jueves, 30 de abril de 2020

Cerdos y murciélagos



Da escalofríos ver hoy día un film como CONTAGION, con la que Steven Soderbergh se adelantó nada menos que una década a cierto virus que actualmente sufrimos. Cada paso reflejado en el film, cada suceso y evento, parecen hechos a posteriori, y no en 2011; y es de justicia desgajar este trabajo en dos direcciones, para poder comprenderlo mejor, sobre todo ahora. Por un lado está ese asombroso mimetismo, el foco del contagio proveniente de un remoto mercado en China, la rapidez de la expansión por mero contacto, la incompetencia de los políticos y el desamparo de la sanidad, finalmente los únicos héroes de esta historia, de ámbito global, pero que nunca se diluye argumentalmente. Incluso tienen un papel preponderante las redes sociales (ya entonces), en la figura de un bloguero (baia, baia...), un poco tocapelotas, que acusa directamente al gobierno de ocultar un posible remedio contra un virus que en cuestión de una semana se llevó por delante varios millones de vidas. Por un lado, ya digo, está esta inesperada correspondencia, pero por el otro está una película extraordinariamente realizada, probablemente una de las mejores de su director. Soderbergh refrena cualquier tendencia exhibicionista, y propone una visión insólita en el cine de catástrofes, tan dado al amarillismo, en ocasiones casi pornográfico, estructurando un relato sin héroes o villanos, con la única ambigüedad moral proporcionada por la presión de los mercados (cómo no), y que plantea un montón de cuestiones de plena vigencia. Una película, por otra parte, con un reparto estelar, pero sin dar la sensación nunca de buscar el lucimiento, sino la solvencia de profesionales contrastados. Deberían tomar nota nuestros políticos, por ejemplo.
Sorprendentemente sorprendente.
Saludos.

miércoles, 29 de abril de 2020

Ayúdame y te ayudaré



UNE AFFAIRE DE FEMMES es, sin ninguna duda, la mejor película que Claude Chabrol filmó en los ochenta, y uno de sus títulos capitales, al tiempo que abría la que es su época más reconocida (y reconocible). La historia nos sitúa en un miserable (en todos los sentidos) Vichy, ocupado por los alemanes, donde hombres y mujeres intentan sobrellevar sus vidas sin saber qué les deparará el día siguiente, sintiéndose acechados no ya por los ocupantes, sino por sus propios vecinos, que les venderían por un plaro de lentejas. Desmarcándose del trillado relato de entreguerras, el film prefiere transitar los huecos de lo sórdido, fijándose en la figura de Marie, una mujer aparentemente anodina, cuyo marido está en la guerra, dejándola con dos hijos en un cuartucho y sobreviviendo como puede. Marie sueña con viajar a París, ser cantante, aunque no tiene ni dinero ni voz; y en esa especie de ensoñación, un poco burda y un poco ingenua, se aposenta su meteórico ascenso de manera casual, ayudando a su joven vecina a abortar con unos métodos casi medievales. Chabrol es capaz de configurar un complejo entramado social, con unos personajes perfectamente delineados, cumpliendo cada uno su función y dotando a su crudo desenlace de todo el sentido. Isabelle Huppert, por su parte, se volvía a encontrar, casi diez años después, en un papel muy parecido al anterior que tuvo con Chabrol, una mujer a la que no podríamos tachar de malvada, pero a la que puntualmente miraremos con recelo, ya sea por su arribismo o por el abandono al que somete a su marido e hijos, una vez que éste regresa del frente, herido y sin posibilidad de trabajar. Ella se convierte entonces en el pilar económico de la familia, aunque para ello tenga que mezclarse con prostitutas o los propios colaboracionistas que hicieron, por ejemplo, que se llevaran a su mejor amiga "sólo por ser judía".
Gran película.
Saludos.

martes, 28 de abril de 2020

La gran jornada



Hay pocas películas más destructivas que WHO´S AFRAID OF VIRGINIA WOOLF?, que Mike Nichols dirigió con sólo 35 años, edad que no debería sorprender tanto si no fuera por la crudeza del texto original de Edward Albee, y por la firmeza con la que dirigió a dos monstruos como Richard Burton y Elizabeth Taylor, y muy especialmente a esta última. Respetando la teatralidad de Albee, el guion de Ernest Lehman lo descentra desde el domicilio conyugal de este matrimonio, del que nunca sabremos si se aman o se odian, o si ambos sentimientos son indiscernibles el uno del otro. Él es un profesor de Historia en la universidad que dirige el padre de ella, y una noche regresan de una de las habituales veladas alcohólicas entre el profesorado, aunque han tenido la ocurrencia de invitar a un matrimonio más joven, formado por una joven ingenua y un incipiente profesor de biología. Lo que sigue es una bajada a un infierno de desprecio e insultos, abundantemente regados con alcohol, a la que los invitados asisten con estupor primero, pero con algo de curiosidad después, y acabando por caer en el perverso juego que ambos han ido construyendo. Una película terrible, agónica a medida que se acerca a su desenlace, y que habla de fracasar, y no mejor precisamente, sino tragando el fango que amenaza con tragarse cualquier atisbo de humanidad en unos diálogos que son como cuchillas de afeitar, y un tour de force interpretativo francamente devastador a cargo de una pareja a la que cuesta suponerle cuánto de autobiográfico tenían esas interpretaciones.
Una de esas películas que no contienen un gramo de hermosura, ni siquiera al llegar el amanecer...
Brutal.
Saludos.

lunes, 27 de abril de 2020

A los que están



Tres años tardó Joanna Hogg en completar su segunda película, en la que corregía y aumentaba muchos de los temas abordados en su debut. ARCHIPELAGO partía de una premisa similar, pero cerraba aún más el foco, confinando a su reducido grupo de personajes en una circunstancia de la que no pueden escapar, a menos que dejen atrás sus propias zonas de confort. De cómo su minimalismo termina por ser engañoso, tejiendo una riquísima red de afectos y desavenencias, es de donde la directora británica nos conduce, sin estridencias, con una cotidianidad trazada con naturalidad inusitada, a esos pequeños e imperceptibles infiernos del día a día, aumentados bajo la lupa de la interacción forzosa. La excusa es la reunión familiar (en inconfesada desarticulación), como unas frías vacaciones en Cornualles, donde pasarán unos días una mujer y sus dos hijos. Se intuye que no suelen pasar ningún tiempo juntos, lo que deriva en un trato cordial pero distante, y ahí Hogg va introduciendo sus cargas de profundidad sin que nos demos cuenta. La madre toma clases de pintura sin mucha convicción, pero entusiasmada con su profesor, que parece entenderla mejor que su marido, que es la primera figura ausente, deslizándose la posibilidad de un divorcio en las sombras. El hijo marchará pronto a África, para impartir clases sobre educación sexual en una ONG, donde se encontrará con su pareja, a la que no han permitido viajar "por no suponer un mal ejemplo". La hija mayor, en cambio, parece amargada por algo que desconocemos; cínica más que irónica, se pasa el día corrigiendo a los demás, pero sin ver lo terriblemente sola que está. Y el punto discordante lo pone una humilde chica, una cocinera que han contratado y a la que cada uno trata desde un punto de vista diferente, pero que revela una condición unilateral, y que parte de un clasismo "bienintencionado", pero que termina por ser el elefante en la sala.
Una película que confirmaba a su autora como la magnífica narradora que es, y que sin aspavientos ni poses artificiales la situaba como uno de los nombres fundamentales del reciente cine europeo.
Saludos.

domingo, 26 de abril de 2020

Rincón del freak #403: Puerca maravilla del celeste destino



Mira el brillo del plumaje, de tintas oropéndolas llegadas del otro barrio, de aquel que tiene ropa tendida. Muy bien por los abuelos, invictos de origami, al sobre por fin. Tu tendero es tu camello, te da felicidad con premura, siempre quiso invitarte a un helado. La estela del accidente, transporta próximos muertos, soplaremos las velas por ellos. En la triple repetición del evento, tú y yo, con las pelotas al aire, midiendo el perímetro del aburrimiento, creyéndonos mejores de lo que somos. Esto no es una canción de amor, sino un poema macabro, un recuento de horas, como cadáveres, como hojas muertas que los perros olisquean. Esas horas se pegan al paladar como un hueso rancio al puchero, y nos ponen en nuestro sitio...
PENANCE. No recuerdo un título más perfectamente elegido...
Saludos.

sábado, 25 de abril de 2020

Contra la doctrina



La idea de la suplantación de personalidad, o mejor dicho la asunción de una personalidad nueva, ha sido una idea constantemente asumida en el cine, ya sea como subversión de los géneros o como una aliteración que refresca el relato, cuando éste tiene poco que ofrecer. En este sentido, títulos capitales del "ser otro", como TOOTSIE, UNA HISTORIA DE VIOLENCIA, o más recientemente la serie BANSHEE, que llevaba al extremo la historia de un exconvicto reconvertido en falso sheriff. En esa línea se mueve CORPUS CHRISTI, el film que representó a Polonia en los pasados oscar, y que aprovecharemos para iniciar el repaso a los tres que concurrieron en la categoría de "habla no inglesa", dado el histórico acaparamiento de PARASITES. La película se desarrolla con sorprendente coherencia y buen pulso, sin caer ni en la parodia innecesaria ni en la truculencia emocional, eso sí, desatada en un desenlace que no hace prisioneros, y que dota de sentido una historia siempre al borde de lo inverosímil. Daniel está en un reformatorio, donde es constantemente acechado por otros internos, por algún asunto pendiente que nunca es totalmente aclarado. Su esperanza para no volver es aprovechar salida de reinserción para ingresar en un seminario, pero no puede ser aceptado al tener antecedentes penales, por lo que es enviado a trabajar a un aserradero. Sin embargo, Daniel se va a la iglesia local, donde hace buenas migas haciéndose pasar por un recién ordenado cura, gracias al traje que ha robado antes de partir. El film, ya digo, arranca con muchas dudas, y no deja la opción al espectador de imaginar cómo saldrá todo, pero la cámara, pegada constantemente a su protagonista (un excepcional Bartosz Bielenia), permite ser testigo directo de su transformación, siempre a medio camino de la impostación ingenua o una dolorosa toma de conciencia y conocimiento interior. Parece que sólo quiere hablar de la aventura o la peripecia física y vital, pero termina ahondando en las complicaciones que a veces encontramos a la hora de ser valorados por una sociedad tendente a prejuzgar e incluso "precondenar".
Una muy grata sorpresa.
Saludos.

viernes, 24 de abril de 2020

Blanco roto



Abundando en el tema, este curso pasado apareció un film que abordaba la relación entre el Papa Benedicto XVI, el alemán Joseph Ratzinger, y Jorge Bergoglio, Francisco, su sucesor tras una polémica e inesperada renuncia. Y muy a duras penas, el brasileño Fernando Meirelles logra integrar algo de narrativa a lo que no es más que un descarado duelo interpretativo entre Anthony Hopkins y Jonathan Pryce. Esto no es reprobable en sí, pero no debe sustentar el entero valor de un film, constituir todo el interés del mismo, hasta absorber todo lo demás y hacer que no importe. No estoy diciendo que sea una mala película, pero sí una película plana, extrañamente conservadora, justo después de poner el foco donde hay que ponerlo, que es en la ambigua relación de la iglesia católica con asuntos tan escabrosos como la pederastia o el colaboracionismo. Incluso, referente a esto último, es chocante poner el acento en el trato de favor obtenido por Bergoglio en la dictadura de Videla, mientras que el pasado "hitleriano" de Ratzinger no queda ni como apunte a pie de página. En definitiva, una película bien dirigida, magníficamente fotografiada, soberbiamente interpretada, pero que no aporta nada relevante a nuestras vidas, aunque puede que tenga otra función que a los mortales (y especialmente a los ateos) se nos escapa...
Saludos.

jueves, 23 de abril de 2020

In gratia dei



Un poco a regañadientes, me decidí a ver THE YOUNG POPE, el acercamiento de Paolo Sorrentino al elemento televisivo. Un artefacto tan arriesgado por comparación, como convencional, teniendo en cuenta el currículum de su creador. No me atrevería a señalar si la jugada era despertar a la heterodoxia convocando un discurso falsamente reaccionario, o al contrario, ensayar un nuevo monolito de incorrección, para terminar abogando por un ínterin reconciliador, de fresco mensaje de reflexión, y no tanto teológica (aquí no importa tanto la religión) como sí humanista. La historia es fascinante desde el principio, y nos zambulle sin anestesia en la (nueva) vida de Lenny Belardo, convertido en Pío XIII, un joven Papa, presumiblemente elegido en secreto por una reducida curia, con el fin de moldear su joven carácter hacia los designios de una iglesia menos rígida, más acorde a las necesidades de un mundo harto de flagelarse. Sin embargo, Lenny, Pío XIII, resulta ser un tipo inabordable, una indescriptible mezcla de ascetismo y vehemencia, pero sobre todo un Papa que está plenamente convencido de que el mayor daño a la iglesia ha venido del relajo moral. Un Papa que fuma, pero está contra el aborto o el divorcio; un huérfano, abandonado por unos padres hippies en las manos de una monja, desde siempre su única persona de confianza. Ahí radica el mayor valor de una serie, por otra parte, irregular cuando Sorrentino se desmadra y empieza a tirar de postales de rabiosa cinegética visual y música deliberadamente desacompasada. Una serie hecha para ser considerada "de culto", pero que le debe mucho a sus actores y actrices, y en especial a un Jude Law que, haciendo verosímil al personaje, se adueña de cada rincón de la pantalla, en un alarde de omnipotencia interpretativa realmente brutal.
Se va creciendo a medida que reafirma su propia naturaleza psicológica.
Saludos.

miércoles, 22 de abril de 2020

Los asesinos inútiles



LE CRI DU HIBOU (EL GRITO DE LA LECHUZA) fue la fallida adaptación de una novela de Patricia Highsmith, una autora a la que el cine se ha acercado constantemente, y sin embargo han sido muy pocas las películas que han atrapado "seriamente" la esencia de la escritora texana, limitándose la mayoría a deshojar lo truculento, sin tener en cuenta la acrobacia a la que sometía su prosa, en busca quizá de esa belleza malsana que recorría su obra. Aquí, Chabrol se toma al pie de la letra la anécdota psicológica, abandonando a sus personajes en un limbo gravitacional que no permite disfrutar de una amoralidad sin recurso ni asidero. De hecho, es casi imposible confirmar un solo personaje que pueda considerarse protagonista, al menos como un elemento que acabe por ser fundamental en una trama dantesca y ridícula. Un tipo se está separando y huye a una casa que tiene en el campo; allí conoce a una joven a la que ha espiado inocentemente, pero cuando ésta le declara su amor repentino, el tipo, al que se le añade una especie de psicosis delirante, no sabe bien a qué se está enfrentando, y aún menos cuando descubre que la chica estaba a punto de casarse, por lo que la historia se torna aún más rocambolesca. He tenido la suerte de leer, hace tiempo, el susodicho libro, y puedo decir, con conocimiento de causa, que Chabrol se enteró de un 1%, o elaboró el guion (junto a Odile Barski) leyendo sólo la contraportada. La escena final puede competir sin embozo con aquello de Norman Mailer...
Prescindible, sin más.
Saludos.

martes, 21 de abril de 2020

Y al final...



Al final Cuerda hizo lo que quiso, o lo que pudo más bien. Me parece fundamental poner en contexto, y con sumo cuidado, una película como TIEMPO DESPUÉS, por tal de quedarnos en un lugar lo suficientemente equilibrado, y no tan injusto como debería. Esta película, por encima de todo, fue la suma de esfuerzos de un grupo de artistas, rendidos admiradores de José Luis Cuerda, que decidieron financiarle desinteresadamente, como una especie de crowdfunding a modo de homenaje, finalmente póstumo, pero que también le daba la oportunidad, después de muchos años, de poder rodar libremente un texto suyo, sin concesiones innecesarias, ésas que tanto daño le han hecho siempre al cineasta manchego. Reconozcámoslo, la película no es gran cosa más allá del compendio de lugares comunes, remullidos y confortantes, comprendidos en sus trabajos clave, de los que huelga decir el nombre. Y al final también, pareciera casi una fantasmagoría, o el trabajo de un hombre ya despidiéndose, de sus personajes, de su equipo, de sus actores... Un último vistazo utópico, en clave castizoide, a nuestros arraigos, males y parabienes, con el fondo pintado de Monument Valley y la esperanza perdida en cualquier consenso entre clases.
Hasta siempre...
Saludos.

lunes, 20 de abril de 2020

Descatalogado



No hay una palabra más triste que esa. No pertenecer, haber pertenecido. Una expulsión tranquila, sin violencia, notar que ya no se está, no como antes. Hay mucho de eso en el cine de la británica Joanna Hogg, merecedora de una retrospectiva en el último festival de Sevilla, donde se pudieron ver sus cuatro trabajos, incluido el último, de reciente estreno. Nosotros vamos a hacer lo mismo en estos cuatro lunes, acercarnos a la personalísima manera de hacer cine de esta directora, proveniente del mundo de la videoinstalación, y que para debutar, allá por 2007, escribió un guion aparentemente sencillo, casi una cursilería repleta de lugares comunes, para terminar diseccionando sin miramientos muchos de los males enquistados en la clase media-alta, en este caso la británica. UNRELATED es un término que se usa para denominar el sentimiento de no pertenencia, como la descatalogación de alguien de un entorno al que una vez perteneció, pero del que percibe que ha dejado de ser el suyo. Ella es una mujer de mediana edad, embarcada en algún tipo de crisis de pareja, que ha aceptado la invitación de una amiga para pasar unos días en una preciosa casa en la Toscana, done pasan el verano. Una vez allí, se siente feliz por primera vez desde hace mucho tiempo, se deja llevar, e incluso siente un irracional deseo por el hijo mayor de su amiga (un jovencísimo e incipiente Tom Hiddleston), con el que flirtea constantemente. Con sutileza, Hogg se detiene en el rostro de la protagonista, en ese arrebato interior, sin mucha explicación aparente, para dar paso a un progresivo desgajamiento de todo ese entorno familiar, cada vez más ajeno: todos son familia, menos ella. Con paciencia (que no morosidad) y una mirada más que sensible, lo que se nos pone delante es todo ese catálogo de emociones que a menudo (sobre todo los que ya ingresamos en esa mediana edad) no somos capaces de concretar exteriormente, pero nos va consumiendo lenta e implacablemente, básicamente porque, efectivamente, nos han sacado del catálogo...
Saludos.

domingo, 19 de abril de 2020

Rincón del freak #402: Un contagio sobrenatural



El caso del irlandés Ciaran Foy lo hemos visto multiplicarse en los últimos tiempos, y puede que aluda a cierta necesidad de supervivencia del macromonstruo de las plataformas digitales, que ya se las tienen que ingeniar para dar salida a su ingente cantidad de material sin aparentar que en realidad la mayoría no es más que fondo de catálogo. Para ello se recluta a un director joven, con pocos títulos, pero que logró despuntar modestamente tiempo atrás. Foy filmó un par de notables cortos en su país natal y un debut más que interesante, del que prometo hablar próximamente. El primer encargo que recibe de Yanquilandia fue la infumable continuación de SINISTER, de la que ya di cuenta, y ahora se descuelga desde Netflix (!!) con ELI, una película tan extrañamente concebida y rodada que parece imposible darle un estatus propio, y mucho menos un género, aunque se acerque al terror facilón, para terminar ensayando otra cosa. Sí, parece un refrito de varios guiones fundidos en uno solo, y con una torpeza tan grande que ni siquiera tira de recursos, sino que más bien los tira, los desecha. Intentaré resumirla diciendo que el Eli del título es un niño con una rara enfermedad, un "niño burbuja", cuyos padres han gastado todo su patrimonio en un revolucionario método que una excéntrica doctora ha desarrollado en una mansión completamente aislada e higienizada, por lo que el niño puede hacer vida normal allí dentro ¿Se imaginan cómo puede seguir? No, no intenten imaginar nada, cualquier cosa que opinen será mentira. Y, sí, el film es chusco y barato, con un montón de lugares comunes y sustitos de todo a cien. Sin embargo, llegando al final (que no revelaré) pasa una cosa muy curiosa que no recuerdo haber visto nunca: un giro de guion que, en lugar de culminar la función... la reinicializa... O no sé muy bien lo que pasa, porque parece una película distinta, probablemente hasta mejor que la anterior hora y cuarto, pero tan radicalmente diferente que parece, no sé, un chiste sin gracia o una pedantería más allá de lo pedante.
Ustedes mismos si la ven, yo aquí lo dejo.
Saludos.

sábado, 18 de abril de 2020

Adornos y comensales



KNIVES OUT es una película muy bien hecha. Aquí termina la crítica, o mejor dicho, debería empezar, pues no se trata más que de una consideración subjetiva, que perfectamente podría comprender toda la filmografía anterior de Rian Johnson. A este señor le veo siempre las mismas virtudes y los mismos defectos, como si no fuera capaz de reinventarse, indagar más allá de su propia circunstancia y redefinirse como autor, básicamente porque es a lo que aspira, desde que sorprendiera a propios y extraños hace ya 15 años con BRICK. Y estas dos películas se encuentran bastante cerca, formal y teóricamente, o no, porque KNIVES OUT "barroquiza" en el exterior lo que en BRICK se enmadejaba por dentro, mientras banaliza (acariciando una comedia algo naif) la solemnidad que suele acompañar el discurso de todo principiante. La película es un divertimento, y no esperen encontrar aquí el summum de la originalidad, ni la rosca definitiva en tiempos de previsibilidad dramática. Hay dos aspectos que me parecen lo mejor del film, y que pueden parecer secundarios, pero no lo son. Los "adornos", aquí son absolutamente fundamentales, y pugnan por sacar de plano al otro punto fuerte. Los "comensales", los personajes que entran y salen, hablan o se quedan en silencio. De la gestión de unos y otros, de su interacción, depende en gran medida que KNIVES OUT sea un gozo o un suplicio. Y un dato para terminar: no hay zoom...
Saludos.

viernes, 17 de abril de 2020

El árbol caído



Reconozco que no había visto absolutamente nada de Oliver Laxe antes de zambullirme en O QUE ARDE, con la que alcanzó el Premio del Jurado en Cannes y un par de Goyas, uno de ellos discutible, pero el otro merecidísimo. Un poco resentido por algunas muestras de "cine contemplativo" reciente, henchido de ombliguismo pero vacío de contenido real (buena palabra), lo cierto es que esto es otra cosa, un austero pero bello acercamiento a la condición humana puesta a prueba, sin artificios ni adornos, más alla de los que la propia naturaleza esté dispuesta a ofrecernos. La realidad no es cine, es realidad; pero quizá habría que darle la vuelta a esta aseveración, porque ¿no es el cine realidad misma? Algo así parece preguntarse Laxe, volteando cualquier convención cinematográfica, convirtiendo lo que podría haber sido un apesadumbrado diagrama de cartujo trascendentalismo en un vibrante western que de repente muta en crónica social, drama, acción, comedia... Y así por casi cualquier lugar común del imaginario cinéfilo, solo que con sus propias reglas y sus propios objetivos. Entre ellos, visualizar el peso de la culpa, el del hombre que regresa tras haber cumplido cárcel por pirómano; o el difícil equilibrio entre naturaleza y progreso, con la indecisión de atribuir por entero la problemática de los incendios forestales a uno u otro. La realidad es realidad, como el cine es cine o las ideas son ideas. Podemos ver la vida pasar, y pensar que es cine... O al revés.
Saludos.

jueves, 16 de abril de 2020

Tacones lejanos



"Junta tus tacones", era la frase recurrente en EL MAGO DE OZ, título absolutamente esencial y recurrente para poder comprender de qué trata exactamente JUDY, y curiosamente, es desconcertante cómo esta fuente inagotable de referencias no es tratada con el respeto debido, pasando muy por encima por lo que es infinitamente más interesante que la patética decadencia de Judy Garland poco tiempo antes de su prematuro fallecimiento a los 47 años, sumida en múltiples adicciones. Pero claro, no habría brillado de igual modo Renée Zellweger, que es de lo único que se preocupa un film, ya digo, bastante laxo con el asunto capital, misteriosamente ocultado desde hace nada menos que 80 años. Parece tirar la piedra y esconder la mano esos apuntes sobre los posibles abusos, físicos y psicológicos, sufridos por Garland a manos del tiránico Louis B. Mayer, que determinó su temprano y esplendoroso ascenso, pero también su desastrosa caída, sobre todo emocional, no mucho tiempo después. JUDY es su protagonista, y Zellweger parece entender bien en qué punto exacto tomar a su personaje y dotarlo de una expresividad propia; la lástima es que el resto palidece en comparación, llegando en algunos momentos a rozar la vergüenza de telefilm, y con un desenlace tan acomodaticio como abruptamente desgajado de lo que se apunta. En tiempos del MeToo, parece poco menos que imbécil saltarse tan descaradamente una oportunidad de oro como ésta. Cosas del techo de cristal...
Sigamos juntando los talones...
Saludos.

miércoles, 15 de abril de 2020

La conducta humana



Uno se pregunta sobre todo viendo MASQUES, de 1987, qué maravillosa colaboración podría haber surgido entre Claude Chabrol y Philippe Noiret, ya que se trata ésta de su único título, lo que no deja de ser sorprendente, por lo bien que se entendieron ambos a la hora de trasladar a la pantalla la escabrosa historia de un presentador de televisión "idílico", pero que guarda más de un secreto en una mansión en la que vive rodeado de una camarilla que, más que familia, parecen secuaces. Con el punto de mira claramente objetivado hacia el cine de Alfred Hitchcock, Chabrol retrata al pintoresco Christian Legagneur como un falso magnate, un "hombre hecho a sí mismo", de modales exquisitos pero manías insalvables, y cuya vanidad le lleva a contratar a un escritorzuelo para que le entreviste durante varios días y luego escriba una amable hagiografía. Sin embargo, el escritor descubre que tras esas apariencias naftalínicas y gravemente desfasadas (el programa de Legagneur es como un "su media naranja" de la tercera edad), late un extraño y oscuro secreto, y cuya víctima parece ser la hija del propio Legagneur, una enigmática joven que se enamora del escritor nada más verlo.
Una película bizarra e inquietante, con una fotografía a cargo de Jean Rabier que remite a los tonos pastel del melodrama clásico, y con un puñado de buenas interpretaciones por parte de los habituales de Chabrol, pero destacando un exuberante y pletórico Noiret.
Saludos.

martes, 14 de abril de 2020

Desolaciones



TODO ES SILENCIO, penúltimo film de José Luis Cuerda, fue la fehacienra constatación de que el director albaceteño nunca debió separarse de las dos vertientes que mejor manejaba: la memoria sentimental y el sarcasmo retorcido. Lo peor para Cuerda es intentar ser convencional, mundano, narrar con escritura clara, y se le nota demasiado a la hora de construir personajes, además de integrarlos en un ritmo narrativo creíble y fluido. Algo de culpa debió tener también Manuel Rivas, ya que fue el encargado de adaptar su propia novela, experimento que cuando sale bien es excepcional, pero que al contrario es de un ridículo y un relamido insoportables. La primera media hora del film es estupenda (sin exagerar), y se centra en la construcción de un entorno reconocible, la costa gallega, con sus narcotraficantes sobornando a la Guardia Civil, sus tabernas de viño en copa y algo del surrealismo mítico de la zona, que se comprende muy bien en la figura de tres chavales, amigos que transitan diferentes caminos y diferentes familias. Parece improbable destrozar un inicio tan prometedor, pero la vergonzosa elipsis de 20 años, sin asideros ni argumentación alguna, parece dar inicio a otra película diferente, y peor, un culebrón de Mediaset, con lanchas, disparos y gente ininteligible (madre mía lo de Quim Gutiérrez y Miguel Ángel Silvestre)...
No se pierden nada si no la ven. Qué lástima.
Saludos.

lunes, 13 de abril de 2020

La información esquilmada



La gran sorpresa de los Goya, junto a, por supuesto, EL HOYO, fue otro debut, el de la catalana Belén Funes, alumna aventajada (otra más) de la ESCAC, que con LA HIJA DE UN LADRÓN ingresa directamente en la ya importante nómina de jóvenes realizadores, en busca de un necesario zarpazo al lenguaje cinematográfico más convencional. Mezcla de Akerman y los Dardenne, de un realismo social crudo y una flotante poesía de lo empobrecido, la directora y guionista se zambulle en la enigmática presencia y circunstancia de Sara (personaje ya presente en su primer corto, SARA A LA FUGA), una poderosa Greta Fernández, con el doble reto de dar réplica a un descomunal Eduard Fernández, no sólo al actor, sino al que es su padre en la vida real. Funes no explicita casi nada, prefiere abandonarse en largos planos de enorme riesgo formal, con la siempre difícil complicidad de unos actores que soportan el primer plano con honestidad, aunque se echa de menos algo más de pulimento en los diálogos, a los que no les basta el desaliño para ser creíbles. LA HIJA DE UN LADRÓN no es un drama bigger than life, sino un humilde acercamiento a esos millones de "invisibles", los que no copan ninguna gran estadística, sino que simplemente constatan que el estado del bienestar se construye sobre el lomo de tantas y tantas Saras. Y sin levantar la voz...
El plano final, su frase entrecortada, es uno de los momentos con más verdad de todo el cine español reciente.
Saludos.

domingo, 12 de abril de 2020

Rincón del freak #401: El valor de la elocuencia



Confieso que he perdido la cuenta de los días de confinamiento, cuasiperdido en jornadas interminables de ensayo y repetición, en una espiral que pondría los dientes largos a Aronofsky o le movería el flequillo a Warhol. La morralla es mucha, pero también necesaria, para no perder la perspectiva ni el solaz. La primera por el cuñadismo, los bulos y la vomitera de quienes siguen desayunando banderas, quizá porque es lo único que les queda en su huesudo cerebro. El segundo porque no sé qué haríamos sin perder un poquito la cabeza, aunque sea un poco nada más. Hay muchos descubrimientos, pero no todos agradables, algunos son tan ínfimos que se parecen a la subnormalidad de sostener una mascarilla con la bandera española. Peor aún es intentar explicar una coproducción entre España y México, que según veo debe haber costado menos que una mascarilla (sin bandera), y que se enclava en la bonita localización de El Garraf, aunque podría haber sido cualquier otro sitio, por lo poco que de ella se muestra. El título de la reseña alude directamente al elocuente título, ATROCIOUS. Un título perfecto para designar la surrealista campaña de acoso y derribo de estos "ultrapatriotas", a los que deseo toda la suerte del mundo cuando los echen de unas instituciones que nunca los han necesitado...
Saludos.

sábado, 11 de abril de 2020

45 rpm.



Una pena lo de VINYL, rozar la excelencia con los dedos, lograr la inmersión definitiva, el show televisivo mirando a los ojos al cine con mayúsculas. Incomprensible lo de HBO, porque VINYL no era un culebrón más, ni un remedo más; no era una serie más, porque iba directa a la mandíbula, a las entrañas. Así fue como indicó el camino nada menos que Martin Scorsese, con un episodio piloto de casi dos horas que es absolutamente histórico, probablemente lo más ambicioso que se ha visto en una cadena de televisión. Sí, es cierto que luego la serie mantiene el nivel a ráfagas, y que su desenlace no es todo lo grandioso que se podría esperar, pero tampoco le han dado tiempo a ampliar su fascinante universo de S, D's & R'n'R. Lo que uno espera es un fiel retrato de una época irrepetible, aquella en la que los sellos discográficos dominaban los designios de una industria con muchas luces, pero también con muchas sombras, repleta de excesos, traiciones, pasión y adicciones. Lo que obtiene es un genuino chute en vena, con cuidadísimas recreaciones de algunas actuaciones míticas (Bowie, Reed, Led Zeppelin o New York Dolls son algunos de los "momentos estelares"), al tiempo que nos sumergimos en las tripas de American Century, un sello ficticio pero de sobradas resonancias, donde el caótico Richie Finestra (soberbio Bobby Cannavale) intenta, junto a sus socios, reflotar un negocio al borde del colapso mediante una venta a un conocido sello alemán. Finestra es cualquier cosa menos convencional, adicto al polvo blanco, deambula como un Proust enloquecido en busca de su "magdalena", recuperar en algún garito esa esencia de finales de los cincuenta, cuando decidió dejar de ser barman y lanzarse al negocio de la música.
VINYL es un caleidoscopio de sensaciones, una montaña rusa sin final aparente, pero a la que se le privó de la posibilidad de haber desarrollado aún más su lisérgico punto de vista. Ya no podremos saberlo, pero sigue siendo una maravilla, y merece muchísimo la pena zambullirse en sus diez episodios...
Saludos.

viernes, 10 de abril de 2020

Arriba y abajo



Puede que sea EL HOYO, debut en el largo de Galder Gaztelu-Urrutia, la película que más, y más gratamente, me ha sorprendido en lo que llevamos de año. Una distopía de altos vuelos semánticos, aunque su mayor valor quizá sea el pudor con el que mantiene sus cartas en secreto, sin tirar de exhibicionismo, excepto en su tramo final, puede que el único guiño a los amantes de una acción que aquí queda supeditada al poder de la palabra y lo que ésta sugiere. Y es que lo que hay fuera de esa extrañísima ¿cárcel? vertical no importa tanto como lo que sucede dentro de sus múltiples niveles, donde el sistema de reparto de comida es tan elocuente como cruel: una plataforma va descendiendo por el hueco en mitad de cada habitación, conteniendo abundantes alimentos, que evidentemente van menguando y deteriorándose a medida que bajan de nivel, hasta quedar reducidos a nada mucho antes de llegar abajo del todo. Es conveniente no aclarar más de lo preciso, pues su premisa argumental contiene todo el poder de un guion, por otra parte, que se nota esculpido con mimo, y que encuentra un puñado de fascinantes interpretaciones, como la de Iván Massagué (una grata sorpresa) o un increíble e inquietante Zorion Eguileor, que compone un personaje que se queda en la retina durante mucho tiempo. No es una película sublime, y a veces se disparata más de lo debido, cuando podría haber sido horror psicológico de primer nivel, pero me parece maravilloso que algo así se haya podido realizar en nuestro país, y abre la esperanza a que otro modelo de producción sea posible.
Muy buena película, sí señor.
Saludos.

jueves, 9 de abril de 2020

El santoral



Podría reducir tanto una reseña sobre THE IRISHMAN, que me bastaría con decir que es la última gran obra maestra de Martin Scorsese, y todo el mundo lo entendería, y yo me quedaría tan pancho. Pero no sería justo, no con un film tan grande y complejo. Creo que es necesario desgajar ese monumental film de títulos similares de su director. Sí, se pueden encontrar rastros de UNO DE LOS NUESTROS, incluso de CASINO, y me atrevería a afirmar que hasta de INFILTRADOS. Sin embargo, Scorsese se apodera del guion de Steven Zaillian (ergo, del libro de Charles Brandt) y recoloca todo su ideario, lo transmite desde MALAS CALLES (muy probablemente) hasta lo que intuye como un "final de camino". No es fácil, teniendo en cuenta la magnitud de lo que se cuenta, pero aún menos deslizar ese juego de referencias gozoso para el amante del cine del de Queens, pero siempre al borde de la autoparodia o la reiteración. Scorsese hila tan fino que cobra sentido hasta el rejuvenecimiento facial digital a Robert de Niro, Joe Pesci o Al Pacino, que realizan tres de las más impresionantes actuaciones de toda su ya dilatada carrera, que es muy mucho decir. EL IRLANDÉS data con fría precisión todo un estado de las cosas, pero sobre todo un estado de ánimo, hermético, inabordable, implacable; el de Frank Sheeran, un tipo demasiado extraño para ser mafioso, y por ello el mafioso perfecto. Indetectable y frío, nunca duda, puede que movido por su rápido ascenso en los círculos de poder, desde su trabajo como transportista hasta llegar a ser el gran hombre de confianza de los capos. Sheeran no se cuestiona su trabajo, simplemente lo ejecuta, y con la misma eficacia cuida de su familia, a la que nunca da explicaciones, excepto en forma de jugosas cantidades de dinero. Es el otro punto fuerte del film, la relación de Sheeran con su entorno familiar, en la que ejerce de "león tranquilo"; y en los juegos de miradas entre éste y su hija Peggy (una enorme Anna Paquin) hay tanto significado (aunque también tan diferente) como en las conversaciones que mantiene con Jimmy Hoffa o Russell Bufalino, quienes a regañadientes podríamos considerar lo más parecido a sus amigos. Con ellos compartía un botellín de agua mineral o un pan mojado en Chianti...
Obra maestra absoluta.
Saludos.

miércoles, 8 de abril de 2020

Los desplumados



INSPECTEUR LAVARDIN, de 1986, continuaba las andanzas del peculiar investigador que apareció brevemente en POLLO AL VINAGRE un año antes, tal fue el éxito del personaje interpretado por Jean Poiret y sus poco ortodoxos métodos de trabajo. Aquí, Lavardin se erige en protagonista absoluto de una trama que se va tornando cada vez más escabrosa, y en la que Chabrol aprovecha la excusa policíaca para desmontar los excesos y vulgaridades de la alta burguesía de provincias. El film se abre con el extraño crimen de un escritor ultracatólico, que hasta entonces llevaba una vida apacible junto a su mujer, su hijastra y su cuñado. Lavardin, que conocía a la familia desde hace años, sospecha de todo el mundo, pero no existe un solo indicio claro, lo que le lleva a emplear sus intimidantes modales, de dudoso corte moral, y con la única obsesión de encontrar un culpable, aunque ni siquiera sea "el culpable". Chabrol en estado puro, en una película que apuntaba a que podríamos estar ante una considerable serie, pero que no siguió más allá.
Saludos.


martes, 7 de abril de 2020

Pequeña trinchera



LOS GIRASOLES CIEGOS, de 2008, es una película que cobra nueva vigencia a raíz del reciente estreno de LA TRINCHERA INFINITA, aunque tanto el film de José Luis Cuerda como la novela de Alberto Méndez gozaron de un cierto éxito por entonces. Menos intensa que la película de Garaño/Arregi/Goenaga, la premisa es la misma, aunque con un formato, si se quiere, menos inmersivo y más ortodoxo. Aquí, la peripecia de los "topos" parece casi un añadido medianamente exótico para lo que se quiere contar, que se encuentra más en el exterior. Ésta es una historia sobre el adoctrinamiento, las represiones y la maldad de la ignorancia. Y aunque se trata de un relato de diversas aristas, hay un motor principal, que todo lo mueve y a todo amenaza con destruir: el deseo, creciente y furibundo, de un joven diácono (estupendo Raúl Arévalo) por la mujer del topo (Maribel Verdú y Javier Cámara con evidentes problemas de química). Más cercano thriller melodramático que a la denuncia histórica, es una película que se queda a medio camino de casi todo lo que propone, y que es menos interesante cuanto más convencional se va tornando.
Regular.
Saludos.

lunes, 6 de abril de 2020

El café de las cinco



Hay dos fuerzas contrapuestas en una película como MIENTRAS DURE LA GUERRA, al menos en nuestro país, donde cada interpretación tiene su validez, o falta de la misma. Amenábar intenta sortear la tentación conductista, consiguiéndolo sólo a medias, mientras queda apresado por la imposibilidad de innovar sobre un relato histórico, precisamente por caer en la trampa del rigor, ese elemento narrativo tan pocas veces entendido. Así, el film tiene más validez como discurso pedagógico que como aspiración íntima; como el lujoso piloto de una serie, o el entrañable anotado de un "episodio nacional". Pero luego está la película, una más que correcta a la narración clásica, sin más ínfulas que volver a un tiempo detenido, doloroso, lleno de incertidumbre y malos presagios. Lo más interesante de este film es su arranque, cómo se dibuja la tensión en las calles, sin que aún se sepa con exactitud qué está pasando. Lo que pasó lo sabemos, a lo mejor no nos hace falta que nos lo vuelvan a contar, o que al menos se haga desde otra perspectiva menos acomodaticia. Unamuno se equivocó, y rectificó. Ahora sabemos que tampoco sirvió de nada, aunque en nosotros esté el eje de la Historia...
Saludos.

domingo, 5 de abril de 2020

Rincón del freak #400: El virus soy yo



Aprovecho que la película de hoy (siendo generosos) no tiene el mínimo interés ni trascendencia, para celebrar los ¡400! domingos de esta sección, como siempre digo más un desahogo o válvula de escape que otra cosa más seria. Por eso y por hacer (y hacerme) más llevadero este encierro que amenaza con llevarse nuestra cordura por delante, que ya aprovechamos lo mínimo para intentar centrarnos en lo que importa, que no es otra cosa que vernos sin vernos, al fin y al cabo lo que hemos hecho siempre los blogueros ¿Se acuerdan de cuando empezamos, unos antes y otros después? ¿De cómo nos creíamos dueños de nuestra propia autoría por una vez? Yo me acuerdo, del saludable amateurismo y la independencia que afortunadamente no nos ha abandonado, o de la amistad virtual (real, de todas formas) labrada entre muchos de nosotros, despojándonos de ese halo de misterio que no nos corresponde. Aprovecho, ya que estamos, para desearles a todos un confinamiento lo más llevadero posible y que, ahora más que nunca, mantengamos vivo este mar repleto de botellas con mensajes. Por y para todos ustedes...
Saludos.




PD: La película no merece la pena ni ser comentada, de lo ínfima que es, pero atiende al inquietante nombre de AUGUST UNDERGROUND'S MORDUM...

sábado, 4 de abril de 2020

Un solo paso



En la era del cine de la prisa, del trazo rápido, de las opiniones instantáneas en todas partes, hacen falta visiones como la de Noah Baumbach, que en MARRIAGE STORY pondera, examina, disecciona, no se toma las cosas a la ligera. No es para hacerlo, porque lo que se pone sobre la mesa es la salvaje destrucción de un matrimonio desde una disección en canal de todas sus circunstancias y prioridades. Baumbach no hace prisioneros, y advierte que, efectivamente, es él quien está ahí, desnudo y golpeado, dolido y arrepentido, furioso y tierno. El trabajo de Adam Driver, como el de Scarlett Johansson, es de una matización absoluta, preponderantes y casi ubicuos, pero sin buscar protagonismos innecesarios, es demasiado doloroso lo que se está poniendo en imágenes. Hay momentos insólitos, de una composición formal majestuosa y que rebusca en el mejor teatro reciente, pero que además subrayan el enrarecimiento progresivo de una pareja que casi ni sabe por qué se está separando, pero que está a punto de descubrir que ambos pueden acabar destruidos en el trayecto. En este sentido, y junto a multitud de hallazgos, es brutal la escena en la que Laura Dern y Ray Liotta ejercen casi de alter egos de Johansson y Driver, que se limitan a callar y mirar furtivamente, mientras sus abogados se (los) destrozan despiadadamente. Sí, por su puesto que hay que mirar a Bergman, sería la opción más obvia, pero hay un cineasta genuino en Baumbach, uno que lleva unas dos décadas construyendo su propia voz, y que se revela firme y necesario, incluso en un relato tambaleante y lleno de dudas como éste.
No es una obra maestra porque uno ha visto cosas similares muchas veces, pero casi...
Saludos.

viernes, 3 de abril de 2020

¡Viva Cuba!



Cuba es uno de esos países que no debería pasar desapercibido, y menos para nosotros. Controvertido, sí, pero digno de elogio, por sus gentes y su bella idiosincrasia, de la que alguna vez deberíamos aprender los ufanos europeos. Cuba está de actualidad (si es que alguna vez no lo estuvo), por la generosidad que están demostrando, cuando tanto los hemos ignorado. Pero también por el reciente fallecimiento de Juan Padrón, uno de esos tipos entrañables, de los que siempre quieres tener a tu lado para que te cuente las historias que se le ocurran, que eran muchas y muy originales. De Padrón siempre recordaré aquellos vampiros a ritmo de samba, en una Habana que respondía más a un precepto de Michael Curtiz que de una peli de animación. Pero así era Padrón, que aunaba el cine clásico con la transgresión argumental y una imaginación desbordante. En 1983 filmó ELPIDIO VALDÉS CONTRA DÓLAR Y CAÑÓN, que es magnífica para empaparse abundantemente del genio de este cubano, aunque es cierto que los españoles no salimos muy bien parados... ¡Qué se le va a hacer!
Descanse en paz, maestro.
Saludos.

jueves, 2 de abril de 2020

Pata de cabra



THE WITCHER es el temible intento de Netflix de dar forma a su propio GOT. Más pendiente de ello que de elaborar un producto convincente y con entidad propia, la serie se pierde en la imposible condensación de las novelas del polaco Andrzej Sapkowski, que no he tenido el gusto de leer, pero cuyo volumen me invita a pensar que Lauren Schmidt, responsable del proyecto, apenas ha arañado en la superficie. A mitad de camino de la leyenda épica y el género de "espada y brujería", sus primeros compases se inician gozosos, en el pleno disfrute de los bicharracos (a cual más tremebundo) y la curiosidad por descifrar a qué clase de héroe nos enfrentamos. Éste, Geralt de Rivia, extrae su carácter de fuentes muy diversas, en las que incluyo a Conan, Mad Max o un Stephen Strange pasado de vueltas. El problema es que Henry Cavill, cuando desaparece la acción, es un poste inmóvil que se limita a gruñir y mirar de reojo (vaya tic raro), mientras intenta(mos) convencernos de que ese hieratismo extremo está justificado por algo que, francamente, a mí al menos se me escapa. El casting es tan fallido como infrautilizado, metiendo muchos personajes intrascendentes y derivando a los importantes hacia subtramas sin ninguna aportación al montante. Exceptuando los episodios dirigidos por Álex García López, que es el único que entiende lo del entretenimiento sin excusas, lo cierto es que la serie deja bastante que desear, y sus ocho capítulos, lejos de verse en un santiamén, se eternizan hasta lo exasperante.
Si Netflix está pensando en una continuación, más les vale ensayar otro tono...
Saludos.

miércoles, 1 de abril de 2020

Con otras letras



Si hubiesen sido otras letras, a Chabrol le hubiera salido mejor LE SANG DES AUTRES, pero como era una adaptación de Simone de Beauvoir, elguion de Brian Moore se quedó en la epidermis, y la mirada del director parisino apenas en aguja que penetra levemente, extrayendo algo del mucho plasma que contenía esta despiadada novela. Aquello fue un encargo, que no es que a Chabrol le molestara el asunto, pero al provenir del otro lado del charco las imposiciones y demandas se multiplicaron, hasta hacer de este film uno de los más impersonales e irreconocibles de su director. Una película que de tener algo, probablemente tenga y contenga más en lo que omite, o sugiere, que en lo que finalmente pone en imágenes. La dicotomía "historia romántica-drama histórico" se ve descompensado, y se alza en algunas magníficas secuencias de corte intimista, con una Jodie Foster por entonces cotizadísima, y que trata de encarnar con estoicismo a esa francesa, fuerte y decidida, que contiene un torbellino emocional insostenible, al sucumbir, a partes iguales, entre el amor a su novio, que se juega la vida en la resistencia, y un alto funcionario alemán, por el que siente una atracción irresistible. En el libro, la autora estructura este juego de espejos con hondura psicológica, algo que aquí queda supeditado al espectáculo de un típico film de época, sin saltarse muchos de los lugares comunes que componen los mismos.
Podría haber sido un acontecimiento, pero se queda en correcta.
Saludos.

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!