cualquier sociedad. Sólo diré una cosa: el día que Cameron o Rodriguez incluyan una escena en la que haya personas de cierta edad tejiendo, jugando al dominó o simplemente balanceándose en una butaca, me daré por satisfecho con su cine, y puede que incluso me piense descategorizarlo de la sección de videojuegos...
Ahí queda eso.
Saludos.

martes, 16 de julio de 2019

La clase de Lubitsch #25



MONTECARLO, de 1930, tiene la apariencia de una simple comedia, tenuemente musical, pero Lubitsch la eleva hasta hacer del guion de Ernest Vajda un soberbio tratado sobre las apariencias, mentiras y mitos de las relaciones entre hombres y mujeres, los roles que adoptan y la hipocresía sobre la que se asientan sus principios. Como Groucho dijo una vez: "Si no le gustan mis principios, tengo otros", e incluso mejores, podría haber añadido. Y no hay frase más certera para entender qué hay detrás de lo que parece ser no más que las aventuras y desventuras de la joven prometida de un viejo conde millonario. Ella (Jeanette MacDonald) deja colgado al tipo en el altar, mientras arrecia la lluvia, y coge el primer tren a ninguna parte, aunque luego se entera de que pasa por Montecarlo. Allí se arruina, aunque en realidad ni siquiera llevaba dinero, y es objeto de deseo de un conde cantante, que no puede acercarse a ella porque fue quien le trajo mala suerte en el casino, así que se hace pasar por peluquero, aunque sus encantos naturales le bastan para seducir a la aspirante a condesa, que tiene la amabilidad de pasar por alto su naturaleza plebeya... Bueno, por eso y porque el falso peluquero se compromete a hacerle un prestamo para recuperar su posición. Es decir, que lo bonito del asunto es que el amor prevalece, pero Lubitsch observa con su media sonrisa y, sin hacer trizas a nadie, la presenta a ella como la trepa manirrota que es, y a él como el macho aprovechado y que se escuda en el rechazo de clases, aunque él lo apoye abiertamente. Ahora bien ¿qué coño es todo eso de la dignidad si podemos cantar y refocilarnos entre satenes de flojera novimperial?...
Saludos.

lunes, 15 de julio de 2019

La letra con sangre entra



DER BUNKER es una de esas cositas extrañas con las que uno se topa de vez en cuando casi sin quererlo. Una bizarra pieza de cámara, que se intuye hecha con cuatro duros y un montón de buenas intenciones, pero que se queda en correcto ensayo de algo que podría haber sido más grande si no se le notaran tanto las influencias, que son muchas. El argumento es para contarlo, y ustedes ya me dicen: un aspirante a científico llega a un búnker que sirve de vivienda a una peculiar familia, compuesta por un hombre, su mujer y un hijo al que apenas ve; su intención es conseguir el mayor aislamiento y soledad para poder desarrollar un complejo trabajo sobre la famosa "partícula de Higgs". Lo que propone Nikias Chryssos es una especie de metáfora vaciada de sentido, en el que cada personaje encarna un rol concreto, pero que quizá quiera significar algo más, lo que lo acerca a Kafka sobre todo. El padre es un imbécil sin atributos, pero que se cree instruido por tener una estantería con libros; la madre es obsesiva y acaparadora, pero protege a su hijo de cualquier amenaza externa; el hijo... bueno, el hijo aparenta treinta años, pero tiene la mentalidad de un niño de ocho, y es, simple y llanamente, un ignorante integral. Para terminar de redondear esta extrañísima historia, los padres piden al joven que instruya al hijo, conformándose una relación basada en intereses creados; sin embargo, el niño-hombre sólo parece poder aprender algo si es torturado físicamente, y cuando logra saber que la capital de Francia es París sus padres revelan que su cometido es ser presidente de la nación... ¿Por qué? Pues porque esas son las directrices que lleva años dictando un ser de otro planeta que vive en una herida en la pierna de la madre... Con dos cojones.
Sí, es muy rara, pero tiene algunas ideas que merecen mucho la pena, y los intérpretes transmiten muy bien ese clima enrarecido y asfixiante del búnker. La cosa es que ya cuenta con cuatro años y su director, alemán de origen griego, no ha vuelto a filmar nada más.
Muy muy curiosa.
Saludos.

domingo, 14 de julio de 2019

Rincón del freak #364: El hembrismo cariacontecido contra el heteropatriarcado alienígena



La de hoy tiene tela marinera, por mucho que me la encontrara de pura casualidad en rincones que prefiero no describir. Se trata de una ínfima producción británica de 1978 titulada PREY, y que venía a abundar en el por entonces recurrente tema de los extraterrestres que llegan a la Tierra con intenciones poco amistosas; y en este caso, con pocos efectos especiales y maquillaje de verbena terciaria. Sale una pareja dándose el lote y luego un tipo al que se ve poco y que los asalta porque sí, y luego la chica corre y el novio se muere y el tipo raro se ha convertido en su novio (que no sé para qué tiene que convertirse si ya tenía cara y cuerpo antes), lo que aprovecha para darle un bocado, porque en realidad es un alienígena con cara de gato, lo juro. Entonces este infiltrado de las galaxias llega a un caserío habitado por dos mujeres, y aquí viene lo bueno, no porque las dos mujeres decidan invitarlo a quedarse porque sí, sino porque ya hace cuarenta años la serie B inglesa se atrevía a mostrar una pareja abiertamente lésbica, tal cual. Lo que asimismo aprovecha el director para meter escenas de sexo lésbico que no vienen a cuento, pero que dan lubricidad al asunto. Una de ellas no está muy convencida de su lesbianismo, así que coquetea con el alien, pero éste sólo tiene ojitos para un loro enjaulado, ya que se lo quiere comer a toda costa. Las lesbianas, como buenas progres, también son vegetarianas, pero cometen el error de darle escarola al alien, que a partir de ahí opina que las dos son unos muermos y que quizá les hinque el diente. El peor momento para el alien ocurre cuando se cae en un laguito de apenas un metro de profundidad, pero en el que se pega braceando como tres minutos, porque como buen gato cósmico lo del agua no va con él. Incluso llegan a travestirlo en la mejor escena del film, solo que él no sabe nada del rollo LGTBI ni nada de eso, tan sólo quiere bocata de loro... En fin, como dura unos 75 minutos escasos, se echa uno unas risas de las saludables y a otra cosa, que no todo va a ser caimanismo...
Saludos.

sábado, 13 de julio de 2019

Explotados y agradecidos



SORRY TO BOTHER YOU es una película tan insólita y extraña que pasó totalmente desapercibida, y no debería haberlo hecho, aunque la sensación que deja después de verla es la de unas intenciones estupendas emborronadas por una confusión creciente. La película mantiene bien el interés durante su primera mitad, mientras vemos que hay algo que pugna por ser contado, pero que muy poco después queda agotado, como en un callejón sin salida. Es efectivamente ambiciosa, una de esas películas que apuesta fuerte por los grandes temas, pero quizá le falte un último acto más valiente y, sobre todo, menos confuso. Narra la extraña peripecia de Cassius, un tipo incapaz de triunfar en una vida que le cambiará radicalmente tras encontrar trabajo como vendedor telefónico en una empresa que explota sin miramientos a sus empleados, pero en la que asciende rápidamente gracias a una inusual habilidad : poner voz de blanco... Así, Cassius se introduce en las altas esferas de la empresa, mientras sus amigos y compañeros hacen huelga y protestan por las malas condiciones laborales. Pero su ascenso le va a llevar hasta el mismísimo ideólogo de la empresa, que en un lugar secreto de su mansión esconde un secreto terrible, y que hace replantearse toda su vida a Cassius. El film, ya digo, funciona mientras es capaz de crear unas expectativas que se disparan por todo lo alto, pero al final a su director y guionista, el debutante Boots Riley, la apuesta le pasa factura y termina en un desenlace deslavazado y muy confuso, como mezclar un libro de Aldous Huxley con uno de Stephen King, y eso hay pocos espectadores que lo soporten sin incredulidad.
Seguiremos atentos a su trayectoria, no obstante.
Saludos.

viernes, 12 de julio de 2019

El héroe ardiente 3



Me pueden llamar raro si quieren, decirme que me gusta llevar la contraria, pero a mí el HELLBOY que me gusta es el que ha hecho Neil Marshall. Sin que me parezca una maravilla ni nada de eso, pero que al menos captura algo de la esencia del cómic original y es bastante menos ñoña que las del director mexicano Guillermo del Toro. Más sangrienta y circunspecta, esta "actualización" parte de la leyenda artúrica, en la que el mítico rey de Camelot logra derrotar a una poderosa bruja y encerrar sus trozos cercenados por separado, ante la imposibilidad de matarla. A partir de ahí, se vuelve sobre el conocido tema de que Hellboy es quien traerá el apocalipsis al mundo y todo eso que ya conocíamos, solo que con el añadido de que hay más tortas, miembros amputados y criaruras fantásticas, desde gigantes a vampiros, e incluso veremos una espectacular recreación de la hechicera Baba Yaga. Es, no hay duda, un blockbuster desprejuiciado, que sabe el terreno que pisa, el que lleva años perfeccionando Marshall, desde su concepción, imperfecta y malsana, del cine de género. Es cierto que al principio cuesta acostumbrarse a no ver a Ron Perlman en el papel protagonista, pero creo que David Harbour le da un toque personal, incluso algo más derrotista y resignado, y es capaz de hacer olvidar a su predecesor. No es una gran película, lo sabemos, lo sé, pero son dos horas de diversión de consumo, y creo que decir otra cosa sería darle innecesarias vueltas a lo que es más que claro.
Saludos.

jueves, 11 de julio de 2019

El héroe ardiente 2



Cuatro años después, Guillermo del Toro retomó el personaje creado por Mike Mignola, reunió al mismo grupo de actores y filmó HELLBOY 2: THE GOLDEN ARMY. Una película de carácter continuista, pero que se diferenciaba de la primera por incidir bastante más en la comicidad, e introduciendo una mayor variedad de personajes. Si tuviese que elegir seguramente me quedaría con ésta, que me parece más entretenida y ya nos coge sobre aviso con el particular universo del héroe rojo. Incluso los malos no son tan malos, ya que se trata de un aspirante a rey que pretende reclamar su derecho a un trono que le ha sido negado por miles de años, y el único capaz de interponerse en su camino es, cómo no, Hellboy y sus colegas de la Agencia de Investigación y Defensa Paranormal. Como dato curioso, encontramos a Luke Goss haciendo de villano, ya que se trata de uno de los integrantes de aquella mini boy band de finales de los ochenta que se llamaba Bross ¿se acuerdan o me estoy haciendo viejo?... Terminando, una peli entretenida, que no se come mucho la cabeza y que tiene escenas divertidamente rocambolescas, como la resurrección de un hadda de los dientes, que más bien parece un bicho devoralotodo.
Saludos.

miércoles, 10 de julio de 2019

El héroe ardiente 1



Bueno, aprovecho la ardiente canícula para hilar películas cuyos remakes se han estrenado recientemente, como ya hicimos la semana pasada. Y qué mejor traído en estos calurosos días que HELLBOY, el demoníaco, malhablado y sanguinario héroe que el gran Mike Mignola se sacó de la manga hace ya algunas décadas. HELLBOY conoció su primera encarnación cinematográfica allá por 2004 (cómo pasa el tiempo), y personalmente no me dijo gran cosa por entonces, primero porque no había seguido sus andanzas en cómic, luego porque aún seguía algo enfurruñado con el cine de Guillermo del Toro, y luego porque, convengámoslo, éste es un Hellboy cercenado, maniatado, muy lejos de la libertad expresiva del original, al que reconozco que llegué con posterioridad. Es el problema de este tipo de personajes, que nacen con inequívoca vocación irreverente, por lo que luego su integración en un medio comercial es más que dificultosa, a menos que aceptemos que hay dos personajes diferentes y que no tienen por qué compartir afinidades. No es el primero al que le ocurre (quien piense que el Batman de Nolan es oscuro no debe haber leído a Frank Miller), y entiendo que un mitómano como del Toro tendría en mente algo un poco más "descocado", pero hay que entender que Sony no es Dark Horse, ni por arriba ni por abajo. Lo que sí veo es, incluso quince años después, un desarrollo predecible, aunque entretenido, nada que no hayamos visto antes. El diseño de producción sí está trabajado, como la caracterización de los personajes, destacando a un Ron Perlman cuyo difícil físico le viene como un guante al personaje, o al revés. HELLBOY es Perlman, y luego todo lo demás, y, evadiendo el elemento fanático (cosa que me cuesta poco), lo que queda es una aceptable película de aventuras, con unos malos un poquito chorras y con algunos momentos brillantemente rodados, aunque casi todos permanezcan como una sucesión de viñetas más que de fotogramas. Aunque sé de buena tinta que a ustedes les gustó bastante más que a mí... Qué se le va a hacer...
Saludos.

martes, 9 de julio de 2019

La clase de Lubitsch #24



Y, de nuevo en 1929, llegamos a THE LOVE PARADE, el primer film sonoro de Ernst Lubitsch, y la constatación de que si ya era un maestro del cine mudo, lo mejor estaba por llegar. Sin ser una obra mayor, se trata de una película absolutamente deliciosa, una comedia con ramalazos de musical que contaba la historia de un conde de costumbres disolutas con el sexo opuesto, que es deportado desde el Crazy Paris a su pequeño país de origen, Sylvania, donde la reina le espera para castigarlo debidamente. Sin embargo, el panorama cambia radicalmente cuando la joven reina, incapaz de encontrar un marido consorte ideal, cae rendida ante los encantos del conde, con lo que él ve una oportunidad para evitar la cárcel y ella para desposarse al fin. La gracia de todo ello, el "toque Lubitsch", está implícito en un subversivo cambio de roles, puesto que ella es la que manda y él se limita a ser poco más que un florero que no puede dar un paso si su reina y esposa no se lo ordena.
Protagonizada por Maurice Chevalier (que a los 41 años lograba su primer papel importante en Hollywood) y la actriz y soprano Jeanette MacDonald, es una de esas comedias "amables" que ofendían poco, aunque Lubitsch siempre se las arreglaba para insertar sus genuinos golpes de efecto, especialmente en unos diálogos que sugieren infinidad de metáforas subidas de tono, y que, por ejemplo, queda resumida en una escena maravillosa, que los defensores de la moral tacharán de machista, aunque me da igual: mientras el conde corteja a la reina en una cena que siempre está fuera de campo, y que es narrada por cuantos cortesanos espían la escena, el criado de él hace lo propio con la doncella de ella, mientras sus respectivos perros comen del mismo recipiente frente a ellos. Entonces él dice: "No veo el problema. Si mi amo tiene derecho a cenar con la reina, el mismo derecho tendrá su perro a compartir comida con la perra de su majestad"... Puro Lubitsch.
Saludos.

lunes, 8 de julio de 2019

Ser especial



Tina es una chica muy muy especial. Trabaja en un puesto aduanero por la sencilla razón de que posee un olfato que le permite detectar cualquier irregularidad a distancia, literalmente. Pero Tina es feliz a duras penas, o quizá ni siquiera lo sea, porque se siente como una persona aparte, como si ni siquiera fuera humana. Paradójicamente, ese olfato superdesarrollado no le sirve a Tina para averiguar que ciertamente no es humana, algo que le descubre Vore, una "persona" que va y viene por ese puesto fronterizo y que parece ser el único igual de alguien tan singular como Tina.
Es preferible no desvelar mucho más de la trama de GRÄNS, el soberbio film de Ali Abbasi, danés de ascendencia iraní, que adapta asimismo una soberbia novela del escritor John Ajvide Lindqvist, autor también de la no menos genial "Déjame entrar". Es ahí, en el elemento sorpresa, donde la película cobra fuerza y sentido; porque, por mucho que nos preguntemos qué estamos viendo exactamente, es muy posible que no estemos preparados para una revelación tan estrambótica como genial y, en último término, de una hermosa elocuencia. De hecho, ni siquiera deberíamos hablar con simplistas etiquetas como "fantástico" o "ciencia ficción", porque nos perderíamos este canto a la diferencia, a cómo somos todos verdaderamente, por dentro, sin atender a la cortedad de miras de los demás, para quienes somos una simple apariencia a quien catalogar sin más.
Absolutamente maravillosa.
Saludos.

domingo, 7 de julio de 2019

Rincón del freak #363: Bajo tierra 3. En los límites de la vergüenza ajena



Películas como PET SEMATARY 2 pueden tener su poquita de gracia, verla como una gamberrada predecible, una forma lícita de hacer caja o incluso de intentar mantener viva la llama de gente a la que se le acababa el crédito demasiado pronto. Digo que podrían, de no ser tan innecesarias, porque intentar encontrar algún punto de conexión con la película rodada tres años antes (no digo ya con la novela) es un tiempo inmediatamente perdido. Y me cuesta creer que Stephen King tuviera algo que ver en la elaboración de su imbecilísimo guion, aunque es verdad que aparece acreditado, porque aquí todo pasa por la cara. Atención: un tipo se queda viudo y se va a vivir con su hijo a un apartado pueblo. Vale. La traca es que se va al pueblucho desde Beverly Hills, que es donde vivía, ya que estaba casado con una estrella de cine (en realidad parece una segundona de serie Z), lo que es aún más extraño teniendo en cuenta que el tipo es un simple veterinario y con la planta de Anthony Edwards en pleno proceso alopécico. Sí, la casualidad del destino hace que no se trate de un fontanero, un corredor de seguros o un sexador de piojos, sino un veterinario, que siempre viene bien cuando la excusa es el cementerio de mascotas. Por allí deambulaba un quinceañero Edward Furlong, al que se le notaba en la cara que nunca supo digerir bien la fama, y Clancy Brown, que es de lo poco salvable de una cinta justísimamente olvidada y que nadie entiende qué cometido tuvo su realización, más allá del puramente crematístico...
Saludos.

sábado, 6 de julio de 2019

Bajo tierra 2



Como decíamos, el remake de PET SEMATARY ni resbala, ni convence, ni supera, ni nada de nada. No al menos más, ni menos, que la película a la que intenta renovar. Signo de estos tiempos, no hay ideas nuevas, y lo que es peor, no hay necesidad de buscar dichas ideas o emprender transformaciones formales adecuadas que lleven a la renovación del cine comercial, inmerso en una homogeneidad cansina y sólo superada por la valentía de algunos francotiradores. Dicho esto, me reitero en lo expuesto ayer, aunque efectivamente no hay aquí ya rastro alguno de la novela de Stephen King, porque la película es la misma pero más "barnizada", por decirlo de alguna manera. Y por terminar, que hay poco que rascar, me reafirmo en los límites autoimpuestos por la industria, ya que el final de ésta cambia el de aquélla sin necesidad aparente. Eso y que también supone un retroceso para sus directores, a los que auguré desde aquí un prometedor futuro tras su anterior film, STARRY EYES.
Por cierto, y aunque me hubiese parecido complicado en la carrera de un actorazo al que admiro profundamente, es, posiblemente, el peor papel que le he visto a John Lithgow, que ya es decir.
Saludos.

viernes, 5 de julio de 2019

Bajo tierra



Hace poco se estrenó una "actualización" de PET SEMATARY, coincidiendo, supongo, con el 30 aniversario del film original, que no seré yo quien diga que aquélla no fue una adaptación fallida de la novela de Stephen King, aunque sí creo que por motivos distintos a los que podrían presumirse. Lo primero que llama la atención es que fue el propio King quien se encargó de adaptar su propia novela, aunque, como el escritor ha dejado claro en más de una ocasión, era absolutamente imposible trasladar la complejidad y oscuridad de la misma, por lo reducido del presupuesto y lo arbitrario del personal elegido por la Paramount, que sólo buscaba un pelotazo en taquilla al menor coste posible. Aun así, la película se esforzaba en encontrar el lóbrego punto de vista de ese miniuniverso originado en un espacio tan reducido que apenas comprendía la casa a la que llega la familia protagonista, la de su enigmático vecino, el susodicho cementerio de mascotas y la carretera que los separaba, surcada por veloces camiones, que en el film son obviados como verdadero significante. Dirigía la ignota Mary Lambert, directora de infumable carrera, y protagonizaban dos actores sin química alguna, Dale Midkiff y Denise Crosby, y sólo el gran Fred Gwynne es capaz de dotar de algo de misterio a una película que roza lo rocambolesco, cuando no directamente lo ridículo. Y sin embargo, ya digo, no se sabe si porque el final lo dirigió el propio King (que se reservó un pequeño cameo como cura), el caso es que la pesadillesca espiral en la que se ve envuelto ese pobre y algo alelado padre de familia es lo mejor del film, tomando mucho de Poe y con un par de escenas muy inquietantes y que hoy día estoy seguro de que serían imposibles de rodar, por tener a un tierno infante de tres años como protagonista.
Bueno, para mí no es tan mala como parece. Otra cosa es que la misma directora se pusiera a los mandos de una segunda parte sólo tres años después. Pero eso es otra historia...
Saludos.

jueves, 4 de julio de 2019

Ubicar la prosa



TESNOTA fue una de las grandes sensaciones del Festival de Cannes en 2017, donde se alzó con el FIPRESCI-Un certain regard y levantó un cierto revuelo entre crítica y público. La ópera prima de Kantemir Balagov, avalada nada menos que por Alexander Sokurov, tenía varios atrevimientos difíciles de asimilar, cuanto menos ensalzar. Por un lado, su claustrofóbico encuadre de 1:1, al que se añade una perpetua obsesión por el primer plano, incluso teniendo varios rostros o cuerpos, lo que da una sensación de apiñamiento no del todo digerible. Luego, la complicada ubicación geográfica de la narración, situada en una remota región del norte de Rusia, lo que sumado a que transcurre en 1998, denota una carga social y política que Balagov no siempre es capaz de dejar clara. Por último, aunque me parece lo menos relevante, la inclusión de un video real que, en un momento dado, varios personajes ven en un vetusto VHS, en el que se muestra una decapitación en pleno conflicto entre Rusia y Chechenia, que algunos de ustedes recordarán en toda su escabrosidad. Personalmente, lo que más termina por interesarme es que de esta indigesta sopa se extrae una verbalidad cinematográfica bruta, lejos de cualquier exquisitez, pero de un gran expresionismo dramático. Así, la extrañísima, cruda y cortante historia del secuestro de unos recién casados, deviene crónica de la xenofobia latente en un país tan extenso que le resulta restañar heridas centenarias, además de exponer, sin cautela alguna, la imposibilidad de su protagonista (Darya Zhovnar, una fuerza de la naturaleza) de encontrar un resquicio de libertad en medio de una cultura marcadamente machista. Es aquí donde cobra sentido su traducción, que viene a ser algo así como DEMASIADO CERCA; porque en un entorno violento, la cercanía puede ser sinónimo de daño, y no de ternura.
Saludos.

miércoles, 3 de julio de 2019

Volando libre



Hay una cosa muy interesante en una película tan poco pretenciosa como BRIGHTBURN, aprovechar los resquicios y ángulos muertos del cine de superhéroes para construir un relato alternativo, que el cómic sí ha explorado abundantemente. Además, el guion de los hermanos Gunn se nutre inteligentemente de toda la imaginería superheroica (fundamentalmente de Superman) para darle la vuelta, sabiendo que nosotros sabemos lo que va a pasar y redoblando el elemento sorpresa. El argumento no es gran cosa: un niño cae del cielo en una granja de Estados Unidos y es criado normalmente, hasta que un día descubre que tiene superpoderes y blablabla... Que de tan trillado parece una broma. No, lo bueno de la película son cosas como lo escueto de su metraje, lo poco que se revuelca en los efectos especiales y la atmósfera malsana que va creando a base de miradas, especialmente de un chaval, Jackson A. Dunn, que da bastante mal rollo. Por el contrario, su exceso de apego a la serie B resuelve situaciones y dilemas complejos a toda prisa (¿Qué diablos hay en el granero? ¿por qué la pulsión criminal?), lo que habría quedado más redondo si hubiésemos accedido a algún dato de la naturaleza del monstruo. De todas formas, me parece una película correcta, que no pretende pasar a la historia, pero de la que podrían aprender algunas franquicias que empiezan a apolillarse por el exceso de azúcar. Yo ya digo, sería magnífico que empezáramos a ver en pantalla el verdadero dilema nietzscheano: "¿Por qué un ser todopoderoso debería albergar buenas intenciones?"...
Saludos.

martes, 2 de julio de 2019

La clase de Lubitsch #23



Curiosa película ETERNAL LOVE dentro de la filmografía de Lubitsch, primero por la asincronía que tiene como film silente, en unos años (es de 1929) en los que la mayoría de producciones optaban por el sonido, aunque hay que destacar que sí posee una banda sonora musical, a cargo del compositor austriaco Hugo Riesenfeld. Aunque lo más curioso quizá sea su trama, primero por tratarse de un drama romántico de corte más bien trágico, y en el que a Lubitsch le cuesta un poco más desenvolverse con la clase que siempre atesoraba en el terreno de la comedia. La historia nos sitúa en plenos Alpes suizos, donde un pequeño pueblo depone las armas ante el avasallador ejército napoleónico como único acto de supervivencia; todos excepto Marcus, un indómito cazador que se niega a deshacerse de su medio de vida. Es por ello que el pueblo lo mira con recelo, y aún más cuendo pide la mano de su enamorada, la hija del pastor local, que no ve con buenos ojos la unión. Por otra parte, otra chica está etrás de Marcus, aunque por motivos puramente interesados, y aunque él la rechaza será víctima de una jugarreta en una ebria noche de carnaval, lo que le obligará a casarse con ella y olvidarse de su amada, que encuentra consuelo en un antiguo amor, que no duda en aprovechar la coyuntura. Digamos que lo que propone el film es una cierta moraleja, que vendría a decirnos que esrá bien ser honesto con los principios propios, aunque a veces un exceso de honestidad nos lleve curiosamente al lado contrario que esperábamos. Protagonizaba aquel actor intenso como él solo que era John Barrymore y la bellísima Camilla Horn, que se complementaban a la perfección, aunque la que destaca por su complejo papel es Mona Rico, que era lo más parecido entonces a una "actriz exótica". Yo, por mi parte, me quedo más con el buen hacer de Oliver T. Marsh y Charles Rosher en la fotografía, con movimientos de cámara que poco tenían ya que ver con el cine mudo. Y es que el cine era ya otra cosa...
Saludos.

lunes, 1 de julio de 2019

Un boceto



El biopic de un artista debería aportar siempre la parte correspondiente a quien realiza dicho biopic, y no conformarse con ser un simple exponente, algo adornado, de lo que encontramos rutinariamente en cualquier libro de consulta. Es un dilema habitual, pero que al menos sirve para no confundirnos entre lo que merece la pena y lo que no. La oportunidad perdida por el actor, en este caso metido a labores de dirección, Stanley Tucci es de órdago, pues parte de una de las más famosas anécdotas del mundo de la pintura, para quedar en una tontería de andar por casa que se olvida al minuto de haberla visto. FINAL PORTRAIT se centra en la relación entre el pintor y escultor Alberto Giacometti y el escritor y crítico de arte James Lord, a causa del retrato que el primero se comprometió a hacerle al segundo, y que fue convirtiéndose en una pesadilla sin final, que el pintor suizo, de carácter imposible, se empeñaba en destruir y recomenzar de nuevo, lo que obligó a Lord a posponer su estancia en París mucho más tiempo del que esperaba. Puede que lo único salvable de la función sea la gran actuación de Geoffrey Rush, impecable dando vida a aquel "hombre gris", cuya fuente de inspiración era la pesadumbre y la derrota, sentimientos en los que únicamente se sentía a sus anchas. Sin embargo, la dirección de Tucci, aparte de tener mucho de telefilm, es soberanamente aburrida y aporta muy poco a esta historia de amistad, de la que podría haber extraido muchísimas más aristas y hallazgos. En definitiva, una oportunidad perdida, o una obra que apenas llega a boceto.
Saludos.

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!