jueves, 31 de marzo de 2022

Emancipación o ruptura


 

Parecía inevitable que los caminos de los hermanos Coen, tras casi cuarenta años de andadura, se viesen abocados a la separación; y aunque he leído cientos de supuestas razones, sólo ellos sabrán el porqué de dicha decisión. Yendo a lo importante, el primer fruto de ello ha sido THE TRAGEDY OF MACBETH, que Joel Coen ha filmado muy a contracorriente de lo que cualquier seguidor de su carrera anterior hubiese esperado, lo cual no deja de tener su coherencia. Olvidándonos del ruido mediático, debo decir que esta nueva (otra) versión del texto shakespeareano está fuertemente anclada en otra, la filmada por Orson Welles, y que su supuesto rupturismo queda a merced de imágenes pretéritas, incluso modos, que le resta el empaque de lo inesperado. Es decir, que es un film que ya hemos visto, y que por tanto queda como versión innegablemente rendida; brillante, solemne, respetuosa, pero "versión" en el sentido menos brechtiano de la palabra. Y no le niego el salto mortal a un cineasta que a día de hoy puede hacer lo que le dé la gana, porque ésta es la prueba de que no se ha dormido en los laureles, pero tampoco puedo soslayar la impresión de que la "emancipación" de Joel Coen nos haya traído a un cineasta más taciturno de lo que solía ser. Y, sí, claro que impresiona la interpretación de las brujas por parte de una espectacular Kathryn Hunter, pero necesito imperiosamente la aclaración definitiva sobre la elección de Denzel Washington y algún actor y/o actriz más, porque lo de cubrir las cuotas se nos está yendo de las manos.
Académica, en el más estricto sentido de la palabra.
Saludos.

miércoles, 30 de marzo de 2022

Mayormente relato, invención infusa


 

De verdad que le sigo dando vueltas a cómo se me pudo resbalar de enttre las manos una película como VENTAJAS DE VIAJAR EN TREN. No me lo perdono, aunque lo subsano, recomendación indirecta mediante. Sólo por desmarcarse gozosamente del "canon ibérico", pese a contar con un elenco de lo más "mainstream", merece que pongamos atención a esta desquiciada comedia (si es que lo es) negra, pero negrísima, sin nada de azul para entendernos. El guion de Javier Gullón, adaptando la novela de Antonio Orejudo, es un escándalo de concisión, porque el material de partida es diabólicamente intrincado y decididamente escurridizo. Es un juego de muñecas rusas esquizoides, tanto como una rayuela hecha con tiza rechinante, que molesta e importuna, pero jamás deja indiferente. Y son muchas las referencias, desde los "extraños en un tren" de Highsmith, de donde parte todo, al incontenible cine-río de Mariano Llinás y su placer por el relato por el relato por el relato... Aunque el film, ópera prima del excelente cortometrajista Aritz Moreno, encuentra un aire propio, malsano pero presto a ser celebrado; bebiendo una mijita del grotesque de aquella DELICATESSEN, tanto como de las pesadillas surreales de Ken Russell, así a vuelapluma se me vino un nombre recurrente y que veía escondido tras cada fotograma. Ignoro si conscientemente, donde este joven director se atreve a mirar es en el imaginario de un cineasta que, hace ya mucho tiempo, trazaba un "mapa ibérico" desbordando los meros límites fronterizos. Me refiero a Edgar Neville, que en otro país menos inculto y desagradecido sería la brújula de cualquier aspirante a contador de historias. Y aquí hay muchas historias, y muy sorprendentes, y alguna les aseguro que les va a dejar mal cuerpo. Y nosotros que lo agradecemos...
Imprescindible.
Saludos.

martes, 29 de marzo de 2022

Las mejores intenciones


 

Y por si no lo sabían, la película de ayer provenía de una cinta francesa, estrenada en 2014, que aquí pasó curiosamente desapercibida, pero en Francia fue un éxito rotundo. LA FAMILLE BÉLIER tiene exactamente el mismo sustrato que sustenta a su remake; una comedia agridulce, con pocas concesiones al sentimentalismo, y que aprovecha con tesón las posibilidades de sus protagonistas, que aquí están igualmente magníficos. Sólo cambia el entorno, que pasa de ser pesquero a ganadero, pero el guion (en el que participa, y se nota, Thomas Bidegain) nos coloca en la complicada posición de la joven Paula, que sueña con poder dedicarse a cantar, aunque eso le suponga tener que abandonar la casa familiar, donde el trabajo con las vacas es tan duro como hacer de intérprete a tiempo completo de sus padres. Si me apuran, pueden hacerse una sesión doble con ambas películas, porque es seguro que disfrutarán con las diferencias tanto como con las coincidencias. Y me reitero: por supuesto que son necesarias estas historias, y hoy en día mucho más.
Que yo hable bien de una comedia francesa, ya lo dice todo...
Saludos.

lunes, 28 de marzo de 2022

Ausencia de malicia


 

Y, en fin, debo culminar el repaso a las candidatas de este año al oscar, así que hablemos de CODA. Y lo más que puedo decir es que, en circunstancias normales, mi naturaleza me llevaría a rechazar de plano este film, incluirlo en la inacabable nómina de "productos hollywoodenses perfectamente planificados". Pero qué quieren que les diga, si con la que está cayendo no nos vamos a reservar ni un respiro para exhalar algo de buen rollo, sin aristas ni falso postureo. Y hace muy pocos días estuve aquí hablando de aquella estatuilla de Marlee Matlin, y sigo sin comprenderla muy bien, como tampoco creo que esta película tenga posibilidad de cosechar nada, pero parece que las casualidades existen e incluso se retroalimentan. Por eso prefiero mil veces la candidez de Thomas Anderson al cinismo por encima del hombro de McKay, por poner un ejemplo que se entienda. Ésta es una cinta aparentemente familiar, sobre los avatares de una familia compuesta por sordos, excepto Ruby, que oficia prácticamente de intérprete, por lo que su día a día apenas le deja tiempo para poder encontrar su camino, que desearía que estuviese orientado a la música. Y sí, claro que es ñoña, y está repleta de golpes de efecto de manual; y hemos visto esta historia miles de veces, y nos la seguirán colando... y hasta sale otra vez Marlee Matlin. Pero al menos son casi dos horas en las que relajas la mirada y bajas la guardia, y te olvidas de toda la fealdad ahí fuera, de ese insoportable ruido y palabras cruzadas a ninguna parte. Por un momento, sólo por un momento, encuentras paz en no escuchar. Y no es poco ahora mismo...
No pasará a la historia como nada en absoluto, pero se puede ver y echar un ratito agradable.
Saludos.

domingo, 27 de marzo de 2022

Rincón del freak #500: Hemiplejia de una poética desordenada


 

No sé qué diablos pinta DRIVE MY CAR en los oscar, pero su inclusión me ha dejado perplejo por muchas razones. La principal es cómo se le ve el plumero a la Academia de Hollywood cada vez que pretende "lavar" su imagen. Da igual el cupo de películas a concurso, el reparto de nominaciones o los vasos comunicantes con otros festivales (si es que los oscar son un festival, claro). Es notorio y cristalino el envainado en estos casos, que por un lado parece ansiar el nuevo PARASITES, y por otro dar un codacito de complicidad a Europa. No era la película, porque de ser un gran film, DRIVE MY CAR debería ganar de calle, aunque sólo sea por lo difícil que es ver algo así en este certamen. Pero no. Ryûsuke Hamaguchi, director de cierta trayectoria, no tan reconocida como debería, ha tirado de manual del "buen asiático", que consiste en realizar una película en la que todos los acontecimientos se encuentran supeditados a una reformulación formal de todos sus elementos, primordialmente los actores. No soporto a Murakami, y menos cuando exalta una serie de vicisitudes que, miradas objetivamente, tampoco son la repera. Es, insisto, cómo se cuenta, y Hamaguchi mira aquí indisimuladamente al cine coreano, remedando torpemente a Hong Sang-soo, pasándolo por el filtro de Hirokazu Kore-eda, para terminar estampándonos un corolario de desgracias en off, pesadumbres de fraseo impenitente, y algún fotograma habilidoso para que disfrutemos de Hidetoshi Shinomiya, que realiza un trabajo impecable. Es, ya digo, una rutina hecha pasar por cine de autor, lo cual no me escandaliza lo más mínimo; es sólo que le sigo dando vueltas a la inclusión en los oscar, y por partida doble. Ya, si gana, sería más que raro...
Saludos.

sábado, 26 de marzo de 2022

Un peloteo de calentamiento


 

KING RICHARD es tan convencional que asusta. Y no porque esté finalmene en los oscar, sino por lo incomprensible de su premisa, que prefiere que no sepamos, que perdamos la oportunidad de asomarnos al secreto que hizo de Venus y Serena Williams las dominadoras del tenis mundial durante casi dos décadas. En lugar de ello, vemos a Will Smith en uno de sus despliegues de tics y muecas, intentando convencernos de que está más allá del método. No, no es una película sobre las hermanas Williams, y ni siquiera me atrevería a decir que es sobre el tenis; es una película sobre ser un imbécil psicópata y egocéntrico, incapaz de ver más allá de su nariz, y terminar siendo blanqueado (curiosa metáfora) en un masaje argumental como he visto pocos. Tiene un par de momentos de supuesta tensión que provocan la risa floja, y el partido final (en realidad uno de los primeros de Venus como profesional) contra Arantxa, aparte de la estupefacción lógica, es un desenlace ñoño y desganado, como si quedara todo lo más importante por contar a partir de ahí. Y es que es así.
Por salvar algo, sólo se me ocurre el estupendo trabajo de Aunjanue Ellis, una actriz con el carisma suficiente como para desplazar a un Will Smith que se va haciendo más cargante cuanto más aparece en pantalla, que es casi siempre.
Olvidable, en el más amplio sentido de la palabra.
Saludos.

viernes, 25 de marzo de 2022

El cinéfilo ilustrado #10


 

Increíblemente, los caminos de Peter Bogdanovich y Roger Corman se volvieron a unir, lo que da una idea, sobre todo, de la precaria posición del cineasta para poder sacar adelante cada proyecto. Pero no nos equivoquemos, porque SAINT JACK huye de la serie B para contar una potente historia, la de un legendario regente en un burdel de Singapur. Interpretado magistralmente por Ben Gazzara, este Jack soporta todo el peso de una película a punto de derrumbarse, o mejor de desvanecerse entre la inconcreción de su argumento, a la que le puedo encontrar la explicación de que se trate de una novela de Paul Theroux, grandísimo escritor de libros de viajes. El film nos cuenta el frenético día a día de este hombre, capaz de mantener estoicamente la dignidad en un mundo de podredumbre y degradación, donde cada persona tiene un precio, y no precisamente alto. Encuentra algo de complicidad en el inspector que va a auditar las cuentas del negocio, porque ni siquiera él aprueba la "contabilidad paralela" de sus socios asiáticos, y mucho menos el trato humillante al que someten a las chicas que diariamente van llegando. Acuciado por las deudas y las mafias, intenta encontrar la forma de escapar definitivamente, pero Jack parece arrastrar un ancla demasiado pesado para zafarse de él, así que acepta un último y arriesgado trabajo que le propone un misterioso hombre de negocios americano, consistente en reunir pruebas para chantajear a un político recién llegado. 
Una película con un ritmo complicado de sobrellevar, con incesantes cortes de ritmo y una trama tremendamente inconcreta. La salva del desastre la gloriosa interpretación de Gazzara y un puñado de escenas sueltas francamente impactantes, especialmente el rapto de Jack por los mafiosos. Ni es de lo mejor de Bogdanovich ni es de lo peor, pero aún me sigo preguntando si de verdad esto lo produjo Corman.
Saludos.

jueves, 24 de marzo de 2022

Deseando amar


 

Al principio, cuesta entrar en LICORICE PIZZA, porque éstas son otras formas, otros formatos, una negativa a formar parte de la linealidad imperante, incluso para contar una historia tan sencilla como ésta. Sus dos protagonistas son imperfectos, humanos; se equivocan, dudan, miran a los ojos con la misma desolación con la que miran al suelo. No son actores en el canon, son el vehículo para expresar un sentimiento, o varios. Aquí hay amistad, incertidumbre, honestidad, vacío, descubrimiento, osadía, alegría y tristeza. Cuesta un mundo acostumbrarse a Cooper Hoffman y Alana Haim; al terminar la película, estás enamorado para siempre de ellos. Y quieres saber más, quieres saber si seguirán juntos, si se separarán, si viajarán a China o abrirán un restaurante vegano. La autenticidad en ficción consiste en eso, en saber abrir un apetito que no se sacie fácilmente, y Paul Thomas Anderson lo ha conseguido con su film más bonito (es que no hay otro adjetivo), que además no podría haberse ubicado en un presente donde los reencuentros no son iguales, porque es casi imposible que sean casuales. Y no es una película perfecta porque hay un par de sketches (yo los llamaría así) que parecen un ornamento, o el añadido a un todo más grande, y aquí importan más las cositas pequeñas que los golpes de efecto. Es un hit parade (el título alude a los vinilos), un susurro venido de otro tiempo para quien no lo haya vivido, pero que te acaricia con suavidad y te no suelta tu mano, mientras te acompaña a través de esa cosa que raramente nos pasa, y que se llama plenitud...
Sé que no va a ganar, pero debería.
Saludos.

miércoles, 23 de marzo de 2022

Un paseo por las nubes


 

No sé si sólo me pasa a mí, pero he tenido una sensación extraña tras ver el WEST SIDE STORY de Spielberg. Una o varias, para ser exacto. Por un lado está el arranque, maravilloso, metronómico, avasallador. Por un momento estás en otra época, en otra manera de hacer el cine, sin referentes y con el vértigo del entusiasmo como único motor. Spielberg sigue haciendo magia con ese dominio que tiene del medio; él lo sabe todo, y sabe cómo contárnoslo. Así, como experiencia sobrenatural, este WEST SIDE STORY es una maravilla indiscutible, un huevo de Fabergé exquisito y de melindrosa belleza. Así, pero hay algo más. Es cierto que los actores están fabulosos, pero sobre todo los secundarios, incluso los muy secundarios. Apenas puedo excepcionar a ese animal que es Mike Faist, pero el resto de protagonistas me parecen desvaídos, a punto de hacerse graffiti en una pared derruida. Spielberg inunda tanto, imbrica tanto, que su película parece un lienzo, un mural en movimiento, en el que la historia va cediendo paso al festival sensorial, que es, a mi modo de ver, y por otra parte, la única manera de clavar el cine de hace sesenta años sin que percibamos el jet-lag. Tampoco ha podido Spielberg prescindir de la magistral partitura de Leonard Bernstein, y me parece bien, porque no puede ser de otra manera. Habrá quien lo critique, incluso quien lo acuse de plagio, pero sólo se me ocurre seguir cavilando sobre ese ejercicio de desvanecimiento de las formas, atípico y marciano para estos tiempos del estándar. Spielberg ha hecho una gran película, inferior a la original porque ya quedan pocos bazinianos que puedan defender el valor semántico de la copia, certificada o no. Y, paradójicamente, la lástima sería que ganase el oscar a mejor director por esta película, no por él, sino por la incontable cantidad de veces que sí lo debería haber hecho. 
Me da la impresión de que voy a tener que volver a verla, porque hay algo muy importante que se me ha escapado y no sé decir qué es...
Saludos.

martes, 22 de marzo de 2022

A este lado de la carretera


 

Música de Van Morrison. Una arrebatadora fotografía en B&W. Un puñado de interpretaciones esculpidas con tanta sabiduría como desparpajo. Un toque ajustado de concienciación política, la de unos años y un lugar especialmente difíciles ¿Alguien podría dudar que BELFAST no es un film total, completa y absolutamente teledirigido hacia los oscar? Yo tengo mis serias dudas, lo que no quita que estemos ante una de las mejores películas de su autor, y una seria mirada hacia aquel fresco cineasta que, hace ahora tres décadas, se reveló con LOS AMIGOS DE PETER. Es un dilema, o no, según se mire. Si pretenden encontrar aquí un superdrama de los de llorar a moco tendido, se toparán con un amable escapulario de vivencias (las del propio Branagh), a modo de destellos tan inconfundibles como cuestionables. Todos los recuerdos idealizados lo son, y aquí esta Belfast no es la de McQueen, ni lo pretende, y por eso su artefacto funciona a pleno pulmón cuando se olvida de unas revueltas callejeras (muy mal rodadas, por cierto) que hubiesen quedado mejor en off, y nos sumergimos en la mente del chaval (de protagonismo un poco secundario), que lo tramita todo en clave fantástica antes de que la realidad lo pueda engullir. Es la entrañable relación con sus abuelos, la atracción por su compañera de clase católica (su familia es protestante), o la fascinación en cada tarde de cine, donde los problemas se evaden y se ingresa en un mundo ideal, y sin necesidad de mudarse a Londres. No, BELFAST no es una gran película, precisamente porque su vocación es la de ser pequeña, reducida, una carta de amor de un cineasta plenamente maduro, que quizá sólo quería contarnos cómo fue todo eso entonces... aunque al final se lleve el oscar, no sean mal pensados.
Alguno se llevará.
Saludos.

lunes, 21 de marzo de 2022

Nos dicen que llueve


 

No hay más que dar un simple paseo para elaborar un diagnóstico sobre qué tipo de sociedad nos toca vivir hoy día. La mayoría de la gente mira hacia abajo. Hacia abajo. No es cuestión de disponer semánticas sociológicas, ni de hiperbolizar en base a la metodología que las redes sociales han impuesto. Precisamente porque son las que nos obligan a agachar la cabeza, y porque nos conminan al j'accuse de pequeñeces que ni con lupa se verían. Esto que parece muy importante, es la cáscara, y debería ser el sustento de una mirada más profunda e inquietante. Más, al menos, de lo que propone Adam McKay en DON'T LOOK UP, con la que compite este año por el oscar (ya saben dónde estamos), y que ingenuamente cae en la propia trampa que pretende poner en marcha. Aun así, con todo el recelo que su cine siempre me provoca, es una película que me gusta, pero en la dirección contraria. Es una película entretenida, dinámica, invasora, que maneja los muñecos con listeza y garbo, y que nos devuelve a momentos entrañables, en los que a la gente se la soplaban los panfletos, y unía el sentimiento con la conciencia. Esto es un carrusel, un refrito del Kubrick de Dr. STRANGELOVE..., tanto como de mil cosas más; desde las comedias e la Ealing a las series Z de catástrofes, o desde el vitriolo de NETWORK al pastiche autoconsciente de MARS ATTACKS. Todo eso, ni más ni menos, pero con un reparto estelar y extrañamente omnipresente por su extensión. Una película, en fin, que, una vez despojada (qué raro suena esto) de razón resulta de lo más divertida y disfrutable, pero que muestra su peor cara cuando pretende establecer algo parecido a un dogma paternalista y simplón. Es decir, que McKay nos confirma que es un tahúr la mar de disfrutón, pero un rancio repetitivo cuando quiere proclamar la de ideas "originales" que se le ocurren". En la mitad habrá algo parecido a la virtud, digo yo.
Saludos.

domingo, 20 de marzo de 2022

Rincón del freak #499: Los trabajos de jubilación


 

Bueno, como tenemos lo de los oscar a la vuelta de la esquina, y la semana que viene va a ser un no parar frenético, vamos a tomarnos el Domingo con calma. Con calma pero manteniendo los tiempos, porque no todo fueron luces y destellos en la carrera de William Hurt, que también tuvo lo suyo con algún que otro descarrilamiento y/o fruslería erótico-festiva, que no festivalera. Con ya los sesenta, y alguna gana, digo yo, de echarse un cantecito por tierras tailandesas (y suponiendo que Weerasethakul estaba en otras cosas), el señor Hurt apareció en una cosilla de esas de serie B tirando a Z, que suelen ir directas al video, cable o qué sé yo, y que además arrastra una intrahistoria curiosa. El engendro se titulaba HELLGATE, y venía a ser una especie de prima pobre de INSIDIOUS, por decir algo. Rodada con cuatro chavos en una semana, nos ponía a Hurt como una especie de chamán de costumbres lúdicas, que va a ayudar a ese eterno proyecto llamado Cary Elwes, que es más joven pero luce peor forma. Da igual, porque la peli es muy mala, pero lo curioso es que fue la segunda perpetrada por John Penney, que fue el responsable de aquella anomalía inenarrable que era ZYZZYX ROAD... ¿se acuerdan?... Pues eso, una coproducción americano-tailandesa (habría que ver las finanzas), que al menos sí me parece un punto y aparte que despoje un poco de solemnidad al repaso que hemos dado a la carrera de William Hurt, seguro que él lo hubiera aprobado...
Saludos.

sábado, 19 de marzo de 2022

Rojo blanco


 

Hay dos debuts insoslayables en BODY HEAT. Uno, cantado, el de un Lawrence Kasdan en la cresta de la ola, firmando algunos de los guiones más importantes de los últimos 50 años, y que demostraba aquí que como director estaba dotado, además, de una voz propia y reconocible. El otro es, desde entonces, uno de los mitos eróticos más arrebatadores de todos los tiempos, y eso que Kathleen Turner, que hizo su primera película ya con 27 años, jamás quiso encasillarse como tal. En mitad de tales columnatas, lo cierto es que William Hurt, que tampoco era un actor súper conocido, es el contrapeso perfecto para este noir (nada de "neo") viscoso, resbaladizo, húmedo como las camisas de sus protagonistas, o como sus intenciones más ocultas. El film se desarrolla en Florida, y no por casualidad, porque el calor y la humedad cobran la misma importancia que la red de mentiras, deseos, tentaciones, crímenes y cosas aún peores, que componen esta exuberante historia inteligentemente trenzada por su superdotado creador. La química entre Hurt y Turner es explosiva, eléctrica, y nos pone frente a nuestros deseos más ocultos, aquellos que tememos realizar pero a los que ansiamos acceder. Tan sólo la larga introducción, en la que ambos se conocen, es un manual de instrucciones para cualquier aprendiz de guionista. El resto, brillante, mordaz, y tan meticuloso, que sólo le encuentro un pequeño fallo en una resolución que me deja alguna que otra duda, pero sería hilar finísimo en un film prodigioso en su ejecución, y del que me guardo desvelar casi nada, porque el placer consiste en ir tirando poco a poco de una madeja más enrevesada de lo que parece.
Y bueno, la música de John Barry... pues eso.
En mi opinión, una película impresionante.
Saludos.

viernes, 18 de marzo de 2022

El cinéfilo ilustrado #9


 

Era inevitable que Peter Bogdanovich filmara una película como NICKELODEON ¿Y quién si no? ¿Quién iba a ser capaz de glosar desde el presente (el de 1976) las luces y muchas sombras de la gestación de eso que damos en llamar "cine"? Hay dos corrientes que recorren la espina dorsal de este excitante viaje por la epidermis e intestinos de lo que entonces apenas era sopa primordial. Por un lado está el film en sí, una hilarante comedia física, en la que Bogdanovich implementa un genial juego de espejos involuntarios, convirtiendo la peripecia de un grupo de personajes en material fílmico palpable y reconocible. Casi todos son outsiders en busca de una oportunidad, algunos con más talento que otros, y que rápidamente son absorbidos por uno de aquellos incipientes "tiburones", lo que con el tiempo llamaríamos productores, y que olieron en el cinematógrafo un negocio lucrativo y poco costoso. Ahí, el film es una gozada, una especie de "meta-slapstick", que homenajea a ese cine primitivo con una mirada de rendida inocencia. Pero hay más, un extraño trazo de amarga melancolía, que difumina la comicidad y nos devuelve de un plumazo a la realidad. Todo ello bellamente sintetizado en una coda final, que presenta a ese grupito de entrañables fracasados (con autoguiño incluido a PAPER MOON), tras comprobar que sus "películas" han sido masacradas por el productorcillo de turno, extasiados ante el estreno de EL NACIMIENTO DE UNA NACIÓN, en una escena que nos revela contundentemente el significado de esa palabra tan maltratada que es "autor".
Increíblemente ignorada para su valía real.
Saludos.

jueves, 17 de marzo de 2022

Escenas desde la celda


 

Y el galardón lo consiguió William Hurt con uno de esos papeles que para un actor son un puro regalo. KISS OF THE SPIDER WOMAN, vista hoy, acumula tantas deficiencias (de ritmo, ubicación, incluso de tono), como estampas que quedan indelebles, y todas tienen de fondo el colosal trabajo de Hurt, que no se queda en el retrato de lo que vemos, un homosexual encarcelado en un régimen dictatorial, sino que a través suyo, de sus gestos, decisiones, relatos y omisiones, comprendemos ese "otro mundo" que queda siempre fuera de campo. El film se desarrolla casi por entero en esa celda infecta, compartida con un activista, un preso político, interpretado con igual intensidad por Raul Julia. El choque de esos dos caracteres tan opuestos desborda el drama carcelario, y se encamina hacia los terrenos de una solidaridad imposible, extrañamente dual, sobre todo cuando en un momento dado conocemos el papel real de ese prisionero, que puntualmente recibe regalos de "mamá". Todo esto está mejor narrado en la novela del argentino Manuel Puig, y las evasiones en forma de relatos se imbrican con el insoportable día a día de estos dos hombres, que se nos presentan como dos absolutos extraños, para terminar conformando una hermosa historia de amistad y amor, en la que ambos son perdedores aunque no lo sepan. Es un film que se hace un pelín largo, pero aún estremece ver a un extraordinario actor convenciéndonos de que su imponente físico llega a esconder una frágil feminidad.
Imprescindible.
Saludos.

miércoles, 16 de marzo de 2022

Los gritos del silencio


 

Los que ya tenemos una edad, recordamos aquella gala de los oscar'86 fundamentalmente por una cuestión. La Academia americana, es cierto, nos tiene acostumbrados a los premios "teledirigidos", en los que se intuyen todos esos trabajos "descaradamente oscarizables". De su gusto son los niños, ancianos, amateurs o discapacitados, sean estos reales o figurados, y abriendo el debate sobre los profesionales de larga carrera, que se ven incapaces de competir contra tanto efectismo. En aquel año, digo, una joven de 21 años, sin experiencia en la interpretación, ganó el oscar a la mejor actriz, y hubo quien aplaudió, pero hubo quien frunció el ceño. CHILDREN OF A LESSER GOD es una película correcta, sin más, pero con un as bajo la manga, indisoluble de su carácter conductista, del que es incapaz de distanciarse en sus dos horas de melodrama romántico, que lo sería del montón si su joven protagonista no fuese sordomuda. Marlee Matlin está bien, por supuesto, pero aún me parece superior el titánico esfuerzo de William Hurt, que realiza su interpretación prácticamente en lenguaje de signos, y componiendo uno de esos personajes tan suyos, con una ambigüedad difícil de encontrar en actores principales hoy día. Es, insisto, un film que se ve sin agobios, y que visibiliza (a su manera) el conflicto interior proveniente de una incomunicación que se intuye más autoimpuesta que causal. Uno de esos títulos míticos de los ochenta (ochenteros, los llamamos), y que hoy día puede hacer aflorar alguna risita involuntaria... Qué se le va a hacer...
Saludos.

martes, 15 de marzo de 2022

Padres sin hijos


 

Nos enterábamos recientemente de otro fallecimiento inesperado, el del actor William Hurt. Uno de esos rostros que nos llevan acompañando desde hace varias décadas, y cuya versatilidad le permitía brillar en papeles protagónicos, tanto como en secundarios. Por ello, dedicaremos esta semana a repasar alguno de sus títulos más notables y recordados. Y no sé si esto es aplicable a SECOND BEST, film de 1994, dirigido por el notable director de fotografía Chris Menges, y que supone una especie de rareza en la filmografía de Hurt. Rodada en 1994, nos contaba la historia de un niño tremendamente problemático, que no tiene madre, y cuyo padre es una especie de tarado survivalista, que llega a raptar a su propio hijo del colegio para llevárselo a acampadas extremas. Por otro lado, Hurt interpreta a un soltero empedernido, que sobrepasa los cuarenta y cuida de su padre enfermo, mientras regenta la estafeta de correos del pequeño pueblo donde vive. Llevado, suponemos, por la soledad, decide ir a la oficina de adopción, donde, contraviniendo cualquier buen consejo, se empeñará en adoptar a este chaval, al que han dado por imposible desde el encarcelamiento de su padre. Es una película irregular, con una propuesta argumental potente, pero a la que le falla algo, puede que un montaje levemente televisivo o una premura injustificada para presentar a los secundarios (John Hurt apenas interviene un par de minutos). A mí me parece un telefilm de los buenos, con momentos realmente emotivos y una interpretación central, la de Hurt, simplemente encomiable, porque no me parece fácil ser estadounidense y clavar a un pueblerino galés. 
Ha pasado muy desapercibida, y quizá con cierta justicia, pero llegó a cosechar un premio del jurado en San Sebastián, que tampoco está nada mal.
Saludos.

lunes, 14 de marzo de 2022

Herramientas oxidadas


 

Hay cosas que deberían dejarse donde están, por el bien propio y ajeno, por no remover lo estanco, o simplemente por evitarse un baño de vergüenza ajena. Como esos trajes de baño que hace dos décadas que no nos están bien, como esa foto en la que no nos reconocemos, pero tememos que alguien sí lo haga, me pregunto para qué diablos sirve GHOSTBUSTERS: AFTERLIFE, o si no nos precipitamos al vilipendiar la otra, la del empoderamiento femenino. Ya no es que su ejercicio nostálgico no funcione, sino que es torpe, rutinario y previsible, un ejercicio de atrofia inventiva, apoyado en una puesta al día que, paradójicamente, luce viejísima y sin chispa. Una comedia que no tiene gracia, un intento de revitalizar lo ya muerto y enterrado, y una anécdota a pie de página, con un último recurso aún más bochornoso y algunas soluciones formales que no se merecía uno de los films más icónicos de los años ochenta. Porque lo que entonces era sorprendente, hoy no tiene más sentido que hacer caja como sea.
Saludos.

domingo, 13 de marzo de 2022

Rincón del freak #498: Pulpos, garajes y otras hierbas


 

Hoy vamos con una película mala, en el más extenso sentido de lo que significa ser malo. Torpe, aburrida, sin nada que ofrecer más allá de algunas imágenes que parecen sacadas de un anuncio de colonias; con una pareja de protagonistas que parecen haberse leído el guion cinco minutos antes, y con un sentido del ritmo que convierte 90 minutos en una tortura visual insoportable. El esperpento se titula THE LONG NIGHT, y se le ven las intenciones desde su bochornoso arranque, con estos dos zoquetes "haciendo cosas" en su casa, y decidiendo que van a ir a un sitio indeterminado del Sur, porque la muchacha dice que en internet un señor le va a decir quienes son sus padres. No tiene sentido ¿verdad? Pues la cosa sigue llegando a la casa, que es de potentado levemente esclavista, pero no hay ni rastro del dueño. Yo no sé qué harían ustedes, pero ella decide irse a correr al campo, y él dar un paseo con música en los cascos y un paquete de Marlboro. En eso que llegan unos tipos chungos, vestidos como cofrades indigentes, y se quedan plantados delante de la casa, con antorchas y eso. No pasa nada, pero hay trombones y tubas atronando por doquier. Llega otro señor de ninguna parte, y les dice, con razón, que qué mierda hacen en el queli de su hermano. En ese ínterin llegan a decirse como cuarenta "fucks", y luego los de la túnica les mamporrean, y escarnian, y hay más música fuerte, y un actor mira para un lado y el otro para otro, y poner cara de asustado equivale a sacar número en la pescadería. Y no cesas de repetirte qué diablos estás viendo... Y entonces llega el final, por fin, y descubres el sentido de la palabra resiliencia...
Saludos.

sábado, 12 de marzo de 2022

Vendiendo el drama


 

Lo que sostenía los seriales de Marvel para el fan, básicamente, consistía en la habilidad para suspender el tiempo, angustiar para seguidamente reconfortar. Y en esa montaña rusa de emociones, la acción era la que se instalaba, no al revés. Y el gran mal del cine de superhéroes es "tener superpoderes", aclimatarse con gusto en los brazos de una espectacularidad destinada a saturar por mera intrascendencia. No es el caso de SPIDER-MAN: NO WAY HOME, que se acerca más a otro territorio más asimilable para el cine, incluso el de hoy día: las novelas gráficas. Por eso, interesa menos aquí el tejemaneje de correspondencias, reseñas, guiños y otros posibles lazos, y termina triunfando el formato de historia cerrada, importante sólo por su propia circunstancia. Y eso que el tema principal es el metaverso y sus singularidades, que de no estar bien moduladas caen en el más espantoso de los ridículos. Pero insisto (y les recuerdo que nunca me ha chiflado el trepamuros), estamos ante una película que al fin tiene un componente emocional por encima de la media, gracias en gran medida a la habilidad de Jon Watts para desembarazarse de la mochila de las otras dos entregas, y embarcarnos esta vez en una historia sorprendente y, por momentos, fascinante; donde ni siquiera los malos son tan malos, y los buenos han de admitir que también se equivocan. Una película que no es perfecta, ni pretende serlo, pero que al menos luce mucho más honesta desde una perspectiva que me atrevo a pensar que no desagradaría a Steve Ditko. Este Spiderman es el más Ditko hasta la fecha, y eso ya merece que le otorguemos el honor de ser la mejor película de su personaje.
Dos horas y media que se pasan en un suspiro.
Saludos.

viernes, 11 de marzo de 2022

El cinéfilo ilustrado #8


 

En referencia a lo comentado la semana pasada, se le contrapone a un título injustamente olvidado, otro directamente fallido. AT LONG LAST LOVE es un musical de los de toda la vida, a la vieja usanza, sofisticado, chispeante, dinámico. Incluso con canciones de Cole Porter, al que Bogdanovich invoca una y otra vez para que salve al film del pastiche. Se me hace demasiado larga, demasiado tontuela, o simplemente es que una fórmula hecha antes muchísimo mejor. Aun así, mientras el musical no se apodera de la pantalla, se puede disfrutar una típica comedia de enredos medianamente entretenida, con un improbable cuarteto que se va intercambiando sucesivamente. Los problemas, en cambio, son muchos. Empezando por Burt Reynolds, que ni sabe cantar, ni bailar, ni tiene gracia, y oficia de ajadillo playboy alelado, que se va colando alternativamente de una Cybill Shepherd que tampoco está dotada para el musical, y una Madeline Kahn, esta sí, que es de lo poco sobresaliente de la función. Completaba Duilio del Prete, al que Bogdanovich se trajo de Italia, y la tercera trama, que podría haber funcionado de haber dispuesto de más espacio, con la tensión sexual no resuelta de unos espléndidos Eileen Brennan y John Hillerman. Resumiendo, un musical en clave desenfadada, que parece un hit parade, y en el que Bogdanovich tira por tierra el encadenamiento de complejos planos-secuencia, en pos de una mayor firmeza dramática. Y claro, no le funcionó, y supuso el primer gran descalabro de su autor.
Saludos.

jueves, 10 de marzo de 2022

Muy difícil de creer


 

Una de las películas que se me habían escapado del festival de Sitges era HERE BEFORE, debut cinematográfico de la directora Stacey Gregg. El resultado es extraño, de película fallida, o mejor dicho, desperdiciada. La idea de partida es interesante, y la espiral de extrañamiento funciona aceptablemente bien, hasta que llega la hora de las explicaciones y lo que queda al descubierto es una premisa argumental molestamente falsaria. Andrea Riseborough (de lejos, lo mejor del film) encarna a una mujer que vive junto a su marido y su hijo, y cuya vida quedó destrozada con la traumática muerte de su hija pequeña, Josie. Sin embargo, la llegada de sus nuevos vecinos despierta algo en ella que creía perdido para siempre. El mayor problema es de tono, de implementar la alucinación psicológica en mitad de una narración que intenta no perder pie, pero que lejos de ser ingeniosa, es simplemente confusa. Intento descifrar si importa más el drama familiar, el complot gregario o ese conato de terror psicológico, que nunca estalla, sino que queda prácticamente como un recurso artificial y artificioso. El final da buena cuenta de ello, innecesariamente alargado incluso para un film que no llega a los 90 minutos.
Tiene cosas interesantes, pero no es nada memorable..
Saludos.

miércoles, 9 de marzo de 2022

De bares y libros


 

A ver ¿Es THE TENDER BAR una mala película? No creo que lo sea más que lo contrario. Es una visión correcta, un trabajo empaquetado desde el mismo encargo, es AOR. Es George Clooney del mismo modo que es J.R. Moehringer, porque si no son sus vivencias sí que son las que él mismo ha elegido para ser expuestas. Ni siquiera parece un relato autobiográfico, sino más bien un escaparate de reliquias, recuerdos que refulgen por lo molones que quedarían en una pantalla. Clooney mola, y Ben Affleck también, y lo saben; Moehringer es un señor que ganó el Pulitzer y que no conoce ni dios, pero su historia podría contarse desde los estudios de Amazon, por ejemplo. Es la historia del aspirante a escritor, no del escritor; es la historia de un bar con libros, donde todos se invitan y nadie sale perjudicado. También es la carta de amor a la madre abnegada, tozuda por ver a su hijo fuera de su propia espiral de desgracias; aunque el tropezón llega muy al final, con el ajuste de cuentas paterno. El cierre es bochornoso, salido de un manual para construir clímax dramáticos, y echa por tierra las pocas partes buenas. Las partes buenas, casi todas, son en las que sale Affleck, ese tío que algunos tienen (yo no), que te da tu primera copa, tu primer cigarrillo y tu primer consejo sabio. Sí, sabiduría de cuñado, pero que te servirá para sortear algunas trampas al poner un pie ahí fuera. No sé, los personajes van oscilando como tentempiés, los arcos temporales tienen la cronología de un hipido, y en definitiva se intuye demasiada indulgencia con según qué fronteras, no vaya a ser que por una vez nos manchemos las camisas. Tan fácil como ir a Yale, tan estúpido como repetirte a ti mismo que eres escritor sólo porque lo deseas. Bares, libros. Volvamos.
Saludos.

martes, 8 de marzo de 2022

Como si no nos hubiésemos ido nunca


 

Con aire ingenuo, casi infantil, no podemos evitar pensar en cómo habrían sido las cosas, qué hubiese cambiado en el acta oficial de las cosas si lo que pasó no pasó. Algo de eso hay en LA LUZ PRODIGIOSA, una película pequeña, modesta, con magníficas intenciones no siempre bien entendidas. Y es que más allá de esa paradoja abierta en el tiempo, con una curiosidad que nos dibuja una sonrisa cómplice, emociona aún más esa íntima historia de camaradería entre dos hombres que nunca se hubiesen conocido, y cuyos caminos confluyeron sólo por la desgracia. Joaquín era un joven analfabeto en la Granada del 36, y aquel hombre, moribundo con un tiro en la cabeza, desconocido, es salvado milagrosamente por un médico que se atrevió a atenderlo. Y Joaquín marcha al frente, y luego al norte, y un día vuelve a su Granada, y se encuentra, también de casualidad a un hombre como ido, que no habla, al que los chiquillos llaman "Galápago". Y ese nombre se lo puso él en el 36, porque no sabía cómo se llamaba, y... ¿y si? Es una fábula hermosa la que nos proponía esta historia, que se emparenta con otras que también tenían música de Morricone, que nos habla de los poetas que dejaron de existir, pero también de esos héroes anónimos, que no figuran en ningún libro, pero que nunca dejaron de lado su humanidad en mitad de la barbarie. Y la química entre Alfredo Landa y Nino Manfredi nos hace sonreír, mientras pensamos en cómo podrían haber sido las cosas...
Y esta preciosa historia la escribió Fernando Marías, que nos dejó hace muy poquito, y era de justicia que nos acordáramos también de él...
Saludos.

lunes, 7 de marzo de 2022

Malamadre


 

Si lo que Maggie Gyllenhaal pretendía, en su debut como directora, era plasmar los interiores de una mujer fuera de las convenciones sociales, las que tan a menudo encasillan como "madre y esposa abnegada", el intento es loable, pero me temo que no le hacían falta mayores truculencias que las ya generadas por el complejo personaje interpretado con brillantez por Olivia Colman. Todo lo demás sobra, pero desgraciadamente todo lo demás ya estaba en la novela de Elena Ferrante, más matizado, pero estaba. La llegada de una mujer a un paradisíaco rincón de Grecia, teniendo en cuenta que se trata de una profesora de literatura que roza los cincuenta, y que disfruta de su apacible soledad, no parece, en principio, el marco ideal para un vaivén de personajes misteriosos, miradas chungas y decisiones sencillamente tan imbéciles como imprudentes. Todo esto es THE LOST DAUGHTER, un film tan sobriamente realizado como indigesto de ubicar en algún lugar que no nos haga pensar en personajes, nunca personas. Entiendo que es muy difícil sostener cierto naturalismo sin ceder a tentaciones explicativas, pero precisamente aquí choca frontalmente con una narrativa que brinca más que fluye, y que se pasma en secuencias que parecen recortadas de un fondo que nunca termina de asomar por completo. En su favor queda la audacia de ese retrato femenino, tan desbordante como desbordado, su conflicto interior desmigajado en detalles conectados a su juventud, donde tomó una decisión tan complicada que necesita demasiadas explicaciones, y eso termina siendo otro gran lastre para un film que queda en un correcto debut.
Saludos.

domingo, 6 de marzo de 2022

Rincón del freak #497: Las tres noches de la bruja


 

A vueltas con lo de Rusia, no se me ocurre una manera mejor de destensar el ambiente que con algo de cine de dicho país, aunque sería más ajustado decir la Unión Soviética, que fue donde se realizó esta curiosa cinta, hoy de absoluto culto, y que me parece una de esas pequeñas joyas desconocidas. Basada en una historia de Nikolái Gógol, VIY es un fascinante cuento de fantasmas, brujas, y otros seres sobrenaturales, que con muy pocos medios, y en apenas 70 minutos, pone en pie la estrafalaria peripecia de Thomas, un joven seminarista que tiene la mala fortuna de cruzarse con una bruja, en un día de permiso. La bruja le coge manía, lo eleva por los aires, y una vez en tierra es molida a palos por el joven, pero se convierte en una bella joven y Thomas huye despavorido. Al otro día, llega la extraña noticia al monasterio de que una joven recientemente fallecida ha solicitado, como última voluntad, ser velada durante tres noches por este mismo seminarista. Evidentemente, éste sehuele la trampa, pero es literalmente obligado a cumplir esta misión. Una vez allí, le esperan tres noches de espanto, en las que no podrá abandonar un pequeño círculo sagrado a su alrededor, mientras la bruja intenta infructuosamente dar con él. La película es una gozada, sobre todo para quienes disfruten con el festival de efectos rudimentarios, a cual más imaginativo, y un montón de soluciones ópticas que le dan la apariencia de un ballet alucinado, que nos llevarían a un Sam Raimi primigenio. La música, por si fuera poco, estaba a cargo de Karen Khachaturyan, sobrino del genial Aram. Además, me sirve esta reseña para recordar a su protagonista, el gran actor Leonid Kuravlyov, que precisamente fallecía hace escasos dos meses.
Altamente recomendable.
Saludos.

sábado, 5 de marzo de 2022

Y los rusos son los malos


 

Resulta que a todos los que ahora veo concernidos por la tragedia del pueblo ucraniano, no hace mucho, apenas a un tiro de pandemia, su voluble y frágil discernimiento de la realidad les hacía aplaudir con las orejas a un señor a caballo, pecholobo y fusil en mano, que se hacía llamar a sí mismo "presidente" y que incluso se sacó de la funda de los cojones una vacunita express para vendernos como agua del Carmen. La falta de perspectiva de este tiempo nos hace despreciar los libros de historia, remendar nuestras neuronas en Facebook y escupir sandeces en Twitter. Hoy, todo "el mundo" tiene la razón, menos los que están equivocados, que siempre son los que menos alzan la voz; el problema es que entonces, en otro contexto, también llevaban la razón, aunque por motivos contrapuestos. En THE KING'S MAN, hay una conspiración de chichinabo, unos malos de opereta, unos buenos de manual y un montón de problemas complejos solucionados a garrotazo limpio. Podría servir como banda sonora ideal para este "nuevo tiempo", lo representa a la perfección. Y mientras tanto, en sus pulcros sillones de gamer, una legión de indocumentados que no pagan impuestos dan lecciones de patriotismo y humanidad, con la nueva coletilla estándar: "Sí, amigos. Ahora toca que los malos sean los rusos". 
¿Y qué?...
Saludos.

viernes, 4 de marzo de 2022

El cinéfilo ilustrado #7


 

Con DAISY MILLER comienza el, a mi modo de ver, injustificado ostracismo sufrido por Peter Bogdanovich en Hollywood, sustentados todos por rencillas personales, y casi nunca por motivos puramente cinematográficos. Es cierto que esta adaptación de la paradigmática historia de Henry James, y pasando por alto los muchos avatares de su rodaje, que se trasladó a Europa, se queda algo corta de ambición, pero da que pensar la correspondencia que ha ido adquiriendo con la biografía de su propio director. Bogdanovich se llevó a parte de sus intérpretes fetiche, confió en un equipo italiano, y sólo exigió que el vestuario corriera a cargo de John Furness, cuyo exquisito trabajo le valió una nominación al oscar. La historia, aparentemente liviana, tiene mucha más miga de lo que parece, y conforma una especie de autobiografía bastarda del autor norteamericano, que terminó naturalizándose inglés. Lo primero que llama la atención es la figura de Frederick Winterbourne, un joven de clase alta, educado en Ginebra, y que vive tranquilamente entre sus "asuntos" y las atenciones que dispensa a su querida tía. Como si de un ciclón se tratara, la joven Daisy irrumpe en su vida, y convirtiéndose en objeto de fascinación. Ella viaja con su atolondrada madre y un hermano menor, y su vivaracha naturalidad choca frontalmente con las rígidas costumbres, de apariencias y recatos, de aquel círculo cerrado de los estertores victorianos. El hecho de que Bogdanovich dejara esta extraña relación en un impotente suspenso, añade mayor tentación de buscar el relato, saber si se trataba de una feroz crítica a aquellos americanos que se hacían pasar por europeos, o tan sólo buscaba resarcir algún amor no correspondido. El elenco, de todas formas, es formidable, con una encantadora Cybill Shepherd a la cabeza, y las intervenciones de Eileen Brennan, Cloris Leachman y la maravillosa Mildred Natwick; aunque el más sorprendente es el trabajo de Barry Brown, talentoso actor y dramaturgo, que desafortunadamente se quitó la vida apenas con 27 años.
Si se ve con atención, es un film con más enjundia de lo que parece.
Saludos.

jueves, 3 de marzo de 2022

Pimplando la suave


 

De lo de ayer, parece mentira que fijásemos un relato fallido por no ser capaz de detectar las claves de los grandes nombres del género, y que seguidamente nos encontremos con algo peor aún. Sí, porque la "puesta al día" de SCREAM merece poca justificación, por no decir ninguna. Por un lado, al desaparecer la numeración, se nos hace creer que estamos ante un acto (sea de cierre o no) solemne y capaz de sublimar el ingenioso dispositivo que hizo de la franquicia un sello legendario. Nada de eso, porque esta SCREAM'22 se resume casi con estupor, en las pocas líneas que van desde la copia estupefacta de la original de Craven, hasta un desfile de cameos dolorosamente sonrojante. Apenas salvaría a un esforzado David Arquette, que intenta insuflar vida a los desganados protagonistas, salidos de alguna serie de Disney Channel. Neve Campbell parece llevar pinganillo, como si la hubiesen engañado para actuar. Aunque la palma se la lleva una recauchutada e irreconocible Courteney Cox, que debería estar en los razzies en varios apartados. Y ni siquiera es capaz de reírse de sí misma, ni de introducir algún giro realmente alucinante, porque todo se resume en una coreografía oxidada, como la que emprendería un borracho al que le han aguado la bebida...
Yo no soy fan, pero miedo me da del que lo sea.
Saludos.

miércoles, 2 de marzo de 2022

Ubicuos sin fronteras


 

Hablemos de una película que, sin ser un absoluto desastre, desde luego es un ejemplo perfecto de cómo no hay que solventar las carencias fílmicas. THE GIRL WHO GOT AWAY es un telefilm (en el amplio sentido de la palabra) que se quiere vestir de cine de calidad. Michael Morrissey es un tipo que seguramente tiene muchas ideas, pero casi siempre falla a la hora de plasmarlas. Estamos ante una nueva variante de slasher, que parte de una idea interesante: una joven intenta dejar atrás el trauma que le supuso estar secuestrada por una psicópata, que literalmente "coleccionaba" niñas, y empezar una nueva vida como madre. Y, a ver, porque el desastre se inicia desde la misma concepción de dos horas netamente insufribles, trufadas de actuaciones de saldo, con incoherencias narrativas por todas partes, y una carestía de medios que, posiblemente, suponga la única disculpa, amén de dos o tres escenas que al menos siembran alguna inquietud. No sabemos nada de esa asesina que, oh casualidad, se ha escapado veinte años después; su protagonista hace cosas sin ton ni son, para olvidarlas al minuto siguiente; el policía es un tipo al que yo no confiaría mi seguridad, pero al menos sabemos que tiene raíces nigerianas... Así hasta completar esas dos horas injustificadas, y que sólo se me ocurren dignas para una tarde de puro aburrimiento lloviznado. Por salvar a alguien, al menos Lexi Johnson se curra una interpretación que quiere ser creíble.
Saludos.

martes, 1 de marzo de 2022

El mentalista 2


 

La diferencia entre la versión de del Toro y el NIGHTMARE ALLEY de 1947, reside en que ésta se inscribe con mayor claridad en la tradición del cine negro, y desmarca la fantasmagoría de su premisa argumental, para indagar sin ambages en el surgimiento, ascenso y caída de un hombre preso de su propia y desmedida ambición. Esto es así en cuanto que la nueva versión es tremendamente respetuosa con el film de Edmund Goulding, al menos en las partes coincidentes, pero luego va añadiendo otras capas de significado, que si bien no la hacen una película distinta, la coloca al alcance de su propio tiempo. En el film que nos ocupa, el protagonista era un magnífico Tyrone Power, que encarna con entereza a ese hombre obsesivo y convincente, que podría albergar buenas intenciones, pero que tampoco dudaría en arrastrar a quien se interponga en su camino. Es ésta una película sombría, desnuda de artificios y con un ritmo aún más ágil, pese a no tener una duración corta. Uno de esos films difíciles de ubicar en un solo género, pero que contiene esa pátina de modernidad implícita en su desencajado mecanismo de apertura. Y es curioso, porque sigue siendo uno de esos títulos que no han calado en el imaginario mayoritario, aunque puede que eso cambie a partir de este año... o no.
Saludos.

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!