jueves, 31 de enero de 2019

El infierno blanco



La idea del Cículo Polar Ártico como confín inexpugnable e inhóspito, o como una especie de depuradora de los pecados de soberbia del ser humano, ha sido un tema recurrente en relatos de todas las épocas, constituyendo un aura de fascinación hacia este territorio al que sólo unos cuantos temerarios osan plantar cara. Ése es el punto de partida de THE TERROR, una tremenda serie de diez capítulos en los que AMC ha puesto toda la carne en el asador para recuperar gran parte del crédito perdido por el camino de interminables e infumables culebrones, a los que huelga incluso mencionar. Es ésta una serie con inconfundible acento británico (pese a ser una producción americana), sustentada en unas interpretaciones soberbias (es difícil destacar a un solo actor), una ambientación tan austera como rotunda y un guion que se va creciendo sobre su propia incertidumbre. Basada en un libro de Dan Simmons, que parece recoger un suceso real, narra la angustiosa peripecia de los buques Terror y Erebus, en misión de encontrar el mítico Paso del Noroeste a mediados del Siglo XIX, pero que quedan fatalmente encallados en mitad de un invierno que parece no tener fin. Abandonados a su suerte, deciden resistir hasta un posible deshielo que no parece llegar nunca, sin sospechar que una misteriosa y letal criatura les acecha sigilosamente. THE TERROR logra el complicado equilibrio entre el espectáculo lúdico, el relato histórico con hechuras y un componente sobrenatural que impregna cada fotograma, reforzado por una selección musical desarmante, que va desde Tangerine Dream hasta Robert Fripp... Cualquier cosa, vaya. Por no hablar de los actores, con un gran duelo interpretativo entre Ciarán Hinds y Jared Harris, y la gran labor de gente como Paul Ready, Tobias Menzies, Adam Nagaitis o la etérea Nive Nielsen. Una serie, en definitiva, no apta para paladares impacientes, que juega inteligentemente al despiste y tiene uno de los desenlaces más horriblemente bellos que uno ha visto recientemente.
Muy recomendable, pero no, no tiene nada que ver con THE THING, por si se lo preguntaban...
Saludos.

miércoles, 30 de enero de 2019

O cinema ao lado #8



A lo largo de tres horas, nunca tediosas, siempre vivas, atentas a implementar el difícil equilibrio entre forma y contenido, A FÁBRICA DE NADA se ha erigido en uno de los títulos recientes más importantes del cine europeo reciente. A partir de la historia real de los trabajadores de la multinacional Otis, dedicada a la fabricación de ascensores, que lograron durante cuatro décadas sostener una fábrica autogestionada en Portugal, Pedro Pinho erige un preclaro e imaginativo discurso que evita lugares comunes y demagogias baratas. De hecho, creo que importa más el retrato minucioso de cada uno de los personajes y cómo les va afectando su incierta situación en la fábrica en la que han decidido quedarse y ocupar, ante la decisión de los dueños de cerrar y finiquitarlos. Lo primero que llama la atención es la insignificancia que se da a la parte empresarial, que de hecho escurre el bulto, contratando a dos agentes externos para hacer el trabajo sucio; tras el plante de la plantilla, el relato va en otra dirección (muchas direcciones, para ser exactos), alternando la reflexión de un dudoso sanedrín de de teóricos izquierdistas, el empeño de un cineasta argentino en rodar un documental sobre los trabajadores y las múltiples e insalvables diferencias que van surgiendo entre quienes han dedicado toda su vida a obedecer y ahora son incapaces de gestionar su propia libertad. La visión de Pinho es de todo menos amable, y mucho menos autoindulgente, entonando un mea culpa necesario y valiente, y que tanto se echa de menos en todos esos artistas "concienciados", que luego no paran de sonreír sobre alfombras rojas. La crítica es feroz, y no precisamente hacia el sistema capitalista, al que simplemente desnuda de artificios para que cada uno extraiga sus conclusiones, sino más aún del repugnante uso del miserabilismo y la desgracia ajena con tal de encontrar una obra "artística" que todos admiren y aplaudan. De hecho, no recuerdo a ningún cineasta destrozar el sentido mismo de su obra y erigirse como farsante desvinculado, y por tanto A FÁBRICA DE NADA es un regalo lleno de respeto y dignidad, pero también de una autocrítica sorprendentemente lúcida.
Y si fueron de los que lo fliparon con los números musicales de BAILAR EN LA OSCURIDAD, esperen a ver de lo que son capaces estos operarios de fábrica...
Maravillosa y muy necesaria.
Saludos.

martes, 29 de enero de 2019

La clase de Lubitsch #1



Comenzamos hoy y aquí uno de los monográficos que más me va a alegrar hacer, por lo mucho que admiro a u figura principal y por lo mucho que (incomprensiblemente) lo he pospuesto. Pero, sea como sea, allá vamos con la imponente filmografía de uno de los nombres más importantes de toda la historia del cine, nada menos que Mr. (o Herr, no sé) Ernst Lubitsch. Porque Lubitsch ha sido un director que redefinió el concepto de la comedia clásica, insuflándole nueva vida con una sofisticación que normalmente encubría una sátira social tremendamente vitriólica. Y es que incluso en sus primeros trabajos, bajo una apariencia de comedia de enredo late una visión desencantada y cínica, un poco misantrópica y siempre sugerente. Fue aquello, ya mítico, del "toque Lubitsch", que él siempre se resistía a reconocer, aunque uno sabe sin asomo de duda de que estamos ante un trabajo suyo. Se sabe que Lubitsch rodó de treinta a cuarenta cortos desde 1914 hasta principios de la siguiente década, la mayoría hoy desaparecidos, aunque se conservan quizá los más relevantes, como WO IST MEIN SCHATZ? (algo así como CUANDO YO ESTABA MUERTO), en el que el propio Lubitsch da vida a un tipo bastante calzonazos, que un día tiene la osadía de desobedecer a su oronda suegra y marcharse por la noche de parranda al club masculino, del que ha recibido una invitación. La mujer, influenciada por su madre, le redacta una carta pidiéndole el divorcio, a lo que él maquina un plan perverso, fingiendo primero su suicidio y haciéndose pasar después por un mayordomo, con la intención de tener atadas en corto a las dos mujeres y hacerles beber de su propia medicina.
Nos esperan un montón de semanas absolutamente deliciosas, paa deleitarnos, descubrir o simplemente constatar que este señor ha sido uno de los pilares básicos del séptimo arte y que su sombra es tan alargada que no es difícil rastrearlo en multitud de películas que, de una forma u otra, han adoptado su "toque"...
Saludos.

lunes, 28 de enero de 2019

Literatura y cine



Nosotros escribimos sobre cine, lo hacemos sin mayor ambición que completar la pasión que nos produce ver películas, expandir lo que sólo está ligado a la experiencia íntima. Si es mejor el libro o la película ha dejado de ser una frase hecha para refundar toda una teoría acerca de las adaptaciones literarias, pero es menos usual de lo que se cree encontrar alguna película que, respirando su propio aire, sólo pueda existir gracias al alma del texto original. BUH-NING es la particularísima visión de Lee Chang-dong sobre un relato de Haruki Murakami de apenas veinte páginas, y que el director coreano bestializa hasta unas dos horas y media que parecen suspendidas en el aire, al mismo tiempo que asesta algunas de las dentelladas más mortíferas del cine reciente. Sin artificios, apoyado en la palabra (y sobre todo en la que no se dice) y en unas actuaciones reluctantes, el autor de obras como SECRET SUNSHINE o POETRY, y que llevaba ocho años sin rodar (su filmografía abarca seis películas en más de dos décadas), consigue elaborar una misteriosa reflexión sobre las relaciones humanas, sus meandros y apeaderos, revistiéndola con una especie de aura dolorosamente terrenal, cerca del cine negro tanto como de la denuncia social, aunque me inclino más por la imposibilidad de mostrar un rencor y desencanto por el sistema de valores actual, prefijada dicha inviabilidad en un tétrico y desdibujado triángulo, no se sabe si amoroso, existencial u otra cosa aún más inaccesible. Es vano buscar un hilo argumental más allá de lo poquísimo que podemos ir engarzando a medida que asistimos a los encuentros, que van de lo fantasmal a lo directamente masoquista, de estos tres personajes: un joven de extracción humilde que sueña con ser escritor, la misteriosa chica a la que no veía desde la niñez, que a su vez le presenta a otro joven, este adinerado, con el que ha vuelto de un improbable viaje a África. Más que una interrelación al uso, lo que BURNING propone es una calmosa estampa del desastre, quizá del rencor sordo de la clase social que se esfuerza cada día para caer como Sísifo, mientras existe una fracción social que acumula riquezas sin esfuerzo y sin ofrecer explicaciones plausibles. Ahí podría haber un retazo cognitivo, aunque otro bien podría ser una nueva vuelta de tuerca al relato Antonioniano, donde la desaparición de un personaje sin previo aviso se convierte en el tema principal o incluso en un nuevo personaje, capaz de influenciar todos los movimientos y palabras de quienes, como una maldición, han de quedarse para contarlo. El final, tan sobrio como explosivo, sigue sin ofrecer ninguna explicación, pero quizá, como al personaje principal, al menos pueda darnos algo de alivio, aunque ni siquiera estemos seguros de por qué...
Saludos.

domingo, 27 de enero de 2019

Rincón del freak #340: Buscando en el baúl de los recuerdos olvidados



Casi una década antes de que Keenen Ivory Wayans y compañía establecieran las coordenadas del cine de parodias, bombardeando las salas con un cóctel tan cutre y grueso como efectivo, sí, existió otra SCARY MOVIE, aunque su parentesco esté cogido por los pelos. La que traemos hoy es una especie de comedia de terror adolescente, solo que con un presupuesto inexistente y una distribución que probablemente no pasó del videoclub de principios de los noventa. El mínimo argumento gira en torno a un típico nerd que sufre pesadillas en las que ve a un siniestro tipo con máscara persiguiéndole. Nadie parece tenerle en cuenta, hasta que llega una feria a su ciudad el día de Halloween y empieza a desaparecer gente en la "casa del terror". La verdad es que hay poquísimo que reseñar de esta nadería, de no ser por un par de anécdotas en su elenco que no dejan de ser curiosas. Una es la breve aparición de Marilyn Burns, aquella inolvidable scream queen fundacional de LA MATANZA DE TEXAS, aunque su presencia es casi testimonial. Ahora bien, es de resaltar el primer papel estrictamente protagonista de uno de los mejores actores de la actualidad, John Hawkes, del que siempre he dicho que ha llegado a las pantallas con varias décadas de retraso. De hecho, aunque su personaje parezca un veinteañero, Hawkes ya contaba nada menos que con 32 años. Curiosidades aparte, apenas unas líneas dominicales para este ínfimo subproducto nos sirven para empaquetar la semana y mirar con ojos renovados la siguiente...
Saludos.

sábado, 26 de enero de 2019

El rey tuerto



Nadie, absolutamente nadie entendió la adaptación que Robert Altman realizó en 1980 del famosísimo personaje de tiras cómicas creado por E.C. Segar allá por principios del siglo XX. POPEYE (el cómic) es una obra maestra porque habita un mundo propio, fuera de los límites y la lógica convencional que rige el nuestro; es, no hay quien lo ponga en duda, una obra maestra de la fantasía de todos los tiempos. Ahora bien, hay dos problemas fundamentales con la película: primero, Altman es un genio creador, por lo que nunca habría intentado fundamentar su versión en nada que no fuera una fidelidad que rozara el paroxismo, lo que da una sensación agotadora y muy complicada de seguir; y luego, POPEYE se mueve entre el slapstick, el musical y la comedia surrealista, por lo que es difícil atribuirle un género reconocible. Así las cosas ¿a quién diablos podría gustarle algo así? A mí me encanta, y no sólo porque Altman me encante, sino porque confirma mis sospechas de que sería imposible realizar algo semejante hoy día, y eso no habla en su contra, sino más bien a su favor como objeto inasible y genuinamente de culto. Es una película extrañísima, no digo lo contrario, pero también posee un encanto que tan sólo le pertenece a ella, porque no quiere agradar a toda costa, sino elaborar un discurso que fluctúa entre lo metronómico y lo caótico, como si mezcláramos a Béjart con Xenakis, a Mondrian con Pollock... Sí, a lo mejor no fue más que una broma de un director insobornable a los grandes estudios, que tantas trabas económicas puso a su libertad creativa, precisamente en el proyecto más ancho que tuvo, y a partir del cual inició su particular crisis financiera. Ahora bien, no puedo dejar de señalar la maravillosa ubicación de ese Sweethaven en una cala perdida en Malta, las impecables caracterizaciones de Robin Williams (por entonces un desconocido) y Shelley Duvall, o las canciones de Harry Nilsson y Van Dyke Parks, con ese poso de melancolía que tampoco es lo que uno esperaría encontrar en un musical al uso. El resultado es el film marciano e inclasificable que nadie defiende a estas alturas, pero que yo seguiré reivindicando como modelo de valentía y amor por una historieta y un personaje simplemente únicos.
Por cierto, se espera una versión en 3D para este mismo año, de la que personalmente no espero nada positivo.
Saludos.

viernes, 25 de enero de 2019

Para entrar a vivir



Sin ser su mejor película, LA VIDA POR DELANTE, la segunda que dirigió Fernando Fernán Gómez, sí supone el primer aldabonazo en su carrera como director; la primera, al menos, en la que ya se divisan las grandes obsesiones y querencias de su particular visión de la sociedad española de aquel tiempo. Sesenta años han pasado de esta "comedia camuflada", que parece amable, distendida, simpática, cuando va soltando sus cargas de profundidad con esa naturalidad costumbrista de los mejores narradores, los que sorteaban a la férrea censura sin necesidad de figurativismo alguno. Le basta a Fernán Gómez adelantar todos esos años el verdadero drama de este país, corporeizado en el idilio, común y extraño, entre Antonio y Josefina; él, estudiante de derecho, y ella, de medicina. Se quieren y son modernos, no como sus padres; aspiran a terminar sus carreras y comprarse un pisito y un cochecito. El pisito aún no es más que un solar por el que ya deben empezar a endeudarse, aunque casi pueden imaginar cómo será. El cochecito les traerá algún quebradero de cabeza, pero nada que no pueda resolver un abogado en ciernes. Quizá sea eso la felicidad, no sé, pero es la que nos llevan vendiendo desde que todos los bárbaros dignificaron su conversión a la civilización, y es la única que se acepta desde cualquier punto de vista, incluso el menos arraigado. La película en sí ha aguantado magníficamente bien todos estos años, quizá por su aura profética, tanto como por esas punzaditas que la convierten en una comedia de las llamadas corrosivas, nada condescendiente con sus protagonistas, que son usted y yo en mitad de esta interminable sopa boba. Este es el valor real de una película así: hacernos ver lo que no queremos, haciéndolo pasar por lo que queremos ver.
Saludos.

jueves, 24 de enero de 2019

Clément de pleno #19



Termina hoy el monográfico dedicado a René Clément, en el que han quedado de manifiesto dos cosas: la conveniencia de repasar filmografías de directores "no-tan-consagrados", con lo que se descubren todas esas joyas ocultas y se pone en perspectiva eso tan discutible de la "modernidad", mientras que personalmente he constatado lo que ya sospechaba, que es la falacia de quienes han sostenido el desprecio de los adalides de la Nouvelle Vague por directores como Clément, cuando lo que quisieron no era otra cosa que otorgar cartas de autoría a cineastas a los que la crítica convencional deshonraba como simples "artesanos que conocían su oficio". Sea como fuere, no es precisamente LA BABY SITTER, su último film, de 1975, el mejor exponente para defender una filmografía tan rotunda como la de Clément, por mucho que estén contenidas en ella muchas de sus constantes más reconocibles. Se trata de un thriller que transcurre en Roma, donde una chica establece un vínculo afectivo con una actriz de medio pelo tras ser arrollada por el taxi en el que viajaba. A partir de aquí, y de no ser por el oficio (sí, ya lo sé) del propio Clément, la historia sería un despropósito absoluto, al organizar una trama criminal en base a unas cuantas casualidades y coincidencias, que desembocan en el doble secuestro de la chica y el hijo de un millonario, al que cuida por las noches, por parte de una especie de minibanda en la que tiene que ver la actriz, que además de los motivos económicos incluye un odio visceral hacia el millonario, que la despreció varios años atrás. La película parece realizada y montada a toda prisa, casi como un falso anzuelo sin mucha sustancia, y cuyo principal reclamo consiste en su duo protagonista femenino, compuesto por dos actrices tan diferentes como la etérea Maria Schneider y la hoy semiolvidada Sydne Rome, que tanto couché acaparó en aquellos años. Completaban el reparto (como buena coproducción internacional) el televisivo Robert Vaughn y el malogrado Vic Morrow.
Saludos.

miércoles, 23 de enero de 2019

O cinema ao lado #7



AQUELE QUERIDO MÊS DE AGOSTO es una de esas películas que uno no sabe de dónde salen, ni cómo respiran o qué vienen a significar en un panorama anquilosado, miedoso de proponer una mirada que se sepa única libre. Libertad es lo que le sobra a esta maravilla ideada por Miguel Gomes y sostenida por ese mes de Agosto en una zona del interior portugués, donde los días y las noches se suceden entre la música de las orquestas de verano (finalmente las grandes protagonistas del film), las procesiones callejeras y unos amores efñimeros, que van de lo ingenuo a lo prohibido. Por un momento, todos nos reconocemos en ese sonido, color y aroma tan especial, que impregnan cada fotograma con el sabor de una poesía viva y palpitante. Un prodigio de los que se tiene la fortuna de ver muy de vez en cuando y una pequeña obra maestra que es un regalo para los cinéfilos. Como su inolvidable y divertidísimo epílogo, presentando a cada integrante del equipo como si realmente formaran parte de la ficción misma, Miguel Gomes parece invitarnos a nosotros, espectadores, a unirnos al espíritu mismo de la película y desear que eso inolvidable y querido mes de Agosto no se acabe nunca, o que pase muy rápido. Como la vida misma.
Obra maestra.
Saludos.

martes, 22 de enero de 2019

Sublimación del icono



Las mejores versiones siempre son las que se despegan de su original, y en ese sentido la SUSPIRIA de Luca Guadagnino maneja su propio ritmo desde la periferia argumental que dejaba la de Argento, más ensimismada en su neoexpresionismo que en ser mínimamente inteligible. En realidad, la constante de este film es la incomodidad, como si Argento buscara deliberadamente una especie de extrañísimo "feísmo bello", no antiestético, pero sí gradualmente enrarecido, hasta el punto de prácticamente vaciar la narración, convirtiéndola en una suerte de preámbulos y clímax inagotables. La historia es aproximadamente la misma, solo que el elemento fantástico es ahogado y sustituido por un suspense típico del giallo, del que ya es el gran estandarte. Aquí casi todo son capas superpuestas (e incluso impuestas) de sonidos estridentes, colores chillones, interpretaciones histriónicas y un total desdén por la dialéctica. Sin embargo, el punto fuerte lo sustenta, además de la atmósfera, su estupenda imprevisibilidad, de una libertad de movimientos difícil de encontrar, por ejemplo, en el cine norteamericano de terror de aquella época.
Imperdibles, la angustiosa escena de la habitación de alambres (todo un clásico), la suerte de disfrutar a la gran Joan Bennett en uno de sus últimos papeles y Miguel Bosé en mallas...
Saludos.

lunes, 21 de enero de 2019

Coreografía del mal



La gran sensación el pasado festival de Sitges fue, no cabe duda, la "posible" relectura que Luca Guadagnino ha realizado sobre SUSPIRIA, la gran obra maestra de Dario Argento, y uno de esos títulos que el tiempo ha ido colocando en una especie de altar inalcanzable y de culto. Personalmente, creo que esta SUSPIRIA está hecha de la única forma que se podría (y debería) haber hecho. Es decir, desde el respeto al original, para seguidamente abandonar su pathos y transitar por sus propias obsesiones y recurrencias formales. La espina dorsal está ahí, y sobre ella se cimenta esta desconcertante alegoría sobre el feminismo, la maternidad, la destrucción del amor y, en definitiva, las trampas que la vida plantea a quienes aún no hacen más que aprender a vivirla. Sí, claro que hay terror, incluso alguna que otra escena desagradable (la de la sala de espejos cuenta ya como una de las más impactantes del año), pero en mi opinión pesa más la contienda interna que Guadagnino se exige a sí mismo entre forma y contenido. No hay más que ver la importancia de las escenas de baile, mientras el misterio oculto tras las paredes de la academia de danza berlinesa se despliega mediante las frases codificadas de sus habitantes. Creo que es mejor no desvelar demasiado de esta ¿versión? ¿reinvención?, ni tampoco crear una tendencia que podría llamar al equívoco a los adoradores del film original (entre los que nunca me he encontrado), aunque sí advierto de que no es una película de visionado fácil. Guadagnino, lo reconozco, es un director a veces irritante, relamido y con afición a mirar al espectador por encima del hombro; y quizá el barroquismo desmadrado del "universo Argento" le venga como anillo al dedo, como si al fin hubiese encontrado la horma de su zapato, no convirtiendo a personas normales en excepcionales, sino todo lo contrario.
A mí me ha gustado, pero hay que verla y opinar.
Saludos.

domingo, 20 de enero de 2019

Rincón del freak #339: La superyonki preñada contra los traficantes alienígenas



La cosa es como sigue: Dos chavalas... Bueno, en realidad dos cuarentonas que creen seguir en la adolescencia, se ponen ciegas, comen donuts, se ponen ciegas, bailan en garitos con paredes de atrapamoscas, se ponen ciegas, duermen y continúan al día siguiente. Sus compañías son yonkis y traficantes, y sus conversaciones tienen la misma pulsión metafísica que la de una ameba a punto de morir. Lo terrible de una cosa como ANTIBIRTH es que uno no llega a explicarse cómo diablos han convencido a dos estupendas actrices como Chloë Sevigny y Natasha Lyonne para enrolarse en esta imbecilidad en grado sumo, que se nos dice de terror pero es tan patética que ni siquiera da risa. Sin que sepamos en ningún momento por qué, una de las cuarentonas, politoxicómana, empieza a tener síntomas de un embarazo, aunque su vida sexual sea, según ella, inexistente. Luego, lo de siempre, las transformaciones físicas, la promesa del feto monstruoso y esas cosas, con una historia de alienígenas que no hay por dónde cogerla. Un despropósito terrorífico, y no porque dé miedo, sino por lo mala que es. Y se salva un pelín por los absurdos esfuerzos de Lyonne por insuflar algo de credibilidad a algo que (permítanme el chiste fácil) ya nació muerto.
Ni se les ocurra verla.
Saludos.

sábado, 19 de enero de 2019

A trompicones



Me decidí a ver THE HAUNTING OF HILL HOUSE casi por la única razón de que se trataba de una serie autoconclusiva de diez episodios, con la esperanza de despacharla rápidamente, teniendo en cuenta la pereza que una serie de larga duración me produce. Seré conciso, en su honor. La serie está bien, a trompicones, apoyada en unas buenas interpretaciones, a trompicones, y un guion que se va creciendo, cómo no, también a trompicones. No estoy restando méritos, sino más bien ponderando cuáles son los aciertos, ya que no creo que el conjunto merezca demasiados rapapolvos, pero no puedo alejarme de cierta idea de desmembramiento estructural, y es curioso, ya que toda la serie está dirigida por Mike Flanagan, al que sólo conocía por aquello de las ouijas, donde ya mostraba su extraña fijación por los huesos desencajados y esas cosas. Mi impresión es que uno no se mete de verdad en la historia hasta pasados tres o cuatro episodios, ya que el protagonismo está repartido casi unánimemente entre los siete integrantes de la familia Crain, que adquiere una gigantesca mansión a precio irrisorio, con la idea de restaurarla y venderla a lo bestia, mientras todos pasan el verano en ella, sin sospechar que encierra un terrorífico secreto que penetrará en ellos hasta el punto de transformarlos a su antojo. O más o menos, porque así contada parece la típica historia de casa encantadas, fantasmas y gente asustándose, pero todo lo bueno que tiene la serie reside precisamente en las complejas relaciones entre los padres y sus hijos, lanzando la peregrina idea de que la gran diferencia que existe entre ellos es, de alguna manera, usada por la casa con oscuras intenciones. Hay muchísimos flashbacks, una cierto y rígido manierismo a la hora de presentar a cada personaje y demasiados momentos intrascendentes. Por contra, me parece excelente la mesura de los escasos momentos de terror y la apuesta por crear una atmósfera malsana y opresiva. Y lo mejor, aparte del ya famoso y multicomentado capítulo seis, son algunas escenas tremendamente teatrales, con un buen pulso en la dirección de actores.
¿Es recomendable? Sí, si no esperan salpicarse de sangre, porque no va por ahí.
Saludos.

viernes, 18 de enero de 2019

Lo que podría haber sido



Me incluyo, sin dudarlo, entre los que, admirador como soy de la obra y persona de Edgar Neville, considero como verdadera fuerza motriz de LA VIDA EN UN HILO, de 1945, el fantaseo constante de este maravilloso librepensador, tan ajeno a la grisura de aquel país que es éste, con esa posible España que se rozó con los dedos y se difuminó con la victoria de de un golpe de estado. Hábil como era Neville, lo que parece ofrecer es una chispeante y modosa comedia clásica, muy al estilo americano, eso sí, con todo lo insólito y novedoso que aún eso era para el sitio y momento. Sin embargo, el argumento se presta a una lectura aguda y mordaz, incluso malpensada, diría yo. Ella es una joven sin más agobios que encontrar un marido pudiente y atento, y vivir todo lo bien y desahogado que pueda, con tardecitas de café y chismorreo, sábados de orquesta y domingos de paseíto después de misa. Tras enviudar de su marido, un ingeniero vasco, noble pero aburrido, sin ingenio y siempre pendiente de mantener las apariencias ante su rancio entorno, la joven vuelve del entierro en tren, donde conoce (¡atención!) a una adiestradora de patos ¿?, que además es adivina, y que le relata en el trayecto cómo habría sido su vida si en vez de aquel marido, al que conoció cuando le ofreció un taxi, hubiese aceptado a otro hombre que también se lo ofrecía, un escultor sin fortuna, pero absolutamente encantador y jovial. Y, como si tuviésemos delante a Rosalind Russell dudando entre Cary Grant o James Stewart, dirigidos, también quizá por Wilder, la fantástica Conchita Montes dirimía la conveniencia de irse con Rafael Durán o Guillermo Marín. Así, quizá, podría haber sido España, pero le ofrecieron el taxi equivocado, o al menos eso nos parece a algunos...
Saludos.

jueves, 17 de enero de 2019

Clément de pleno #18



La penúltima película dirigida por René Clément fue un curioso thriller titulado LA COURSE DU LIÈVRE À TRAVERS LES CHAMPS, que, sin ser ninguna obra maestra, tiene los suficientes hallazgos como para afirmar que la carrera del director francés se sostuvo con gran dignidad hasta el final. Un título se me vino insistentemente a la cabeza mientras la veía, LOS ODIOSOS OCHO, de Tarantino, al que no paran de salirle referencias en el pasado a poco que uno indague con constancia y curiosidad. Con un arranque frenético, muy en la línea de Sergio Leone, el film enlaza a un niño que llega a un barrio marginal de Marsella, donde intuímos que le harán la vida imposible (introducción rodada íntegramente sin palabras) con la frenética huida de un hombre de un grupo de gitanos en Montreal, dispuestos a matarle por motivos que sólo serán revelados mucho después. En una carambola del destino, este hombre se encuentra con en mitad de un tiroteo, en el que un hombre abatido le entrga una suma de dinero por error; sus compinches se lo llevan, pensando que está involucrado en el tiroteo, para que su jefe, escondido en una apartada casa en el bosque, decida qué hacer con él. El título hace referencia a cómo este hombre huye constantemente, y aunque es capaz de convencer a la banda de que no tiene nada que ver con la pérdida del dinero, no puede huir de la casa, ya que los gitanos que lo perseguían lo acechan sin descanso en los alrededores, por lo que decide quedarse y ayudar a la banda en un descabellado golpe final. Y, efectivamente, el guion es desquiciado, imprevisible y enrevesado, repleto de personajes de una pieza y saltando de un género a otro, y sólo se le achaca una excesiva duración (más de dos horas), porque se podría haber contado lo mismo en menos tiempo. En el reparto sobresale el protagonismo compartido de Jean-Louis Trintignant con un taciturno y crepuscular Robert Ryan, perfecto reflejo del viejo cowboy harto de todo. No sé, es una película cuyo jugoso guion necesitaría un buen remake, y que pese a su aspecto algo descuidado tiene algo que la hace especial y que hace que quieras volver a verla, por si se te ha escapado algo. Se podría haber hecho mejor, sí, pero también podría haber quedado relegada al cajón de los proyectos inabordables.
Saludos.

miércoles, 16 de enero de 2019

O cinema ao lado #6



Todos los grandes artistas, en mayor o menor medida, han optado por buscar su propia voz a través de unas variaciones sobre el mismo tema. Sea por obsesión, refinamiento o simple coherencia, son muchos los ejemplos de cómo toda una obra se ha ido construyendo alrededor de un mismo tema, definiendo los contornos del propio artista. Y uno de los ejemplos más reconocibles, reconocidos y estimulantes que ha dado el cine, se encuentra en la filmografía del portugués Pedro Costa, que sólo en contadas ocasiones ha abandonado el que es su tema más recurrente. Tomando el punto físico de un Cabo Verde que siempre es evocado por las palabras como escupidas al aire por el fantasmal Ventura, zombificado testigo del trágico destino de su patria y compatriotas, Costa invoca toda una mitología repleta de canciones y claroscuros, reproches y añoranzas de un tiempo y un lugar que se han quedado en el limbo de la memoria. CAVALO DINHEIRO, es, hasta el momento, el último puerto de esta monumental saga, iniciada hace varias décadas y situada en el suburbio lisboeta de Fontainhas, en este caso convertido en una especie de purgatorio apocalíptico, donde un Ventura viejo y enfermo vomita sus recuerdos sin ningún tipo de coherencia, mezclando presente y pasado, errando en los nombres de sus conocidos o repitiendo obsesivamente el estribillo de una canción que nunca existió. Una película instalada en su propia y tenebrosa poesía, atormentada pero también dotada de un inexplicable sentido del humor. Por supuesto que no es para todos los paladares, pero eso ya lo sabíamos cuando descubrimos el cine radical y transgresor de Costa...
Saludos.

martes, 15 de enero de 2019

Amor de quita y pon



No alcanzo a comprender el cometido de una película como THE LOVERS, o al menos no le veo la gracia como comedia ni atisbo la supuesta amargura de su trasfondo, tan escurridizo como su guion, que va haciendo aguas a medida que avanza esta insulsa "dramedia" acerca de un matrimonio de mediana edad en plena crisis. Esto lo han hecho mejor muchos otros directores (y ni pienso rozar a Bergman, por dios), o al menos lo han hecho más valientemente, que es lo menos que se pide cuando de retratar las cenizas del amor se trata. Y es curioso, porque hay una inquietante analogía escondida tras lo que se nos vende, que es el típico film de enredos desde que conocemos que ambos tienen un amante, pero ninguno se decide a dar el paso de dejar al otro, y entre medias, de manera totalmente absurda, redescubren la pasión perdida. Yo lo que veo es a un par de cómodos mentirosos, instalados en su burguesa y cómoda mediocridad, y jugando a gastar ese penúltimo cartucho en la recámara. Nada de malo si el director y guionista se decidiera él mismo a dar un paso adelante y voltear una trama que cada vez es más intrascendente y previsible. A Debra Winger se la ve perdida, y Tracy Letts hace lo que puede por insuflar algo de veracidad a unas escenas francamente desvaídas. Mención aparte para la horripilante música de Mandy Hoffman, y no tanto por la música en sí, sino porque ésta suena tanto y tan a destiempo que termina por ser un incordio.
Si se la pueden ahorrar, háganlo.
Saludos.

lunes, 14 de enero de 2019

Luchadores por la paz



El cine de Johnnie To siempre ha sido difícil de detectar, moviéndose con insolencia entre la constancia de las grietas existentes en el cine de género, por donde ha sido capaz de introducir elementos aparentemente inauditos, cuando no directamente antagonistas. En Sitges se pudo ver THROW DOWN, de 2004, una película que ha permanecido en un ostracismo tal que ni siquiera los seguidores del director hongkonés la citaban en importancia. Su argumento podría entrar dentro de lo original, lo insólito o incluso lo descabellado, y quizá le sean imprescindibles un par de visionados para entender su trasfondo. Cuenta la historia de un antiguo campeón de Judo que, retirado, trabaja en un club nocturno, donde intenta olvidar su pasado en interminables noches de alcohol. Hasta allí llegan una joven aspirante a cantante y un saxofonista que en realidad es un admirador suyo, que intentará convencerlo para tomarlo como maestro. Lo lógico sería pensar en un film más de artes marciales, pero To le da un aire decadente y onírico en torno al club, por donde pasan amigos y rivales de este antihéroe, incapaz de retomar las riendas de su vida. Una película inclasificable y amarga, pero también poseedora de un extraño sentido del humor, y cuya recuperación ha sido un pequeño impacto, además de una saludable noticia acerca de la labor emprendida por según qué festivales.
Saludos.

domingo, 13 de enero de 2019

Rincón del freak #338: Pesadilla en Oxford Street



DREAM DEMON fue una curiosa producción británica que obtuvo cierta repercusión hace ya tres décadas, por la explícita referencia al mundo onírico que Wes Craven inició un lustro antes con sus "pesadillas". La película sufrió un montaje criminal, hasta que su director, el estadounidense Harley Cokeliss, logró estrenar un necesario "Director's cut" en el pasado festival de Sitges. Cokeliss, que fue director de segunda unidad en EL IMPERIO CONTRAATACA, desarrolló casi toda su carrera en Europa, donde encontraba mayor libertad para rodar, pero esta película en concreto tenía una serie de condicionantes que la convirtieron en una cinta casi maldita, y que desapareció de los circuitos comerciales tras hundirse en las catacumbas del VHS. La premisa es interesante, mixturando las escenas en las que la protagonista experimenta una serie de pesadillas que parece estar viviendo realmente, con la inclusión de una especie de trauma infantil que ha permanecido oculto hasta el momento en el que debe decidir si ha de acceder a casarse con un hombre al que no está segura de amar. Toda la primera parte del film mantiene el interés, gracias a la extrañeza emanada de unas imágenes francamente perturbadoras y unas interpretaciones más que dignas, incluyendo a un incipiente y por entonces desconocido Timothy Spall. El problema surge cuando llega el momento de dar las explicaciones pertinentes, y ahí el film baja enteros, conformándose con los maquillajes excéntricos y las damas asustadas, como Craven pero más cutrecillo. No es ninguna bazofia, es cierto, pero tampoco creo que sostenga la aureola de "film mítico" que algunos están empeñados en otorgarle.
Saludos.

sábado, 12 de enero de 2019

Por amor al arte



Danny Fields descubrió lo que otros no veían, lo que décadas más tarde todos hemos rendido como admiradores, pero entonces nadie lo vio como él ¿Pero quién era Danny Fields? Por este orden, y según sus propias palabras, un joven judío con excelentes calificaciones pero que se hartó de la vida académica para enrolarse en mutitud de publicaciones de lo que a mediados de los sesenta empezó a conocerse como pop. Suponemos que era un publicista, pero ahora sabemos que es mucho más. Que se codeó con toda la escena neoyorquina, con Warhol y la Velvet, y que le produjo un disco a Nico. Que vio antes que nadie el talento de The Doors y se llevó de la mano a MC5 y The Stooges. Poca cosa. Y con esos mimbres, que no es más que la punta de todo lo que ha vivido este señor, no hay derecho a que se haya hecho un documental tan convencional y poco imaginativo, que es la sensación que queda tras ver DANNY SAYS, donde el 90% son instantáneas que todo el mundo conoce, algunos subtítulos explicativos y algunas intervenciones de gente hablando estupendamente bien de un tipo tan interesante que es incapaz de hablar bien sobre sí mismo. No sé, me parece una gran oportunidad perdida, porque no había más que poner una cámara delante suya y un micrófono, seguro que él hubiese hecho el resto, como siempre hizo...
Saludos.

viernes, 11 de enero de 2019

Pequeñas esperanzas



Nada menos que treinta años cumple LA VIE ET RIEN D'AUTRE, en la que Bertrand Tavernier abundaba en uno de sus temas capitales. El sinsentido de la guerra, las ínfimas pero cruciales muestras de humanidad donde ésta ha sido pisoteada y las necesarias reflexiones que llevan a pensar que nunca hay ganadores, tan sólo derrotados. Es éste un film atípico, puesto que Tavernier lo sitúa dos años después del fin de la Primera Guerra Mundial, y se centra en la figura de un comandante, Dellaplane (un inmenso Philippe Noiret), al que se le ha asignado la ingrata tarea de recuperar e intentar identificar a los numerosos soldados franceses caídos en combate y que aún entonces seguían desaparecidos. Dos sucesos hacen tambalear la metódica vida de Dellaplane: el requerimiento del gobierno francés de elegir al soldado desconocido que quedará inmortalizado a los pies del Arco del Triunfo y la llegada de una misteriosa mujer (Sabine Azéma), de porte aristocrático, con la intención de encontrar a su marido, de quien no sabe nada desde el fin de la guerra. Tavernier elabora un inteligente y sutil discurso antibélico, sin destruir puentes, con su emocionante humanismo como estandarte principal y apoyado en sus intérpretes, que parecen afectados por la desorientación de aquel sangriento conflicto, e incapaces de definir cuál ha de ser su nuevo lugar en un mundo que ya no es el mismo. Una película densa, exigente, pero al mismo tiempo cargada de elocuencia y sinceridad, sobre todo en una parte final imponente, que yo colocaría como algunos de los más grandes minutos filmados por este maravilloso director, al que nunca me cansaré de reivindicar como merece.
Saludos.

jueves, 10 de enero de 2019

Clément de pleno #17



En 1971, René Clément, que tenía una reputación intachable, filmó LA MAISON SOUS LES ARBRES, un tibio thriller que sólo sobresalía por su pareja protagonista, Faye Dunaway, que estaba en lo más alto de su carrera, y un jovencísimo (e irreconocible) Frank Langella, que interpretaban a un inestable matrimonio estadounidense que, por motivos de trabajo de él, viven en París. Ella, de carácter infantil y descuidado, sólo disfruta jugando con su hijo pequeño como si realmente tuviera su edad; él, más maduro y cerebral, pasa más tiempo con su hija mayor, que es muy madura para su edad. La película picotea tímidamente en el elemento psicológico, abundando en los problemas emocionales de la mujer, aunque quien más cosas oculta es el marido, que aparentemente trabaja para una anodina editorial, pero que en realidad arrastra un pasado vinculado a una oscura organización que se dedica a espiar y extorsionar empresas, y que ante la negativa de una nueva colaboración secuestran a sus dos hijos, haciendo parecer que ha sido un fatal descuido de la madre. La película no está tan mal, pero tiene un ritmo atropellado y apresurado, como si hubiese sido rodada a toda prisa, por lo que ha pasado a la historia como uno de los títulos prescindibles de su autor.
Saludos.

miércoles, 9 de enero de 2019

O cinema ao lado #5



Despojada de su virtuosidad formal, de sus desgarradas interpretaciones, y de su "trascendencia de la cotidianidad", quizá haya algún miope capaz de quedarse tan sólo con el sagaz tratamiento folletinesco, rayano incluso en el culebrón de trazo grueso, al que Joao Canijo somete las avasalladoras imágenes de SANGUE DO MEU SANGUE, que en 2011 conquistó el Fipresci en San Sebastián y fue una de las obras más aclamadas de aquel certamen. Tomando prestadas las directrices, por ejemplo,  de Edward Yang y su cine coral que aspira a radiografiar el lado más íntimo de sus personajes, seres de carne y hueso, vulnerables pero poseedores de la verdad inmutable de quienes forman ese tejido social que no solemos ver cuando de espectáculo hablamos. Es, quizá, el único pero de esta formidable película, cuyas dos horas y media pasan con la fluidez de sus diálogos, a veces superpuestos, dando paso a otros que aparecen por simple cercanía física, un salto mortal que recoge también trazas del mejor Altman para poner en pie un ínfimo fogonazo en la existencia de una familia de extracción humilde, cuyas vicisitudes adquieren una dimensión universal bajo la lupa de un narrador excepcional como Canijo, que acumula una trayectoria impecable desde hace ya tres décadas. Sí, están esos momentos que parecen sacados directamente de cualquier culebrón venezolano, cuando no recargados de un ornamento al que hay que saber sacarle finamente la intencionalidad, que no es otra que inyectar elementos ajenos, cual alquimista, para alterar este pedazo de vida palpitante, siempre en la arriesgada frontera de lo que huele a falsedad, a impostación, precisamente por el celo de no permitirnos que nos perdamos un solo instante de estas vidas, a las que es imposible no tomar como propias, aunque sólo sea durante ese momento.
Obra maestra.
Saludos.

martes, 8 de enero de 2019

Atril mineral



Nada menos que ocho años tardó Panos Cosmatos en estrenar su segunda película, ya que la primera, BEYOND THE BLACK RAINBOW, es de 2010, aunque su repercusión dista mucho de considerarse mínimamente relevante. Y, vista hoy, y a menos que la tratemos (benévolamente) como una especie de cuaderno de pruebas para MANDY, sin ser decepcionante, sí que ingresa directamente en la magra lista de "extravagancias prescindibles", también llamadas "cine de gente sin abuela"... Su mezcla de futurismo claustrofóbico (me recordó, sobre todo, a THX 1138, de George Lucas), obsesión por la estética modernochentera (otra vez el film se abre con la cifra 1983) y jugueteo con el horror cósmico lovecraftiano, termina por ser estomagante casi por fuerza y por mucho que nos esforcemos por valorar el despliegue de medios visuales, acertado sólo a veces. La trama no es que sea mínima, que también, sino que se repite una y otra vez, al menos durante la primera parte del film, mientras que la segunda eleva un poco las pulsaciones a base de truculencia malsana. Sí, la estructura es calcada entre ambos trabajos, y si en la de ayer el despendolamiento lo ponía un desaforado Nicolas Cage con una sed de venganza infinita, aquí pasa lo mismo pero en la figura de una especie de mad doctor que sufre una extraña ¿mutación genética? ¿metamorfosis diabólica? Lo mismo da, pues cada secuencia está programada para golpear los sentidos, aunque de manera directa, sin ningún giro narrativo ni ensayo de extrañeza perceptiva. El resultado es una estimable ópera prima en el espectáculo meramente visual, pero con un argumento que, despojado de todo artificio, es ñoño y mundano a partes iguales. Aun así, a Cosmatos hay que echarle el ojo, aunque también exigirle algo más de originalidad, claro.
Saludos.

lunes, 7 de enero de 2019

El silbido del burro



Si te da por ayuntar a Rambo con Lovecraft, a Rice Burroughs con Mad Max, invocas al último Winding Refn esnifando a Clive Barker, compras un montón de lentillas de pupila dilatada y metes con calzador el drone de Sunn O))), lo de menos es ver a Nicolas Cage en postura, una vez más, de protegerse del sol y saturando de encías la pantalla mientras padece en calzoncillos un dolor que sólo el vodka barato puede mitigar. O no. Todo esto, y poco más, es MANDY, por lo visto la última barrabasada del cine yanqui, aunque de yanqui tiene poco, ya que fue filmada en Bélgica y su autor nació en Roma y tiene la nacionalidad canadiense. Y hablando de Panos Cosmatos, que decía yo que me sonaba ese nombre, y mira tú por dónde resulta que es el vástago de George Pan, que asimismo fue el director de RAMBO... Y vuelta a empezar ¿o no va esto de eso precisamente? De no tomárnoslo todo en serio, digo. Algunas veces me chirrío al leerme hablando solemne de tal o cual película, cuando en realidad ni siquiera le había estado prestando atención. No es el caso, porque MANDY contiene un montón de hallazgos, casi todos visuales, pero que a mi entender quedan prácticamente enterrados bajo una catarata de saturación cromática, desborde auditivo y un guion que... Qué diablos, el guion es lo mismo de siempre pero condicionado por todo lo antes expuesto. No sé, es una película muy rara, pero no porque yo no haya visto cosas similares antes, sino porque en un momento dado llegas a dudar de si te están tomando el pelo y en realidad no se trata más que de una broma posmoderna ¿Qué más puedo decirles?... Véanla, y seguro que no coinciden en nada conmigo, pero eso es lo adorable del cine, que incluso un burro sepa cómo tocar una flauta...
Saludos.

domingo, 6 de enero de 2019

Rincón del freak #337: Asesinos y divinos



Larry Cohen ha pasado a la historia como uno de esos directores de discutible talento, pero que en cambio eran capaces de embarcarse en proyectos demenciales, que eran los que abundaban en las papeleras de las productoras. Su caso es curioso, porque Cohen entendía el cine como un amasijo de tendencias en el que puede caber de todo, desde el melodrama al policíaco, del terror cutrecillo a la crítica social. Es en esta amalgama donde encontramos productos tan inusuales como GOD TOLD ME TO, una película tan rara que yo no sabría atribuirle ningún género, o tendrían que ser varios, dada la confluencia de estilos que contiene. La cosa empieza bien, con un tipo disparando indiscriminadamente desde una azotea y proclamando que es "Dios quien se lo ha dicho"; a partir de ahí entra en juego el personaje principal, un detective que se obsesiona con la ola de crímenes que se están produciendo por mandato divino. La investigación no puede ser más estrambótica, ya que le lleva desde los bajos fondos a una residencia de ancianos (no me pregunten por qué, pero al menos podemos ver a una anciana Sylvia Sidney). Luego a Cohen, que también firmó el guion, se le fue la olla del todo e introdujo el elemento extraterrestre, por lo que quizá no era dios, sino un marcianito el que dictaba la orden de matar... Un despropósito que culmina en todo lo alto, con una especie de Jesucristo refulgente, que no es otro que el ínclito Richard Lynch con peluca rubia, y Tony Lo Bianco intentando que su apellido italiano valga la pena en esta maravilla de la incongruencia.
Magnífica para el día de Reyes, por supuesto...
Saludos.

sábado, 5 de enero de 2019

Por ser tú



El tema del doble siempre ha estado muy presente a lo largo de la historia del cine; y si ya entroncamos con la suplantación de personalidad aún más; y no digamos si lo completamos con la rivalidad entre actrices, que es un tema que ha dado títulos míticos. ALWAYS SHINE no es ninguna obra maestra, y tampoco creo que haya inventado nada nuevo que no hayamos visto ya. Ésta es una película pequeña, modesta, un debut sustentado en el trabajo de dos actrices en alza, Caitlin Fitzgerald y Mackenzie Davis, y sobre todo esta última, cuyo carisma llena cada hueco de una pantalla algo huérfana y a la que se le reconocen las carencias de la falta de oficio. En lugar de ello, Sophia Takal ensaya un fantasmal ejercicio de extrañeza ambiental, saturado de primeros planos y un score muy inquietante a cargo de Michael Montes. Incluso el montaje se adentra tímidamente en arenas movedizas del inserto vehicular, y todo para ilustrar la pequeña historia, casi una anécdota, de dos amigas, actrices de tercera fila, que se van de fin de semana a un apartado retiro rural para recargar pilas y retomar su amistad. Sin embargo, lo que sale a flote es un sentimiento malsano, el de la que no tiene tanto éxito como la otra y piensa que es injusto, o aún peor, que sus papeles son obtenidos por adoptar un carácter dócil y sumiso, mientras que su fracaso lo es por mantener posiciones fuertes y exigentes. Al final, una historia que necesitaba algo más de gestación y calma se precipita en decisiones de urgencia, y lo que queda es un buen boceto, interesante y con buenas actuaciones, pero con muy poca chicha.
Saludos.

viernes, 4 de enero de 2019

La interminable búsqueda del porqué



Permítanme recomendarles una serie, algo que no suelo hacer muy a menudo, pero que en este caso creo que queda totalmente justificado. Creada por Joe Penhall, aunque con el epígrafe inequívoco de David Fincher, que dirige los capítulos cruciales, MINDHUNTER es una de esas extrañas exquisiteces que, de tanto en tanto, les da por aparecer en el momento más inesperado, y posiblemente con la estimulante intención de crear un pequeño seísmo en el panorama de las series, que empiezan a sufrir de ombliguismo extremo. Con un planteamiento insólito, que parte del libro autobiográfico del agente del FBI John Douglas y el escritor Mark Olshaker, se centra en el trabajo de dos agentes que son reclutados para iniciar una especie de "estudio a gran escala" de los más importantes asesinos en serie que se encuentran en prisión, con el fin de elaborar la posibilidad de un indagamiento en el porqué de sus acciones, y así intentar ir siempre un paso por delante del posible criminal. La serie es compleja porque así lo requiere, y ahuyentará a quien busque escenas de acción facilonas e impactantes; en lugar de ello, lo fascinante proviene de los interminables diálogos, y no sólo entre los agentes y los criminales, sino también entre ellos, con otros policías, empleados de cárceles, psicólogos, e incluso con sus propios familiares. Todo ello enriquece la textura de una serie que sabe exactamente el terreno que pisa y lo pone al servicio de una narración de gusto y paciencia infinitos, lo que se agradece una barbaridad en tiempos de urgencia injustificada. Además, los actores están fabulosos, con algunas caracterizaciones simplemente soberbias y sobre las que merece la pena informarse en paralelo. Además de algunos momentos que ponen los pelos de punta prácticamente sin mostrar nada truculento, y que yo me permito enlazar directamente con el camino iniciado por Fincher en ZODIAC, que me parece el precedente más claro de esta fantástica serie, cuyos diez episodios nos han dejado con ganas de mucho más, aunque Netflix (sí, sí, Netflix haciendo buenas series) tiene anunciada una segunda temporada para este mismo año. Esperaremos impacientes...
Saludos.

jueves, 3 de enero de 2019

Clément de pleno #16



En LE PASSAGER DE LA PLUIE, René Clément ensayaba una especie de thriller "provincial", muy en la línea de lo que ya llevaba años haciendo Claude Chabrol, aunque dotando al film de un aire menos corrosivo y recargando las ironías y el juego de las apariencias. El arranque es lo mejor de la película, dibujando una pequeña y apartada localidad costera, que se intuye rebosante en verano, pero que en ese momento es casi un pueblo fantasma, en el que no para de llover y en el que vive Melancolie, casada con un piloto que siempre está fuera y con la única compañía de su madre, amargada y alcohólica. La presencia de un inquietante extraño que parece vigilarla culmina en una desapacible noche: sola en casa, el extraño entra en su casa, la agrede y la viola, pero ella consigue matarlo y lanzar su cuerpo al mar e intentar olvidar tan traumático suceso. Hasta aquí, el film mantiene un interés considerable, pero bruscamente gira hacia otro terreno, el del thriller psicológico, con la aparición del misterioso personaje interpretado por el hierático Charles Bronson, que parece saber todo lo que Melancolie ha hecho, e intentará arrancarle una confesión que le lleve hasta un supuesto botín que portaba el tipo que mató. La película tiene momentos muy logrados junto a otros que recuerdan a un Hitchcock pasado de vueltas, y aunque Clément es un director al que es difícil encontrarle fisuras, la parte final se alarga en exceso y empieza a meter personajes con calzador, mientras que otros que podrían ser fundamentales, como la madre, desaparecen o quedan en anécdota. Un film, ya digo, que puede apasionar o irritar, según los estados de ánimo, y que pese a que ha quedado algo relegada en la filmografía de su autor, ese año, en 1970, ganó nada menos que el Globo de Oro a mejor película extranjera.
Merece la pena echarle un vistazo, incluso pese a la insoportable música de Francis Lai...
Saludos.

miércoles, 2 de enero de 2019

O cinema ao lado #4



Lo que más sorprende en A ÚLTIMA VEZ QUE VI MACAU es su insólito formato, a medio camino entre el documental, la evocación onírica y la fantasía romántica, un crisol de sensaciones que sigue el hilo conductor de un personaje invisible (el propio codirector Guerra da Mata) que viaja a la antigua colonia portuguesa atendiendo a la desesperada carta de su amiga Candy, una cabaretera transexual que desaparece en misteriosas circunstancias. Esta mínima trama permite a sus directores propulsar un cuento repleto de escondrijos emocionales e imágenes que casi parecen sacadas de otro planeta o de un tiempo muy futuro. Una especie de ejercicio de hipnosis narrativa donde fondo y forma se entrelazan y solapan para crear un tejido fílmico inclasificable, pausado pero nunca monótono, y donde el cinéfilo puede deleitarse rastreando los espectros de von Sternberg y Jane Russell, como si 1952 aún no hubiese pasado, o nos esperara tras las brumas que ocultan edificios y personas, o mitos y realidades alternativas...
Sólo por su demoledoramente bella fotografía merece la pena ver esta extrañísima joya de coleccionista.
Saludos.

martes, 1 de enero de 2019

Una demencia sensata



Bueno, avisamos antes de nada que hoy empezamos nuevo curso (¡el decimoprimero!) y lo hacemos con Lars von  y su nueva propuesta, para que después digan que le tenemos manía al realizador danés. THE HOUSE THAT JACK BUILT no cuenta prácticamente nada (y ni siquiera de una manera distinta) que no estuviese ya en ANTICRISTO o MELANCOLÍA, aunque el referente más potente me parece que lo encontramos en el díptico NYMPHOMANIAC, quizá por su talante de cuasi diario subjetivo contado en primera persona y punteado por un diálogo en off, que aquí permanece invisible hasta sus últimos y sorprendentes minutos. La propuesta indaga en la compleja personalidad del Jack del título, un asesino en serie con Trastorno Obsesivo Compulsivo que va mostrando un sangriento corolario de atrocidades varias, puede que con fines terapéuticos o simple capricho estético. A von Trier ya le tenemos cogido el truco desde hace algunos años, y sus películas se parecen demasiado unas a otras como para esperar que vaya a cambiar por nada; le viene bien esa imagen que se ha cincelado de misántropo desencantado pero incapaz de renunciar al placer de una imagen bien filmada. Y aquí hay mucho de eso, de composiciones, puesta en escena y resoluciones a modo de soluciones, como si el director nos quisiese mostrar su propia personalidad a través de la de este sangriento y amoral personaje. Es curioso, pero creo que tiene escenas francamente divertidas, como los primeros y algo chapuceros asesinatos, como si Jack clamara or ser descubierto pero nadie le presta atención. Además, Matt Dillon ofrece un recital de contención y salvajismo antológico, logrando que siempre queramos saber un poco más sobre él. Quizá es demasiado larga, y también algo engreída de lo mucho que reluce en algunos pasajes, pero a esto ya estamos acostumbrados; aun así, reconozco que no es precisamente de lo más aburrido de este señor, y eso podemos anotarlo como un logro importante. Además, el desenlace, lo digo ya, es una pasada...
Saludos.

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!