"Arkangel" (el segundo episodio de la T4 de BLACK MIRROR) se abre con una imagen ideal, que poco a poco se torna inquietante; un alumbramiento que deriva al suspense, con el simple recurso del bebé que no llora al nacer. El gran problema de este episodio, su lastre, es el escaso tiempo del que dispone para desarrollar una idea de partida compleja y desafiante, el debate moral que suscita un implante mediante el que esta madre puede literalmente controlar cada movimiento de su hija, a la que iremos viendo crecer hasta convertirse en una adolescente. El guion de Charlie Brooker se atreve a proponer un tema espinoso, y Jodie Foster lo pone en imágenes con un estilo sobrio y algo sombrío; una distopía nada descabellada, que apenas necesita de efectos digitales y que vuelve a advertir de los peligros de la (posible) supeditación de nuestras vidas a esas supuestas ventajas de lo digital. No está mal, pero podría haber sido mucho mejor con algo más de margen y menos prisas para contextualizar sus ideas.
Saludos.