Ayer fue el día del padre, y tuve la ocurrencia de ver AFTERSUN, que es una película que debería importarme mucho, pero que me ha dejado con una sensación tibia. Debe ser su excesiva frialdad, o desapego, que ralentiza su narración hasta hacerla francamente exasperante. Pero debería haberme gustado, aunque más que disfrutar la he sufrido. He sufrido por identificarme profundamente con su protagonista, que es algo contraproducente, y más en este caso. Paul Mescal (que ha llegado a optar al oscar a mejor actor) interpreta a un hombre que ha sido padre demasiado joven, que no logra superar su divorcio, que atisba un futuro económico ruinoso, y que decide apostarlo todo a un verano, unas vacaciones con su hija de 11 años. El film está contado a través de la mirada de la niña (una prodigiosa Francesca Corio), que 20 años después, en su propio cumpleaños, rememora a fogonazos aquel viaje a Turquía, la última vez que vería a su padre. Ha de tenerse un espíritu poético, embadurnarse de tantas sensaciones a flor de piel, y aun así desdramatizadas; de lo contrario, se nota la fina línea que separa sensibilidad de sensiblería, que es donde se nota la bisoñez de recursos de su directora, que aun así debuta brillantemente.
Hay momentos que duelen, a mí me han dolido y he tenido que parar, porque me he dado cuenta de que se puede representar una depresión profunda en pantalla...
Saludos.