Nos gusta enfatizar la necesidad de la aparición de cineastas como el que ayer nos ocupaba, por una cuestión primordial para situarnos en un contexto que no nos haga perder la perspectiva. En apenas un par de décadas, hemos pasado de una plomiza deriva, en la que el giro rebuscado se imponía a la generación de atmósferas inquietantes, lo que nos privaba de un terror genuino, y nos dejaba en otro terreno, el de la intriga y el suspense. Un buen ejemplo es STIR OF ECHOES, la regularcilla adaptación que David Koepp (muy al rebufo del fenómeno Shyamalan) realizó de la famosa novela de Richard Matheson. Todo nos indica (nos pone en las narices, más bien) que estamos ante una historia de fantasmas canónica, con las apariciones, los sustos y demás parafernalia. Incómodo ante la perspectiva de tener que juguetear con el material original, Koepp decide hacer un ejercicio de suspense primigenio, accionando el dispositivo que lleva a su protagonista (un hipermotivado Kevin Bacon) hasta un tercio final más cercano a luminarias como el MYSTIC RIVER de Eastwood, que a EL SEXTO SENTIDO, de la que queda desmarcada muy pronto. Me parece una película correcta, bienintencionada, y que de alguna manera se enmarca en esa década, comprendida entre finales de los noventa y principios del milenio, donde las jóvenes generaciones iban tomando nota sobre cómo no confrontar el género de terror de ahí en adelante, básicamente por el peligro de llegar a caer en una autoparodia que el cine europeo ya venía señalando con agudeza.
Hay quien la sigue reivindicando.
Saludos.
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